sábado, 31 de enero de 2009

miércoles, 28 de enero de 2009

JESUCRISTO.

viernes, 23 de enero de 2009

EL OASIS.

EL OASIS.
(PAUL BRUNTON)
Si las personas se acostumbraran a dejar de lado por unos cuantos minutos al día todos sus asuntos, abandonando toda tensión, relajando cada músculo del cuerpo, descansando la mente y tranquilizando el ritmo respiratorio, bien pronto reunirían las condiciones requeridas para la aparición en sus vidas de la serena presencia del yo superior. Así aprenderán a ganar su cotidiana cuota de paz. Tampoco sufrirían sus actividades corrientes, por esos pocos minutos robados al día. Por el contrario, la vida entera se volvería más equilibrada, de modo que los deberes serían cumplidos en atmósfera de mayor calma y eficacia, y cada crisis o emergencia encontraría a esas personas preparadas para cualquier contingencia, libres de todo temor o pánico.

EL PROBLEMA.

EL PROBLEMA.
En un monasterio budista, un monje se acercó a su maestro y le dijo que tenía un problema y necesitaba su ayuda. El maestro le dijo que esperara hasta la noche, y que entonces le ayudaría.
Cuando ya todos los monjes se habían retirado a dormir, el maestro se puso en medio del dormitorio y gritó: “A ver, el monje aquel que tenía un problema, que venga aquí ahora”.
El monje aludido se sintió morir de vergüenza al presentarse delante de sus compañeros.
-Mirad, este monje tenía un problema esta mañana, y ha sido capaz de llegar con él hasta la noche. Si hubiera tenido la cabeza debajo del agua, no habría aguantado ni un minuto.
Diciendo esto, le dio un empujón y se fue.

EL CARPINTERO.

EL CARPINTERO.
(IDRIES SHAH)
Entré en el taller del carpintero: “¿Por qué tiene la puerta rota?”, le dije.
“La gente acude al carpintero para que le haga su trabajo, no a preguntar acerca de su persona”, respondió.
Un tiempo después vi a otro carpintero en su taller. “¿Por qué tu mesa tiene sólo tres patas?”, pregunté.
“No me había dado cuenta”, contestó.
Más adelante, le dije a otro trabajador de la madera: “El marco de tu ventana está astillado”.
“Estoy demasiado ocupado para repararlo –respondió-, he estado haciendo sillas para vender”.

EL INFIERNO.

EL INFIERNO.
Un grupo de personas murió al mismo tiempo en una catástrofe, y se sorprendieron al encontrarse en un mundo muy similar a éste. Tenían a su disposición todo tipo de entretenimientos y todas las facilidades posibles.
Se asombraron al descubrir que estaban en el infierno. Aquellos que querían vidas excitantes las tuvieron. La gente que deseaba dinero lo obtenía. Se alcanzaban ambiciones de todo tipo.
Había muchos demonios sirviendo, que ayudaban a todos a hacer lo que quisiesen.a
Un día, conocido como el “día de las quejas”, un grupo de “condenados” se dirigió al demonio controlador.
Dijeron: “Llevamos una vida maravillosa: fiestas, riquezas, excitación, pero parece como si nos estuviésemos desgastando, nos volvemos poco atractivos unos a otros y lentamente vamos perdiendo las pertenencias que nos llegan tan fácilmente”.
-Sí –dijo el diablo- ¿a que es infernal?

EL PODER DE LA MENTE.

EL PODER DE LA MENTE.
Un viajero, después de caminar muchas horas bajo el sol, llegó a una gran llanura y sintiéndose exhausto, cubierto de sudor, se sentó a la sombra de un árbol para descansar un rato. Enseguida comenzó a pensar que sería delicioso tener un mullido lecho para dormir. El viajero no tenía ni la más remota idea de que estaba sentado debajo del árbol celestial. Tan pronto como surgió en su mente aquel pensamiento, vio aparecer a su lado una hermosa cama. Quedó muy sorprendido, pero no tardó en acostarse en ella. Luego, pensó cuán placentero sería que una joven doncella viniera y le hiciera masajes en las piernas. Al sólo pensarlo, vio aparecer una doncella, que se sentó a sus pies y comenzó a frotar suavemente sus piernas. El viajero se sintió enormemente feliz. Pero enseguida tuvo hambre y pensó: “He tenido todo lo que he deseado; ¿no podría ahora conseguir algo para comer?”. De inmediato apareció ante él un plato lleno de deliciosos manjares. Comió alegremente y habiendo quedado satisfecho por completo, volvió a tenderse sobre el lecho. Luego, comenzó a repasar en su mente los sucesos del día. Ocupado en esto, pensó: “¡ Y si un tigre me atacara de repente!”. Al instante, un gran tigre saltó sobre él, le quebró la nuca y comenzó a chupar sangre. De este modo, el viajero perdió su vida.

EL PÁJARO.

EL PÁJARO.
Había una vez un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas de un árbol seco que se alzaba solitario en mitad de una gran extensión desértica. No era un buen lugar para vivir, y el pájaro lo sabía, pero tenía miedo de abandonarlo con el fin de encontrar algún árbol mejor que aquel. Su miedo a cambiar era más grande que su infelicidad, y así iban pasando los días, llevando una vida triste y difícil.
Un día se levantó una fuerte tormenta, y un golpe de viento arrancó el árbol, dejando al pájaro sin hogar. Ante esta situación, al pájaro no le quedó más remedio que echarse a volar para buscar otro sitio donde vivir. Después de volar más de cien kilómetros, encontró al fin un bosque maravilloso de árboles cargados de frutas, quedándose allí para siempre.

LA VANIDAD.

LA VANIDAD.
(RAMAKRISHNA)
Al anochecer, cuando salen las luciérnagas, éstas pueden pensar: “Estamos alumbrando el mundo”. Pero cuando las estrellas comienzan a titilar, el orgullo de las luciérnagas se desvanece. Ahora, son las estrellas quienes comienzan a pensar: “Somos nosotras quienes iluminamos el universo”. Pero, después de un rato, la luna asciende en el cielo y su luz plateada hace palidecer tristemente a las estrellas. La luna, a su vez henchida de vanidad, piensa que ilumina y da belleza al mundo; mas cuando la aurora proclama la ascensión del sol por el oriente. ¿Qué queda, entonces, de la luna?

LA RED.

LA RED.
(RAMAKRISHNA)
Un pescador echó su red en el río y tuvo una buena pesca. Algunos de los peces permanecían calmos e inmóviles, sin hacer intento alguno para salir de la red… Otros luchaban y saltaban sin poder zafarse; pero unos pocos lograban de uno y otro modo salir de la red. Así, también en el mundo los hombres son de tres clases: los que están atados y nunca luchan por liberarse; los que luchan para ser libres, y los que ya han alcanzado la liberación.

LA LLAVE.

LA LLAVE.
Había una vez un hombre, que al volver a su casa por la noche, descubrió que se había dejado dentro las llaves. Ideó mil maneras de entrar en ella: trepar por el muro, llamar al cerrajero, descolgarse por la chimenea, romper una ventana… Al final, se decidió a romper la puerta, sin darse cuenta de que se había dejado una ventana abierta.

CAUSA Y EFECTO.

CAUSA Y EFECTO.
(IDRIES SHAH)
El escritor teatral francés Victorien Sardou estaba sentado a la mesa durante una cena cuando volcó un vaso de vino. Una dama que estaba a su lado, para prevenir que el líquido manchase el mantel, derramó sobre sal sobre él. Derramar sal, para alguna gente, significa mala suerte. Para contrarrestarlo, un pellizco se lanza por encima del hombro; y Sardou lo hizo así.
La sal fue a para a los ojos del camarero que estaba tratando de servirle, y el pollo que llevaba en una bandeja cayó al suelo. El perro de la casa comenzó a engullir el pollo, y un hueso se atascó en su garganta, de modo que comenzó a asfixiarse. El hijo de la anfitriona trató de sacar el hueso de la garganta del perro. El perro se volvió contra el joven y le mordió en un dedo, con tanta fuerza que hubo que amputárselo.
Tal es la vida, tal es la ley de la causa y el efecto: porque se derramó un vaso de vino, alguien perdió un dedo.

LA PERLA.

LA PERLA.
(KHALIL GIBRAN)
Dijo una ostra a otra ostra vecina suya: “Siento un gran dolor dentro de mí. Siento que todo es pesado y redondo, y sufro mucho”.
Y la otra ostra respondió, con lástima altanera: “Gracias a los cielos y al mar, yo no siento ningún dolor dentro de mí. Estoy bien sana por dentro y por fuera”.
En aquel momento, un cangrejo pasaba por allí y oyó a las dos ostras, y dijo a la que estaba bien por dentro y por fuera: “Sí, tú estás sana del todo, pero el dolor que soporta tu vecina es una perla de extraordinaria hermosura”.

EL MIEDO.

EL MIEDO.
Una noche, un hombre creyó ver en el suelo de su dormitorio lo que parecía ser una serpiente. Lleno de temor, permaneció toda la noche acurrucado en un rincón, con el corazón encogido por el miedo, no atreviéndose a moverse ni a hacer nada, por temor a que aquella serpiente lo atacara. Sufrió tanto que no pudo dormir nada, y en su mente empezó a imaginar toda clase de peligros para cuando aquella serpiente se diese cuenta de su presencia.
De esta desesperación vino a sacarle el primer rayo de sol que entró por la ventana, ya con el alba. Entonces pudo advertir, a la luz del amanecer, que lo que había imaginado que era una serpiente no era más que un simple trozo de cuerda que se había dejado allí por descuido.

LA CASA EN LLAMAS.

