ZAKARIYA TAMER.
Se cuenta que, en tiempos muy remotos, hubo una ciudad con ríos y campos que le daban cuanto necesitaba, y que nunca supo de hambre ni de tristeza.
Pero la gente que vivía en las casa de esta ciudad disfrutaba hablando. Sólo trabajaban un poquito: el resto del tiempo lo perdían hablando.
Ocurrió un día la llegada a la ciuda de un hombre que habitaba en la cima de un monte y que informó de haber visto una nube de incontables langostas volando en dirección a la ciudad. Muchos habitantes de la ciudad se apresuraron a hacer largos discursos de agradecimiento para el hombre, por haberles avisado.
Y la ciudad comenzó los preparativos para hacer frente a la plaga: los poetas compusieron versos criticando a las langostas y amenazándolas con la destrucción. También se rastrearon en los libros antiguos, con las hoas bien amarillas, testimonios que afirmaran la posibilidad de vencer perfectamente a las nubes de langostas. También se diseñaron vestidos preciosos para uso de quienes quisieran combatir la plaga. También se escribieron con tiza en la paredes de las casas frases vejatorias para las langostas. También se organizó un congreso en el que participó casi toda la población de la ciudad y en el que se pronunciaron discursos verdaderamente larguísimos. Y salieron de su boca un torrente de frases que insultaban acaloradamente a la plaga:
"Las langostas son totas..."
"Las langostas son feas..."
Los ciudadanos callaron cuando un sencillo labrador, conocido por sus pocas palabras se adelantó y dijo: "Tenemos que encontrar un medio eficaz para acabar con las langostas. Obremos todos como un solo cuerpo, reunámonos alrededor de nuestros árboles y nuestros campos e impidamos que la plaga de langostas se acerque a ellos por cualquier medio".
Cuando el discurso llegó a su fin, aplaudieron mucho y maldijeron a las langostas, pero ya habían olvidado lo que acababan de oír.
La plaga de langostas llegó mientras la gente de la ciudad estaba dedicada a discutir: cada partido intentaba imponer el valor de su opinión por todos los medios. La langosta ocupó la ciudad y no tardó en comerse la yerba y las espigas de trigo y las hojas de los árboles.
UN MINUTO PARA EL ABSURDO.
lunes, 6 de diciembre de 2010
EL LOCO.
KHALIL GIBRAN.
En el jardín de un sanatorio para dementes, trabé conocimiento con un varón joven de cara pálida, bastante agradable y pleno de asombro.
Y después de sentarme a su lado en una banca, le pregunté: -"¿Por qué causa estás aquí?"
Y aquel joven varón me observó, atónito, y me contestó: -Es en verdad una pregunta inoportuna, pero te responderé. Sucede que mi padre deseaba que me pareciese yo a la imagen de él. Mi madre deseaba que me pareciese yo a la imagen de su ilustre progenitor. Mi hermana me daba el ejemplo de su marido, que es hombre de mar, para que continuara su ejemplo.
Mi hermano quiere que me asemeje a él, que es un famoso deportista.
Y mis profesores, asimismo, deseaban que fuese yo como ellos: el doctor en filosofía, el profesor de música, el de lógica...; todos ellos se encontraban empeñados en que fuera yo una imagen fiel, como la de un espejo, de la cara de cada uno de estos varones.
Así que, por lo tanto, vine a este lugar. Creo que este sitio es el más saludable... Al menos aquí, puedo ser yo mismo."
De improvisto, aquel joven joven varón se giró hacia mí y me mandó: -Pero explícame, ¿también tú arribaste a este sitio, forzado por tus educadores y los buenos consejos?"
Le respondí: -No, solamente estoy de visita."
Y el joven varón comentó despectivo: "¡Ah!, tú eres de los que habitan en el manicomio, al otro lado de esa valla."
En el jardín de un sanatorio para dementes, trabé conocimiento con un varón joven de cara pálida, bastante agradable y pleno de asombro.
Y después de sentarme a su lado en una banca, le pregunté: -"¿Por qué causa estás aquí?"
Y aquel joven varón me observó, atónito, y me contestó: -Es en verdad una pregunta inoportuna, pero te responderé. Sucede que mi padre deseaba que me pareciese yo a la imagen de él. Mi madre deseaba que me pareciese yo a la imagen de su ilustre progenitor. Mi hermana me daba el ejemplo de su marido, que es hombre de mar, para que continuara su ejemplo.
Mi hermano quiere que me asemeje a él, que es un famoso deportista.
Y mis profesores, asimismo, deseaban que fuese yo como ellos: el doctor en filosofía, el profesor de música, el de lógica...; todos ellos se encontraban empeñados en que fuera yo una imagen fiel, como la de un espejo, de la cara de cada uno de estos varones.
Así que, por lo tanto, vine a este lugar. Creo que este sitio es el más saludable... Al menos aquí, puedo ser yo mismo."
De improvisto, aquel joven joven varón se giró hacia mí y me mandó: -Pero explícame, ¿también tú arribaste a este sitio, forzado por tus educadores y los buenos consejos?"
Le respondí: -No, solamente estoy de visita."
Y el joven varón comentó despectivo: "¡Ah!, tú eres de los que habitan en el manicomio, al otro lado de esa valla."
PARÁBOLA DEL REY TONTO.
LEÓN TOLSTOI.
"Había una vez un rey, al que le gustaban muchos los trajes bonitos, y sólo pensaba en vestirse del mejor modo posible.
Cierto día dos sastres fueron a verlo y le dijeron:
- Podemos hacerte un traje tan hermoso como nadie ha tenido nunca y, además, tendrá la ventaja de que aquel que sea tonto no podrá verlo.
Sólo los inteligentes serán capaces de ver el traje.
El rey se alegró al oír la oferta de los sastres y les encargó el vestido.
Le dieron a los sastres las mejores piezas de seda y terciopelo para que empezaran a confeccionar el traje.
Cuando pasaron unos días, el rey envió a un ministro suyo para saber cómo iban los trabajos.
Los sastres enseñaron al ministro una percha, donde no había nada colgado, y le dijeron: -El traje ya está listo.
Y, como el ministro sabía que el que fuera tonto no podía verlo, fingió que lo veía y los felicitó.
Llevó la percha vacía al rey y el rey también fingió verlo.
Se quitó el traje que llevaba y ordenó que le pusieran el nuevo.
Cuando el soberano salió a pasear por la ciudad, todo el mundo veía que iba desnudo, pero nadie se atrevía a decirlo, sabiendo que únicamente los tontos no podían ver el traje.
Todo el mundo seguía fingiendo ver el traje hasta que, de pronto, un niño se fijó en el rey y dijo: -Mirad, el rey se pasea desnudo por la ciudad. El rey entonces, se miró a sí mismo y se puso todo colorado.
Y toda la gente empezó a reírse al ver al rey desnudo por la calle."
"Había una vez un rey, al que le gustaban muchos los trajes bonitos, y sólo pensaba en vestirse del mejor modo posible.
Cierto día dos sastres fueron a verlo y le dijeron:
- Podemos hacerte un traje tan hermoso como nadie ha tenido nunca y, además, tendrá la ventaja de que aquel que sea tonto no podrá verlo.
Sólo los inteligentes serán capaces de ver el traje.
El rey se alegró al oír la oferta de los sastres y les encargó el vestido.
Le dieron a los sastres las mejores piezas de seda y terciopelo para que empezaran a confeccionar el traje.
Cuando pasaron unos días, el rey envió a un ministro suyo para saber cómo iban los trabajos.
Los sastres enseñaron al ministro una percha, donde no había nada colgado, y le dijeron: -El traje ya está listo.
Y, como el ministro sabía que el que fuera tonto no podía verlo, fingió que lo veía y los felicitó.
Llevó la percha vacía al rey y el rey también fingió verlo.
Se quitó el traje que llevaba y ordenó que le pusieran el nuevo.
Cuando el soberano salió a pasear por la ciudad, todo el mundo veía que iba desnudo, pero nadie se atrevía a decirlo, sabiendo que únicamente los tontos no podían ver el traje.
Todo el mundo seguía fingiendo ver el traje hasta que, de pronto, un niño se fijó en el rey y dijo: -Mirad, el rey se pasea desnudo por la ciudad. El rey entonces, se miró a sí mismo y se puso todo colorado.
Y toda la gente empezó a reírse al ver al rey desnudo por la calle."
EL AGUJERO.
SLAWOMIR MROZEK.
Había un río con un pueblecito a cada lado. Se unían por una calle sobre un puente que cruzaba el río. Un día, apareció un agujero en el puente. Ambos pueblos estaban de acuerdo en que había que arreglar este agujero. Pero no se ponían de acuerdo respecto a quién le tocaba hacerlo. Cada uno de los pueblos se consideraba superior al otro. El pueblo de la derecha del río decía que era el principal destino de la calle, así que ya que el otro pueblo era menos importante, se debía encargar de arreglarlo. El pueblo del lado izquierdo del río, por su parte, mantenía que todo el tráfico venía hacia ellos, de modo que les debía tocar a los de la derecha.
La disputa siguió y también el agujero. Mientras más tiempo pasaba, más crecía la hostilidad entre los pueblos.
Un día, un vagabundo del pueblo se cayó en el agujero y se partió la pierna. Las personas de los pueblos le preguntaron con mucho detalle si había caminado desde la orilla derecha a la izquierda, o desde la izquierda a la derecha, para poder decidir cuál de los pueblos era el responsable del accidente. Pero él no lo podía recordar, ya que esa noche estaba borracho. Un tiempo después, un carruaje estaba cruzando el puente, se cayó en el agujero y se rompió el eje. Ninguno de los pueblos se fijó en este accidente, ya que el viajante no iba de un pueblo a otro, sino que solamente estaba de paso. El viajante salió del agujero y preguntó enfadado que por qué no se había arreglado el agujero.
Cuando escuchó la razón, declaró: "Yo compraré este agujero. ¿Quién es el dueño?".
Los dos pueblos dijeron a la misma vez que eran los dueños del agujero.
"El que sea el dueño tiene que probarlo."
"¿Cómo podemos probarlo?", preguntaron ambos lados. "Es simple. Sólo el dueño del agujero tiene el derecho de arreglarlo. Compraré el agujero del que arregle el puente."
Las personas de los dos pueblos se pelearon por hacer el trabajo, mientras el viajante fumaba un cigarro y el chófer le arreglaba el eje. Arreglaron rápidamente el puente, y pidieron el dinero por el agujero.
"¿Qué agujero?", el viajante decía sorprendido. "Yo no veo ningún agujero. Llevo desde hace tiempo buscando un buen agujero. Estoy dispuesto a pagar bastante dinero por él, pero por aquí no hay agujero. ¿Me están tomando el pelo, o qué?
Se subió a su carruaje y se fue. Las personas de los dos pueblos ya han hecho las paces. Ahora esperan en el puente en perfecta armonía y, cuando pasa un viajante, lo paran y le dan una paliza.
Había un río con un pueblecito a cada lado. Se unían por una calle sobre un puente que cruzaba el río. Un día, apareció un agujero en el puente. Ambos pueblos estaban de acuerdo en que había que arreglar este agujero. Pero no se ponían de acuerdo respecto a quién le tocaba hacerlo. Cada uno de los pueblos se consideraba superior al otro. El pueblo de la derecha del río decía que era el principal destino de la calle, así que ya que el otro pueblo era menos importante, se debía encargar de arreglarlo. El pueblo del lado izquierdo del río, por su parte, mantenía que todo el tráfico venía hacia ellos, de modo que les debía tocar a los de la derecha.
La disputa siguió y también el agujero. Mientras más tiempo pasaba, más crecía la hostilidad entre los pueblos.
Un día, un vagabundo del pueblo se cayó en el agujero y se partió la pierna. Las personas de los pueblos le preguntaron con mucho detalle si había caminado desde la orilla derecha a la izquierda, o desde la izquierda a la derecha, para poder decidir cuál de los pueblos era el responsable del accidente. Pero él no lo podía recordar, ya que esa noche estaba borracho. Un tiempo después, un carruaje estaba cruzando el puente, se cayó en el agujero y se rompió el eje. Ninguno de los pueblos se fijó en este accidente, ya que el viajante no iba de un pueblo a otro, sino que solamente estaba de paso. El viajante salió del agujero y preguntó enfadado que por qué no se había arreglado el agujero.
Cuando escuchó la razón, declaró: "Yo compraré este agujero. ¿Quién es el dueño?".
Los dos pueblos dijeron a la misma vez que eran los dueños del agujero.
"El que sea el dueño tiene que probarlo."
"¿Cómo podemos probarlo?", preguntaron ambos lados. "Es simple. Sólo el dueño del agujero tiene el derecho de arreglarlo. Compraré el agujero del que arregle el puente."
Las personas de los dos pueblos se pelearon por hacer el trabajo, mientras el viajante fumaba un cigarro y el chófer le arreglaba el eje. Arreglaron rápidamente el puente, y pidieron el dinero por el agujero.
"¿Qué agujero?", el viajante decía sorprendido. "Yo no veo ningún agujero. Llevo desde hace tiempo buscando un buen agujero. Estoy dispuesto a pagar bastante dinero por él, pero por aquí no hay agujero. ¿Me están tomando el pelo, o qué?
Se subió a su carruaje y se fue. Las personas de los dos pueblos ya han hecho las paces. Ahora esperan en el puente en perfecta armonía y, cuando pasa un viajante, lo paran y le dan una paliza.
PARÁBOLA DE LAS MULETAS.
CUENTO INDIO.
Había una vez un país donde todos, durante muchos años, se habían acostumbrado a usar muletas para andar. Desde su más tierna infancia, todos los niños eran enseñados debidamente a usar sus muletas para no caerse, a cuidarlas, a reforzarlas conforme iban creciendo, a barnizarlas para que el barro y la lluvia no las estropeasen. Pero un buen día, un sujeto inconformista empezó a pensar si sería posible prescindir de tal aditamento. En cuanto expuso su idea, los ancianos del lugar, sus padres y maestros, sus amigos, todos le llamaron loco: "Pero, ¿a quién habrá salido este muchacho? ¿No ves que, sin muletas, te caerás irremediablemente? ¿Cómo se te puede ocurrir semejante estupidez?".
Pero nuestro hombre seguía planteándose la cuestión. Se le acercó un anciano y le dijo: ¿Cómo puedes ir en contra de toda nuestra tradición. Durante años y años, todos hemos andado perfectamente con esta ayuda. Te sientes más seguro y tienes que hacer menos esfuezo con las piernas: es un gran invento. Además, ¿cómo vas a despreciar nuestras bibliotecas donde se concreta todo el saber de nuestros mayores sobre la construcción, uso y mantenimiento de la muleta? ¿Cómo vas a ignorar nuestros museos donde se admiran ejemplares egregios, usados por nuestros próceres, nuestros sabios y mentores?
Se le acercó después su padre y le dijo: "Mira, niño, me están cansando tus originales excentricidades. Estás creando problemas en la familia. Si tu bisabuelo, tu abuelo, y tu padre han usado muletas, tú tienes que usarlas porque eso es lo correcto".
Pero nuestro hombre seguía dándole vueltas a la idea, hasta que un día se decidió a ponerla en práctica. Al principio, como le habían advertido, se cayó repetidamente. Los músculos de sus piernas estaban atrofiados. Pero, poco a poco, fue adquiriendo seguridad y, a los pocos días, corría por los caminos, saltaba las cercas de los sembrados y montaba a caballo por las praderas".
Nuestro hombre del cuento había llegado a ser él mismo.
Había una vez un país donde todos, durante muchos años, se habían acostumbrado a usar muletas para andar. Desde su más tierna infancia, todos los niños eran enseñados debidamente a usar sus muletas para no caerse, a cuidarlas, a reforzarlas conforme iban creciendo, a barnizarlas para que el barro y la lluvia no las estropeasen. Pero un buen día, un sujeto inconformista empezó a pensar si sería posible prescindir de tal aditamento. En cuanto expuso su idea, los ancianos del lugar, sus padres y maestros, sus amigos, todos le llamaron loco: "Pero, ¿a quién habrá salido este muchacho? ¿No ves que, sin muletas, te caerás irremediablemente? ¿Cómo se te puede ocurrir semejante estupidez?".
Pero nuestro hombre seguía planteándose la cuestión. Se le acercó un anciano y le dijo: ¿Cómo puedes ir en contra de toda nuestra tradición. Durante años y años, todos hemos andado perfectamente con esta ayuda. Te sientes más seguro y tienes que hacer menos esfuezo con las piernas: es un gran invento. Además, ¿cómo vas a despreciar nuestras bibliotecas donde se concreta todo el saber de nuestros mayores sobre la construcción, uso y mantenimiento de la muleta? ¿Cómo vas a ignorar nuestros museos donde se admiran ejemplares egregios, usados por nuestros próceres, nuestros sabios y mentores?
Se le acercó después su padre y le dijo: "Mira, niño, me están cansando tus originales excentricidades. Estás creando problemas en la familia. Si tu bisabuelo, tu abuelo, y tu padre han usado muletas, tú tienes que usarlas porque eso es lo correcto".
Pero nuestro hombre seguía dándole vueltas a la idea, hasta que un día se decidió a ponerla en práctica. Al principio, como le habían advertido, se cayó repetidamente. Los músculos de sus piernas estaban atrofiados. Pero, poco a poco, fue adquiriendo seguridad y, a los pocos días, corría por los caminos, saltaba las cercas de los sembrados y montaba a caballo por las praderas".
Nuestro hombre del cuento había llegado a ser él mismo.
HISTORIA DE UN ADOQUÍN.
Había un adoquín en la calle que estaba contento con su papel: los niños y ancianos lo pisaban, los coches pasaban, no había charquitos ni baches, todo era bonito. Pero a él lo fastidiaban los otros adoquines, que cada uno apretaba por un lado, y no se podía mover. Los veía hasta con malas intenciones. A su vista sólo tenía a ésos y le parecían injustos con él, ¡egoístas! "Seguro -decía- que me aprietan a mí porque yo no me quejo y luego ellos tienen espacio de sobra para respirar.
