EL SAPO.
“Si cortas el césped del jardín, te daré algo de dinero para tus gastos, ¿vale?”, propuso una mañana un hombre a su hija adolescente.
“¡De acuerdo, papá!”, respondió la muchacha, “¡lo haré ahora mismo!”.
Una hora y media más tarde, la muchacha había terminado, y así se lo comunicó a su padre. Éste salió al jardín, y echó un vistazo desde el porche de la casa. Toda la hierba estaba cortada, pero en un rincón del fondo, hacia la izquierda, había una pequeña cantidad de césped que no había sido tocado por la chica.
-Veo que no has terminado tu trabajo, hija. Estoy viendo en aquel rincón un poco de hierba sin cortar.
- Sí, papá, es verdad, respondió la hija bajando la mirada.
- Bueno…, acábalo entonces, ¿no?
- No, papá, es mejor dejarlo así. No quiero acabar esa parte.
El hombre miró sorprendido a la muchacha, sin entender su postura.
- En ese caso… No tendrás el dinero. El trabajo no está terminado.
- Como tu quieras, dijo la muchacha, al tiempo que entraba en la casa.
Tras unos momentos de duda, el hombre decidió que algo extraño ocurría, así que se
Acercó a aquella parte del jardín para intentar entender por qué su hija no había querido pasar la máquina por él. Cuando llegó, lo entendió todo: en el centro de aquel rincón por el que su hija no había querido pasar la máquina había un enorme sapo.
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