LA CASA EN LLAMAS.
(BUDA)
No hace mucho vi una casa que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme, advertí que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba ardiendo, incitándolos a que salieran rápidamente, pero aquella gente parecía no tener prisa.
Uno me preguntó, mientras el fuego le chamuscaba las cejas, qué tiempo hacía fuera, si llovía, si no hacía viento, si existía otra cosa y otras cosas parecidas… Sin responder, volví a salir. Esta gente –pensé- tiene que arder antes que acaben con sus preguntas.
Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le queme los pies hasta el punto de desear gustosamente cambiarse de sitio, nada tengo que decirle.

LA DESILUSIÓN.

LA DESILUSIÓN.
(PAUL BRUNTON)
Podemos conseguir que un placer dure meses y hasta años, pero no lograremos que dure para siempre. La felicidad es un logro difícil, porque consiste en la paz interior y esta debe ser conquistada y, además, la calma sobreviene después de la tormenta. Lo efímero puede engañar al hombre por un tiempo pero no puede colar su innato anhelo por la auténtica felicidad. Y si bien el hombre está demasiado ocupado adorando a dioses sin valor, en lugar de acercarse al Dios verdadero, que sonríe sentado en medio del febril alboroto, sin ser advertido, llegará el día en que dicho hombre se apartará de lo falso para inclinarse hacia lo auténtico, aunque esto no sucederá sin que antes deba pagar con la moneda de la desilusión de los placeres de la existencia social. Los hombres de vida disipada, que han gozado de casi todos los placeres que el mundo puede brindar, descubriendo, que, al final, esos placeres dejan un gusto amargo en la boca, pueden también comprender esta verdad que el sabio descubre por medio de la introspección.

EL AHORA.

EL AHORA.
(ALAN WATTS)
Si uno insiste en que su presente es el resultado de su pasado, es como una persona que condujera su coche mirando siempre por el espejo retrovisor. Entonces no está, por así decirlo, abierta hacia el futuro; está siempre mirando hacia atrás por encima del hombro para descubrir qué es lo que tiene que hacer. Pero no hay nada de eso. La vida, la creación, emerge en nosotros ahora. La creación del universo es ahora, en este mismo instante. Todo empieza en este mismo momento.

LA PRISIÓN.

LA PRISIÓN.
Un ex – convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia.
- ¿ Has olvidado ya a los nazis?, le preguntó a su amigo.
- Sí.
- Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.
- Entonces, - le dijo apaciblemente su amigo-, aún siguen teniéndote prisionero.

LA MARIPOSA.

LA MARIPOSA.
Una vez un hombre observó cómo una mariposa luchaba por salir de su capullo. En su opinión, lo hacía con demasiada lentitud, así que trató de ayudarla soplando delicadamente sobre el capullo.
Efectivamente, el calor de su aliento sirvió para acelerar el proceso. Pero lo que salió del capullo no fue una mariposa, sino una criatura con las alas destrozadas.

LA AYUDA.

LA AYUDA.
Había dos camiones pegados el uno al otro por su parte trasera, y un camionero, con un pie en cada camión, intentaba denodadamente mover un enorme cajón.
Pasó por allí otro individuo que, al ver la apurada situación del camionero, se ofreció voluntariamente a ayudarle. Al cabo de más de media hora de inútiles esfuerzos, ambos estaban sudorosos y de un humor de mil demonios.
“Me temo que es inútil”, dijo el voluntario sin resuello.
“¡Nunca conseguiremos sacarlo de este maldito camión!”.
“¿Sacarlo?”, bramó el camionero. “¡Santo Dios! ¡Yo no quiero sacarlo! ¡Quiero echarlo más adentro”.

LA SOSPECHA.

LA SOSPECHA.
Un hombre perdió su hacha, sospechó que el hijo de su vecino se la había robado. Creyó por lo que aquel decía, por sus acciones y por sus movimientos, que era el ladrón. Al día siguiente, al volver al trabajo encontró el hacha y, al regresar a casa, volvió a ver al hijo del vecino; ya no tenía el aspecto de haberle robado el hacha como creyó el día anterior.

EL CULPABLE.

EL CULPABLE.
(BAHAUDIN NAQSHABANDI)
Cierta noche, un ladrón trataba de entrar por la ventana de la casa que intentaba robar, cuando cayó al suelo y se fracturó la pierna al romperse el alféizar.
Fue al juzgado para demandar al dueño de la casa. Este hombre dijo: “Demandad al carpintero que colocó la ventana”.
El carpintero dijo: “El constructor no hizo correctamente el hueco para la ventana”.
Cuando compareció el constructor, dijo: “Mi falta fue causada por una hermosa mujer que pasaba mientras yo trabajaba en la ventana”.
Fue hallada la mujer y dijo: “Llevaba puesto un hermoso vestido aquel día. Normalmente, nadie me mira. La culpa es del vestido que estaba astutamente teñido con franjas jaspeadas”.
“Ahora tenemos al culpable”, dijo el juez; “llamad al hombre que realizó el teñido, y será considerado responsable por el daño sufrido en la pierna del ladrón”.
Cuando lo encontraron resultó ser el esposo de la mujer; era…, el mismo ladrón.

LA PROTECCIÓN.

LA PROTECCIÓN.
Cierta vez, un santo estaba tendido al lado de un camino, profundamente sumergido en sus meditaciones. Pasó por allí un ladrón y al verlo pensó: “Este hombre debe ser un ladrón. Seguramente anoche fue a robar en alguna casa y ahora se ha quedado dormido por el cansancio. Pronto llegará aquí la policía y lo prenderá. Es mejor que yo escape a tiempo”. Haciendo estas reflexiones, huyó. Un momento después, llegó a aquel lugar un borracho y viendo al santo exclamó: “¡Hola! Has bebido demasiado y por eso has caído a la zanja. ¡Je! Yo me mantengo más firme que tú y no me voy a caer”. Al final, llegó un sabio, y dándose cuenta de que el hombre tendido en el suelo era un gran santo en estado de éxtasis, se sentó a su lado y comenzó a frotar suavemente sus santos pies.

LA VERDAD.

LA VERDAD.
Cuatro ciegos se reunieron para examinar un elefante. Uno de ellos tocó una pierna del elefante, y dijo: “El elefante es como un pilar”. Otro tocó la trompa, y dijo: “El elefante es como un grueso bastón”. El tercero palpó la barriga del animal, y dijo: “El elefante es como un gran tonel”. Otro le tocó una oreja, y dijo: “El elefante es como un gran abanico”. Los cuatro comenzaron a disputar acaloradamente acerca de la forma del elefante.
Pasó por allí un hombre y, viéndolos discutir, les preguntó: “¿Cuál es la causa de la disputa?”. Ellos le hicieron conocer sus opiniones y le pidieron que hiciera de árbitro. El hombre dijo: “Ninguno de ustedes ha visto al elefante. El elefante no es como un pilar, sus piernas son como pilares. No es como un abanico; sus orejas son como abanicos. No es como un bastón; su trompa es como un grueso bastón. No es como un tonel; su barriga es como un gran tonel. El elefante es la combinación de todas esas cosas: piernas, orejas, barriga, trompa…”.

EL CORAZÓN.

EL CORAZÓN.
En una ciudad de la India, había un monje que acostumbraba a hacer sus meditaciones en la acera de enfrente de un conocido burdel. Cada amanecer, una prostituta abría su ventana, y miraba al monje sentado al otro lado de la calle, inmerso en sus oraciones. De vez en cuando, sus miradas se cruzaban. Esta escena se repitió durante algunos años, hasta que los dos murieron.
El monje fue entonces al infierno, mientras que la prostituta entró en el paraíso. Ante las quejas del monje, alguien le dijo: “Mientras tú hacías tus oraciones, tu corazón deseaba a la prostituta. Ella, en cambio, suspiraba por llevar una vida como la tuya”.

EL ABUELO.

EL ABUELO.
En una familia, un niño observaba cómo todo el mundo trataba mal al abuelo, un anciano torpe de mucha edad, recriminándole cuando rompía algo, cuando se le derramaba la comida, cuando era incapaz de hacer muchas cosas por sí mismo. En vista de sus manos temblorosas, el padre del niño le había hecho un cuenco de madera, para evitar que siguiera rompiendo los platos de cerámica cuando se le caían al suelo.
Un día, el padre sorprendió a su hijo pequeño intentando hacer un cuenco de madera muy parecido al que usaba su abuelo. Ante la pregunta de su padre de por qué hacia eso, el niño respondió: “Lo estoy haciendo por ti, papá, para cuando seas viejo”.

LA QUEJA.

LA QUEJA.
Un burro fue a parar a las caballerizas del rey de cierto país. Su vida era un constante trabajo, un continuo ir de aquí para allá, siempre cargado, siempre maltratado. En su agotamiento, el burro envidiaba la suerte de los caballos, su belleza, su elegancia, el trato exquisito que se les daba, su buena comida…, y así, se sentía desdichado con su suerte.
Un día, se desató una guerra con su país vecino, y todos los caballos fueron preparados para la contienda. Al partir, con sus arreos de guerra, con los soberbios jinetes, estaban más hermosos que nunca. Pero, transcurridos unos días, comenzaron a regresar de la batalla: muchos de los caballos habían muerto, otros llegaban heridos, sucios, cansados y deshechos. Desde entonces, el burro dejó de envidiar la suerte de los caballos.

LA APARIENCIA.

LA APARIENCIA.
- Mamá, ¿puedo ir a jugar a la arena?
- Sí, hija mía, pero no te alejes mucho.
Al cabo de un rato, la madre vio a una vieja andrajosa que caminaba por la orilla del mar. De vez en cuando, se agachaba y cogía algo de la arena, que después introducía en un saco. Asustada ante la extraña anciana, la madre llamó a su hija para que regresara junto a ella, y lo mismo hicieron otros padres con sus hijos.
Lo que nunca supo nadie fue que aquella anciana recogía los cristales de la arena para que la gente no se lastimara los pies.