Un día, no aguantaba más y se plantó: "Estoy harto de vosotros y me voy". Los otros pensaron: "más tranquilos y anchos vamos a estar" "Si quieres rodar, vete por ahí, cualquiera sabe dónde iras a parar... Ah, y tú eres responsable de las desgracias que sucedan por no estar en tu sitio", "Adiós, no aguanto más". Apenas se marchó, un niño en bicicleta que venía a toda velocidad y no lo vio, se cayó aparatosamente y se rompió el brazo. La gente que acudió a atender al niño colocó el adoquín en el hueco de antes. Los cuatro compañeros le riñeron: "Vews, eres un irresponsable, ¿para qué quieres tanta libertad? En la vida hay más cosas que eso".
-"¿Veis, dice el adoquín, cómo no se puede estar con vosotros? Sólo hacéis condenarme. No me queréis a vuestro lado; lo único, aprovecharos de mí. Para eso me voy, me pongo fuera de la calzada y ya está".
Apenas se había quitado, vino una moto y, al pasar su rueda por el hueco dejado por el adoquín, ¡hala! fue a estrellarse contra la pared y, por poco, se mata el conductor al darse su cabeza, con el adoquín. El muchacho ensangrentado y todo, pone el adoquín en su sitio. Surgen nuevas riñas de los compañeros, uno le dice: "Por faltar tú, ¡otro golpe". Otro: "Antes, ni charquitos de agua, y ahora todo van a ser charcos de sangre". El tercero: "Y la calle está más fea". Y el otro cuarto adoquín: "Y hasta nos proteges, el otro día un niño estuvo tirando de mí y me separó un poco de los otros. Hasta puede ser que, por tu culpa, se estropee toda la calle". Todos le decían: "Donde mejor estás es aquí". Parecía convencido ya de quedarse cuando oyó mucho ruido, gritos, caballos, botes de humo. Dice: "Uff!, es una manifestación de trabajdores, que no están contentos y se enfrentan a la policía. Esto no me lo pierdo. Lo veo desde fuera, junto a la pared". Desde allí pudo observar bien lo que pasaba. Los obreros arrojaron palos, piedras, todo lo que encontraban. Tiraron también los otros adoquines compañeros, los arrancaron y los lanzaron contra la policía. Por ello quedó un hoyo enorme en la calle. Otros que venían detrás cogieron más y más. El último de todos vino por él y lo tiró con fuerza a un policía, lo hirió mortalmente y, otra vez, lo bañaron en sangre... El quería ya volver a su sitio y estarse quietecito haciendo su papel, pero... al día siguiente, tempranito, vinieron unos señores con distintas herramientas, los juntaron con otros adoquines, los unieron con cemento, los golpearon fuerte y dijeron: "Estos ya no se mueven". "No puedo ni moverme. ¿Dónde están mis antiguos compañeros? Estos aprietan más. Parecemos todos una sola cosa ¡Cualquiera les dice nada! Más vale callar, no sea que se enteren de que fui el culpable".
Un día, no aguantaba más y se plantó: "Estoy harto de vosotros y me voy". Los otros pensaron: "más tranquilos y anchos vamos a estar" "Si quieres rodar, vete por ahí, cualquiera sabe dónde iras a parar... Ah, y tú eres responsable de las desgracias que sucedan por no estar en tu sitio", "Adiós, no aguanto más". Apenas se marchó, un niño en bicicleta que venía a toda velocidad y no lo vio, se cayó aparatosamente y se rompió el brazo. La gente que acudió a atender al niño colocó el adoquín en el hueco de antes. Los cuatro compañeros le riñeron: "Vews, eres un irresponsable, ¿para qué quieres tanta libertad? En la vida hay más cosas que eso".
-"¿Veis, dice el adoquín, cómo no se puede estar con vosotros? Sólo hacéis condenarme. No me queréis a vuestro lado; lo único, aprovecharos de mí. Para eso me voy, me pongo fuera de la calzada y ya está".
Apenas se había quitado, vino una moto y, al pasar su rueda por el hueco dejado por el adoquín, ¡hala! fue a estrellarse contra la pared y, por poco, se mata el conductor al darse su cabeza, con el adoquín. El muchacho ensangrentado y todo, pone el adoquín en su sitio. Surgen nuevas riñas de los compañeros, uno le dice: "Por faltar tú, ¡otro golpe". Otro: "Antes, ni charquitos de agua, y ahora todo van a ser charcos de sangre". El tercero: "Y la calle está más fea". Y el otro cuarto adoquín: "Y hasta nos proteges, el otro día un niño estuvo tirando de mí y me separó un poco de los otros. Hasta puede ser que, por tu culpa, se estropee toda la calle". Todos le decían: "Donde mejor estás es aquí". Parecía convencido ya de quedarse cuando oyó mucho ruido, gritos, caballos, botes de humo. Dice: "Uff!, es una manifestación de trabajdores, que no están contentos y se enfrentan a la policía. Esto no me lo pierdo. Lo veo desde fuera, junto a la pared". Desde allí pudo observar bien lo que pasaba. Los obreros arrojaron palos, piedras, todo lo que encontraban. Tiraron también los otros adoquines compañeros, los arrancaron y los lanzaron contra la policía. Por ello quedó un hoyo enorme en la calle. Otros que venían detrás cogieron más y más. El último de todos vino por él y lo tiró con fuerza a un policía, lo hirió mortalmente y, otra vez, lo bañaron en sangre... El quería ya volver a su sitio y estarse quietecito haciendo su papel, pero... al día siguiente, tempranito, vinieron unos señores con distintas herramientas, los juntaron con otros adoquines, los unieron con cemento, los golpearon fuerte y dijeron: "Estos ya no se mueven". "No puedo ni moverme. ¿Dónde están mis antiguos compañeros? Estos aprietan más. Parecemos todos una sola cosa ¡Cualquiera les dice nada! Más vale callar, no sea que se enteren de que fui el culpable".
LAS GRANADAS.
KHALIL GIBRÁN.
Existía cierta vez un varón que poseía numerosos granados en su huerta. Y todos los otoños ponía sus granadas en charolas de plata, en el pórtico de su casa, y en las charolas colocaba letreros que él mismo confeccionaba: "Coged una granada, son gratis".
Pero las personas cruzaban su casa, y nadie agarraba ni una sola granada.
Después, el varón pensó y, al otro otoño, ya no puso las granadas en charolas de plata en el pórtico de su casa; en su lugar puso allí un letrero, en el que se leía: "Aquí tenemos las mejores grandas del país, pero se venden también más caras que las otras".
Y entonces, efectivamente, todos los varones y todas las mujeres del pueblo llegaron presurosos a comprar esas granadas.
Existía cierta vez un varón que poseía numerosos granados en su huerta. Y todos los otoños ponía sus granadas en charolas de plata, en el pórtico de su casa, y en las charolas colocaba letreros que él mismo confeccionaba: "Coged una granada, son gratis".
Pero las personas cruzaban su casa, y nadie agarraba ni una sola granada.
Después, el varón pensó y, al otro otoño, ya no puso las granadas en charolas de plata en el pórtico de su casa; en su lugar puso allí un letrero, en el que se leía: "Aquí tenemos las mejores grandas del país, pero se venden también más caras que las otras".
Y entonces, efectivamente, todos los varones y todas las mujeres del pueblo llegaron presurosos a comprar esas granadas.
UN GATO EN LA PALMERA.
MANUEL PLIEGO.
Érase una vez un gato que, perseguido por un perro, arribó misteriosamente a la copa de una palmera. Tan alta era la palmera que, al irse el perro, le dio miedo bajar por el vértigo que sentía.
Acurrucado pasó una hora, dos horas... llegó la noche. Y sintió hambre y frío. Y se puso a llorar con maullidos lastimeros. Toda la noche fue de llanto. Al amanecer, pasó por allí el panadero que llevaba pan caliente para los vecinos de la casa cercana. Pero el panadero ni miró. Hacía mucho frío como para sacar la cara de la bufanda.
Un poco más tarde, se acercaron un grupo de niños que caminaban hacia el colegio. Uno de los niños venía comiendo un soberbio bocadillo de sardinas. Al olor de las sardinas, el gato sintió que los ojos se le salían de sus órbitas. Su maullido fue muy agudo... Los niños se pusieron a mirar la copa de la palmera y comenzaron a tirar piedras. El gato se tapó la cabeza entre las patas y se dijo para sí: "¿Qué les habré hecho yo?". El toque de una campana lejana hizo cesar automáticamente el bombardeo. El gato debería seguir esperando...
Pasadas unas dos horas, oyó el gato un rumor de voces. Varias personas estaban hablando al pie de la palmera. Aguzó el oído y le pareció que estaban hablando de él. Uno de los que hablaban decía pertenecer a la Sociedad Protectora de Animales y discutía acaloradamente sobre la manera más efectiva de hacerlo bajar de la palmera. Hablaron de llamar a los bomberos, de buscar una escalera, de montar un puente, de poner sardinas... etc, etc... Todo se quedó en palabras. Tras dos horas discutiendo, el pobre gato seguía siendo inquilino de la palmera... Y el gato pensó para sí: "¡Pobrecitos! con lo sencillo que es..."
Llegó la hora de la comida, volvió a quedar la palmera solitaria. Y de nuevo el hambre se hizo dueña del estómago del gato, que, por los resultados obtenidos, veía que, sin remedio, la muerte se le acercaba... Relamiendo la tristeza de su próximo fin, sintió varios golpes. Dos jóvenes, con largas varas, golpeaban las ramas de la palmera. Una de ellas, lo alcanzó y le hizo caer arriba desde arriba bruscamente. Tras el golpe, el gato huyó presa del miedo y, mientras se alejaba, escuchó: "¡Para otra vez, mira dónde te subes!".
Mientras corría sin rumbo fijo, al gato le sobrevino la película de los acontecimientos. "¿Qué distintos son los hombres?" pensó para sí. Unos ni se enteran, otros son violentos, otros pierden el tiempo hablando, y los que solucionan las cosas, no lo arreglan del todo bien...! ¡Y se las dan de inteligentes!...
Érase una vez un gato que, perseguido por un perro, arribó misteriosamente a la copa de una palmera. Tan alta era la palmera que, al irse el perro, le dio miedo bajar por el vértigo que sentía.
Acurrucado pasó una hora, dos horas... llegó la noche. Y sintió hambre y frío. Y se puso a llorar con maullidos lastimeros. Toda la noche fue de llanto. Al amanecer, pasó por allí el panadero que llevaba pan caliente para los vecinos de la casa cercana. Pero el panadero ni miró. Hacía mucho frío como para sacar la cara de la bufanda.
Un poco más tarde, se acercaron un grupo de niños que caminaban hacia el colegio. Uno de los niños venía comiendo un soberbio bocadillo de sardinas. Al olor de las sardinas, el gato sintió que los ojos se le salían de sus órbitas. Su maullido fue muy agudo... Los niños se pusieron a mirar la copa de la palmera y comenzaron a tirar piedras. El gato se tapó la cabeza entre las patas y se dijo para sí: "¿Qué les habré hecho yo?". El toque de una campana lejana hizo cesar automáticamente el bombardeo. El gato debería seguir esperando...
Pasadas unas dos horas, oyó el gato un rumor de voces. Varias personas estaban hablando al pie de la palmera. Aguzó el oído y le pareció que estaban hablando de él. Uno de los que hablaban decía pertenecer a la Sociedad Protectora de Animales y discutía acaloradamente sobre la manera más efectiva de hacerlo bajar de la palmera. Hablaron de llamar a los bomberos, de buscar una escalera, de montar un puente, de poner sardinas... etc, etc... Todo se quedó en palabras. Tras dos horas discutiendo, el pobre gato seguía siendo inquilino de la palmera... Y el gato pensó para sí: "¡Pobrecitos! con lo sencillo que es..."
Llegó la hora de la comida, volvió a quedar la palmera solitaria. Y de nuevo el hambre se hizo dueña del estómago del gato, que, por los resultados obtenidos, veía que, sin remedio, la muerte se le acercaba... Relamiendo la tristeza de su próximo fin, sintió varios golpes. Dos jóvenes, con largas varas, golpeaban las ramas de la palmera. Una de ellas, lo alcanzó y le hizo caer arriba desde arriba bruscamente. Tras el golpe, el gato huyó presa del miedo y, mientras se alejaba, escuchó: "¡Para otra vez, mira dónde te subes!".
Mientras corría sin rumbo fijo, al gato le sobrevino la película de los acontecimientos. "¿Qué distintos son los hombres?" pensó para sí. Unos ni se enteran, otros son violentos, otros pierden el tiempo hablando, y los que solucionan las cosas, no lo arreglan del todo bien...! ¡Y se las dan de inteligentes!...
domingo, 28 de noviembre de 2010
EN LA RIBERA DEL OKA.
LEÓN TOLSTOI
En la ribera del Oka vivían numerosos campesinos; la tierra no era fértil, pero, labrada con tesón, producía lo necesario para vivir con holgura y aun para guardar algo de reserva.
Iván, uno de los labradores, estuvo una vez en la feria de Tula y compró una hermosísima pareja de perros sabuesos para que cuidaran su casa. Los animalitos, al poco tiempo, se hicieron conocidos en todos los campos de la vega del Oka por sus continuas correrías en las que ocasionaban destrozos en los sembrados, y las ovejas y los terneros no solían quedar bien parados. Nicolás, vecino de Iván, en la primera feria de Tula compró otra pareja de perros para que le defendieran su casa, sus campos y sus tierras.
Pero, a la vez que cada campesino -para estar mejor defendido - aumentaba el número de perros, éstos se hacían más exigentes. Ya no se contentaban con los huesos y demás sobras de la casa, sino que había que reservarles los mejores trozos de las matanzas y hubo que construirles recintos cubiertos y dedicar más tiempo a su cuidado.
Al principio, los nuevos guardianoes riñeron con los antiguos, pero pronto se hicieron amigos y los cuatro hicieron juntos las correrías. Los otros vecinos, cuando vieron aumentar el peligro, se proporcionaron también sabuesos y así, al cabo de pocos años, cada labrador era dueño de una jauría de 10 o 15 perros. Apenas oscurecía, al más leve ruido, los sabuesos corrían furiosos y con estrépito tal que parecía que un ejército de bandidos fuera a asaltar la casa. Los amos, asustados, atrancaban bien sus puertas y decían:
- "Dios mío, qué sería de nosotros sin esos valientes sabuesos que abnegadamente defienden nuestras casas".
Entre tanto, la miseria se había asentado en la aldea; los niños, cubiertos de harapos, palidecían de frío y de hambre, y los hombres, por más que trabajaban de la mañana a la noche, no conseguían arrancar del suelo el sustento necesario para su familia. Un día se quejaban de su suerte ante el hombre más viejo y sabio del lugar y, como culpaban de ella al cielo, el anciano les dijo:
- "La culpa la tenéis vosotros: os lamentáis de que en vuestra casa falta el pan para vuestros hijos que languidecen delgados y descoloridos, y veo que todos mantenéis docenas de perros gordos y lustrosos".
- "Son los defensores de nuestros hogares" -exclamaron los labradores-.
- "¿Los defensores? ¿De quién os defienden?"
- "Señor, si no fuera por ellos, los perros extraños acabarían con nuestros ganados y hasta con nosotros mismos".
- "¡Ciegos, ciegos! -dijo el anciano-. ¿No comprendéis que los perros os defienden a cada uno de vosotros de los perros de los demás, y que si nadie tuviera perros, no necesitaríais defensores que se comen todo el pan que debiera alimentar a vuestros hijos? Suprimid los sabuesos y la paz y la abundancia volverán a vuestros hogares".
Y, siguiendo el consejo del anciano se deshicieron de sus defensores y, un año más tarde, sus graneros y despensas no bastaban para contener las provisiones y en el rostro de sus hijos sonreía a la salud y la prosperidad.
En la ribera del Oka vivían numerosos campesinos; la tierra no era fértil, pero, labrada con tesón, producía lo necesario para vivir con holgura y aun para guardar algo de reserva.
Iván, uno de los labradores, estuvo una vez en la feria de Tula y compró una hermosísima pareja de perros sabuesos para que cuidaran su casa. Los animalitos, al poco tiempo, se hicieron conocidos en todos los campos de la vega del Oka por sus continuas correrías en las que ocasionaban destrozos en los sembrados, y las ovejas y los terneros no solían quedar bien parados. Nicolás, vecino de Iván, en la primera feria de Tula compró otra pareja de perros para que le defendieran su casa, sus campos y sus tierras.
Pero, a la vez que cada campesino -para estar mejor defendido - aumentaba el número de perros, éstos se hacían más exigentes. Ya no se contentaban con los huesos y demás sobras de la casa, sino que había que reservarles los mejores trozos de las matanzas y hubo que construirles recintos cubiertos y dedicar más tiempo a su cuidado.
Al principio, los nuevos guardianoes riñeron con los antiguos, pero pronto se hicieron amigos y los cuatro hicieron juntos las correrías. Los otros vecinos, cuando vieron aumentar el peligro, se proporcionaron también sabuesos y así, al cabo de pocos años, cada labrador era dueño de una jauría de 10 o 15 perros. Apenas oscurecía, al más leve ruido, los sabuesos corrían furiosos y con estrépito tal que parecía que un ejército de bandidos fuera a asaltar la casa. Los amos, asustados, atrancaban bien sus puertas y decían:
- "Dios mío, qué sería de nosotros sin esos valientes sabuesos que abnegadamente defienden nuestras casas".
Entre tanto, la miseria se había asentado en la aldea; los niños, cubiertos de harapos, palidecían de frío y de hambre, y los hombres, por más que trabajaban de la mañana a la noche, no conseguían arrancar del suelo el sustento necesario para su familia. Un día se quejaban de su suerte ante el hombre más viejo y sabio del lugar y, como culpaban de ella al cielo, el anciano les dijo:
- "La culpa la tenéis vosotros: os lamentáis de que en vuestra casa falta el pan para vuestros hijos que languidecen delgados y descoloridos, y veo que todos mantenéis docenas de perros gordos y lustrosos".
- "Son los defensores de nuestros hogares" -exclamaron los labradores-.
- "¿Los defensores? ¿De quién os defienden?"
- "Señor, si no fuera por ellos, los perros extraños acabarían con nuestros ganados y hasta con nosotros mismos".
- "¡Ciegos, ciegos! -dijo el anciano-. ¿No comprendéis que los perros os defienden a cada uno de vosotros de los perros de los demás, y que si nadie tuviera perros, no necesitaríais defensores que se comen todo el pan que debiera alimentar a vuestros hijos? Suprimid los sabuesos y la paz y la abundancia volverán a vuestros hogares".
