viernes, 19 de julio de 2013

EL PINTOR LOCO.

Había llegado a un oasis y le fue fácil reconocer a sus escasos habitantes. Tan sólo hubo un hombre joven que le miró con ojos duros y penetrantes... Como si temiera que el caminante le pudiera arrebatar su tesoro, un tesoro ganado al desierto en mil años de lucha. Cuando el caminante salió de la tienda de este hombre joven, un anciano de la tribu que le acompañaba, le dijo: -Está loco. No habla con casi nadie desde hace mucho tiempo. Emplea sus días y sus noches en pintar y pintar, con trozos de carbón, una línea y un punto sobre ella. Siempre pinta lo mismo, y guarda sus dibujos en una bolsa de cuero. ¡Pobre hombre...! Aún es joven para que el sol le haya castigado con tanta fuerza. El caminante siguió toda la jornada con aquellos hombres amables y hospitalarios. Cuando todos se fueron a descansar y sólo quedaba un rescoldo de hoguera semimuerto, el caminante permaneció un rato más, arrebujado en su manta, contemplando el brillar de las estrellas en el cielo y alguna que otra chispa entre los troncos ennegrecidos. De pronto se sobresaltó al ver avanzar un bulto entre las tiendas... Y sintió miedo al comprobar que era aquel hombre joven de mirada dura y penetrante. Este se acercó a la hoguera, buscó algún tizón apagado y, sin decir palabra, se marchó. El camimante no pudo resistir la curiosidad y le siguió hasta la misma puerta de su tienda. Al llegar allí el hombre joven se detuvo y giró y, tras un momento de indecisión, invitó al caminante a pasar a su tienda. La dureza de su mirada había desaparecido cuando el caminante aceptó. Mientras el caminante contemplaba aquel extraño dibujo, el hombre joven le sacó varios de igual factura que aquél. El caminante fingía observar con atención aquellas pinturas y, de cuando en cuando, asentía su cabeza en señal de aprobación, para que aquel hombre loco no se enfadara. -¿Te gustan? -preguntó el hombre. -¡Oh, sí, sí! Son perfectos en sus líneas... -se apresuró a decir el caminante. -No, no me refería a las líneas; ésas son muy fáciles de hacer. Te pregunto por los puntos del horizonte, por los oasis... -¡Claro, claro! También son perfectos -dijo el caminante, retardando las últimas palabras y comenzando a entender algo. -Pues ahora te voy a enseñar mi mejor obra. Desde que la pinté, no he podido hablar con nadie. Todos dicen que estoy loco, que pinto cosas imposibles, que es una lástima..., que el sol me ha dañado la cabeza... El hombre joven sacó de su bolsa de cuero un pequeño trozo de piel arrugada. La extendió sobre la tabla. El caminante vio allí la misma línea horizontal de siempre, y sobre ella muchos puntos juntos, uno al lado del otro, formando casi una gran mancha. Cuando el hombre le preguntó, clavando sus ojos en él, si estar loco es creer que pueda existir una tierra llena de oasis, el uno junto al otro..., a aquel hombre, intentando devolverle la esperanza que, durante años,le había negado su pueblo. José J. Gómez Palacios.

martes, 21 de junio de 2011

COLORES.

Hoy es un día violeta, es decir que amenaza con lluvia. De veredas repletas de gente que apenas se mira. Así son los días violetas. A mi me pasa que quiero escribir un cuento y la lapicera se me corre de las manos. Qué tengo ganas de tomar leche con galletitas y seguro que si voy a la mesa me encuentro con un tazón de té. Y que no me enojo porque los violetas no son días de enojarse.
Podría ser azul, como cuando el cielo es un espejo y las caras de las personas parecen flores que se abren contra el viento. O rojo, cuando todo parece estar a punto de suceder; una risa a punto de estallar, dos manos a punto de estrecharse, un avión a punto de levantar vuelo. Pero no, ni rojo ni azul. El día de hoy es violeta y así son los días violetas.

Por mucho que uno quisiera no podría volverse amarillo. Un día amarillo claro. De esos en que los ojos se quedan atrapados en el vidrio de una ventana y los recuerdos son de atrás para adelante y de adelante para atrás. Como si se abriera un álbum de fotografías y las caras risueñas de los amigos vivieran de nuevo momentos que ya pasaron.

Esos días amarillos en los que uno está dentro de la casa porque llueve. Esos días amarillos que se confunden con los grises porque cuando llueve el cielo se pone gris, sin embargo los días grises son distintos. En ellos puede haber sol y los árboles estar más que florecidos. En los días grises es la mirada de uno la que tiene nubes y entonces por cualquier cosa se llora. O se hace puchero. O un nudo en la garganta simplemente porque sí. O porque uno quisiera que fuera un día azul y las nubes de la mirada lo nublan todo.