EL ACTOR

EL ACTOR.
Una serpiente tenía su cueva en cierta localidad. Nadie osaba pasar por allí, pues aquellos que lo hicieron habían sido mordidos mortalmente por ella. Cierta vez pasó por ese lugar un santo. Como de costumbre, la serpiente lo siguió con la intención de morderle, pero cuando se acercó al santo, perdió toda su ferocidad y quedó cautivada por su dulzura. Viendo la serpiente, el santo dijo: “Bien, amiga mía, ¿quieres morderme?”.
La serpiente quedó avergonzada y no contestó nada. Al ver esto, el santo agregó: “Escucha con atención, amiga mía; en el futuro no hagas daño a nadie”. La serpiente inclinó su cabeza en señal de asentimiento. Cuando el sabio se fue, la serpiente entró en su cueva y, desde aquel día, comenzó a vivir una vida de inocencia y pureza, sin tener el menor deseo de dañar a nadie.
A los pocos días, se corrió la voz en el vecindario de que la serpiente había perdido todo su veneno y era inofensiva, y entonces la gente comenzó a molestarla. Algunos le tiraban piedras, otros la arrastraban desconsideradamente tirándole de la cola. De este modo, sus sufrimientos no tenían fin.
Afortunadamente, después de un cierto tiempo volvió a pasar por aquel lugar el sabio, y viendo lo magullada y golpeada que se encontraba la pobre serpiente, se compadeció de ella y le preguntó la causa de tal calamidad. A eso, la serpiente contestó: “Señor, he sido reducida a este estado porque no he hecho daño a nadie después de haber recibido tus instrucciones. Pero, ¡ay!, ¡ellos son tan crueles!”.
El sabio dijo sonriendo: “Querida amiga, yo simplemente te aconsejé que no hicieras daño a nadie, pero nunca te pedí que dejaras de silbar y asustar a los demás si era necesario”.

LA SEPARACION

LA SEPARACIÓN.
(ERICH FROMM)
La conciencia de la separación humana –sin la reunión por amor- es la fuente de toda culpa y toda angustia.
En la sociedad occidental contemporánea, la unión con el grupo es la forma predominante de superar el estado de separación. Se trata de una unión en la que el ser individual desaparece en gran medida, y cuya finalidad es la pertenencia al rebaño. Si soy como todos los demás, si no tengo sentimientos o pensamientos que me hagan diferente, si me adapto a las costumbres, las ropas, las ideas, el patrón del grupo, estoy salvado; salvado de la temible experiencia de la soledad…
Esta unión por la conformidad suele resultar insuficiente para aliviar la angustia de la separación. La frecuencia del alcoholismo, la afición a las drogas, la sexualidad compulsiva y otros fenómenos parecidos constituyen los síntomas de ese fracaso relativo de la conformidad tipo rebaño.

EL SOLDADO

EL SOLDADO.
- Mi capitán, solicito permiso para ir al frente. Mi amigo Tom salió esta mañana y aún no ha regresado.
- Permiso denegado, soldado. Su amigo probablemente estará muerto.
Regrese a su puesto.
Pero el soldado desobedeció la orden y salió hacia el frente.
Al anochecer, volvió al campamento, mortalmente herido, cargando a su amigo
muerto sobre sus hombros. Al ver aquello, el capitán se enfureció:
- ¡Le dije que no fuera! ¡Ah. Ahora perderé a dos soldados en vez de uno! Dígame, ¿valió la pena que arriesgara su vida para traer un cadáver?
- Sí, mi capitán –respondió el soldado antes de morir. Cuando lo encontré me dijo: “Johny, estaba seguro de que vendrías”.

lunes, 19 de enero de 2009

LA VISITA.

LA VISITA.
Upagupta, el discípulo de Buda, estaba durmiendo en el suelo junto a la muralla de la ciudad de Mathura.
Todas las lámparas estaban apagadas, todas las puertas cerradas, y el cielo sombrío de agosto ocultaba todas las estrellas.
¿Qué pies eran aquellos cuyas, ajorcas tintineaban agitando su pecho de repente?
Se despertó sobresaltado y la luz de la lámpara de una mujer iluminó sus ojos indulgentes.
Era la bailarina, estrella de joyas nubladas por un manto azul pálido, embriagada del vino de la juventud.
Bajo la lámpara y vio el rostro y austeramente hermoso de Upagupta.
“Perdóname, joven asceta –dijo la mujer-, hazme la gracia de venirte a mi casa. El sucio suelo no es lecho para ti”.
Le respondió el asceta: “Mujer, tú sigue tu camino; que ya iré yo a buscarte cuando llegue la hora”.
De repente, un relámpago hizo que la noche enseñara sus dientes.
Gruñó la tempestad desde un rincón del cielo, y la mujer tembló de miedo.
Las ramas de los árboles que bordeaban el camino estaban doloridas por el peso de tanta flor.
De lo lejos llegaban flotando en el aire cálido de la primavera las notas alegres de la flauta.
Todo el gentío se había ido a los bosques, a celebrar la fiesta de las flores.
Desde lo alto del cielo, la luna llena observaba las sombras del pueblo silencioso.
El joven asceta paseaba por la calle solitaria, mientras por encima de él los cucos enamorados lanzaban desde las ramas del mango su queja desvelada. Upagupta atravesó las puertas de la ciudad y se detuvo a la base del terraplén.
¿Quién era aquella mujer tendida a sus pies a la sombra de la muralla, abatida por la peste negra, con el cuerpo cubierto de llagas, que habían arrojado a toda prisa de la ciudad?
El asceta se sentó a su lado, colocó en sus rodillas su cabeza, humedeció con agua sus labios y untó de bálsamo su cuerpo.
“¿Quién eres, que así te compadeces?”, preguntó la mujer.
“Ha llegado por fin la hora en que debía visitarte, y aquí me tienes a tu lado”, le contestó el joven asceta.

EL SAPO.

EL SAPO.
“Si cortas el césped del jardín, te daré algo de dinero para tus gastos, ¿vale?”, propuso una mañana un hombre a su hija adolescente.
“¡De acuerdo, papá!”, respondió la muchacha, “¡lo haré ahora mismo!”.
Una hora y media más tarde, la muchacha había terminado, y así se lo comunicó a su padre. Éste salió al jardín, y echó un vistazo desde el porche de la casa. Toda la hierba estaba cortada, pero en un rincón del fondo, hacia la izquierda, había una pequeña cantidad de césped que no había sido tocado por la chica.
-Veo que no has terminado tu trabajo, hija. Estoy viendo en aquel rincón un poco de hierba sin cortar.
- Sí, papá, es verdad, respondió la hija bajando la mirada.
- Bueno…, acábalo entonces, ¿no?
- No, papá, es mejor dejarlo así. No quiero acabar esa parte.
El hombre miró sorprendido a la muchacha, sin entender su postura.
- En ese caso… No tendrás el dinero. El trabajo no está terminado.
- Como tu quieras, dijo la muchacha, al tiempo que entraba en la casa.
Tras unos momentos de duda, el hombre decidió que algo extraño ocurría, así que se
Acercó a aquella parte del jardín para intentar entender por qué su hija no había querido pasar la máquina por él. Cuando llegó, lo entendió todo: en el centro de aquel rincón por el que su hija no había querido pasar la máquina había un enorme sapo.

EL CAMBIO.

EL CAMBIO.
Dos amigas se encuentran en la peluquería y comienzan a hablar. En un momento dado, una de ellas pregunta a la otra:
-¿Qué tal te va con tu marido?
- Bueno…, me abandonó hace unas semanas.
- ¿Sí? ¿De verdad? ¿Qué fue lo que pasó?
- Pues…, un día me dijo que me estaba poniendo gorda, así que decidí hacer gimnasia para adelgazar y conseguí perder unos kilos. Después, más tarde, me dijo que debería cuidar más mi indumentaria, hacerla más elegante, y entonces renové mi vestuario para agradarle. Otro día me comentó que le hubiera gustado que estudiase algo, para poder hablar de más temas, así que decidí estudiar enfermería. Últimamente me dijo que con el pelo largo estaría mejor, y yo me lo dejé crecer.
Hubo entonces un momento de silencio.
-¿Entonces?..., -intervino la otra amiga- ¿qué pasó entonces? Todo estaba perfecto para él, ¿no?
-Sí…, ese fue el problema, que todo era perfecto para él. Un día me dijo: “Querida, has cambiado tanto que ya no eres la misma persona de la que me enamoré”. Entonces me dejó.

EL VUELO. OTRA HISTORIA

EL VUELO.2
Debido a una serie de circunstancias, un huevo de águila fue a parar a un rincón de un granero donde una gallina empollaba sus huevos. Y así fue como el pequeño aguilucho fue incubado junto con los polluelos.
Pasado algún tiempo, el aguilucho, inexplicablemente, empezó a sentir deseos de volar. De modo que le preguntó a mamá-gallina: “¿Cuándo voy a aprender a volar?”.
La pobre gallina era perfectamente consciente de que ella no podía volar ni tenía la más ligera idea de lo que otras aves hacían para adiestrar a sus crías en el arte del vuelo. Pero, como le daba vergüenza reconocer su incapacidad, respondió evasivamente: “Todavía es pronto, hijo mío. Ya te enseñaré cuando llegue el momento”.
Pasaron los meses, y el joven aguilucho empezó a sospechar que su madre no sabía volar. Pero no fue capaz de escapar y volar por su cuenta, porque su intenso deseo de volar se había mezclado con el sentimiento de agradecimiento que experimentaba hacia el ave que le había incubado.

LA RESIGNACIÓN.