Y, siguiendo el consejo del anciano se deshicieron de sus defensores y, un año más tarde, sus graneros y despensas no bastaban para contener las provisiones y en el rostro de sus hijos sonreía a la salud y la prosperidad.
martes, 23 de noviembre de 2010
LA HISTORIA DE UN DÍA.
LEARNING FOR CHANGE IN WORLD.
Una vez a media noche, los hombres tuvieron el mundo a su disposición. Durante mucho tiempo, habida cuenta de lo que sabemos, permanecieron muy tranquilos: durante la mañana y la tarde ese día se limitaron a vagabundear en pequeños grupos, a cazar animales con lanzas y flechas, a refugiarse en cavernas y a vestirse con pieles. Hacia las seis de la tarde, empezaron a aprender algo sobre semillas y agricultura, sobre el pastoreo y cosas semejantes. Hacia las siete y media, se había establecido en grandes ciudades, especialmente en Egipto y la India y en los países comprendidos entre estas dos naciones.
Después llegó Moisés, que partió a la búsqueda de la tierra prometida, a las nueve menos cuarto. Tras él vinieron Buda en la India, Sócrates en Grecia y Confucio en China, que se reunieron y se fueron todos juntos, aunque sin llegar a conocerse, hacia las diez y diez. En torno a las diez y media, apareció Cristo, algo después de la Gran Muralla China y de Julio César. A las once fue el movimiento de Mahoma.
Hacia las once y media surgieron las primeras grandes ciudades en Europa del Norte. A partir de las doce menos cuarto los hombres salieron de estas grandes ciudades y saquearon el resto del mundo por doquier. Primero expoliaron América del Norte y del Sur, luego la India y, finalmente, cuando solo faltaban cuatro minutos para media noche, le llegó el turno a África.
Dos minutos antes de medianoche se desencadenó una gran guerra entre ellos, a la que siguió otra semjante sólo cincuenta segundos después.
En el último minuto del día, esos hombres del Norte de Europa fueron expulsados de la India, de África y de muchos otros países, pero no de Norteamérica, donde se habían instalado de forma estable. En ese último minuto, además, inventaron las armas nucleares, desembarcaron en la Luna, fueron responsables de doblar prácticamente la población mundial y consumieron más petróleo y metales de los que se habían utilizado en las precedentes veintitrés horas y cincuenta y nueve minutos.
Volvió a ser medianoche, el inicio de un nuevo día.
Una vez a media noche, los hombres tuvieron el mundo a su disposición. Durante mucho tiempo, habida cuenta de lo que sabemos, permanecieron muy tranquilos: durante la mañana y la tarde ese día se limitaron a vagabundear en pequeños grupos, a cazar animales con lanzas y flechas, a refugiarse en cavernas y a vestirse con pieles. Hacia las seis de la tarde, empezaron a aprender algo sobre semillas y agricultura, sobre el pastoreo y cosas semejantes. Hacia las siete y media, se había establecido en grandes ciudades, especialmente en Egipto y la India y en los países comprendidos entre estas dos naciones.
Después llegó Moisés, que partió a la búsqueda de la tierra prometida, a las nueve menos cuarto. Tras él vinieron Buda en la India, Sócrates en Grecia y Confucio en China, que se reunieron y se fueron todos juntos, aunque sin llegar a conocerse, hacia las diez y diez. En torno a las diez y media, apareció Cristo, algo después de la Gran Muralla China y de Julio César. A las once fue el movimiento de Mahoma.
Hacia las once y media surgieron las primeras grandes ciudades en Europa del Norte. A partir de las doce menos cuarto los hombres salieron de estas grandes ciudades y saquearon el resto del mundo por doquier. Primero expoliaron América del Norte y del Sur, luego la India y, finalmente, cuando solo faltaban cuatro minutos para media noche, le llegó el turno a África.
Dos minutos antes de medianoche se desencadenó una gran guerra entre ellos, a la que siguió otra semjante sólo cincuenta segundos después.
En el último minuto del día, esos hombres del Norte de Europa fueron expulsados de la India, de África y de muchos otros países, pero no de Norteamérica, donde se habían instalado de forma estable. En ese último minuto, además, inventaron las armas nucleares, desembarcaron en la Luna, fueron responsables de doblar prácticamente la población mundial y consumieron más petróleo y metales de los que se habían utilizado en las precedentes veintitrés horas y cincuenta y nueve minutos.
Volvió a ser medianoche, el inicio de un nuevo día.
domingo, 21 de noviembre de 2010
LA OVEJA NEGRA DE LA FAMILIA.
ALFONSO FRANCIA.
Había un río caudaloso y bello como pocos. Los árboles creyeron que era un bonito lugar para colocarse en los alrededores; por ello se reunieron y decidieron situarse cada uno donde quisiera, eso sí, lejitos de las aguas. Unos prefirieron estar juntos, otros solitarios, aquellos junto a unas rocas, éstos en la explanada. Había espacio para todos. Ninguno explicó su elección.
Cuando ya cada cual estaba en su sitio, echaron una ojeada para ver a los otros, y... todos se dieron cuenta de que habúa uno en un lugar peligroso. Estaba a tres metros del río, un poco inclinado hacia él; y con las raíces no muy sólidamente agarradas a la tierra, pues había también rocas y piedras.
Los otros, al ver la peligrosidad del lugar, no pudieron menos de gritarle:
- Quítate de ahí, le dice uno, un pequeño corrimiento de tierra, y no lo cuentas.
- ¿A dónde vas tú con esas raíces? No aguantas ni dos meses.
- Oye, novato, ¿qué te crees, que por estar cerca del agua, vas a crecer más? El agua va a ser tu perdición, ya verás.
- Ahí, un vendaval por pequeño que sea, te llevan por delante.
- O un niño que se siente en tus ramas, y caes al agua.
Mil razones le dieron, pero no lo convencieron y no hizo caso. Y, cuando acabaron de decirle cosas, él también empezó a decir lo que pensaba sobre cada uno:
- ¿Por qué os ponéis juntos? ¿Es que no sois maduros?
- Como hagan un camino por ahí, veréis dónde vais a parar.
- Cualquier día hay fuego y no tenéis defensa.
- Tú no has pensado en los excursionistas... ¡Qué mal lo vas a pasar!
- Vosotros muy fuertes y creciditos, pero, como necesiten leña para calentarse o vigas o tablas para la construcción, ya os veo en el suelo.
Cuando terminaron sus argumentaciones, uno miró allá y no pudo contenerse, lanzó un grito señalando con el dedo a aquel chiquitajo, que nadie había visto, entretenidos en lo suyo como estaban. Aquello era el colmo: a sólo un metro del río, además inclinado hacia él y con algunas raíces al aire... ¡Quítate de ahí!, gritaron todos al unísono con una fuerza increíble, y sin esperar más, nuevamente gritaron todos: "¡Inmediatamente!" En seguida le cayó una lluvia de insultos: "Eres un irresponsable", "imprudente", "Te las quieres dar de listo", "Mira el original", "Se cree que tiene más personalidad", "No eres más que un adolescente", "Cuatro ramuchas que tienes y tanto quieres lucirlas"...
Al ver que no hacía caso, comenzaron a reírse de él, a hacer chistes cada vez más humillantes... El pobrecito no podía decir ni palabra. Todos contra él, lo tenía acorralado. Demasiados y graves insultos para tanta debilidad...
Apenas pudo, compungido y con la voz temblorosa, les dijo como pidiendo perdón: "Yo he visto que cada cual se colocaba donde mejor le parecía. Yo me quise poner aquí porque me dije: - Aquí doy elegancia al río y al paisaje. Quién sabe si alguno en peligro de ahogarse puede agarrarse a una rama. SI sirvo para hacer leña o hacer alguna herramienta, pues estupendo. Y si vienen niños a subirse y divertirse, o turistas a sacarse fotos, o pájaros a pararse cerca de las aguas, también estupendo. Si..."
No lo dejaron seguir. Todos empezaron a gritar. "¡Estás como una regadera. Necesitas psiquíatra. Dejémoslo, que se fastidie. Ya aprenderá con los años. Otro idealista utópico...!" Una carcajada imponente resonó en todos aquellos contornos. Avergonzado, no se atrevió a mirar a los compañeros, y se puso a mirar al río, y ¡oh maravilla!, el río agradecido le devolvió su linda imagen y le regaló el espejo de sus aguas.
Había un río caudaloso y bello como pocos. Los árboles creyeron que era un bonito lugar para colocarse en los alrededores; por ello se reunieron y decidieron situarse cada uno donde quisiera, eso sí, lejitos de las aguas. Unos prefirieron estar juntos, otros solitarios, aquellos junto a unas rocas, éstos en la explanada. Había espacio para todos. Ninguno explicó su elección.
Cuando ya cada cual estaba en su sitio, echaron una ojeada para ver a los otros, y... todos se dieron cuenta de que habúa uno en un lugar peligroso. Estaba a tres metros del río, un poco inclinado hacia él; y con las raíces no muy sólidamente agarradas a la tierra, pues había también rocas y piedras.
Los otros, al ver la peligrosidad del lugar, no pudieron menos de gritarle:
- Quítate de ahí, le dice uno, un pequeño corrimiento de tierra, y no lo cuentas.
- ¿A dónde vas tú con esas raíces? No aguantas ni dos meses.
- Oye, novato, ¿qué te crees, que por estar cerca del agua, vas a crecer más? El agua va a ser tu perdición, ya verás.
- Ahí, un vendaval por pequeño que sea, te llevan por delante.
- O un niño que se siente en tus ramas, y caes al agua.
Mil razones le dieron, pero no lo convencieron y no hizo caso. Y, cuando acabaron de decirle cosas, él también empezó a decir lo que pensaba sobre cada uno:
- ¿Por qué os ponéis juntos? ¿Es que no sois maduros?
- Como hagan un camino por ahí, veréis dónde vais a parar.
- Cualquier día hay fuego y no tenéis defensa.
- Tú no has pensado en los excursionistas... ¡Qué mal lo vas a pasar!
- Vosotros muy fuertes y creciditos, pero, como necesiten leña para calentarse o vigas o tablas para la construcción, ya os veo en el suelo.
Cuando terminaron sus argumentaciones, uno miró allá y no pudo contenerse, lanzó un grito señalando con el dedo a aquel chiquitajo, que nadie había visto, entretenidos en lo suyo como estaban. Aquello era el colmo: a sólo un metro del río, además inclinado hacia él y con algunas raíces al aire... ¡Quítate de ahí!, gritaron todos al unísono con una fuerza increíble, y sin esperar más, nuevamente gritaron todos: "¡Inmediatamente!" En seguida le cayó una lluvia de insultos: "Eres un irresponsable", "imprudente", "Te las quieres dar de listo", "Mira el original", "Se cree que tiene más personalidad", "No eres más que un adolescente", "Cuatro ramuchas que tienes y tanto quieres lucirlas"...
Al ver que no hacía caso, comenzaron a reírse de él, a hacer chistes cada vez más humillantes... El pobrecito no podía decir ni palabra. Todos contra él, lo tenía acorralado. Demasiados y graves insultos para tanta debilidad...
Apenas pudo, compungido y con la voz temblorosa, les dijo como pidiendo perdón: "Yo he visto que cada cual se colocaba donde mejor le parecía. Yo me quise poner aquí porque me dije: - Aquí doy elegancia al río y al paisaje. Quién sabe si alguno en peligro de ahogarse puede agarrarse a una rama. SI sirvo para hacer leña o hacer alguna herramienta, pues estupendo. Y si vienen niños a subirse y divertirse, o turistas a sacarse fotos, o pájaros a pararse cerca de las aguas, también estupendo. Si..."
No lo dejaron seguir. Todos empezaron a gritar. "¡Estás como una regadera. Necesitas psiquíatra. Dejémoslo, que se fastidie. Ya aprenderá con los años. Otro idealista utópico...!" Una carcajada imponente resonó en todos aquellos contornos. Avergonzado, no se atrevió a mirar a los compañeros, y se puso a mirar al río, y ¡oh maravilla!, el río agradecido le devolvió su linda imagen y le regaló el espejo de sus aguas.
martes, 12 de octubre de 2010
PARA EL OTRO... ¡LO MEJOR!
ADAPTACIÓN DE UN RELATO POPULAR.
Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo como hebras brillantes salidas de su rueca. El iba cada día al mercado con algunas frutas. A la sombra de un árbol, se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes su pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, aemás, ¿con qué dinero? Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero, al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo; vendería su pelo para comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde, regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer, que acababa de comprar tras vender su vieja pipa... Abrazados, fieron hasta el amanecer.
Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo como hebras brillantes salidas de su rueca. El iba cada día al mercado con algunas frutas. A la sombra de un árbol, se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes su pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, aemás, ¿con qué dinero? Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero, al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo; vendería su pelo para comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde, regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer, que acababa de comprar tras vender su vieja pipa... Abrazados, fieron hasta el amanecer.
CIELO E INFIERNO DESDE AQUÍ.
DE UNA LEYENDA CHINA.
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada, todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada, todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
EN CASA DE UNA PRIMA.
ALFONSO FRANCIA.
Sudores costó a la pobre mujer... salvar a su prima. ¡Hechos tan corrientes como tener un hijo de padre que huye! Allí quedó Isabel destrozada, sin atreverse a decírselo a sus padres, sin poder contarlo a los amigos. Ella estuvo rumiando la desgracia que, en otras circunstancias, le hubiera parecido insoportable. Dígase lo que se diga, feminista o no, en sociedad permisiva o no, tener un hijo en estas circunstancias es una tragedia. Pocos te entienden. Nadie te ayuda. A lo más te dan consejos. Todo se le puso fatal. Venció la tentación: no queda más que eliminar al hijo, abortar ¡vamos!, para salvarse de la vergüenza, de los traumas, de la pobreza.
¿Cómo le llegó la noticia a Mary, su prima? Nadie lo sabe, pero inmediatamente se pone en camino y, en un santiamén, se planta en la casa de su prima. Que si eres tonta, que no sabes lo que vas a hacer, que el niño que nace puede ser premio Nobel, que un hijo es motivo suficiente para llenar la vida de muchas mujeres y cuántas querrían tenerlo... ¡Mil cosas le dijo! Hasta le contó que ella también estaba embarazada, que lo pasaba mal y que... lo pasó fatal, pues su Pepe sospchó... ¡fíjate sospechar de ella!...
- No seas tonta, pecados tiene todo el mundo y más gordos, eso de madre soltera, mujer de la vida y otras cosas que se achacan son condenas injustas en el momento y más si señalan para toda la vida... A menudo condenan los que tienen pecados mucho más graves...
Le habló con tal convicción que la buena de Isabel le dijo: "Mira, si hasta mi niño da saltos de alegría dentro. Casi tú eres su mamá, porque yo... hubiera abortado. ¡Menos mal que has venido! Qué suerte, Mary, verte tan contenta, tan saludable, tan buena. A ver si nos vemos y ayudamos. ¡Qué bien si nuestros niños se crían juntos y se ayudan en la vida! ¡Qué Dios te acompañe, Mary, eres un cielo!".
Sudores costó a la pobre mujer... salvar a su prima. ¡Hechos tan corrientes como tener un hijo de padre que huye! Allí quedó Isabel destrozada, sin atreverse a decírselo a sus padres, sin poder contarlo a los amigos. Ella estuvo rumiando la desgracia que, en otras circunstancias, le hubiera parecido insoportable. Dígase lo que se diga, feminista o no, en sociedad permisiva o no, tener un hijo en estas circunstancias es una tragedia. Pocos te entienden. Nadie te ayuda. A lo más te dan consejos. Todo se le puso fatal. Venció la tentación: no queda más que eliminar al hijo, abortar ¡vamos!, para salvarse de la vergüenza, de los traumas, de la pobreza.
¿Cómo le llegó la noticia a Mary, su prima? Nadie lo sabe, pero inmediatamente se pone en camino y, en un santiamén, se planta en la casa de su prima. Que si eres tonta, que no sabes lo que vas a hacer, que el niño que nace puede ser premio Nobel, que un hijo es motivo suficiente para llenar la vida de muchas mujeres y cuántas querrían tenerlo... ¡Mil cosas le dijo! Hasta le contó que ella también estaba embarazada, que lo pasaba mal y que... lo pasó fatal, pues su Pepe sospchó... ¡fíjate sospechar de ella!...
- No seas tonta, pecados tiene todo el mundo y más gordos, eso de madre soltera, mujer de la vida y otras cosas que se achacan son condenas injustas en el momento y más si señalan para toda la vida... A menudo condenan los que tienen pecados mucho más graves...
Le habló con tal convicción que la buena de Isabel le dijo: "Mira, si hasta mi niño da saltos de alegría dentro. Casi tú eres su mamá, porque yo... hubiera abortado. ¡Menos mal que has venido! Qué suerte, Mary, verte tan contenta, tan saludable, tan buena. A ver si nos vemos y ayudamos. ¡Qué bien si nuestros niños se crían juntos y se ayudan en la vida! ¡Qué Dios te acompañe, Mary, eres un cielo!".
EL BUHÓ Y EL HOMBRE.
Vivía retirado en un granero un búho que se dedicaba a meditar, sin olvidar la tarea de cazar ratones, que era de lo que vivía. Por el día se dejaba ver poco.
El dueño del granero, por casualidad, vio al búho parado en una tabla, callado e inmóvil.
El hombre le miraba y se reía, y jocoso le dijo: "Qué cara de memo tienes ¿habrá por ahí un bicho már raro que tú? ¿por qué no vives como las demás aves? Ellas se levantan alegres por la mañana en cuanto amanece. Jilgueros, calandrias, ruiseñores y otras aves vuelan y van de acá para allá, cantando entre los árboles, bebiendo en las fuentes, disfrutan de la vida". Y el búho contestó con desprecio: - Qué cosa tan tonta estás diciendo. Eres un necio, contempla, mi sabiduría, mi porte, mi retiro, mi silencio, estoy orgullosísimo de mí. Si alguna vez salgo de día, cosa que habrás observado que hago poco, las demás aves me siguen y revolotean a mi alrededor y, claro, como tengo este aspecto tan digno y respetable, vienen trás de mí como aleladas.