A mí me gustan los días verdes, como las copas de los árboles en primavera. Como enormes extensiones de campo vistas desde lo alto. Son días en los cuales los edificios parecen construidos de pasto y hasta los delantales blancos de la escuela parecen hojas moviéndose de aquí para allá. Unos se cuenta desde que amanece cuando un día es verde.

Hay días lisos, con pintitas y multicolores. Horas anaranjadas con horas fucsias que se mezclan y tardes blancas para enamorarse.

Así se desliza la vida. Desde la paleta de un pintor desconocido. El tiempo se derrama gota a gota del pincel.

Por eso hoy es un día violeta y tal vez mañana sea rojo o dorado o transparente. En uno de esos quizás nos encontremos...

Silvia Schujer

CELEBRACIÓN DE LA VOZ HUMANA.

Los indios Shuar, los llamados Jíbaros, cortan la cabeza del vencido.
La cortan y la reducen, hasta que cabe en un puño,
para que el vencido no resucite.
Pero el vencido no está del todo vencido
hasta que le cierran la boca.
Por eso le cosen los labios con una fibra
que jamás se pudre.

Eduardo Galeano

CAPERUCITA.

Caperucita sólo tiene dieciséis
primaveras sin flores, papá le dice: "Ven,
Caperucita, eres joven y tienes que aprender
a ocuparte de la casa, que serás una mujer.

Para que seas buena esposa
y no envejezcas sola,
en la cama y la cocina has de saber
alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo,
que te atrapa tu destino,
que has de ser madre y esposa".
Y la pobre Caperucita llora.

"Quiero volar, lejos de aquí escapar.
Dime, mi bien, quién me llorará
Si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar,
quiero ser la lluvia al otro lado del cristal,
quizás alguien me espere en la oscuridad".

Una fría tarde Caperucita iba
a casa de su abuela a llevarle comida,
cuando se encontró con un lobo feroz.
Dime dónde vas, niña, que te acompaño yo.

La muchacha se supo perdida.
Gritaba Caperucita
mientras la devoraba el lobo.
Bajo la falda del vestido
estallaron los dormidos
sueños que en la noche
la mantenían viva. Pobre Caperucita.

"Quiero volar, lejos de aquí escapar.
Dime, mi bien, quién me llorará
si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar,
quiero ser la lluvia al otro lado del cristal,
quizás alguien me espere en la oscuridad".
Una gris mañana Caperucita se casó,
vestida de blanco, bella como una flor.
Su marido, muy elegante, otro lobo feroz,
y su padre orgulloso lloraba de emoción.

Ahora cada noche el lobo la devora,
clava sus dientes, y llora
Caperucita mientras espera a que un aullido
le diga que el dormido animal despertó.
Después descansa tranquilo el malvado lobo feroz.

La cara de Caperucita alumbra una sonrisa
mientras mece una cuna. En ella está una niña,
quizás futura oveja para un lobo feroz,
a no ser que afortunada la rescate tu amor.

Caperucita la arrulla contra el pecho
y un murmullo lento, lleno
de esperanza y vida,
canta Caperucita.

"Quiero volar, lejos de aquí escapar.
Dime, mi bien, quién me llorará
si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar,
quiero ser la lluvia al otro lado del cristal,
quizás alguien me espere en la oscuridad.

Quiero volar".

Ismael Serrano

CANTO AL AMOR.

Hermanos: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor.

Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles;
si no tengo amor,
no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

Ya podría tener el don de predicación y conocer todos los secretos
y todo el saber; podría tener una fe como para mover montañas;
si no tengo amor,
no soy nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo
y aun dejarme quemar vivo;
si no tengo amor,
de nada me sirve.

El amor es comprensivo, el amor es servicial
y no tiene envidia;
el amor no presume ni se engríe;
no es mal educado ni egoísta;
no se irrita, no lleva cuentas del mal;
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.

Disculpa sin límites,
cree sin límites, espera sin límites,
aguanta sin límites.

El amor no pasa nunca.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios

BREVEDAD.

He nacido hoy de madrugada,
viví mi niñez esta mañana
y sobre el mediodía
ya transitaba mi adolescencia.
Y no es que me asuste
que el tiempo se me pase tan aprisa,
sólo me inquieta un poco pensar
que tal vez mañana
yo sea demasiado viejo
para hacer lo que he dejado pendiente.

BREVEDAD.

He nacido hoy de madrugada,
viví mi niñez esta mañana
y sobre el mediodía
ya transitaba mi adolescencia.
Y no es que me asuste
que el tiempo se me pase tan aprisa,
sólo me inquieta un poco pensar
que tal vez mañana
yo sea demasiado viejo
para hacer lo que he dejado pendiente.