LA RESIGNACIÓN.
Había una vez un hombre. Tung men Wu de Wei, que cuando murió su hijo, no manifestó ningún pesar. Un vecino le preguntó que por qué no daba muestras de sentimiento y no se vestía de luto, a lo que él contestó: “Hubo un tiempo en que no tenía hijos y no estaba triste; ahora que mi hijo ha muerto y estoy igual que antes de que naciera, ¿de qué me he de entristecer?”.

EL TROVADOR.

EL TROVADOR.
(IDRIES SHAH)
Un hombre solía pararse cerca de la ventana de una hermosa joven, tocando la guitarra y dándole la serenata.
Un día, un amigo le preguntó: “¿Por qué no le pides que se case contigo?”.
Entonces, el enamorado respondió: “He pensado en eso, pero si ella acepta ¿a quién iba entonces a dar la serenata?

EL DESEO.

EL DESEO.
Un visitante de un manicomio vio cómo uno de los internos se balanceaba de una silla mientras, con aire tierno y satisfecho, repetía una y otra vez:
“Lulú, Lulú…”.
“¿Cuál es el problema de este hombre?”, le preguntó al médico.
“Lulú. Es el nombre de la mujer que le dio calabazas”, respondió el doctor.
Siguieron adelante y llegaron a una celda con las paredes acolchadas, cuyo ocupante no dejaba de golpear su cabeza contra la pared mientras gemía: “Lulú, Lulú…”.
“¿También es Lulú el problema de este hombre?”, preguntó el visitante.
“Sí”, dijo el médico. “Este es el que acabó casándose con Lulú”.

LA MUJER.

LA MUJER.
(GABRIEL CELAYA)
Cuando éramos jóvenes, cada vez que veía las piernas de mi mujer me sentía loco de pasión y deseo.
Cuando nos llegó la madurez, las piernas de mi mujer me dejaban indiferente muchas veces.
Ahora que somos viejos, si le ocurriera algo a sus piernas, es como si le ocurriera a las mías.

EL HIJO.

EL HIJO.
Un hijo le decía a su madre moribunda: “Has sido la mejor madre del mundo”.
La moribunda volvió hacia él sus apegados ojos y repuso: “¿Por qué no me lo dijiste antes de ahora, hijo?”.

EL DESAPEGO.

EL DESAPEGO.
(BUDA).
Cuando veis a una persona agradable, encantadora y bella, esta os agrada, os atrae y sentís regocijo viéndola nueva y frecuentemente; su presencia os brinda placer y satisfacción. Mas este regocijo no es permanente, ni tampoco lo son los atractivos de esa persona; al cambiar la situación, es decir, cuando no podáis verla, os embarga la tristeza. Ahora bien, si no sentís apego por esa persona, si estáis completamente desapegados, esto es libertad, liberación. En lo que respecta a todos los placeres de la vida, la atracción, la insatisfacción y la liberación funcionan de igual manera.

LA MÚSICA.

LA MÚSICA.
(KRISHNAMURTI)
Un músico que usa su instrumento para alcanzar la fama, para llegar a ser el mejor, deja de ser un músico; él no ama la música sino los beneficios que da la música. Nos utilizamos los unos a los otros en función de nuestros requerimientos psicológicos, y a eso lo llamamos con bonitos nombres. Lo usamos todo, las máquinas, las técnicas, para nuestros requerimientos psicológicos, y no hay amor por la cosa misma.

EL AMOR PERDIDO

EL AMOR PERDIDO.
Nunca podremos vivir aislados de los demás: ¿Quieres sentir dolor por los niños que se mueren de hambre? ¿Quieres protestar contra las guerras que siguen en las montañas? Puedes hacerlo. Pero el corazón tiene sus dolores privados. Ni siquiera todas las grandes causas buenas de este mundo pueden impedir llorar por un amor perdido.

LA FRATERNIDAD

LA FRATERNIDAD.
(ERICH FROMM)
Si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida. Si puedo decirle a alguien: “Te amo”, debo poder decir: “Amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mí mismo”. El amor fraternal se basa en la experiencia de que todos somos uno, pues tenemos una esencia común.
En este sentido, el amor al desvalido, al pobre y al desconocido es el comienzo del amor fraternal. El amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales. Al tener compasión del desvalido, el hombre comienza a desarrollar amor a su hermano.

EL CUADRO

ELCUADRO.
(ERICH FROMM)
El amor es una actividad, una facultad, un poder del alma. Es un error creer que el amor depende de la suerte de encontrar un objeto adecuado –y que después de todo viene solo-. Puede compararse esa actitud con la de un hombre que quiere pintar, pero que en lugar de aprender el arte sostiene que debe esperar el objeto adecuado, y que pintará maravillosamente bien cuando lo encuentre.

EL CONTROL

EL CONTROL.
(KRISHNAMURTI)
Controlar a otro, moldear a otro en el nombre del amor son expresiones del instinto de posesión, negativo y positivo, así como el impulso de encontrar en otro seguridad, protección y bienestar. Olvidarse de uno mismo por medio de otro o de alguna actividad contribuye al apego. De este apego provienen el dolor y la desesperación, y de ello surge la reacción para el desapego. Y en esta contradicción entre apego y desapego se originan el conflicto y la frustración.
No hay escape de la soledad; ella es un hecho y el escapar de los hechos engendra confusión y dolor. Eso no puede hacerse. Sólo debe ser visto el hecho –la soledad-, y entonces todas las otras cosas se desvanecen.

EL JUICIO

EL JUICIO.
(Mt 25,31-40)
Cuando venga el hijo del hombre en su gloria con todos sus ángeles, se sentará sobre el trono de su gloria. Todos los pueblos serán llevados a su presencia; y él separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. Entonces el rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui emigrante y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y fuisteis a estar conmigo”. Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos emigrante y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.

domingo, 18 de enero de 2009

DE PEREGRINACIÓN A LA MECA

DE PEREGRINACIÓN A LA MECA.
(ANTHONY DE MELLO)
Un santo sufí partió en peregrinación a la Meca. Al llegar a las inmediaciones de la ciudad, se tendió junto al camino, agotado del viaje. Y apenas se había dormido cuando se vio bruscamente despertado por un airado peregrino: “¡En ese momento en que todos los creyentes inclinan su cabeza hacia la Meca, se te ocurre a ti apuntar con tus pies hacia el sagrado lugar…! ¿Qué clase de musulmán eres tú?”
El sufí no se movió; se limitó a abrir los ojos y a decir: “Hermano, ¿querrías hacerme el favor de colocar mis pies de manera que no apunten hacia el Señor?”

La oración de un devoto al Señor Vishnú:

“Señor, te pido perdón por mis tres mayores pecados: ante todo, por haber peregrinado a tus muchos santuarios olvidando que estás presente en todas partes; en segundo lugar, por haber implorado tantas veces tu ayuda olvidando que mi bienestar te preocupa más a ti que a mí; y, por último por estar aquí pidiéndote que me perdones, cuando sé perfectamente que nuestros pecados nos son perdonados antes de que los cometamos”.

LA MONTAÑA ORGULLOSA

LA MONTAÑA ORGULLOSA.
(JOSÉ SOCORRO)
Esto ocurrió hace mucho tiempo. Hubo un planeta pequeñito, muy joven, completamente liso, al que le salió una montañita que creció hasta 520 metros.
Así estuvo un millón de años. Con el tiempo comenzaron a surgir en la llanura otras montañitas, que también crecieron.
La primera, irritada por la pérdida de su dominio, hizo esfuerzos y creció 380 metros más y, a medida que transcurría el tiempo, creció algunos metros en proporción a su orgullo. Por fin, comprobó que en sus cumbres ya no había vida a causa del frío y de los fuertes vientos; en cambio, las otras montañitas se cubrían de árboles donde anidaban mil clases de pájaros y eran acariciadas por suaves brisas. ¡Que envidia! Finalmente, no lo pudo aguantar y estalló convertida en fiero volcán, envenenó el aire, mató toda vida, desoló sus propias laderas, secó y arruinó a todas las montañas. Pasada la furia loca, vio su obra y…, apagándose se arrepintió.
Entonces de sus laderas brotaron lágrimas en forma de fuentes purísimas a cuyas aguas regresaron de nuevo los pájaros y con ellos las semillas. Cuando se disiparon las cenizas, volvió a brillar el sol. Como su tierra era nueva, salida de las entrañas del planeta y rica en minerales y gérmenes de vida, pronto se hizo hermosa, muy verde y adornada de nubes que se dieron sombra y caricias.
Su vida contagió a las otras tierras y siempre vivió erosionándose calladamente, humildemente, convirtiéndose en un frondoso valles de ríos y bosques que aún hoy se pueden reconocer.

VOLVÍ A SER PARIA.