-Ah, qué tonto y presumido eres -dijo el hombre-. Las aves que van detrás de tí, no lo hacen para admirarte, sino por todo lo contrario, se burlan de ti y de tu aspecto y piensan que eres un ignorante. Al igual que yo pienso que ignorantes son aquellos hombres que se alejan de los demás, creyendo ser sabios y superiores, y sólo son sabios en la ciencia de aparentar y no en verdad, pues, si fueran sabios, estoy seguro de que no se comportarían así. Y, de esta clase de hombres, hay muchos que son como tú, búho: pura apariencia.
El dueño del granero, por casualidad, vio al búho parado en una tabla, callado e inmóvil.
El hombre le miraba y se reía, y jocoso le dijo: "Qué cara de memo tienes ¿habrá por ahí un bicho már raro que tú? ¿por qué no vives como las demás aves? Ellas se levantan alegres por la mañana en cuanto amanece. Jilgueros, calandrias, ruiseñores y otras aves vuelan y van de acá para allá, cantando entre los árboles, bebiendo en las fuentes, disfrutan de la vida". Y el búho contestó con desprecio: - Qué cosa tan tonta estás diciendo. Eres un necio, contempla, mi sabiduría, mi porte, mi retiro, mi silencio, estoy orgullosísimo de mí. Si alguna vez salgo de día, cosa que habrás observado que hago poco, las demás aves me siguen y revolotean a mi alrededor y, claro, como tengo este aspecto tan digno y respetable, vienen trás de mí como aleladas.
-Ah, qué tonto y presumido eres -dijo el hombre-. Las aves que van detrás de tí, no lo hacen para admirarte, sino por todo lo contrario, se burlan de ti y de tu aspecto y piensan que eres un ignorante. Al igual que yo pienso que ignorantes son aquellos hombres que se alejan de los demás, creyendo ser sabios y superiores, y sólo son sabios en la ciencia de aparentar y no en verdad, pues, si fueran sabios, estoy seguro de que no se comportarían así. Y, de esta clase de hombres, hay muchos que son como tú, búho: pura apariencia.
¡SÍ, PERO QUE SEA REINA!
NAVAS.
Hubo hace muchos, muchísimos siglos, en los tiempos felices de las buenas espadas y de los bravos caballeros, una ciudad muy famosa. Estaba edificada en el fondo de un valle y, como sus habitantes eran hombres decididos y trabajadores, en pocos años, la ciudad creció enormemente. Los caminantes la veían de lejos y quedaban deslumbrados por el brillo de sus mármoles y sus bronces. Era una ciudad muy rica donde todos vivían en paz.
Pero un mal día sus habitantes quisieron elegir un rey. Las trompetas de los heraldos los reunieron a todos delante del palacio de la ciudad. No faltaba nadie. Pobres y ricos, jóvenes y viejos se miraban unos a otros y hacían comentarios en voz baja.
Cuando el toque, largo y agudo, de un clarín de plata logró poner silencio general a la muchedumbre, se adelantó un personaje bajito, muy gordo y muy bien vestido. Era el hombre más rico de la ciudad. Levantó la mano cargada de sortijas y dijo: ¡Ciudadanos! Nosotros somos ya inmensamente ricos. No nos hace falta el dinero. Nuestro rey tiene que ser un hombre noble, un conde, un marqués, un príncipe, para que todos lo respeten por su alta estirpe.
-¡Noooooo! ¡Fuera! ¡Que se calle! -interrumpieron los pobres-. ¡Queremos por rey a un hombre rico y generoso que remedie nuestras necesidades. Al mismo tiempo, los soldados levantaron a hombros a un gigantón de fiera estatura y gritaron agitando por los aires sus espadas -¡Este será nuestro hombre! ¡El más valiente!
Allí nadie se entendía. Se oían gritos, amenazas, aplausos, el chocar de las armas de los guerreros. Aquello amenazaba convertirse en una guerra. Sonó de nuevo el clarín. Poco a poco se acalló la muchedumbre, y un anciano, sereno y prudente, aconsejó: "Amigos, no cometáis la locura de batiros por un rey que no existe todavía. Buscad a un niño inocente y que él elija el rey entre nosotros". Trajeron al niño y, en presencia de todo el pueblo, le preguntó el anciano: -"¿Quién quieres que sea el rey de esta ciudad tan grande? - El chiquillo los miró a todos, se mordió la uña del dedo gordo y contestó: "Los reyes son muy feos. Yo no quiero rey. Quiero que sea reina: mi madre".
Hubo hace muchos, muchísimos siglos, en los tiempos felices de las buenas espadas y de los bravos caballeros, una ciudad muy famosa. Estaba edificada en el fondo de un valle y, como sus habitantes eran hombres decididos y trabajadores, en pocos años, la ciudad creció enormemente. Los caminantes la veían de lejos y quedaban deslumbrados por el brillo de sus mármoles y sus bronces. Era una ciudad muy rica donde todos vivían en paz.
Pero un mal día sus habitantes quisieron elegir un rey. Las trompetas de los heraldos los reunieron a todos delante del palacio de la ciudad. No faltaba nadie. Pobres y ricos, jóvenes y viejos se miraban unos a otros y hacían comentarios en voz baja.
Cuando el toque, largo y agudo, de un clarín de plata logró poner silencio general a la muchedumbre, se adelantó un personaje bajito, muy gordo y muy bien vestido. Era el hombre más rico de la ciudad. Levantó la mano cargada de sortijas y dijo: ¡Ciudadanos! Nosotros somos ya inmensamente ricos. No nos hace falta el dinero. Nuestro rey tiene que ser un hombre noble, un conde, un marqués, un príncipe, para que todos lo respeten por su alta estirpe.
-¡Noooooo! ¡Fuera! ¡Que se calle! -interrumpieron los pobres-. ¡Queremos por rey a un hombre rico y generoso que remedie nuestras necesidades. Al mismo tiempo, los soldados levantaron a hombros a un gigantón de fiera estatura y gritaron agitando por los aires sus espadas -¡Este será nuestro hombre! ¡El más valiente!
Allí nadie se entendía. Se oían gritos, amenazas, aplausos, el chocar de las armas de los guerreros. Aquello amenazaba convertirse en una guerra. Sonó de nuevo el clarín. Poco a poco se acalló la muchedumbre, y un anciano, sereno y prudente, aconsejó: "Amigos, no cometáis la locura de batiros por un rey que no existe todavía. Buscad a un niño inocente y que él elija el rey entre nosotros". Trajeron al niño y, en presencia de todo el pueblo, le preguntó el anciano: -"¿Quién quieres que sea el rey de esta ciudad tan grande? - El chiquillo los miró a todos, se mordió la uña del dedo gordo y contestó: "Los reyes son muy feos. Yo no quiero rey. Quiero que sea reina: mi madre".
lunes, 4 de octubre de 2010
EL ASNO Y LAS RANAS.
F.M DE SAMANIEGO (Adaptación)
Iba caminando por un campo un burro con una gran carga de leña. Este burro era bastante viejo, pues se le veían sólo huesos, pellejo y poco más. Sus huesos, ya cansados por los años, no podían apenas transportar la carga.
El paso que llevaba era muy lento y la carga demasiado pesada. Todo se le volvía en su contra. Y, para colmo de males, fue a caer en una laguna llena de fango y no podía salir.
Al verse allí metido, lleno de agua y lodo, perdió la paciencia y comenzó a quejarse de su destino, diciendo malas y necias expresiones que no eran propias de un burro de su edad.
Unas ranas que había en la laguna, al oírle se taparon los oídos. Otras en cambio, le escuchaban atentamente y le dijeron al burro: "Aprende a sufrir y ten resignación. Fïjate en nosotras, estamos en esta laguna fangosa desde que nacimos, pues estas aguas están estancadas. No podemos siquiera conocer otras aguas, y menos aún el mar, ni tampoco sabemos qué pasa por el mundo. Así que mira si tenemos motivos para quejarnos, pero como sobrellevamos nuestro destino con optimismo, Dios cada día nos premia dándonos salud, comida y alegría".
Iba caminando por un campo un burro con una gran carga de leña. Este burro era bastante viejo, pues se le veían sólo huesos, pellejo y poco más. Sus huesos, ya cansados por los años, no podían apenas transportar la carga.
El paso que llevaba era muy lento y la carga demasiado pesada. Todo se le volvía en su contra. Y, para colmo de males, fue a caer en una laguna llena de fango y no podía salir.
Al verse allí metido, lleno de agua y lodo, perdió la paciencia y comenzó a quejarse de su destino, diciendo malas y necias expresiones que no eran propias de un burro de su edad.
Unas ranas que había en la laguna, al oírle se taparon los oídos. Otras en cambio, le escuchaban atentamente y le dijeron al burro: "Aprende a sufrir y ten resignación. Fïjate en nosotras, estamos en esta laguna fangosa desde que nacimos, pues estas aguas están estancadas. No podemos siquiera conocer otras aguas, y menos aún el mar, ni tampoco sabemos qué pasa por el mundo. Así que mira si tenemos motivos para quejarnos, pero como sobrellevamos nuestro destino con optimismo, Dios cada día nos premia dándonos salud, comida y alegría".
LA PALOMA Y LA HORMIGA.
A la orilla de un claro arroyo, bebía una paloma, cuando, al inclinarse sobre el agua, una infeliz hormiga cayó en la corriente.
En vano la hormiga se esforzaba en aquel "océano" por ganar la orilla. Pero la paloma acude caritativa y lanza al agua una brizna de hierba, asida a la cual la pobre hormiga logra llegar a un promontorio.
Al mismo tiempo, pasaba, con los pies desnudos, un campesino con una ballesta a la cintura. Al ver a la paloma, piensa en cocinarla y comérsela. Pero mientras el campesino se preparaba para matar a la paloma, la hormiga muy oportuna le pica en el talón. El hombre volvió la cabeza y la paloma emprendió el vuelo.
En vano la hormiga se esforzaba en aquel "océano" por ganar la orilla. Pero la paloma acude caritativa y lanza al agua una brizna de hierba, asida a la cual la pobre hormiga logra llegar a un promontorio.
Al mismo tiempo, pasaba, con los pies desnudos, un campesino con una ballesta a la cintura. Al ver a la paloma, piensa en cocinarla y comérsela. Pero mientras el campesino se preparaba para matar a la paloma, la hormiga muy oportuna le pica en el talón. El hombre volvió la cabeza y la paloma emprendió el vuelo.
LA ZORRA Y EL BUSTO.
F. M DE SAMANIEGO (Adaptación).
Una zorra curiosa merodeaba por las cercanías de una pequeña ciudad. En un rincón descubrió algo pareceido a un hombre. Era el busto -cabeza y hombros- de una, sin duda, preciosa estatua.
La zorra olisqueaba y olisqueaba, dando vueltas alrededor, sin encontrar nada que pudiera aliviar su hambre. Cansada ya y ofendida, djo con muhca malicia y coraje: "Tu cabeza será todo lo preciosa que quieras, pero tienes seso".
Una zorra curiosa merodeaba por las cercanías de una pequeña ciudad. En un rincón descubrió algo pareceido a un hombre. Era el busto -cabeza y hombros- de una, sin duda, preciosa estatua.
La zorra olisqueaba y olisqueaba, dando vueltas alrededor, sin encontrar nada que pudiera aliviar su hambre. Cansada ya y ofendida, djo con muhca malicia y coraje: "Tu cabeza será todo lo preciosa que quieras, pero tienes seso".
EL NIÑO Y EL MAESTRO.
JEAN DE LA FONTAINE.
Jugando a orillas del Sena, cayó un niño al agua; mas quiso el cielo que se hallara un sauce, cuyas ramas, por voluntad divina, salvaron al imprudente niño. Acertó a pasar un maestro de escuela, y el infante le grita:
-¡Socorro, que me ahogo!
El maestro se vuelve a tales gritos, y, gravemente y a destiempo, empieza a sermonear al niño:
-¡Mira el bribonzuelo, adónde le ha llevado su locura! ¡Pásate las horas cuidando a tales críos! ¡Desgraciados padres, velando siempre por esta turba indócil! ¡Cuánto padecen y cómo lamento su suerte!
Dicho lo cual sacó al niño a la orilla.
Censuro aquí a muchos más de los que se piensa. Parlantes y criticones y pedantes pueden verse en lo dicho arriba: cada uno de ellos forma un numeroso pueblo. El Creador bendijo la prolífica casta, ¡No hay asunto en que no piensen ejercer su lengua! ¡Pero, amigo, sácame antes del apuro y suelta después tu perorata!
Jugando a orillas del Sena, cayó un niño al agua; mas quiso el cielo que se hallara un sauce, cuyas ramas, por voluntad divina, salvaron al imprudente niño. Acertó a pasar un maestro de escuela, y el infante le grita:
-¡Socorro, que me ahogo!
El maestro se vuelve a tales gritos, y, gravemente y a destiempo, empieza a sermonear al niño:
-¡Mira el bribonzuelo, adónde le ha llevado su locura! ¡Pásate las horas cuidando a tales críos! ¡Desgraciados padres, velando siempre por esta turba indócil! ¡Cuánto padecen y cómo lamento su suerte!
Dicho lo cual sacó al niño a la orilla.
Censuro aquí a muchos más de los que se piensa. Parlantes y criticones y pedantes pueden verse en lo dicho arriba: cada uno de ellos forma un numeroso pueblo. El Creador bendijo la prolífica casta, ¡No hay asunto en que no piensen ejercer su lengua! ¡Pero, amigo, sácame antes del apuro y suelta después tu perorata!
martes, 21 de septiembre de 2010
DIÁLOGOS CON ABUL-BEKA.
“Un día de los muchos días que llenan esta existencia mía, cuyo nombre es Cayetano, dije: Voy a materializar mi Esencia para que otras Esencias veladas a su vez en los papeles que les ha marcado la Escuela Planetaria Tierra, puedan recordarse a sí mismas y tomen conciencia de Ser por encima del ego, del deseo y del cuerpo que les ha dado la vida. Fue entonces cuando deseé crear una forma de transmitir y un estilo. La mano del Azar puso ante mi el nombre de Abul-Beka, poeta elegíaco que nació y murió en Medina Runda y que es famoso por su “Elegía a la caída del Islam”. Fue entonces cuando creé la trama adecuada y puse en boca de este personaje todo aquello que mi Esencia debe decir para estos tiempos... Así nacieron “los Diálogos con Abul-Beka”. Aquéllos que sepan trascender los nombres y los lugares quizás estén más cerca de Mí, y como al aire fresco de la sierra me podrán respirar más puro. Aquéllos que aún miran más los signos y las formas que toma el Espíritu, sus nombres y sus ritos, que al Espíritu mismo, siempre estarán enfrentados “consigo mismo”, y por tanto con la mayoría de aquéllos que les rodean; porque aún no saben ver lo que lo Une todo, y sólo ven la Ignorancia que es la que separa al hombre del hombre.”
EL LEÓN CON SU EJÉRCITO.
Un día el león, que es el rey de todos los animales, pensó formar un gran ejército. Una tarde reunió a todos, les informó de su propósito, y comenzó a repartir las distintas actividades que tendría que realizar cada uno.
Al elefante, dado su tamaño y fuerza, lo cargó con las herramientas y útiles necesarios. Encima de él, puso a unos lobos para que, con su fiereza, guardasen las herramientas del acoso de posibles ladrones.
Al oso encargó que diera saltos cuando viera al enemigo. Al mono le dijo: -Tú, con tus gritos y acrobacias, debes entretener al enemigo. A la zorra mandó husmear para avisar de un posible ataque.
Estaba el león en estas tareas, cuando uno de los animales dijo: - La liebre es muy miedosa y el burro muy lento. Así que no servirán más que de estorbo. -¿De estorbo? -dijo el león-. Estás muy equivocado, a la liebre dada su rapidez, la pondremos de caretero. Ella llevará y traerá los mensajes, y el burro, con sus rebuznos, nos servirá de corneta.
Y, de este modo, el león organizó un gran ejército, que guardaba el territorio donde todos vivían.
Al elefante, dado su tamaño y fuerza, lo cargó con las herramientas y útiles necesarios. Encima de él, puso a unos lobos para que, con su fiereza, guardasen las herramientas del acoso de posibles ladrones.
Al oso encargó que diera saltos cuando viera al enemigo. Al mono le dijo: -Tú, con tus gritos y acrobacias, debes entretener al enemigo. A la zorra mandó husmear para avisar de un posible ataque.
Estaba el león en estas tareas, cuando uno de los animales dijo: - La liebre es muy miedosa y el burro muy lento. Así que no servirán más que de estorbo. -¿De estorbo? -dijo el león-. Estás muy equivocado, a la liebre dada su rapidez, la pondremos de caretero. Ella llevará y traerá los mensajes, y el burro, con sus rebuznos, nos servirá de corneta.
Y, de este modo, el león organizó un gran ejército, que guardaba el territorio donde todos vivían.
LAS MOSCAS.
FÉLIX-MARÍA DE SAMANIEGO.
A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron
que, por golosas, murieron,
presas de patas en él.
Otra, dentro de un pastel,
enterró su golosina.
ASÍ, SI BIEN SE EXAMINA,
LOS HUMANOS CORAZONES
PERECEN EN LAS PRISIONES
DEL VICIO QUE LOS DOMINA.
A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron
que, por golosas, murieron,
presas de patas en él.
Otra, dentro de un pastel,
enterró su golosina.
ASÍ, SI BIEN SE EXAMINA,
LOS HUMANOS CORAZONES
PERECEN EN LAS PRISIONES
DEL VICIO QUE LOS DOMINA.
EL PERRO SABIO.
KAHLIL GIBRAN.
Cierto día, un perro sabio pasó junto a una reunión de gatos. Y, viendo el perro que los gatos parecían estar absortos, hablando entre sí y que no advertían su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.
Se levantó entonces un gran gato, grave y circunspecto, que miró a sus compañeros y les dijo: "Hermanos, orad; y, cuando hayáis orado una y otra vez, y vuelto a orar, sin duda alguna, lloverán ratones del cielo".
Al oír esto, el perro rio para sus adentros, y se alejó de los gatos, comentando: ¡Ciegos e insensatos felinos! ¿No está escrito, y no lo he sabido siempre, y mis padres antes que yo, que lo que llueve, cuando elevamos al Cielo plegarias y súplicas, son huesos, y no ratones?
Cierto día, un perro sabio pasó junto a una reunión de gatos. Y, viendo el perro que los gatos parecían estar absortos, hablando entre sí y que no advertían su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.
