QUERÍA CAMBIAR SU ROSTRO.
Aquel muchacho, casi un niño, iba a la montaña con su abuelo a cuidar las ovejas. Se había criado en el monte, del que bajaba muy de tarde en tarde. Aquel era un mundo vivo que conocía palmo a palmo: los animales, las plantas, las piedras.
Desde hacía mucho tiempo, su pueblo vivía sometido a otro por conquista. Ellos eran pastores y no estaban preparados para la guerra. En la paz de las montañas nunca habían pensado en esta eventualidad. Pero ahora se encontraban en una situación humillante de la que se querían liberar. Tenían que pagar fuertes tributos en ganado y nunca podían salir de su territorio sin permiso de los invasores.
- Escucha – le dijo aquel día su abuelo mientras subían, adoptando un tono de
seriedad-. Ya eres mayor y puedes participar del secreto. ¿Ves la peña en la cima? El viento y las lluvias han labrado una cara.
El abuelo apuntaba con su vara:
- Mira los ojos, la boca, la nariz, los pómulos, la noble frente. Fíjate bien. El
muchacho había observado muchas veces aquel detalle cuando los buitres se posaban en su nariz gigantesca o las águilas volaban a la altura de su frente, dibujando una corona invisible. Se habían detenido un momento a descansar. La cuesta había sudar. El abuelo dijo:
- Tiene que nacer en nuestro pueblo un libertador que nos libere de nuestros
enemigos. Ha de ser un hombre fuerte, valiente, generoso y muy inteligente.
- ¿Cómo sabremos quién es?
- Tenemos una señal. Será aquel cuyo rostro se parezca al de la peña.
El nieto no se perdió palabra. Vio el ansia que tenía su abuelo por que saliera pronto
aquel libertador.
Mientras pastaban las ovejas, el pequeño pastor se pasaba largas horas contemplando el rostro de la peña. Deseaba con todas sus fuerzas parecerse a él.
Murió el abuelo y, al cabo de muchos años, murió también el nieto sin que se cumpliera su anhelo. Otros muchos detrás de ellos están en el monte mirando la peña. Así han pasado siglos y siglos. Más de medio millón de años.
Algunos bajan al pueblo con la pretensión de que ya se asemejan al rostro de la peña. Pero pronto se descubre su impostura.
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