VOLVÍ A SER PARIA.
(PIO BAROJA)
Y era en la isla de Ceilán, en el séptimo siglo antes de la venida de Cristo, en la séptima encarnación de mi alma, en el tiempo en que Sakyamouni predicaba por el mundo y enseñaba la ley, ley de gracia para todos los hombres. Y era en la isla de Ceilán…
Y mi alma triste había encarnado el cuerpo de un paria. En los momentos de descanso, tras de las rudas faenas, un compañero, esclavo como nosotros, leía las plegarias y los himnos santos, santos himnos que escribieron el solitario de la familia de los Sakyas y sus discípulos. Y yo oía las sentencias de Buda, pero no meditaba en el dolor, ni en la muerte, ni en la miseria de las alegrías del hombre. Meditaciones que abren al asceta las puertas de la misteriosa ciudad de Nirvana, en donde se es sin ser, y en donde se duerme el eterno sueño del aniquilamiento; lejos, muy lejos de las miserias y de las torpezas del mundo, en los dominios de la paciencia y del reposo, fuera del ingrato océano de la creación dolorosa.
Y mi corazón estaba turbado por la vanidad y mis ojos no veían la luz en el camino. Porque amaba los goces de la vida, falsos como el eco de las cavernas y como las sombras reflejadas en los ríos, y quería apurar la copa del placer, que es tan sólo receptáculo del dolor y de la liviandad.
Y el espíritu, inspirador de los deseos y de las pasiones, me infundió el entusiasmo por la aborrecible existencia.
“¿Qué necesito –pensé- para encontrar la dicha? Ser libre, la libertad basta para mi dicha”.
Y fui libre y me acosó la miseria, y viví desgraciado años y años.
Y no encontré la dicha.
“¡Oh! –pensé entonces-. ¡Qué engaño el mío! No basta la libertad para ser dichoso. Se necesita también la riqueza.
Un día me encontré dueño de una fortuna considerable, y vi satisfechos sin esfuerzos mis necesidades y mis deseos.
Y no encontré la dicha.
“¿De qué me vale la riqueza –dije después- si mis mayores ambiciones no puedo satisfacerlas? ¡Oh! Si yo fuera poderoso”.
Y fui poderoso y tuve un país bajo mi dominio, y esclavos, y elefantes gigantescos, y carros de oro, y jardines colgantes, y mujeres adornadas con piedras preciosas.
Y no encontré la dicha.
Y cuando el poderío se me hizo repulsivo, quise ser sabio, y estudié en Egipto, y en Babilonia, y en Persia, y en Caldea, y medí la distancia de los astros y calculé las alturas del sol. Y vi que en la mucha sabiduría hay mucha molestia y que quien añade ciencia añade dolor.
Y no encontré la dicha.
Y recorrí el mundo hasta las tierras del Extremo Occidente, y vi las grandes y fastuosas ciudades del Mediterráneo, cuna de los más refinados placeres.
Y no encontré la dicha.
Y resignado, volví a la Isla de Ceilán, y volví a ser paria y volví a sufrir, y esperé tranquilo la hora de la muerte, la dulce hora de perder la personalidad en el crepúsculo del pasado y de fundirme en la augusta inconsciencia, como un rayo de sol en las masas azules de los mares.

LOS DOS PEONES.

LOS DOS PEONES.
(ANTHONY DE MELLO).
El Maestro explicaba a sus discípulos que alcanzarían la Iluminación el día en que consiguieran mirar sin interpretar.
Ellos quisieron saber en qué consistía mirar interpretando.
Y el Maestro lo explicó así:
Dos peones camineros católicos se hallaban trabajando justamente delante de un burdel cuando, de pronto, vieron cómo un rabino se deslizaba furtivamente en la casa.
“¿Qué vas a esperar de un rabino?”, se dijeron el uno al otro.
Al cabo de un rato, el que entró fue un pastor protestante. Ellos no se sorprendieron: “¿Qué vas a esperar…?
Entonces apareció el párroco católico, que, cubriéndose el rostro con una capa, se deslizó también en el edificio. “Es terrible, ¿no crees? Una de las chicas debe de estar muy enferma”.

UN CUENTO "HASÍDICO"

UN CUENTO “HASÍDICO”.
(ANTHONY DE MELLO)
Los judíos de una pequeña ciudad rusa esperaban ansiosos la llegada de un rabino. Se trataba de un acontecimiento poco frecuente, y por eso había dedicado mucho tiempo a preparar las preguntas que iban a hacerle.
Cuando, al fin, llegó y se reunieron con él en el ayuntamiento, el rabino pudo palpar la tensión reinante mientras todos se disponían a escuchar las respuestas que él iba a darles.
Al principio no dijo nada, sino que se limitó a mirarles fijamente a los ojos, a la vez que tarareaba insistentemente una melodía. Pronto empezó todo el mundo a tararear. Entonces el rabino se puso a cantar, y todos le imitaron. Luego comenzó a balancearse y a danzar con gestos solemnes y rítmicos, y todos hicieron lo mismo. Al cabo de un rato, estaban todos tan enfrascados en la danza y tan absortos en sus movimientos que parecían insensibles a todo lo demás; de este modo, todo el mundo quedó restablecido y curado de la fragmentación interior que nos aparta de la Verdad.
Transcurrió casi una hora hasta que la danza, cada vez más lenta, acabó cesando. Una vez liberados de su tensión interior, todos se sentaron, disfrutando de la silenciosa paz que invadía el recinto. Entonces pronunció el rabino sus únicas palabras de aquella noche: "Espero haber respondido a vuestras preguntas".

Cuando le preguntaron a un derviche por qué daba culto a Dios por medio de la danza, respondió: "Porque dar culto a Dios significa morir al propio yo. Ahora bien, la danza mata al yo; cuando el yo muere, todos los problemas mueren con él; y donde no está el yo, está el Amor, está Dios".

**************************************************************************

El Maestro se sentó con sus discípulos en el patio de butacas y les dijo: "Todos vosotros habéis oído y pronunciado muchas oraciones. Me gustaría que esta noche vierais una".
En aquel momento se alzó el telón y comenzó el ballet.

LOS TRES PÁJAROS

LOS TRES PÁJAROS.
(ALFONSO FRANCIA)
Los tres pájaros llevaban cada uno su trocito de carne en el pico. De pronto se dan cuenta que unos cuervos les siguen. “Démonos prisa, dice uno, que nos persiguen para quitarnos la carne”. “¡Qué desconfiado eres, le dijo otro, nos siguen porque les gustamos”. “Déjalos, dice el tercero, si nos la quitan, podemos pronto conseguir más carne, así estamos tranquilos y no nos perseguirán”. Este soltó la carne y se posó en un árbol y desde allí, sereno y libre, vio cómo al que creía agradar le arrebataban la carne y después se posaba lejos, tembloroso, triste y solo. El tercero, pobrecito, a pesar de su agotamiento, no quería perder su trocito de carne y siguió volando, esperanzado, hasta que… lo acosaron, le arrebataron la carne y a él mismo lo destrozaron en pleno vuelo.

LA ZORRA Y EL CUERVO

LA ZORRA Y EL CUERVO.
(JEAN DE LA FONTAINE)
Encaramado a un árbol, sujetaba el señor cuervo con su pico un rico queso. Y la señora zorra, atraída por el olorcillo, le habló de esta manera:
- ¡Buenos días, señor cuervo! ¡Cuán bello sois y me lo parecéis! Si fuera vuestro
canto igual a vuestras plumas, sin mentir, os digo que seríais el ave fénix de cuantas aves viven en los bosques.
Oyendo el cuervo tales palabras, desbordaba de alegría y, abriendo el pico para lucir su voz hermosa, dejó caer el queso. Lo atrapó la zorra al instante, y dijo:
- Sabed, señor cuervo, que todo adulador es un parásito de aquel que sin más lo
escucha; esta lección bien vale un queso.
Avergonzado y confundido, juró el cuervo, aunque algo tarde, que nunca más le engañarían.

PARÁBOLA DEL REY

PARÁBOLA DEL REY.
(RABINDRANATH TAGORE)
Iba yo pidiendo, de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de Reyes.
Mis esperanzas volaron hasta el cielo y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto, tú me tendiste tu diestra diciéndome:
- “¿Puedes darme alguna cosa?”
¡Ah, qué ocurrencia de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía
qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo y te lo di.
Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!

NAVIS

NAVIS.
(ENRIQUE MARISCAL).
¿Por qué debería preocuparme por la posteridad si ella no ha hecho nada por mí? GROUCHO MARX.
Hace muchísimos años vivía en la montaña un hombre original y feliz que llamaba a los peces con una canción. Ellos se alojaban gustosos en su red porque sabían desde siempre que su destino consistía en nadar primero en el agua, después en el vino y por último en el aceite.
También reunía a los ciervos del bosque con un silbido penetrante y de esa manera conseguía, todas las mañanas, que el lago y el bosque le diesen las piezas justas para la alimentación de su grupo de parientes.
Danzaba al ritmo de las estaciones y agradecía la generosidad del sistema natural, que le permitía acopiar alimentos para el invierno, sin preocupaciones ni permisos de caza ni pago de impuestos.
Jamás se olvidaba de cuidar la pureza del agua y la vitalidad de cada árbol. Sabía que eran sus hermanos, sin haber leído nada sobre ecología o teología.
Los agricultores trabajaban la tierra desde el alba en el verde valle y no padecían hambre. Llegada la noche, recuperaban fuerzas sin conocer el insomnio. Contaban historias sin tiempo a pesar de que no dominaban el latín ni el griego.
Los pastores conducían su rebaño sabiendo el nombre de cada cordero y cabra, no escribían de las trivialidades diarias, ni tampoco a nadie se le ocurría leer.
Sin embargo, hacían tallas hermosas con las maderas, inscripciones y dibujos en las piedras y muñecos de nieve en invierno. Tenían buenas erecciones sin pastilla alguna y cuando dormían, dormían.
Si veían a algún congénere iracundo, se preguntaban entre ellos por qué ese vecino podía tener tanto miedo, o bien consideraban que debían incrementar sus niveles de tolerancia porque era alguien con dificultades pasajeras para evacuar su intestino. Sabían que lo único que puede cambiar una persona es su propia forma de pensar y que cada vez que uno se enoja es porque intenta hacer con ello que el otro se sienta culpable. No concebían el significado de ese estado anímico que hoy se llama “estar agobiado”.
Eran navis, “seres conectados que aspiraban hacia arriba y expelían hacia delante”. Cuando cerraban los ojos, veían.
Los ancianos conversaban con los pájaros y las plantas. No se aburrían, eran respetados y cuando morían, morían sin lamentaciones adicionales.

MÁS ALLÁ DEL TEXTO.