Se levantó entonces un gran gato, grave y circunspecto, que miró a sus compañeros y les dijo: "Hermanos, orad; y, cuando hayáis orado una y otra vez, y vuelto a orar, sin duda alguna, lloverán ratones del cielo".
Al oír esto, el perro rio para sus adentros, y se alejó de los gatos, comentando: ¡Ciegos e insensatos felinos! ¿No está escrito, y no lo he sabido siempre, y mis padres antes que yo, que lo que llueve, cuando elevamos al Cielo plegarias y súplicas, son huesos, y no ratones?
EL CABALLO DE CALÍGULA.
Calígula, célebre emperador romano, tenía un caballo fiero y hermoso. Tanto lo apreciaba que decidió nombrarlo cónsul.
El caballo, al verse en tan digno puesto, empezó a enorgullecerse de sí y se volvió altanero, hasta tal punto, que incluso empezó a hacerle ascos a la buena paja que le llevaban para comer.
Viendo sus cuidadores que no comía la paja, pensaron: Si la pintamos de color dorado, quizá la coma.
Así lo hicieron. Pintaron la paja del color del oro y se la llevaron. El caballo pensó: Esto ya es otra cosa, este alimento es digno de ser comido por mí, Y, vorazmente, lo engulló.
El caballo, al verse en tan digno puesto, empezó a enorgullecerse de sí y se volvió altanero, hasta tal punto, que incluso empezó a hacerle ascos a la buena paja que le llevaban para comer.
Viendo sus cuidadores que no comía la paja, pensaron: Si la pintamos de color dorado, quizá la coma.
Así lo hicieron. Pintaron la paja del color del oro y se la llevaron. El caballo pensó: Esto ya es otra cosa, este alimento es digno de ser comido por mí, Y, vorazmente, lo engulló.
LA CODORNIZ.
F.M DE SAMANIEGO (adaptación).
Había una vez un trigal, por el cual merodeaba una codorniz, y ésta, al ver los granos de trigo, bajó a comer, con tal mala suerte que fue a caer entre las redes de una trampa que había puesto allí el amo del trigal.
Allí aprisionada, la codorniz se quejaba diciendo: "Pobre de mí, yo que antes era libre, que cantaba y volaba por los aires, que iba de acá para allá, ahora me encuentro aquí cautiva. He perdido mi nido, donde están mis hijitos, ¿quién los alimentará ahora? Lo he perdido todo. Y ahora me pregunto: ¿por qué tengo tanta desdicha? ¿por qué habré sido tan imprudente? Por un simple grano de trigo, estoy ahora aquí presa ¡qué caro me ha salido!
Había una vez un trigal, por el cual merodeaba una codorniz, y ésta, al ver los granos de trigo, bajó a comer, con tal mala suerte que fue a caer entre las redes de una trampa que había puesto allí el amo del trigal.
Allí aprisionada, la codorniz se quejaba diciendo: "Pobre de mí, yo que antes era libre, que cantaba y volaba por los aires, que iba de acá para allá, ahora me encuentro aquí cautiva. He perdido mi nido, donde están mis hijitos, ¿quién los alimentará ahora? Lo he perdido todo. Y ahora me pregunto: ¿por qué tengo tanta desdicha? ¿por qué habré sido tan imprudente? Por un simple grano de trigo, estoy ahora aquí presa ¡qué caro me ha salido!
LA SERPIENTE Y LA ABEJA.
Iba una abeja volando por un campo lleno de flores y arbustos, se paró en uno de ellos y extrajo miel. Pasaba por allí una serpiente y se acercó al mismo arbusto, mordió el tronco y sacó veneno.
Esto me hizo pensar que, de un libro lleno de ciencia leído por dos personas, una mala y la otra buena, pueden sacar la buena la miel, es decir, lo bueno del libro, y la mala, veneno.
De lo que se deduce que todo depende de las buenas o malas intenciones con que se miran y hacen las cosas. O dicho de otro modo. El malo lo malo ve, y el bueno ve lo bueno.
Esto me hizo pensar que, de un libro lleno de ciencia leído por dos personas, una mala y la otra buena, pueden sacar la buena la miel, es decir, lo bueno del libro, y la mala, veneno.
De lo que se deduce que todo depende de las buenas o malas intenciones con que se miran y hacen las cosas. O dicho de otro modo. El malo lo malo ve, y el bueno ve lo bueno.
EL ÁGUILA Y EL CARACOL.
Un águila real iba volando orgullosamente, cuando fue a posarse en una roca donde tenía su nido. Vio allí un pequeño caracol y muy sorprendida djo:
- Pero, ¿cómo tú, que andas tan despacio, has podido subir hasta aquí a verme?
Y, humildemente, le contesta el caracol:
- Pues he subido arrastrándome. He tardado mucho, pero, como tengo paciencia, no me ha importado esta tardanza y por fin he llegado hasta aquí.
- Pero, ¿cómo tú, que andas tan despacio, has podido subir hasta aquí a verme?
Y, humildemente, le contesta el caracol:
- Pues he subido arrastrándome. He tardado mucho, pero, como tengo paciencia, no me ha importado esta tardanza y por fin he llegado hasta aquí.
EL ENFERMO Y EL MÉDICO.
F.M DE SAMANIEGO. (Adaptación)
Un pobre enfermo se estaba muriendo. Viéndole así, su familia avisó al médico. Este tardó horas en llegar, presentándose al final de la tarde.
Reconoció al enfermo, lo auscultó y le dijo: - Usted está bastante mal, según veo, y se morirá, pero gracias a mi ciencia y a mi experiencia, puedo decirle que si usted se hubiese tomado tal medicamento, no estaría ahora en este estado.
El pobre enfermo, afligido y desesperanzado, se volvió de espaldas al médico y le contestó: - Me parece muy bien su apreciación, pero su consejo me ha llegado demasiado tarde. ¿De qué me sirve ya su buen medicamento? Y, al día siguiente falleció.
Un pobre enfermo se estaba muriendo. Viéndole así, su familia avisó al médico. Este tardó horas en llegar, presentándose al final de la tarde.
Reconoció al enfermo, lo auscultó y le dijo: - Usted está bastante mal, según veo, y se morirá, pero gracias a mi ciencia y a mi experiencia, puedo decirle que si usted se hubiese tomado tal medicamento, no estaría ahora en este estado.
El pobre enfermo, afligido y desesperanzado, se volvió de espaldas al médico y le contestó: - Me parece muy bien su apreciación, pero su consejo me ha llegado demasiado tarde. ¿De qué me sirve ya su buen medicamento? Y, al día siguiente falleció.
EL PASTOR Y SUS CARNEROS.
ESOPO.
Un pastor, que conducía sus carneros a un robledo, vio un enorme roble cargado de bellotas; extendió su capa debajo, luego subió al árbol y sacudió sus frutos. Los carneros, al comerse las bellotas, se comieron también por descuido la capa. Una vez abajo, el pastor, después de ver la catástrofe exclamó:
- Vil canalla, dais a los demás la lana para que se vistan, y a mí que os alimento, me habéis quitado incluso mi capa.
Un pastor, que conducía sus carneros a un robledo, vio un enorme roble cargado de bellotas; extendió su capa debajo, luego subió al árbol y sacudió sus frutos. Los carneros, al comerse las bellotas, se comieron también por descuido la capa. Una vez abajo, el pastor, después de ver la catástrofe exclamó:
- Vil canalla, dais a los demás la lana para que se vistan, y a mí que os alimento, me habéis quitado incluso mi capa.
EL LABRADOR Y LA PROVIDENCIA.
F.M DE SAMANIEGO. (adaptación).
Un labrador, que estaba trabajando en sus campos, obligado por el calor y la fatiga, se paró a descansar y se sentó debajo de una encina.
Allí, descansando, contemplaba agradecido sus campos, y los frutos hermosos que éstos le daban: melones, calabazas, pepinos. Pero en sus adentros pensaba y se decía que por qué la Providencia había puesto la bellota, que es el fruto de la encina, en un sitio tan alto y bonito. ¿No sería mejor -pensaba- que los melones y calabazas colgasen de los árboles? Así no se tendría que agachar a recogerlos.
Mientras estaba entretenido en estos pensamientos, cayó una bellota y le dio en la nariz. Y entonces se dijo: "Caramba, si en vez de ser una bellota es un melón o una calabaza, me quedo sin cabeza. Como es una bellota, me duele un poco la nariz, pero sigo vivo".
Un labrador, que estaba trabajando en sus campos, obligado por el calor y la fatiga, se paró a descansar y se sentó debajo de una encina.
Allí, descansando, contemplaba agradecido sus campos, y los frutos hermosos que éstos le daban: melones, calabazas, pepinos. Pero en sus adentros pensaba y se decía que por qué la Providencia había puesto la bellota, que es el fruto de la encina, en un sitio tan alto y bonito. ¿No sería mejor -pensaba- que los melones y calabazas colgasen de los árboles? Así no se tendría que agachar a recogerlos.
Mientras estaba entretenido en estos pensamientos, cayó una bellota y le dio en la nariz. Y entonces se dijo: "Caramba, si en vez de ser una bellota es un melón o una calabaza, me quedo sin cabeza. Como es una bellota, me duele un poco la nariz, pero sigo vivo".
RECETAS CONTRA INOPORTUNOS.
El buen hombre estaba harto. Se había cambiado de casa, con todeo el trabajo que eso supone, y todos los del lugar, ricos y pobres, venían a visitarle. Harto, muy harto ya, no sabía qué hacer. Cerrarles a todos la casa no le parecía buena solución. Lo comentó con un amigo y le pidió consejo. Su amigo, hombre avispado, con mucha experiencia de la vida, le dio la solución:
- Si de verdad quieres librarte de ellos y que no vuelvan más, lo tienes muy fácil: a los ricos que vayan les pides dinero y a los pobres no les des nada.
- Si de verdad quieres librarte de ellos y que no vuelvan más, lo tienes muy fácil: a los ricos que vayan les pides dinero y a los pobres no les des nada.
LOS DOS AMIGOS Y EL OSO.
F.M DE SAMANIEGO 8adaptación).
Iban dos amigos por el bosque, cuando de repente les sale un oso al paso. Uno de los amigos, muy asustado, se subió a un árbol. El otro, abandonado a su suerte, se quedó en el suelo haciéndose el muerto.
El oso, al verlo, se acerca poco a poco. Pero este animal, que no se alimenta de cadáveres según dicen, comienza a olerlo, a tocarlo, lo registra, lo examina. Mas como nuestro amigo no se movía, y casi ni respiraba, es abandonado por el oso que se fue diciendo. "Este está tan muerto como mi bisabuelo".
Entonces el amigo, que estaba en el árbol, haciendo alarde de su amistad, baja corriendo y lo abraza. Comenta la fortuna que ha tenido el amigo al haber salido ileso de tan peligroso trance, y le dice: "Sabes, me parece que el oso te dijo algo al oído, mientras te olisqueaba. Dime ¿qué es lo que te ha dicho? Y nuestro amigo contesta: "Sólo una cosa: APARTA TU AMISTAD DE LA PERSONA QUE, SI TE VE EN EL RIESGO, TE ABANDONA".
Iban dos amigos por el bosque, cuando de repente les sale un oso al paso. Uno de los amigos, muy asustado, se subió a un árbol. El otro, abandonado a su suerte, se quedó en el suelo haciéndose el muerto.
El oso, al verlo, se acerca poco a poco. Pero este animal, que no se alimenta de cadáveres según dicen, comienza a olerlo, a tocarlo, lo registra, lo examina. Mas como nuestro amigo no se movía, y casi ni respiraba, es abandonado por el oso que se fue diciendo. "Este está tan muerto como mi bisabuelo".
Entonces el amigo, que estaba en el árbol, haciendo alarde de su amistad, baja corriendo y lo abraza. Comenta la fortuna que ha tenido el amigo al haber salido ileso de tan peligroso trance, y le dice: "Sabes, me parece que el oso te dijo algo al oído, mientras te olisqueaba. Dime ¿qué es lo que te ha dicho? Y nuestro amigo contesta: "Sólo una cosa: APARTA TU AMISTAD DE LA PERSONA QUE, SI TE VE EN EL RIESGO, TE ABANDONA".
EL ASNO Y EL PERRO.
F.M DE SAMANIEGO (adaptación).
Había una vez un perro y un borrico que servían a un mismo dueño. Iban caminando y pasaron por un prado. El dueño cansado se echó a dormir. El borrico se disponía a hacer lo mismo, pero el perro que estaba hambriento le dijo: "Agáchate, borrico, y cogeré de la bolsa algo para comer". El asno se apartó, más el perro no cesaba en su intento y le seguía dando saltos y levantando las patas para alcanzar la bolsa y conseguir comida.
"No seas tonto, -le decía el asno- espera que se despierte nuestro amo. Entonces tendremos más hambre y comeremos más a gusto. Si comemos ahora lo haremos intranquilos, ya que estamos pendientes de si se despierta el amo".
Mientras estaban en esta conversación, sale un lobo del bosque y el asno asustado le pide ayuda al perro para que ladrara y, de esta manera, ahuyentara al lobo. El perro, en vez de ladrar, como lo haría un buen compañero, le dijo con sorna: "No seas tonto, espera a que se despierte nuestro amo. Como antes me aconsejaste que tuviera paciencia, ahora la voy a tener yo viendo cómo el lobo te da muerte".
Había una vez un perro y un borrico que servían a un mismo dueño. Iban caminando y pasaron por un prado. El dueño cansado se echó a dormir. El borrico se disponía a hacer lo mismo, pero el perro que estaba hambriento le dijo: "Agáchate, borrico, y cogeré de la bolsa algo para comer". El asno se apartó, más el perro no cesaba en su intento y le seguía dando saltos y levantando las patas para alcanzar la bolsa y conseguir comida.
"No seas tonto, -le decía el asno- espera que se despierte nuestro amo. Entonces tendremos más hambre y comeremos más a gusto. Si comemos ahora lo haremos intranquilos, ya que estamos pendientes de si se despierta el amo".
Mientras estaban en esta conversación, sale un lobo del bosque y el asno asustado le pide ayuda al perro para que ladrara y, de esta manera, ahuyentara al lobo. El perro, en vez de ladrar, como lo haría un buen compañero, le dijo con sorna: "No seas tonto, espera a que se despierte nuestro amo. Como antes me aconsejaste que tuviera paciencia, ahora la voy a tener yo viendo cómo el lobo te da muerte".
LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO.
ESOPO. (adaptación)
La avaricia rompe el saco. No necesito otro ejemplo que el de aquel hombre, que según cuenta la fábula, tenía una gallina que todos los días le ponía un huevo de oro.
El buen hombre pensó que la gallina tenía el tesoro dentro de su cuerpo y decidió matarla. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando al abrirla vio que por dentro era igual que las gallinas que ponían huevos normales! Él mismo había matado a quien le proporcionaba riqueza.
¡Hermosa lección para los avaros!
¿A cuántas personas hemos visto, en estos últimos tiempos, que, de la noche a la mañana, se han visto pobres por querer tener demasiadas cosas?
La avaricia rompe el saco. No necesito otro ejemplo que el de aquel hombre, que según cuenta la fábula, tenía una gallina que todos los días le ponía un huevo de oro.
El buen hombre pensó que la gallina tenía el tesoro dentro de su cuerpo y decidió matarla. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando al abrirla vio que por dentro era igual que las gallinas que ponían huevos normales! Él mismo había matado a quien le proporcionaba riqueza.
¡Hermosa lección para los avaros!
¿A cuántas personas hemos visto, en estos últimos tiempos, que, de la noche a la mañana, se han visto pobres por querer tener demasiadas cosas?
EL GORRIÓN Y LA LIEBRE.
F.M de SAMANIEGO (adaptación).
Un malvado gorrión le decía a una liebre que había sido apresada por un águila: "¿No eres tú tan rápida que, cuando un perro logra cogerte, lo acarician y halagan por haber corrido tanto? Pues anda, corre ahora, ¿qué es lo que te detiene?".
De esta manera le hablaba el gorrión a la liebre, cuando llegó volando un gavilán y lo apresó. El gorrión comenzó a chillar y pedir auxilio, y dijo la liebre: "Lo tienes bien mercido. Antes, cuando me viste presa en las garras del águila, me insultabas y te burlabas de mí, ¿cómo te metes en los asuntos de los demás, si no sabes mirar primero por ti?".
Un malvado gorrión le decía a una liebre que había sido apresada por un águila: "¿No eres tú tan rápida que, cuando un perro logra cogerte, lo acarician y halagan por haber corrido tanto? Pues anda, corre ahora, ¿qué es lo que te detiene?".
De esta manera le hablaba el gorrión a la liebre, cuando llegó volando un gavilán y lo apresó. El gorrión comenzó a chillar y pedir auxilio, y dijo la liebre: "Lo tienes bien mercido. Antes, cuando me viste presa en las garras del águila, me insultabas y te burlabas de mí, ¿cómo te metes en los asuntos de los demás, si no sabes mirar primero por ti?".
EL VIAJERO Y LA FORTUNA.
Un viajero estaba ya cansado, agotado del larguísimo camino. Casi sin pensarlo, se echó a dormir sobre el brocal de un pozo. ¡Qué maravilla de lugar con esa sombrecita y ese frescor del agua tan cercana! Al instante se quedó profundamente dormido. Con un sueño tan agitado, corría serio peligro de caerse al pozo. Pero la fortuna, que vela por los hombres, se acercó al viajero, le despertó sin contemplaciones y le dijo:
- ¡Eh!, amigo, despiértate, levántate y ándate con más cuidado, que, si llegas a caerte dentro, me echas la culpa a mí y no piensas que la culpa era sólo de tu imprudencia.
- ¡Eh!, amigo, despiértate, levántate y ándate con más cuidado, que, si llegas a caerte dentro, me echas la culpa a mí y no piensas que la culpa era sólo de tu imprudencia.
EL LOBO Y LA RATA.
FRANCISCO EIXIMENIS.
El lobo se metió a sermonear a la rata, diciéndole que era mal animal porque, sin ninguna vergüenza, no hacía otra cosa sino roer sacos, cajas, pan, queso, pescado y todo cuanto encontraba.