MÁS ALLÁ DEL TEXTO.
(ENRIQUE MARISCAL).
¿Estoy viendo flores caídas que retornan a la rama? ¡Es una mariposa! MORITAKE.
El maestro observó a cuatro monjes que discutían, obstinados, frente a una bandera que flameaba. Cada uno argumentó según su particular enfoque:
- Este paño es un objeto inanimado y es el viento quien lo hace ondear.
- La brisa carece de movimiento propio, por lo que es imposible que agite cualquier cosa.
- El flamear es sin duda una relación causa y efecto.
- En lo esencial, no hay bandera inquieta, sólo el viento la hace flamear…
Fue entonces cuando Huei-Neng, el patriarca fundador del budismo zen, analfabeto, al
Caminar frente a ellos los serenó:
- Amigos, ni viento ni bandera, sólo veos vuestras mentes agitadas.
Sorprendidos, los jóvenes pidieron con humildad que el maestro los aceptase como sus
Discípulos.

MILAGROS

MILAGROS.
(ANTHONY DE MELLO)
Un hombre recorrió medio mundo para comprobar por sí mismo la extraordinaria fama de que gozaba el Maestro.
“¿Qué milagros ha realizado tu Maestro?”, le preguntó a un discípulo.
“Bueno, verás…, hay milagros y milagros. En tu país se considera un milagro el que Dios haga la voluntad de alguien. Entre nosotros se considera un milagro el que alguien haga la voluntad de Dios”.

ORACIÓN

ORACIÓN.
(ANTHONY DE MELLO)
Una noche, mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Pero, al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: “¡Silencio! ¡Estoy rezando!”.
Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer su oración.
Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: “Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos…” ¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios?”, fue la displicente respuesta de Bruno. Pero la voz siguió hablando: “¿Por qué crees tú que inventó Dios el sonido?”.
Bruno decidió averiguar el porqué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó: “¡Canta!” Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, con el acompañamiento de todas las ranas del lugar. Y cuando Bruno prestó atención al sonido, éste dejó de crisparle, porque descubrió que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho, para enriquecer el silencio de la noche.
Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significaba orar.

miércoles, 14 de enero de 2009

LOS FILÓSOFOS

LOS FILÓSOFOS.
KAHLIL GIBRAN
Hace miles de años, dos filósofos se hallaron en un cerro del Líbano, y uno de ellos le preguntó al otro: “¿A dónde vas?
Y el otro filósofo respondió: - Voy a la búsqueda de la fuente de la eterna juventud que, por lo que he leído, mana entre estos montes. He hallado unas escrituras que mencionan esa fuente, manando hacia el sol por estos rumbos. Y tú, ¿qué estás buscando?
El primer filósofo contestó: - Ando en busca del misterio de la muerte.
Después, cada uno de ellos pensó que el otro era un necio y visionario, y comenzaron a disputar enardecidos y a culparse ambos de ceguera de espíritu. En tanto los dos filósofos se insultaban, un forastero, un varón al que creían el tonto del pueblo, pasó por allí y, al escuchar que aquellos dos varones peleaban con ardor, se paró un instante a oír lo que decían.
Después, el recién llegado se aproximó a los filósofos y dijo: - Amigos, parece ser que los dos sois de la misma escuela filosófica, y que decís lo mismo, solamente que con distintas palabras. Uno busca la fuente de la eterna juventud, y el otro busca el misterio de la muerte. No obstante, si bien razonáis, ambas cosas son la misma y se encuentran dentro de vosotros mismos.
Después, el forastero se dio media vuelta, exclamando: - Adiós, varones sapientes. Y, al irse, se sonrió con indulgencia.
Los dos filósofos se miraron callados, y luego comenzaron a reírse de sí mismos. Y uno de ellos terminó: - Bueno, ¿qué opinas si, ahora, andamos juntos, para buscar juntos…?

LA PUERTA DE LA FELICIDAD.

LA PUERTA DE LA FELICIDAD.
ALFONSO FRANCIA.
A la puerta de la felicidad llega un hombre, en la plenitud de su vida. Su paso es firme y decidido. Una fuerza invisible parece atraerlo hacia allí. Golpea la puerta, fuerte y esperanzado.
Sale el guardián, quien, mirándolo fijo y como extrañado, le pregunta:
- ¿Qué desea?
- ¿No es ésta la puerta de la felicidad?, pregunta el buen hombre.
- Sí, ésta es la puerta; pero ésta no es tu hora.
Nuestro hombre se queda un poco perplejo, desconcertado y sin capacidad de
reacción. Tras unos segundos de vacilación, se sienta en el suelo y queda como pensativo, ensimismado. Así pasa un largo rato…
Después empieza a mirar a su alrededor curiosamente: la puerta, las ventanas, el edificio…, como si buscara una manera de entrar y de burlar al guardián. Ninguna solución parece convencerle. Nervioso, lucha entre el deseo, la duda, la indecisión, hasta que por fin se decide a llamar nuevamente.
- Me dijo Vd. Que ésta era, efectivamente, la puerta de la felicidad, pero que no era
mi hora. ¿Cuál es, pues, mi hora? ¿qué tengo que hacer?
- Mi papel es sólo éste; no puedo decirle más.
Como le parece muro infranqueable, intenta abordarlo de otra manera.
Entabla conversación con él, habla de mil cosas, intenta caerle simpático, observa mucho, estudia sus reacciones y puntos flacos… pero ¡nada!. No hay solución de “enchufe”.
Cansado, y sin conseguir nada, se echa en el suelo a pensar, a jugar solo, a cantar y a dormir, ¡quién sabe si alguna vez, por casualidad, por despiste o aprovechando la llegada de otro…! Aquello es aburrido, insoportable, pero ¡qué hacer, cómo irse, si aquella es la puerta de la felicidad!
Pasan meses y años, sin más preocupaciones que la de organizar su soledad para que la espera sea lo más agradable posible. Todo valdrá la pena para cuando llegue la felicidad.
Muy enfermo y envejecido, se ve desfallecer. Quizá su estado inspire compasión al guardián y lo deje entrar. Por eso, juntando las últimas fuerzas, se acerca y llama de nuevo, preguntando con su voz ya mortecina: -¿Cómo es que, siendo ésta la puerta de la felicidad, no ha venido nadie, cuando en el mundo la gente se mata para conseguirla?
- Es que cada uno tiene su puerta.
- ¿Entonces, es seguro que ésta es la mía?
- Sí, ésta era su puerta – dijo con fuerza el guardián-. Ahora la cierro definitivamente.

LAS ESTRELLAS DE LA CHARCA

LAS ESTRELLAS DE LA CHARCA
JOSÉ J. GÓMEZ PALACIOS.
Todos los que vivían en aquel oasis sabían que las estrellas que hay en el fondo de una charca son sólo reflejo de las del cielo… y en sus largas y cálidas noches, miraban las estrellas de arriba y soñaban amores imposibles con ellas. Mientras, despreciaban los reflejos que temblaban de noche en noche en el oscuro del agua.
Un buen día pasó por aquel oasis un caminante, venía desde muy lejos.
Y les habló de países donde en invierno hace frío, donde en primavera los valles se llenan de hierba, donde la palabra “hogar” tiene sentido, donde los sueños, van siempre más lejos del horizonte monótono y diario… y todos, todos, le escucharon asombrados.
También vio las estrellas de la charca, y habló de liberarlas. Fue entonces cuando los habitantes del oasis le tomaron por loco.
Pero él se pasó toda la noche con un cubo, sacando agua y estrellas casi ahogadas… Así hasta las primeras luces del nuevo día.
Cuando amaneció y dejaron de brillar las estrellas, el caminante se fue a descansar satisfecho. ¡No quedaba ni una sola estrella en la charca!
Pero los habitantes del oasis reían maliciosamente y esperaban que volviera la noche, que brillaran en el cielo las estrellas, que se reflejaran en el agua oscura… y así fue.
Al día siguiente, el caminante, avergonzado, emprendió un nuevo camino, dejando tras de sí un rastro que el viento se encargó de borrar.
Pero nadie se dio cuenta de los pequeños brotes de hierba que, días después, crecieron en el terreno que el caminante había regado sacando cubos de agua de la charca, en su intento de liberar las estrellas.
Y, aunque todo siguió igual, el desierto había perdido un poco de su aridez.

QUERÍA CAMBIAR SU ROSTRO

QUERÍA CAMBIAR SU ROSTRO.
Aquel muchacho, casi un niño, iba a la montaña con su abuelo a cuidar las ovejas. Se había criado en el monte, del que bajaba muy de tarde en tarde. Aquel era un mundo vivo que conocía palmo a palmo: los animales, las plantas, las piedras.
Desde hacía mucho tiempo, su pueblo vivía sometido a otro por conquista. Ellos eran pastores y no estaban preparados para la guerra. En la paz de las montañas nunca habían pensado en esta eventualidad. Pero ahora se encontraban en una situación humillante de la que se querían liberar. Tenían que pagar fuertes tributos en ganado y nunca podían salir de su territorio sin permiso de los invasores.
- Escucha – le dijo aquel día su abuelo mientras subían, adoptando un tono de
seriedad-. Ya eres mayor y puedes participar del secreto. ¿Ves la peña en la cima? El viento y las lluvias han labrado una cara.
El abuelo apuntaba con su vara:
- Mira los ojos, la boca, la nariz, los pómulos, la noble frente. Fíjate bien. El
muchacho había observado muchas veces aquel detalle cuando los buitres se posaban en su nariz gigantesca o las águilas volaban a la altura de su frente, dibujando una corona invisible. Se habían detenido un momento a descansar. La cuesta había sudar. El abuelo dijo:
- Tiene que nacer en nuestro pueblo un libertador que nos libere de nuestros
enemigos. Ha de ser un hombre fuerte, valiente, generoso y muy inteligente.
- ¿Cómo sabremos quién es?
- Tenemos una señal. Será aquel cuyo rostro se parezca al de la peña.
El nieto no se perdió palabra. Vio el ansia que tenía su abuelo por que saliera pronto
aquel libertador.
Mientras pastaban las ovejas, el pequeño pastor se pasaba largas horas contemplando el rostro de la peña. Deseaba con todas sus fuerzas parecerse a él.
Murió el abuelo y, al cabo de muchos años, murió también el nieto sin que se cumpliera su anhelo. Otros muchos detrás de ellos están en el monte mirando la peña. Así han pasado siglos y siglos. Más de medio millón de años.
Algunos bajan al pueblo con la pretensión de que ya se asemejan al rostro de la peña. Pero pronto se descubre su impostura.

martes, 13 de enero de 2009

MEJOR DECIR LA VERDAD CON PARÁBOLAS

MEJOR DECIR LA VERDAD CON PARÁBOLAS.
KAHLIL GIBRAN (ADAPTACIÓN)
Era un viejo rabino judío, célebre por su sabiduría. Todos lo admiraban por su ingenio. Uno le preguntó un día por qué siempre que hablaba lo hacía con parábolas o contando alguna historia. Y le respondió con una historia, la historia de la Verdad.
La Verdad, dijo, paseaba entre los hombres, siempre sin adornos, siempre desnuda. Todos volvían su cara para no verla ni recibirla, decían que por vergüenza; pero era, sin duda, por miedo. Al verse tan rechazada, indeseada y temida, se llenó de tristeza y desánimo. Y, estando así, se encontró con la Parábola, alegre ella y vestida de muchos colores. “¿Cómo estás tan triste y desolada”, dice la Parábola a la Verdad? “Es que estoy tan vieja y tan fea – le responde la Verdad – que los hombres escapan de mí” “¡Qué tonterías! – dijo riéndose la Parábola – no es por eso por lo que te huyen. Mira, ponte estos adornos, ya verás cómo te siguen y cómo te tratan”. Efectivamente ¡las cosas le fueron de maravilla! “Es que, terminó el rabino, los hombres no quieren la verdad desnuda, sino disfrazada”.

lunes, 12 de enero de 2009

LA DESPENSA

LA DESPENSA.
(RABINDRANATH TAGORE)
“¿Quién de entre vosotros cumplirá con su deber de dar de comer al hambriento?”, preguntó Buda, nuestro Señor, a los que le seguían cuando reinaba el hambre en Shravasti.
Ratnakar, el banquero, bajó la cabeza y dijo: “No bastan mis riquezas para calmar el hambre en esta tierra”.
Jaysen, el general del ejército del rey, exclamó: “Yo daría gozoso mi vida, pues no hay comida suficiente en mi casa”.
Dharmapal, que poseía muchos acres de tierra, dijo tras un suspiro: “Esta endiablada sequía ha dejado mis campos resecos. Ni siquiera voy a poder pagar al rey mis tributos”.
Levantóse entonces Supriya, la hija del mendigo. Se inclinó ante todos y dijo humildemente: “Yo daré de comer al hambriento”.
“¿Cómo esperas cumplir lo que prometes?”, gritaron todos sorprendidos.
“Soy la más pobre de todos –dijo Supriya-, esa es mi fuerza. Mi arca y mi despensa están en vuestras casas”.

LA MONEDA

LA MONEDA.
(DHUN-NUN)
A un hombre con fama de sabio le ofrecieron dinero.
El dijo: “No lo necesito, pues ya tengo una moneda”.
El otro dijo: “Eso no es nada. ¿Cuánto tiempo te puede durar?”.
El sabio contestó: “Garantízame que viviré más tiempo del que me durará esta moneda que tengo, y aceptaré tu regalo”.

LA CEGUERA

LA CEGUERA.
Un hombre, después de atravesar un largo desierto sin probar alimento alguno, encontró al fin un árbol a cuya sombra se tumbó. Las ramas de aquel árbol estaban repletas de fruta, pero aquel hombre no se dio cuenta, pues ocupaba su tiempo en lamentarse por su mala suerte, al ver que iba a morirse de hambre. Y eso fue lo que ocurrió: entre lamentaciones y quejas, le llegó la muerte sin ver el remedio.

EL TALISMÁN

EL TALISMÁN.
Había una vez un hombre que recogió un talismán. De un lado había una escritura indescifrable, del otro la inscripción: “Talismán para transformar piedras y oro”.
Llevó el talismán a un lugar cubierto de piedras y, con la fórmula apropiada para tales operaciones, dijo: “Talismán, haz tu trabajo”. En un abrir y cerrar de ojos, el talismán se había convertido en piedra.

LA PREGUNTA

LA PREGUNTA.
Cuando a Mu-Chow, el maestro zen, le preguntaron:
- Nos vestimos y comemos todos los días. ¿Cómo podemos escapar de tener que ponernos la ropa y comer alimentos?
Mu-Chow contestó:
- Nos vestimos, comemos.
- No comprendo, dijo el monje.
- Si no comprendes, ponte la ropa y come, le contestó el maestro.

LA LIBERACIÓN

LA LIBERACIÓN.
(RAMAKRISHNA)
Un milano que tenía un pescado en su pico era perseguido por varios cuervos y otros milanos que lo acuciaban y lo picoteaban, para que soltara su presa. En cualquier dirección que iba, la bandada de milanos y cuervos lo seguían. Cansado de tanta persecución, dejó caer el pescado, que fue agarrado por otro milano, el cual a su vez fue perseguido por los demás milanos y cuervos. El primer milano se vio así libre de molestias y se posó tranquilo sobre la rama de un árbol.

LA PESCA

LA PESCA.
Un hombre rico veraneaba en un pueblo de pescadores. Cada mañana, solía pasear por la playa, y siempre veía a un pescador dormitando en su barca. Un día se le acercó y, tras los saludos de rigor, le dijo:
- Y usted, ¿no sale a pescar?
- Bueno, sí, -repuso el pescador- salí esta mañana temprano, y no se dio mal.
- Y, ¿no va a salir otra vez?
- ¿Para qué? Ya pesqué lo suficiente para hoy.
- Pero si usted pescara más, conseguiría más dinero, ¿no?
- ¿Y para qué quiero más dinero, señor?
- Bueno, con más dinero podría usted tener un barco más grande.
- ¿Y para qué quiero un barco más grande?
- Pues está claro… Con un barco mayor usted conseguiría más pesca, y más pesca significa más dinero.
- ¿Y para qué tanto dinero?
- Pero… ¿no lo entiende usted? Con más dinero podría comprar varios barcos, y entonces pescaría mucho más, y se podría hacer rico.
- Pero… ¿para qué quiero ser rico?
- Pero… ¿acaso no desea ser rico? Podría usted comprarse una casa bonita, tener un coche, viajar, tener toda clase de comodidades…
- ¿Y para qué quiero yo esas comodidades?
- Pero…, ¿cómo es posible?... Si usted tuviera comodidades y riquezas, entonces podría usted retirarse a disfrutar y descansar.
- Pero caballero…, ¿no ve usted que eso es justo lo que estoy haciendo ahora?

EL HAMBRE

EL HAMBRE.
Una noche, dos mercaderes de joyas llegaron casi al mismo tiempo a un refugio de caravanas en el desierto. Cada uno de ellos era absolutamente consciente de la presencia del otro y, mientras descargaban sus respectivos camellos, uno de ellos no pudo resistir la tentación de dejar caer al suelo, como por accidente, una hermosa perla, la cual fue rodando hacia el otro, que con afectada cortesía la recogió y se la devolvió a su dueño diciendo: “¡Hermosa perla la suya, sí señor! Grande y brillante como pocas…”.
“Muy amable de su parte”, dijo el otro. “Pero, de hecho, es una de las gemas más pequeñas de mi colección”.
Un beduino que estaba sentado junto al fuego y había observado la escena se levantó e invitó a ambos a cenar con él. Y cuando empezaron a comer, les contó la siguiente historia: “También yo, queridos amigos, fui en otro tiempo joyero como ustedes. Un día me sorprendió en el desierto una gran tormenta que nos arrastró a mí y a mi caravana de aquí para allá, hasta que, perdido todo contacto con los demás, quedé totalmente aislado y sin saber dónde estaba. Pasaron los días, y me entró verdadero pánico cuando caí en la cuenta de que estaba dando vueltas en círculo, sin saber en absoluto dónde me encontraba ni en que dirección debía caminar. Entonces, prácticamente muerto de hambre, eché al suelo toda la carga que llevaba mi camello y me puse a rebuscar en ella por enésima vez. ¡Imaginen la emoción que sentí cuando di con una bolsa que hasta entonces no había visto! Con dedos temblorosos, la abrí, esperando encontrar algo que comer. E imaginen también mi desilusión cuando descubrí que lo único que contenía eran perlas”.

LA PROPIEDAD

LA PROPIEDAD.
(O.S.MARDEN)
¿Por qué no sentirnos ricos de todo cuanto podemos ver con nuestros ojos, aunque otros sean sus propietarios? El paisaje, el canto de las aves, la puesta del sol no pueden vincularse con títulos de propiedad, porque son de los ojos que los admiran y de las mentes que los contemplan. El ave no repara en los títulos de propiedad de la tierra donde edifica su nido.
Por unas cuantas monedas tomo el tren y voy a donde me place, y puede ver y poseer lo mejor de todo cuanto veo, sin esfuerzo ni cuidado por mi parte. Hierbas y arbustos, estatuas y cuadros están a mi disposición siempre que anhele disfrutar de su vista. No deseo llevármelos a mi casa, pues no podría prestarles ni la mitad del cuidado que reciben y, además, me quitarían un tiempo precioso, sin contar con el continuo recelo de que me los robasen.