Respondió la rata:
- Señor, ¿y cómo vos me sermoneáis a mí cuando sois el mayor devorador de la tierra? Ya que si yo me como un queso, vos hacéis cien veces peor, ya que degolláis un cordero o más, y si yo me pongo a roer un saco, vos bebéis la sangre de cincuenta ovejas. ¡Bien haríais callando! Porque, mientras seáis todo gula y estéis manchado de la sangre de aquellos que habéis muerto, no debéis ni a mi ni a otro corregir de glotonería.
Y se cuenta que el lobo inclinó la cabeza y se fue avergonzado, diciendo para sí: "Si hubiese callado, no hubiera tenido que oír mis malas fechorías".
Pues nadie debe reprender a otro de aquello de lo que él es igualmente culpable.
El lobo se metió a sermonear a la rata, diciéndole que era mal animal porque, sin ninguna vergüenza, no hacía otra cosa sino roer sacos, cajas, pan, queso, pescado y todo cuanto encontraba.
Respondió la rata:
- Señor, ¿y cómo vos me sermoneáis a mí cuando sois el mayor devorador de la tierra? Ya que si yo me como un queso, vos hacéis cien veces peor, ya que degolláis un cordero o más, y si yo me pongo a roer un saco, vos bebéis la sangre de cincuenta ovejas. ¡Bien haríais callando! Porque, mientras seáis todo gula y estéis manchado de la sangre de aquellos que habéis muerto, no debéis ni a mi ni a otro corregir de glotonería.
Y se cuenta que el lobo inclinó la cabeza y se fue avergonzado, diciendo para sí: "Si hubiese callado, no hubiera tenido que oír mis malas fechorías".
Pues nadie debe reprender a otro de aquello de lo que él es igualmente culpable.
martes, 24 de agosto de 2010
PARÁBOLA DE LA MONTAÑA.
"En marcha". Ed. Marova.
Alberto, 16 años, está completamente fuera de sí de contento por el descubrimiento que acaba de hacer: Ana, 16 años. La ama hasta la obsesión.
- Jamás podréis comprender hasta qué punto la amo. Estamos de verdad hechos el uno para el otro.
Y así le respondió el sabio:
- Había una vez un hombre que no había salido nunca de su pueblo. Un domingo fue a pasearse por las montañas que rodeaban el pueblecito. "¡Oh! -dijo-, que fenómeno es esto. Voy a construir aquí mi chalet".
"Espera un poco - le dijo su amigo - ¿has visto la sierra de Navacerrada?". Tres meses después conoció la sierra. "Esto es mucho mejor. Además, estos pinos me recuerdan un poco al paisaje de mi pueblo. Sí, aquí voy a construir mi chalet".
"¿Conoces las montañas y los pueblecitos de Gredos?", le preguntó su amigo. En vacaciones marchó a Gredos, y vio los pueblecitos perdidos entre la montaña, tranquilos, sin ruidos... frescos, y dijo: "Esto es mucho más ventajoso. Es el terreno ideal".
"¿Conoces los Pirineos?" le preguntó de nuevo su amigo. Y allá se fue por Navidad. Los jóvenes hacían esquí, el cielo estaba despejado, el paisaje era, ciertamente muy distinto, pero dijo: "Aunque esto está un poco más lejos que Gredos, creo que es esto con lo que soñaba. Ya está decidido. Es aquí donde, al fin, voy a construir mi chalet".
Alberto, 16 años, está completamente fuera de sí de contento por el descubrimiento que acaba de hacer: Ana, 16 años. La ama hasta la obsesión.
- Jamás podréis comprender hasta qué punto la amo. Estamos de verdad hechos el uno para el otro.
Y así le respondió el sabio:
- Había una vez un hombre que no había salido nunca de su pueblo. Un domingo fue a pasearse por las montañas que rodeaban el pueblecito. "¡Oh! -dijo-, que fenómeno es esto. Voy a construir aquí mi chalet".
"Espera un poco - le dijo su amigo - ¿has visto la sierra de Navacerrada?". Tres meses después conoció la sierra. "Esto es mucho mejor. Además, estos pinos me recuerdan un poco al paisaje de mi pueblo. Sí, aquí voy a construir mi chalet".
"¿Conoces las montañas y los pueblecitos de Gredos?", le preguntó su amigo. En vacaciones marchó a Gredos, y vio los pueblecitos perdidos entre la montaña, tranquilos, sin ruidos... frescos, y dijo: "Esto es mucho más ventajoso. Es el terreno ideal".
"¿Conoces los Pirineos?" le preguntó de nuevo su amigo. Y allá se fue por Navidad. Los jóvenes hacían esquí, el cielo estaba despejado, el paisaje era, ciertamente muy distinto, pero dijo: "Aunque esto está un poco más lejos que Gredos, creo que es esto con lo que soñaba. Ya está decidido. Es aquí donde, al fin, voy a construir mi chalet".
domingo, 15 de agosto de 2010
EL CIERVO Y LA FUENTE.
F.M DE SAMANIEGO (Adaptación).
Un ciervo se miraba en una fuente de agua fresca y cristalina. Veía en el agua su figura y admiraba sus hermosos cuernos, diciendo: "¿Oh, qué cuernos tan complejos y hermosos tengo". Más también se reflejaban sus patas en el agua, y esto ya no le hacía tanta gracia, pues las veía demasiado lasrgas; y de esta manera se quejaba: "¡Oh, dioses! ¿Por qué a una cabeza tan hermosa como la mía, le habéis puesto unas patas tan largas? ¡Qué desproporción! ¿Oh, qué pesar tengo!, siempre iré por el mundo con este cuerpo. ¡Qué desdichado soy!"
Estaba en estas quejas, cuando vio venir a un perro fiero. Al verlo, salió corriendo por el bosque, pero sus cuernos se enganchaban con las ramas y retardaban su huida. A punto estuvo el perro de alcanzarlo. Pero, gracias a sus patas, largas y ligeras, logró escapar del perro.
Y se dijo: "Si estoy vivo, es gracias a mis patas. ¡Llévese el diablo mis hermosos cuernos! ¡Y que el cielo haga eternos mis feos pies!"
Un ciervo se miraba en una fuente de agua fresca y cristalina. Veía en el agua su figura y admiraba sus hermosos cuernos, diciendo: "¿Oh, qué cuernos tan complejos y hermosos tengo". Más también se reflejaban sus patas en el agua, y esto ya no le hacía tanta gracia, pues las veía demasiado lasrgas; y de esta manera se quejaba: "¡Oh, dioses! ¿Por qué a una cabeza tan hermosa como la mía, le habéis puesto unas patas tan largas? ¡Qué desproporción! ¿Oh, qué pesar tengo!, siempre iré por el mundo con este cuerpo. ¡Qué desdichado soy!"
Estaba en estas quejas, cuando vio venir a un perro fiero. Al verlo, salió corriendo por el bosque, pero sus cuernos se enganchaban con las ramas y retardaban su huida. A punto estuvo el perro de alcanzarlo. Pero, gracias a sus patas, largas y ligeras, logró escapar del perro.
Y se dijo: "Si estoy vivo, es gracias a mis patas. ¡Llévese el diablo mis hermosos cuernos! ¡Y que el cielo haga eternos mis feos pies!"
EL CIEGO Y EL PARALÍTICO.
CLARIS DE FLORIÁN.
Ayudémonos mutuamente;
el peso de las desgracias será así más ligero;
el bien hecho a un hermano
es un alivio para nuestros propios males.
Confucio lo ha dicho; sigamos su doctrina
para persuadir a los pueblos de China
les contaba la siguiente anécdota:
"En una ciudad de Asia había dos desgraciados,
tullido el uno, el otro ciego, y pobres los dos.
Rogaban al cielo que pusiera fin a sus vidas;
mas sus gritos eran superfluos,
no podían morir. Nuestro paralítico,
tendido sobre un jergón en plena vía pública,
sufría sin ser compadecido; doble era el sufrimiento.
El ciego, a quien todo le molestaba,
se hallaba sin guía, sin sostén,
sin tener siquiera un can para amarle y conducirle.
Cierto día ocurrió que el ciego,
a tientas, llegó a una esquina
y se halló junto al inválido;
oyó sus gritos, quedó profundamente conmovido.
No hay más que los desgraciados
que se compadezcan mutuamente.
"Yo tengo mis males -le dijo-, y vos tenéis los vuestros:
unámoslos, hermano; serán menos terribles."
"¡Ay! -dijo el tullido-, ignoráis hermano,
que yo no puedo dar ni un paso;
y que vos mismo no veis nada.
¿De qué nos servirá unir nuestras desgracias?".
"Escuchad -repuso el ciego-, entre ambos
poseemos todo lo necesario;
yo tengo piernas y vos un par de ojos:
yo os llevaré a cuestas y vos seréis mi guía
vuestros ojos dirigirán mis pasos inseguros,
y mis piernas, a su vez, irán donde queráis.
Así, sin que jamás nuestra amistad decida
quién de los dos tiene mayor utilidad,
yo andaré por vos y vos veréis por mi".
Ayudémonos mutuamente;
el peso de las desgracias será así más ligero;
el bien hecho a un hermano
es un alivio para nuestros propios males.
Confucio lo ha dicho; sigamos su doctrina
para persuadir a los pueblos de China
les contaba la siguiente anécdota:
"En una ciudad de Asia había dos desgraciados,
tullido el uno, el otro ciego, y pobres los dos.
Rogaban al cielo que pusiera fin a sus vidas;
mas sus gritos eran superfluos,
no podían morir. Nuestro paralítico,
tendido sobre un jergón en plena vía pública,
sufría sin ser compadecido; doble era el sufrimiento.
El ciego, a quien todo le molestaba,
se hallaba sin guía, sin sostén,
sin tener siquiera un can para amarle y conducirle.
Cierto día ocurrió que el ciego,
a tientas, llegó a una esquina
y se halló junto al inválido;
oyó sus gritos, quedó profundamente conmovido.
No hay más que los desgraciados
que se compadezcan mutuamente.
"Yo tengo mis males -le dijo-, y vos tenéis los vuestros:
unámoslos, hermano; serán menos terribles."
"¡Ay! -dijo el tullido-, ignoráis hermano,
que yo no puedo dar ni un paso;
y que vos mismo no veis nada.
¿De qué nos servirá unir nuestras desgracias?".
"Escuchad -repuso el ciego-, entre ambos
poseemos todo lo necesario;
yo tengo piernas y vos un par de ojos:
yo os llevaré a cuestas y vos seréis mi guía
vuestros ojos dirigirán mis pasos inseguros,
y mis piernas, a su vez, irán donde queráis.
Así, sin que jamás nuestra amistad decida
quién de los dos tiene mayor utilidad,
yo andaré por vos y vos veréis por mi".
EL LABRIEGO Y SUS HIJOS.
JEAN DE LA FONTAINE.
Un rico labrador que veía próxima su muerte, llamó a sus hijos aparte para hablarles sin testigos.
¡Guardaos muy bien -les dice- de vender vuestra heredad, legada por nuestros abuelos! Un tesoro se oculta en su entraña, aunque ignoro su sitio. Más, con un poco de esfuerzo, conseguiréis encontrarlo. Pasada la cosecha, removed vuestro campo, cavadlo de arriba abajo, sin dejar un palmo que no muevan vuestras palas.
Murió el padre, y los hijos cavaron el campo de abajo arriba, y con tal ahínco que, al año siguiente, la cosecha fue más grande. Dinero no encontraron porque no lo había. Pero su padre fue un sabio, enseñandoles antes de morir que el trabajo es un tesoro.
Un rico labrador que veía próxima su muerte, llamó a sus hijos aparte para hablarles sin testigos.
¡Guardaos muy bien -les dice- de vender vuestra heredad, legada por nuestros abuelos! Un tesoro se oculta en su entraña, aunque ignoro su sitio. Más, con un poco de esfuerzo, conseguiréis encontrarlo. Pasada la cosecha, removed vuestro campo, cavadlo de arriba abajo, sin dejar un palmo que no muevan vuestras palas.
Murió el padre, y los hijos cavaron el campo de abajo arriba, y con tal ahínco que, al año siguiente, la cosecha fue más grande. Dinero no encontraron porque no lo había. Pero su padre fue un sabio, enseñandoles antes de morir que el trabajo es un tesoro.
EL VIEJO Y LA MUERTE.
FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO.
Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña,
maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó y, viéndose de suerte
que apenas levantarse ya podía,
llamaba con colérica porfía
una, dos, tres veces a la muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto,
la Parca se le ofrece en aquel punto;
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de temor que de respeto,
trémulo le decía, balbuciente:
- Yo... señora... os llamé desesperado.
- Pero acaba: ¿qué quieres desdichado?
- Que me cargues la leña solamente.
Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña,
maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó y, viéndose de suerte
que apenas levantarse ya podía,
llamaba con colérica porfía
una, dos, tres veces a la muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto,
la Parca se le ofrece en aquel punto;
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de temor que de respeto,
trémulo le decía, balbuciente:
- Yo... señora... os llamé desesperado.
- Pero acaba: ¿qué quieres desdichado?
- Que me cargues la leña solamente.
HERACLES Y ATENEA.
ESOPO.
Heracles iba caminando a lo largo de un estrecho sendero, cuando observó en el suelo un objeto que se parecía a una manzana. Quiso aplastarlo, pero el objeto duplicó su volumen.
En vista de ello, Heracles lo pisó más violentamente aún y lo golpeó con su bastón. Entonces, el objeto, hinchándose más, obstruyó el camino.
El héroe arrojó su bastón y se quedó allí, muy extrañado. En esos instantes compareció la diosa Atenea (que era muy sabia) y le dijo:
-Detente, hermano. Este objeto que te asombra es el espíritu de querella y de disputa: si se le deja tranquilo, se queda tal cual era al principio; si se le combate, se hincha cada vez más.
Heracles iba caminando a lo largo de un estrecho sendero, cuando observó en el suelo un objeto que se parecía a una manzana. Quiso aplastarlo, pero el objeto duplicó su volumen.
En vista de ello, Heracles lo pisó más violentamente aún y lo golpeó con su bastón. Entonces, el objeto, hinchándose más, obstruyó el camino.
El héroe arrojó su bastón y se quedó allí, muy extrañado. En esos instantes compareció la diosa Atenea (que era muy sabia) y le dijo:
-Detente, hermano. Este objeto que te asombra es el espíritu de querella y de disputa: si se le deja tranquilo, se queda tal cual era al principio; si se le combate, se hincha cada vez más.
miércoles, 11 de agosto de 2010
IGNACIO DE LOYOLA.
ANTHONY DE MELLO.
El místico del Siglo XVI, Ignacio de Loyola, decía de sí mismo que, en el momento de su conversión, no tuvo a nadie que le guiara, sino que el Señor en persona le instruyó como un maestro instruye a un niño. Y al final llegó a decir que, aunque fueran destruidas todas las Escrituras, él seguiría creyendo lo que las Escrituras revelan, porque el Señor se lo había revelado a él personalmente.
Cristiano:
Yo no he tenido la misma suerte que Ignacio, Señor. Por desgracia, ha habido demasiadas personas a las que he podido acudir en busca de orientación. Y ellas me han acosado con sus constantes enseñanzas, hasta que, debido al estrépito, apenas he podido escucharte a Ti, por más que me esforzara. Nunca he tenido la fortuna de tener un conocimiento de Ti de primera mano, porque ellos solían decirme: "Nosotros somos los únicos maestros que has de tener; quien nos escucha a nosotros a Él le escucha".
Pero no tengo razón para echarles la culpa o para lamentar que hayan estado presentes en los primeros años de mi vida. Es a mí a quien debo culpar. Porque no he tenido la suficiente firmeza para silenciar sus voces; ni el valor para buscar por mí mismo; ni la determinación para esperar a que Tú hablaras; ni la fe en que algún día, en algún lugar, habrías de romper tu silencio y me hablarías.
El místico del Siglo XVI, Ignacio de Loyola, decía de sí mismo que, en el momento de su conversión, no tuvo a nadie que le guiara, sino que el Señor en persona le instruyó como un maestro instruye a un niño. Y al final llegó a decir que, aunque fueran destruidas todas las Escrituras, él seguiría creyendo lo que las Escrituras revelan, porque el Señor se lo había revelado a él personalmente.
Cristiano:
Yo no he tenido la misma suerte que Ignacio, Señor. Por desgracia, ha habido demasiadas personas a las que he podido acudir en busca de orientación. Y ellas me han acosado con sus constantes enseñanzas, hasta que, debido al estrépito, apenas he podido escucharte a Ti, por más que me esforzara. Nunca he tenido la fortuna de tener un conocimiento de Ti de primera mano, porque ellos solían decirme: "Nosotros somos los únicos maestros que has de tener; quien nos escucha a nosotros a Él le escucha".
Pero no tengo razón para echarles la culpa o para lamentar que hayan estado presentes en los primeros años de mi vida. Es a mí a quien debo culpar. Porque no he tenido la suficiente firmeza para silenciar sus voces; ni el valor para buscar por mí mismo; ni la determinación para esperar a que Tú hablaras; ni la fe en que algún día, en algún lugar, habrías de romper tu silencio y me hablarías.
LA MUJER SAMARITANA.
ANTHONY DE MELLO.
La mujer dejó en el suelo su cántaro de agua y marchó a la ciudad. Y dijo a la gente: "Venid y veréis al hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será el Mesías?".
*****************************************************************************
Cristiano:
¡Qué lección, la de la samaritana...!
No dio respuestas. Se limitó a hacer una pregunta y a dejar que los demás econtraran la respuesta por sí solos. Y eso que tuvo que sentir la tentación de dar la respuesta, después de haber oído de tus propios labios: "Yo soy el Mesías, el que te está hablando".
Y fueron muchos los que se hicieron discípulos tras escuchar sus palabras. Y le dijeron a la mujer: "No creemos por lo que tú has dicho, sino porque nosotros mismos le hemos oído a Él, y sabemos que Él es realmente el Salvador del mundo".
Me he contentado con saber acerca de Ti de segunda mano, Señor. De las Escrituras y de los santos; de Papas y predicadores...
Me habría gustado poderles decir a todos ellos: "No creo por lo que vosotros habéis dicho, sino porque yo mismo le he escuchado a Él".
La mujer dejó en el suelo su cántaro de agua y marchó a la ciudad. Y dijo a la gente: "Venid y veréis al hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será el Mesías?".
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Cristiano:
¡Qué lección, la de la samaritana...!