EL PASTOR

EL PASTOR.
(PAUL BRUNTON)
Opino que el pastor que vive en las laderas de las colinas, respirando aire puro y mirando el cielo azul de día, y las brillantes estrellas por la noche, o escuchando el murmullo de los arroyos y el silbido del viento, lleva una vida principesca comparada con la de muchos hombres de negocios que he conocido, los cuales, si bien son poderosos y ricos, según los cánones de la sociedad en la que viven, nada saben ni ven fuera de sus negocios. Hace mucho tiempo que han perdido la habilidad de disfrutar de las cosas simples e inocentes de la vida, que se han convertido en inconscientes víctimas de la opresión, y que son incapaces de oír la serena voz del Yo superior, desde el profundo silencio de sus corazones.

EL DIAMANTE

EL DIAMANTE.
Un hombre y su esposa renunciaron al mundo, y emprendieron juntos una peregrinación a varios lugares sagrados. Un día, mientras iban por un sendero, el esposo, que se había adelantado algo a su compañera, vio un trozo de diamante en el suelo. Inmediatamente trató de ocultarlo tapándolo con tierra, porque pensó que si su esposa llegaba a verlo, quizá podría despertarse en ella la codicia y perdería de ese modo el mérito del renunciamiento. La esposa, al ver al marido removiendo la tierra, le preguntó qué estaba haciendo. Él le dio una respuesta evasiva. Ella, sin embargo, descubrió el diamante y leyendo el pensamiento de su esposo, le dijo: “¿por qué has abandonado el mundo, si todavía haces distinción entre el diamante y el polvo?”.

EL VUELO

EL VUELO.
(RICHARD BACH)
La mayoría de las gaviotas sólo se molestan en aprender las normas de vuelo más elementales como ir y volver de la playa a donde está la comida. Para la mayoría de las gaviotas no es volar lo que importa, sino comer. Para Juan Salvador Gaviota, sin embargo, no era comer lo que importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, lo que amaba era volar.
Este modo de pensar descubrió que no era la manera de hacerse popular entre los demás pájaros. Hasta sus padres se desilusionaron al ver a Juan pasarse días enteros, solo, haciendo cientos de planeos a baja altura, experimentando.
- Mira, Juan –dijo su padre con cierta ternura- si quieres estudiar, estudia sobre la
comida y como conseguirla. Esto de volar es muy bonito, pero no puedes comerte un planeo, ¿sabes? No olvides que la razón de volar es comer.
…Y así, fue Juan la primera gaviota de este mundo en realizar acrobacias aéreas.
Cuando Juan Salvador Gaviota volvió a la bandada, era de noche. Estaba mareado y rendido. “Cuando sepan –pensó- lo del descubrimiento, se pondrán como locos de alegría. ¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros. ¡Hay una razón para vivir! Podemos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podemos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad.
¡Podemos ser libres! ¡Podemos aprender a volar!”.

LA DECISIÓN

LA DECISIÓN.
Un labrador plantó grosellas. En cuanto abultó el fruto, sus hijos le pidieron que les diera unas cuantas, pero el hombre se negó, diciendo que todavía estaban verdes. Ya maduras, volvieron los chiquillos a pedirlas para postre, pero el hombre había resuelto guardarlas para hacer mermelada, y cuando llegó la ocasión de cosecharlas, quiso antes el labrador concluir una labor que tenía entre manos, por lo que no pudo hacer la mermelada a su debido tiempo. Cuando se resolvió a ello, ya los ardores del sol, el picoteo de los pájaros y una brusca tempestad habían devastado el fruto.

EL REGALO

EL REGALO.
Cuenta una leyenda oriental, que un poderoso genio prometió un valiosísimo regalo a una hermosa doncella si atravesaba un trigal y, sin detenerse ni retroceder ni ladearse, lograba arrancar la mayor y más madura espiga, siendo la recompensa proporcionada al tamaño y lozanía de la que arrancase. Atravesó la muchacha el trigal, viendo a su paso muchas espigas que invitaban a la siega, pero siguió adelante con la esperanza de encontrar una mejor, hasta que llegó a la linde opuesta del trigal sin haber arrancado ninguna.

LA MENTE POSITIVA

LA MENTE POSITIVA.
Recuerda que los pensamientos de tu mente determinan tu existencia, que un estado de espíritu negativo predispone y crea el fracaso infaliblemente. Por eso, actúa como si el fracaso fuera imposible, y no olvides nunca que cada uno de nosotros posee la fuerza y el poder necesarios para vencer todas las dificultades de la vida, sólo con que pensemos positivamente y mejoremos nuestra fuerza de concentración. Nuestro porvenir no será mejor si no tenemos, desde ahora, la voluntad decidida de modelarlo según nuestros deseos y nuestras necesidades.

LA PACIENCIA

LA PACIENCIA
(MICHAEL ENDE)
Beppo, el barrendero, parecía ser la persona más feliz del barrio. Siempre estaba contento y de buen humor, dispuesto a ayudar a los demás, a pesar de la dureza y la monotonía de su trabajo. Cada vez más, sus vecinos acudían a él para pedirle consejo y para solicitar ayuda en sus problemas. Cuando la gente le preguntaba por el secreto de su felicidad, siempre les respondía lo mismo:
“A veces se tiene ante sí una calle larguísima. Se cree uno que es tan terriblemente larga, que nunca podrá acabarla.
Y entonces se empieza uno a dar prisa. Y cada vez se da más prisa. Cada vez que se levanta la vista, se ve que la calle no se hace más corta. Y se esfuerza más todavía, se empieza a tener miedo, y al final se está sin aliento, y la calle sigue estando sin barrer delante de ti. Así no se debe hacer.
Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez. Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente. Nunca nada más que en el siguiente. Entonces es divertido. Eso es importante, porque entonces se hace la tarea, y de repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido, y no se está sin aliento”.

EL TIEMPO

EL TIEMPO.
Durante un paseo en coche por el campo, una mujer se asombra al ver a un hombre en una escalera apoyada contra un manzano y con una cabra en brazos. El animal se está comiendo tranquilamente las manzanas. La mujer, intrigada, acerca el coche, se apea y pregunta al hombre:
- ¿Qué hace usted ahí?
- Alimento a mi cabra, claro.
- Pero, ¿no cree que así va a tardar mucho tiempo?
- ¿Y a la cabra qué le importa el tiempo?

LAS RANAS

LAS RANAS.
Dos ranas fueron a caer por accidente en un cubo que contenía leche. Como no podían salir de aquel recipiente, lo único que les cabía hacer era nadar y nadar sin descanso, pues se hundirían en cuanto dejaran de hacerlo.
Después de un largo rato, una de las ranas le dijo a la otra que no podía nadar más, pero su compañera la animó, y continuaron nadando las dos, hasta que la primera, al límite de su resistencia, dejó de nadar y se hundió. La otra rana, sin embargo, siguió en su esfuerzo, hasta que toda la leche, batida por los movimientos de la rana, se convirtió en mantequilla.
Al olor de la mantequilla acudió un enjambre de moscas, y la rana vio recompensado su esfuerzo pegándose un gran festín.

EL POZO

EL POZO.
Un hombre comenzó a cavar un pozo y llegó hasta una profundidad de veinte codos, pero no halló ningún vestigio de agua. Entonces, abandonó el lugar y eligió otro sitio para hacer el pozo. Cavó allí aún más hondo, pero tampoco encontró agua. Eligió un tercer lugar y cavó todavía más hondo, pero fue en vano. Tampoco halló agua. Al final, completamente disgustado, abandonó su tarea. En conjunto, la profundidad de los tres pozos era casi de cien codos. Si hubiese tenido la paciencia de dedicar aunque fuera la mitad de su labor al primer pozo, en vez de cambiar de un lugar a otro, seguramente habría encontrado agua.

LAS GAVIOTAS

LAS GAVIOTAS.
Un hombre acostumbraba a bañarse cada mañana en el mar, en una parte de la costa poblada por numerosas gaviotas, que se le posaban en la cabeza y las manos durante su baño, confiadas de aquel hombre que había llegado a ser su amigo.
Un día, un vecino de aquel hombre, sabedor de su amistad con las gaviotas, le pidió que cogiera unas cuantas para que pudiera venderlas en el mercado. Y sucedió que al día siguiente, cuando fue a tomar su baño, ¡oh, casualidad!, ninguna gaviota vino a su encuentro.

domingo, 11 de enero de 2009

PUNTUALIDAD

¿Por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos el anhelo de volar? HELEN ADAMS SELLER.

PUNTUALIDAD.
Un hombre entrado en años llegó esa mañana al consultorio médico. Necesitaba curarse de una herida en la mano y tenía mucha prisa. Mientras el facultativo lo asistía le preguntó cuáles eran las razones de su urgencia.
Contestó que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer. Ella padecía Alzheimer y llevaba algún tiempo internada. Cuando acabó de vendar la herida, el galeno le preguntó si su esposa podría alarmarse en caso de que él llegara tarde.
- No, ella ya no sabe quién soy. Hace un año que no me reconoce – respondió el paciente.
Extrañado, el doctor agregó:
- Si no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas, con tanta puntualidad?
El herido sonrió y, dándole unas palmaditas en la mano al joven doctor, le dijo:
- Ella ya no sabe quién soy, pero yo sé muy bien quién es ella. La conocí en su plenitud y era una mujer extraordinaria. Siempre disfrutó mientras la leía cuentos y poesías en el desayuno.
Cuando el hombre se retiraba del consultorio el médico, con lágrimas en los
ojos, se dijo para sí mismo:
- Ésa es la clase de vínculo que anhelo alcanzar en mi vida. El verdadero amor no se reduce ni a lo físico ni a lo romántico. Es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es…