No dio respuestas. Se limitó a hacer una pregunta y a dejar que los demás econtraran la respuesta por sí solos. Y eso que tuvo que sentir la tentación de dar la respuesta, después de haber oído de tus propios labios: "Yo soy el Mesías, el que te está hablando".
Y fueron muchos los que se hicieron discípulos tras escuchar sus palabras. Y le dijeron a la mujer: "No creemos por lo que tú has dicho, sino porque nosotros mismos le hemos oído a Él, y sabemos que Él es realmente el Salvador del mundo".
Me he contentado con saber acerca de Ti de segunda mano, Señor. De las Escrituras y de los santos; de Papas y predicadores...
Me habría gustado poderles decir a todos ellos: "No creo por lo que vosotros habéis dicho, sino porque yo mismo le he escuchado a Él".
SIMÓN PEDRO.
ANTHONY DE MELLO.
Un diálogo tomado del Evangelio:
"Y vosotros", preguntó Jesús, "¿quién decís que soy yo?"
Tomando la palabra Simón Pedro, respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "¡Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos!".
***********************************************************************
Un diálogo de nuestros días:
Jesús: "Y tú ¿quién dices que soy Yo?".
Cristiano: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo".
Jesús: "Muy bien respondido. Pero ¿qué pena que lo hayas aprendido de la carne y
de la sangre y no te lo haya revelado mi Padre que está en los cielos...!".
Cristiano: "Tienes razón, Señor. He sido engañado. Alguien me dio la respuesta antes de que tu Padre de los cielos tuviera tiempo de hablar. Y me maravilla la sabiduría que demostraste al no decir nada a Simón y al dejar que tu Padre hablara primero".
Un diálogo tomado del Evangelio:
"Y vosotros", preguntó Jesús, "¿quién decís que soy yo?"
Tomando la palabra Simón Pedro, respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "¡Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos!".
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Un diálogo de nuestros días:
Jesús: "Y tú ¿quién dices que soy Yo?".
Cristiano: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo".
Jesús: "Muy bien respondido. Pero ¿qué pena que lo hayas aprendido de la carne y
de la sangre y no te lo haya revelado mi Padre que está en los cielos...!".
Cristiano: "Tienes razón, Señor. He sido engañado. Alguien me dio la respuesta antes de que tu Padre de los cielos tuviera tiempo de hablar. Y me maravilla la sabiduría que demostraste al no decir nada a Simón y al dejar que tu Padre hablara primero".
lunes, 9 de agosto de 2010
"GRACIAS" Y "SÍ".
ANTHONY DE MELLO.
¿Qué significa amar a Dios? A Dios no se le ama del mismo mod que se ama a las personas a las que uno puede ver, oír y tocar. Porque Dios no es una persona en el sentido en que nosotros usamos esta palabra. Dios es el Desconocido. El totalmente Otro. Dios está por encima de expresiones tales como él o ella, persona o cosa.
Cuando decimos que la audiencia llena la sala y que la voz del cantante llena también la sala, estamos empleando la misma palabra para referirnos a dos realidades totalmente diferentes. Cuando decimos que amemos a Dios con todo nuestro corazón y que amamos al amigo con todo nuestro corazón, estamos también empleando las mismas palabras para expresar dos realidades totalmente diferentes. Porque la voz del cantante en realidad no llena la sala. Y no podemos amar a Dios en el sentido corriente de la palabra.
Amar a Dios con todo el corazón significa decir un "Sí" incondicional a la vida y a todo lo que la vida trae consigo. Aceptar sin reservas todo lo que Dios ha dispuesto con relación a la propia vida. Tener la actitud que tenia Jesús cuando dijo: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Amar a Dios con todo el corazón significa hacer propias las célebres palabras de Dag Hammarskjold:
Por todo lo que ha sido, gracias.
A todo lo que ha de ser, sí.
Esto es lo que únicamente puede darse a Dios. En este terreno Dios no tiene rival. Y comprender que en esto consiste amar a Dios significa, al mismo tiempo, comprender que amar a Dios no es obstáculo para amar incondicional, tiera y apasionadamente a los amigos.
La voz del cantante inunda la sala y sigue en posesión de la misma, prescindiendo de lo atestada de gente que la sala pueda estar. La presencia de mayor número de gente no es para ella ningún obstáculo. La única amenaza podría venir de una voz rival que pretendiera ahogarla. Dios conserva un dominio indiscutible sobre tu corazón, prescindiendo del número de personas que quepan en él. Tampoco es obstáculo para Dios la presencia de dichas personas. La única amenaza podría venir de un intento por parte de esas personas, de desvirtuar el "sí" incondicional que tú pronuncias a todos los planes que Dios pueda tener acerca de tu vida.
¿Qué significa amar a Dios? A Dios no se le ama del mismo mod que se ama a las personas a las que uno puede ver, oír y tocar. Porque Dios no es una persona en el sentido en que nosotros usamos esta palabra. Dios es el Desconocido. El totalmente Otro. Dios está por encima de expresiones tales como él o ella, persona o cosa.
Cuando decimos que la audiencia llena la sala y que la voz del cantante llena también la sala, estamos empleando la misma palabra para referirnos a dos realidades totalmente diferentes. Cuando decimos que amemos a Dios con todo nuestro corazón y que amamos al amigo con todo nuestro corazón, estamos también empleando las mismas palabras para expresar dos realidades totalmente diferentes. Porque la voz del cantante en realidad no llena la sala. Y no podemos amar a Dios en el sentido corriente de la palabra.
Amar a Dios con todo el corazón significa decir un "Sí" incondicional a la vida y a todo lo que la vida trae consigo. Aceptar sin reservas todo lo que Dios ha dispuesto con relación a la propia vida. Tener la actitud que tenia Jesús cuando dijo: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Amar a Dios con todo el corazón significa hacer propias las célebres palabras de Dag Hammarskjold:
Por todo lo que ha sido, gracias.
A todo lo que ha de ser, sí.
Esto es lo que únicamente puede darse a Dios. En este terreno Dios no tiene rival. Y comprender que en esto consiste amar a Dios significa, al mismo tiempo, comprender que amar a Dios no es obstáculo para amar incondicional, tiera y apasionadamente a los amigos.
La voz del cantante inunda la sala y sigue en posesión de la misma, prescindiendo de lo atestada de gente que la sala pueda estar. La presencia de mayor número de gente no es para ella ningún obstáculo. La única amenaza podría venir de una voz rival que pretendiera ahogarla. Dios conserva un dominio indiscutible sobre tu corazón, prescindiendo del número de personas que quepan en él. Tampoco es obstáculo para Dios la presencia de dichas personas. La única amenaza podría venir de un intento por parte de esas personas, de desvirtuar el "sí" incondicional que tú pronuncias a todos los planes que Dios pueda tener acerca de tu vida.
LA VOZ DEL CANTANTE LLENA LA SALA.
ANTHONY DE MELLO.
Oído a la salida de un concierto:
"¡Vaya un cantante! Su voz llenaba la sala".
"Es cierto. Varios de nosotros tuvimos que abandonar la sala para dejarle sitio".
¡Curioso! Pueden ustedes conservar sus asientos, señoras y señores; la voz del cantante llenará la sala, pero no ocúpará ningún espacio.
*******************************************************************
Oído en una sesión de orientación espiritual:
"¿Cómo puedo amar a Dios tal como dicen las Escrituras? ¿Cómo puedo darle todo mi corazón?".
"Primero debes vaciar tu corazón de todas las cosas creadas".
¡Engañoso! No temas llenar tu corazón con las personas y las cosas que amas, porque el amor de Dios no ocupará espacio en tu corazón, del mismo modo que la voz del cantante no ocupa espacio en la sala de conciertos.
********************************************************************
El amor no es como una hogaza de pan. Si doy un pedazo de la hogaza, me quedará menos pan que ofrecer a los demás. El amor se parece más al pan eucarístico. Cuando lo recibo, recibo a Cristo en su totalidad. Pero no por ello recibes tú menor parte de Cristo; tú también recibes a Cristo entero; y también el otro; y el de más allá.
Puedes amar a tu madre con todo tu corazón; y a tu esposa; y a cada uno de tus hijos. Lo asombroso es que el dar todo tu corazón a una persona no te obliga a dar menos a otra. Al contrario, cada una de ellas recibe más. Porque si sólo amas a tu amigo y a nadie más, de hecho lo que le ofreces es un corazón bastante pobre. Tu amigo saldrá ganando si ofreces también tu corazón a los demás.
Y Dios saldría perdiendo si insistiera en que le entregaras tu corazón únicamente a Él. Regala tu corazón a otros: a tu familia, a tus amigos... y Dios saldrá ganando cuando le ofrezcas a Él todo tu corazón.
Oído a la salida de un concierto:
"¡Vaya un cantante! Su voz llenaba la sala".
"Es cierto. Varios de nosotros tuvimos que abandonar la sala para dejarle sitio".
¡Curioso! Pueden ustedes conservar sus asientos, señoras y señores; la voz del cantante llenará la sala, pero no ocúpará ningún espacio.
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Oído en una sesión de orientación espiritual:
"¿Cómo puedo amar a Dios tal como dicen las Escrituras? ¿Cómo puedo darle todo mi corazón?".
"Primero debes vaciar tu corazón de todas las cosas creadas".
¡Engañoso! No temas llenar tu corazón con las personas y las cosas que amas, porque el amor de Dios no ocupará espacio en tu corazón, del mismo modo que la voz del cantante no ocupa espacio en la sala de conciertos.
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El amor no es como una hogaza de pan. Si doy un pedazo de la hogaza, me quedará menos pan que ofrecer a los demás. El amor se parece más al pan eucarístico. Cuando lo recibo, recibo a Cristo en su totalidad. Pero no por ello recibes tú menor parte de Cristo; tú también recibes a Cristo entero; y también el otro; y el de más allá.
Puedes amar a tu madre con todo tu corazón; y a tu esposa; y a cada uno de tus hijos. Lo asombroso es que el dar todo tu corazón a una persona no te obliga a dar menos a otra. Al contrario, cada una de ellas recibe más. Porque si sólo amas a tu amigo y a nadie más, de hecho lo que le ofreces es un corazón bastante pobre. Tu amigo saldrá ganando si ofreces también tu corazón a los demás.
Y Dios saldría perdiendo si insistiera en que le entregaras tu corazón únicamente a Él. Regala tu corazón a otros: a tu familia, a tus amigos... y Dios saldrá ganando cuando le ofrezcas a Él todo tu corazón.
EL COCO.
ANTHONY DE MELLO.
Desde lo alto de un cocotero,un mono arrojó un coco sobre la cabeza de un sufi.
El hombre lo recogió, bebió el dulce jugo, comió la pulpa y se hizo una escudilla con la cáscara.
Gracias por criticarme.
Desde lo alto de un cocotero,un mono arrojó un coco sobre la cabeza de un sufi.
El hombre lo recogió, bebió el dulce jugo, comió la pulpa y se hizo una escudilla con la cáscara.
Gracias por criticarme.
¡OH, FELIZ CULPA!
ANTHONY DE MELLO.
El místico judio Baal Shem tenía una curiosa forma de orar a Dios.
"Recuerda, Señor", solía decir, "que Tú tienes tanta necesidad de mí como yo de Ti. Si Tú no existieras, ¿a quién iba yo a orar? Y si yo no existiera, ¿quién iba a orarte a Ti?
****************************************************************
Me produjo una enorme alegría pensar que si yo no hubiera pecado, Dios no habría tenido ocasión de perdonar. También necesita mi pecado. Ciertamente, hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
¡Oh, feliz culpa! ¡Oh, necesario pecado! Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia.
El místico judio Baal Shem tenía una curiosa forma de orar a Dios.
"Recuerda, Señor", solía decir, "que Tú tienes tanta necesidad de mí como yo de Ti. Si Tú no existieras, ¿a quién iba yo a orar? Y si yo no existiera, ¿quién iba a orarte a Ti?
****************************************************************
Me produjo una enorme alegría pensar que si yo no hubiera pecado, Dios no habría tenido ocasión de perdonar. También necesita mi pecado. Ciertamente, hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
¡Oh, feliz culpa! ¡Oh, necesario pecado! Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia.
jueves, 5 de agosto de 2010
CONFUCIO EL SABIO.
ANTHONY DE MELLO.
En cierta ocasión le decía Pu Shang a Confucio: "¿Qué clase de sabio eres tú, que te atreves a decir que Yen Hui te supera en honradez; que Tuan Mu Tsu es superior a ti a la hora de explicar las cosas; que Chung Yu es más valeroso que tú; y que Chuan Sun es más elegante que tú?".
En su ansia por obtener respuesta, Pu Shang casi se cae de la tarima en la que estaban sentados. "Si todo eso es cierto", añadió, "entonces, ¿por qué los cuatro son discípulos tuyos?".
Confucio respondió: "Quédate donde estás y te lo diré. Yen Hui sabe cómo ser honrado, pero no sabe como ser flexible. Tuan Mu Tsu sabe cómo explicar las cosas, pero no sabe dar un simple "si" o un "no" por respuesta. Chung Yu sabe cómo ser valeroso, pero no sabe ser prudente. Chuan Sun Shih sabe cómo ser elegante, pero no sabe ser modesto. Por eso los cuatro están contentos de estudiar conmigo".
El musulmán Jalal ud.Din Rumi dice: "Una mano que está siempre abierta o siempre cerrada es una mano paralizada. Un pájaro que no puede abrir y cerrar sus alas, jamás volará".
En cierta ocasión le decía Pu Shang a Confucio: "¿Qué clase de sabio eres tú, que te atreves a decir que Yen Hui te supera en honradez; que Tuan Mu Tsu es superior a ti a la hora de explicar las cosas; que Chung Yu es más valeroso que tú; y que Chuan Sun es más elegante que tú?".
En su ansia por obtener respuesta, Pu Shang casi se cae de la tarima en la que estaban sentados. "Si todo eso es cierto", añadió, "entonces, ¿por qué los cuatro son discípulos tuyos?".
Confucio respondió: "Quédate donde estás y te lo diré. Yen Hui sabe cómo ser honrado, pero no sabe como ser flexible. Tuan Mu Tsu sabe cómo explicar las cosas, pero no sabe dar un simple "si" o un "no" por respuesta. Chung Yu sabe cómo ser valeroso, pero no sabe ser prudente. Chuan Sun Shih sabe cómo ser elegante, pero no sabe ser modesto. Por eso los cuatro están contentos de estudiar conmigo".
El musulmán Jalal ud.Din Rumi dice: "Una mano que está siempre abierta o siempre cerrada es una mano paralizada. Un pájaro que no puede abrir y cerrar sus alas, jamás volará".
LA ESCLAVA.
ANTHONY DE MELLO.
Un rey muslmán se enamoró locamente de una joven esclava y ordenó que la trasladaran a palacio. Había proyectado desposarla y hacerla su mujer favorita. Pero, de un modo misterioso, la joven cayó gravemente enferma el mismo día en que puso sus pies en el palacio.
Su estado fue empeorando progresivamente. Se le aplicaron todos los remedios conocidos, pero sin ningún éxito. Y la pobre muchacha se debatía ahora entre la vida y la muerte.
Desesperado, el rey ofreció la mitad de su reino a quien fuera capaz de curarla. Pero nadie intentaba curar una enfermedad a la que no habían encontrado remedio los mejores médicos del reino.
Por fin se presentó un "hakim" que pidió le dejaran ver a la joven a solas. Después de hablar con ella durante una hora, se presentó ante el rey que aguardaba ansioso su dictamen.
"Majestad", dijo el "hakim", "la verdad es que tengo un remedio infalible para la muchacha. Y tan seguro estoy de su eficacia que, si no tuviera éxito, estaría dispuesto a ser decapitado. Ahora bien, el remedio que propongo se ha de ver que es sumamente doloroso..., pero no para la muchacha, sino para vos, Majestad".
"Dí qué remedio es ése", gritó el rey, "y le será aplicado, cueste lo que cueste".
El "hakim" miró sucesivamente al rey y le dijo: "La muchacha está enamorada de uno de vuestros criados. Dadle vuestro permiso para casarse con él y sanará inmediatamente".
¡Pobre rey...! Deseaba demasiado a la muchacha para dejarla marchar. Pero la amaba demasiado para dejarla morir.
¡Cuidado con el amor!Si te aventuras en él, él será para ti la muerte.
Un rey muslmán se enamoró locamente de una joven esclava y ordenó que la trasladaran a palacio. Había proyectado desposarla y hacerla su mujer favorita. Pero, de un modo misterioso, la joven cayó gravemente enferma el mismo día en que puso sus pies en el palacio.
Su estado fue empeorando progresivamente. Se le aplicaron todos los remedios conocidos, pero sin ningún éxito. Y la pobre muchacha se debatía ahora entre la vida y la muerte.
Desesperado, el rey ofreció la mitad de su reino a quien fuera capaz de curarla. Pero nadie intentaba curar una enfermedad a la que no habían encontrado remedio los mejores médicos del reino.
Por fin se presentó un "hakim" que pidió le dejaran ver a la joven a solas. Después de hablar con ella durante una hora, se presentó ante el rey que aguardaba ansioso su dictamen.
"Majestad", dijo el "hakim", "la verdad es que tengo un remedio infalible para la muchacha. Y tan seguro estoy de su eficacia que, si no tuviera éxito, estaría dispuesto a ser decapitado. Ahora bien, el remedio que propongo se ha de ver que es sumamente doloroso..., pero no para la muchacha, sino para vos, Majestad".
"Dí qué remedio es ése", gritó el rey, "y le será aplicado, cueste lo que cueste".
El "hakim" miró sucesivamente al rey y le dijo: "La muchacha está enamorada de uno de vuestros criados. Dadle vuestro permiso para casarse con él y sanará inmediatamente".
¡Pobre rey...! Deseaba demasiado a la muchacha para dejarla marchar. Pero la amaba demasiado para dejarla morir.
¡Cuidado con el amor!Si te aventuras en él, él será para ti la muerte.
domingo, 1 de agosto de 2010
LA MANZANA PERFECTA.
Apenas había concluido Nasruddin su alocución cuando un bromista de entre los asistentes le dijo: "En lugar de tejer teorías espirituales, ¿por qué no nos muestras algo práctico?".
El pobre Nasruddin quedó absolutamente perplejo. "¿Qué clase de cosa práctica quieres que te muestre?", le preguntó.
Satisfecho de haber mortificado al mullah y de causar impresión a los prsentes, el bromista dijo: "Muéstranos, por ejemplo, una manzana del jardín del Edén".
Nasruddin tomó inmediatamente una manzana y se la presentó al individuo. "Pero esta manzana", dijo éste, "está mala por un lado. Seguramente una manzana celestial debería ser perfecta".
"Es verdad. Una manzana celestial debería ser perfecta", dijo el mullah. "Pero, dadas tus reales posibilidades, esto es lo más parecido que jamás podrás tener a una manzana celestial".
*************************************************************************
¿Puede un hombre esperar ver una manzana perfecta con una mirada imperfecta?
¿O detectar la bondad en los demás cuando su propio corazón es egoísta?
El pobre Nasruddin quedó absolutamente perplejo. "¿Qué clase de cosa práctica quieres que te muestre?", le preguntó.
Satisfecho de haber mortificado al mullah y de causar impresión a los prsentes, el bromista dijo: "Muéstranos, por ejemplo, una manzana del jardín del Edén".
Nasruddin tomó inmediatamente una manzana y se la presentó al individuo. "Pero esta manzana", dijo éste, "está mala por un lado. Seguramente una manzana celestial debería ser perfecta".
"Es verdad. Una manzana celestial debería ser perfecta", dijo el mullah. "Pero, dadas tus reales posibilidades, esto es lo más parecido que jamás podrás tener a una manzana celestial".
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¿Puede un hombre esperar ver una manzana perfecta con una mirada imperfecta?
¿O detectar la bondad en los demás cuando su propio corazón es egoísta?
LA OVEJA PERDIDA.
Parábola para educadores religiosos:
Una oveja decubrió un agujero en la cerca y se escabulló a trávés de él. Estaba feliz de haber escapado. Anduvo errando mucho tiempo y acabó desorientándose.
Entonces se dio cuenta de que estaba siendo seguida por un lobo. Echó a correr y a correr..., pero el lobo seguía persiguiéndola. Hasta que llegó el pastor, la salvó y la condujo de nuevo, con todo cariño, al redil.
Y a pesar de que todo el mundo le instaba a lo contrario, el pastor se negó a reparar el agujero de la cerca.
Una oveja decubrió un agujero en la cerca y se escabulló a trávés de él. Estaba feliz de haber escapado. Anduvo errando mucho tiempo y acabó desorientándose.
Entonces se dio cuenta de que estaba siendo seguida por un lobo. Echó a correr y a correr..., pero el lobo seguía persiguiéndola. Hasta que llegó el pastor, la salvó y la condujo de nuevo, con todo cariño, al redil.
Y a pesar de que todo el mundo le instaba a lo contrario, el pastor se negó a reparar el agujero de la cerca.
viernes, 30 de julio de 2010
REBELDES DOMESTICADOS.
Era un tipo difícil. Pensaba y actuaba de distinto modo que el resto de nosotros. Todo lo cuestionaba. ¿Era un rebelde, o un profeta, o un psicópata, o un héroe? "¿Quién puede establecer la diferencia?", nos decíaos. "Y en último término, ¿a quién le importa?".
De manera que le socializamos. Le enseñamos a ser sensible a la opinión pública y a los sentimientos de los demás. Conseguimos conformarlo. Hicimos de él una persona con la que se covivía a gusto, perfectamente adaptada. En realidad, lo que hicimos fue enseñarle a vivir de acuerdo con nuestras expectativas. Le habíamos hecho manejable y dócil.
Le dijimos que había aprendido a controlarse a sí mismo y le felicitamos por haberlo conseguido. Y él mismo empezó a felicitarse también por ello. No podía ver que éramos nosotros quienes le hablamos comquistado a él.
********************************************************************
Un individuo enorme entró en la abarrotada habitación y gritó: "¿Hay aquí un tipo llamado Murphy?". Se levantó un hombrecillo y dijo: "Yo soy Murphy".
El inmenso individuo casi lo mata. Le rompió cinco costillas, le partió la nariz, le puso los ojos morados y le dejó hecho un guiñapo en el suelo. Después salió pisando fuerte.
Una vez que se hubo marchado, vimos con asombro como el hombrecillo se reía entre dientes. "¡Cómo he engañado a ese tip!", dijo suavemente. "¡Yo no soy Murphy!" ¿ja ja ja!".
Una sociedad que domestica a sus rebeldes ha conquistado su paz, pero ha perdido su futuro.
De manera que le socializamos. Le enseñamos a ser sensible a la opinión pública y a los sentimientos de los demás. Conseguimos conformarlo. Hicimos de él una persona con la que se covivía a gusto, perfectamente adaptada. En realidad, lo que hicimos fue enseñarle a vivir de acuerdo con nuestras expectativas. Le habíamos hecho manejable y dócil.
Le dijimos que había aprendido a controlarse a sí mismo y le felicitamos por haberlo conseguido. Y él mismo empezó a felicitarse también por ello. No podía ver que éramos nosotros quienes le hablamos comquistado a él.
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Un individuo enorme entró en la abarrotada habitación y gritó: "¿Hay aquí un tipo llamado Murphy?". Se levantó un hombrecillo y dijo: "Yo soy Murphy".
El inmenso individuo casi lo mata. Le rompió cinco costillas, le partió la nariz, le puso los ojos morados y le dejó hecho un guiñapo en el suelo. Después salió pisando fuerte.
Una vez que se hubo marchado, vimos con asombro como el hombrecillo se reía entre dientes. "¡Cómo he engañado a ese tip!", dijo suavemente. "¡Yo no soy Murphy!" ¿ja ja ja!".
Una sociedad que domestica a sus rebeldes ha conquistado su paz, pero ha perdido su futuro.
martes, 27 de julio de 2010
CAMBIAR YO PARA QUE CAMBIE EL MUNDO.
ANTHONY DE MELLO.
El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo:
"De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: "Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo".
"A medida que fue haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: "Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho".
"Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: "Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo". Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
**************************************************************************
Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad.
Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.
El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo:
"De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: "Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo".
"A medida que fue haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: "Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho".
"Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: "Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo". Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
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Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad.
Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.
ORACIÓN OFENSIVA Y DEFENSIVA.
ANTHONY DE MELLO.
El equipo de fútbol católico se dirigía a jugar un importante partido. Un periodista subió al mismo tren y entrevistó al entrenador.
"Tengo entendido", le dijo el periodista, "que llevan con ustedes a un capellán para que rece por el triunfo del equipo. ¿Tendría usted inconveniente en presentármelo?".
"Con mucho gusto", respondió el entrenador. "¿A cuál de ellos desea conocer: al capellán ofensivo o al defensivo?".
El equipo de fútbol católico se dirigía a jugar un importante partido. Un periodista subió al mismo tren y entrevistó al entrenador.
"Tengo entendido", le dijo el periodista, "que llevan con ustedes a un capellán para que rece por el triunfo del equipo. ¿Tendría usted inconveniente en presentármelo?".
"Con mucho gusto", respondió el entrenador. "¿A cuál de ellos desea conocer: al capellán ofensivo o al defensivo?".
ODIO RELIGIOSO.
ANTHONY DE MELLO.
Le decía un turista a su guía:
"Tiene usted razón para sentirse orgulloso de su ciudad. Lo que me ha impresionado especialmente es el número de iglesias que tiene. Seguramente la gente de aquí debe de amar mucho al Señor".
"Bueno...", replicó cínicamente el guía, "tal vez amen al Señor, pero de lo que no hay duda es de que se odian a muerte unos a otros".
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Lo cual me recuerda a aquella niña a la que preguntaron:
"¿Quiénes son los paganos?". Y ella respondió: "Los paganos son personas que no se pelean por cuestiones de religión".
Le decía un turista a su guía:
"Tiene usted razón para sentirse orgulloso de su ciudad. Lo que me ha impresionado especialmente es el número de iglesias que tiene. Seguramente la gente de aquí debe de amar mucho al Señor".
"Bueno...", replicó cínicamente el guía, "tal vez amen al Señor, pero de lo que no hay duda es de que se odian a muerte unos a otros".
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Lo cual me recuerda a aquella niña a la que preguntaron:
"¿Quiénes son los paganos?". Y ella respondió: "Los paganos son personas que no se pelean por cuestiones de religión".
JESÚS VA AL FÚTBOL.
ANTHONY DE MELLO.
Jesucristo nos dijo que nunca había visto un partido de fútbol. De manera que mis amigos y yo le llevamos a que viera uno. Fue una feroz batalla entre los "Punchers" protestantes y los "Crusaders" católicos.
Marcaron primero los "Crusaders". Jesús aplaudió alborozadamente y lanzó al aire su sombrero. Después marcaron los "Punchers". Y Jesús volvió a aplaudir entusiasmado y nuevamente voló su sombrero por los aires.
Esto pareció desconcertar a un hombre que se encontraba detrás de nosotros. Dio una palmada a Jesús en el hombro y le preguntó: "¿A qué equipo apoya usted, buen hombre?".
"¿Yo?", respondió Jesús visiblemente excitado por el juego. "¡Ah!, pues yo no animo a ningún equipo. Sencillamente disfruto del juego".
El hombre se volvió a su vecino de asiento y, haciendo un gesto de desprecio, le susurró: "Humm... ¡un ateo!".
*********************************************************************
Cuando regresábamos, le informamos en pocas palabras a Jesús acerca de la situación religiosa del mundo actual. "Es curioso lo que ocurre con las personas religiosas, Señor", le decíamos. "Siempre parecen pensar que Dios está de su parte y en contra de los del otro bando".
Jesús asintió: "Por eso es por lo que Yo no apoyo a las religiones, sino a las personas", nos dijo. "Las personas son más importantes que las religiones. El hombre es más importante que el sábado".
"Deberías tener cuidado con lo que dices", le advirtió muy preocupado uno de nosotros. "Ya fuieste crucificado una vez por decir cosas parecidas, ¿te acuerdas?". Sí... y por personas religiosas precisamente", respondió Jesús con una irónica sonrisa.
Jesucristo nos dijo que nunca había visto un partido de fútbol. De manera que mis amigos y yo le llevamos a que viera uno. Fue una feroz batalla entre los "Punchers" protestantes y los "Crusaders" católicos.
Marcaron primero los "Crusaders". Jesús aplaudió alborozadamente y lanzó al aire su sombrero. Después marcaron los "Punchers". Y Jesús volvió a aplaudir entusiasmado y nuevamente voló su sombrero por los aires.
Esto pareció desconcertar a un hombre que se encontraba detrás de nosotros. Dio una palmada a Jesús en el hombro y le preguntó: "¿A qué equipo apoya usted, buen hombre?".
"¿Yo?", respondió Jesús visiblemente excitado por el juego. "¡Ah!, pues yo no animo a ningún equipo. Sencillamente disfruto del juego".
El hombre se volvió a su vecino de asiento y, haciendo un gesto de desprecio, le susurró: "Humm... ¡un ateo!".
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Cuando regresábamos, le informamos en pocas palabras a Jesús acerca de la situación religiosa del mundo actual. "Es curioso lo que ocurre con las personas religiosas, Señor", le decíamos. "Siempre parecen pensar que Dios está de su parte y en contra de los del otro bando".
Jesús asintió: "Por eso es por lo que Yo no apoyo a las religiones, sino a las personas", nos dijo. "Las personas son más importantes que las religiones. El hombre es más importante que el sábado".
"Deberías tener cuidado con lo que dices", le advirtió muy preocupado uno de nosotros. "Ya fuieste crucificado una vez por decir cosas parecidas, ¿te acuerdas?". Sí... y por personas religiosas precisamente", respondió Jesús con una irónica sonrisa.
DISCRIMINACIÓN.
Volví inmediatamente a la feria de la religión. Esta vez escuché un discurso del sumo sacerdote de la religión Balakri. Se nos dijo que el profeta Balakri, nacido en la Tierra Santa de Mesambia en el Siglo V, era el Mesías.
Aquella noche volví a encontrarme con Dios. "¡Oh, Dios! Eres un gran discriminador; ¿o no? ¿Por qué el siglo V tiene que ser el siglo de la iluminación y por qué Mesambia tiene que ser la Tierra Santa? ¿Por qué discriminas a otros siglos y a otras tierras¿ ¿Qué tiene de malo mi siglo, por ejemplo? ¿O qué tiene de malo mi tierra?
A lo que respondió Dios: "Una fiesta es santa porque revela que todos los días del año son santos. Y un santuario es santo porque revela que todos los lugares están santificados. Así también, Cristo nació para mostrar que todos los hombres son hijos de Dios".
Aquella noche volví a encontrarme con Dios. "¡Oh, Dios! Eres un gran discriminador; ¿o no? ¿Por qué el siglo V tiene que ser el siglo de la iluminación y por qué Mesambia tiene que ser la Tierra Santa? ¿Por qué discriminas a otros siglos y a otras tierras¿ ¿Qué tiene de malo mi siglo, por ejemplo? ¿O qué tiene de malo mi tierra?
A lo que respondió Dios: "Una fiesta es santa porque revela que todos los días del año son santos. Y un santuario es santo porque revela que todos los lugares están santificados. Así también, Cristo nació para mostrar que todos los hombres son hijos de Dios".
PEDIR UN ESPÍRITU CONTENTADIZO.
ANTHONY DE MELLO.
El Señor Vishnú estaba tan harto de las continuas peticiones de su devoto que un día se apareció a él y le dijo: "He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más".
Lleno de gozo, el devoto hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. Y su petición fue inmediatamente atendida.
Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa, el devoto cayó en la cuenta de que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había sido absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella?
De manera que pidió al Señor que la volviera a la vida. Con lo cual sólo le quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos de sus amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad. Pero ¿de que servía la inmortalidad -le dijeron otros- si no tenía salud? ¿Y de qué servía la salud si no tenía dinero? ¿Y de qué servía el dinero si no tenía amigos?
Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir: ¿vida, salud, riquezas, poder, amor...? Al fin suplicó al Señor: "Por favor, aconséjame lo que debo pedir".
El Señor se rio al ver los apuros del pobre hombre y le dijo: "Pide ser capaz de contentarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea".
El Señor Vishnú estaba tan harto de las continuas peticiones de su devoto que un día se apareció a él y le dijo: "He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más".
Lleno de gozo, el devoto hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. Y su petición fue inmediatamente atendida.
Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa, el devoto cayó en la cuenta de que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había sido absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella?
De manera que pidió al Señor que la volviera a la vida. Con lo cual sólo le quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos de sus amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad. Pero ¿de que servía la inmortalidad -le dijeron otros- si no tenía salud? ¿Y de qué servía la salud si no tenía dinero? ¿Y de qué servía el dinero si no tenía amigos?
Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir: ¿vida, salud, riquezas, poder, amor...? Al fin suplicó al Señor: "Por favor, aconséjame lo que debo pedir".
El Señor se rio al ver los apuros del pobre hombre y le dijo: "Pide ser capaz de contentarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea".
¡QUÍEN PUDIERA ROBAR LA LUNA!
El maestro Zen, Ryokan, llevaba una vida sencillísima en una pequeña cabaña al pie de la montaña. Una noche, estando fuera el maestro, irrumpió un ladrón en la cabaña y se llevó un chasco al descubrir que no había allí nada que robar.
Cuando regresó Ryokan, sorprendió al ladrón. "Te has tomado muchas molestias para visitarme", le dijo al ratero.
"No deberías marcharte con las manos vacías. Por favor, llévate como regalo mis vestidos y mi manta".
Completamente desconcertado, el ladrón tomó las ropas y se largó.
Ryokan se sentó desnudo y se puso a mirar la luna. "Pobre hombre", pensó para sí mismo, "me habría gustado poder regalarle la maravillosa luz de la luna".
Cuando regresó Ryokan, sorprendió al ladrón. "Te has tomado muchas molestias para visitarme", le dijo al ratero.
"No deberías marcharte con las manos vacías. Por favor, llévate como regalo mis vestidos y mi manta".
Completamente desconcertado, el ladrón tomó las ropas y se largó.
Ryokan se sentó desnudo y se puso a mirar la luna. "Pobre hombre", pensó para sí mismo, "me habría gustado poder regalarle la maravillosa luz de la luna".
EL CIELO Y EL CUERVO.
ANTHONY DE MELLO.
Un cuento del Bhagawat Purana:
Una vez volaba un cuervo por el cielo llevando en su pico un torzo de carne. Otros veinte cuervos se pusieron a perseguirle y le atacaron sin piedad.
El cuervo tuvo que acabar por soltar su presa. Entonces, los que le perseguían le dejaron en paz y corrieron, graznando, en pos del trozo de carne.
Y se dijo el cuervo: "¡Que tranquilidad...! Ahora todo el cielo me pertenece".
****************************************************************************
Decía un monje Zen:
"Cuando se incendió mi casa pude disfrutar por las noches de una visión sin obstáculos de la luna".
Un cuento del Bhagawat Purana:
Una vez volaba un cuervo por el cielo llevando en su pico un torzo de carne. Otros veinte cuervos se pusieron a perseguirle y le atacaron sin piedad.
El cuervo tuvo que acabar por soltar su presa. Entonces, los que le perseguían le dejaron en paz y corrieron, graznando, en pos del trozo de carne.
Y se dijo el cuervo: "¡Que tranquilidad...! Ahora todo el cielo me pertenece".
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Decía un monje Zen:
"Cuando se incendió mi casa pude disfrutar por las noches de una visión sin obstáculos de la luna".
lunes, 26 de julio de 2010
HOFETZ CHAIM
En el siglo pasado, un turista de los Estados Unidos visitó al famoso rabino polaco Hofetz Chaim.
Y se quedó asombrado al ver que la casa del rabino consistía sencillamente en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una mesa y una banqueta.
"Rabino, ¿dónde están tus muebles?", preguntó el turista.
"¿Dónde están los tuyos?", replicó Hofetz.
"¿Los míos? Pero si yo sólo soy un visitante... Estoy aquí de paso...", dijo el americano.
"Lo mismo que yo", dijo el rabino.
Cuando alguien comienza a vivir más y más profundamente, vive también más sencillamente.
Por desgracia, la vida sencilla no siempre conlleva profundidad.
Y se quedó asombrado al ver que la casa del rabino consistía sencillamente en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una mesa y una banqueta.
"Rabino, ¿dónde están tus muebles?", preguntó el turista.
"¿Dónde están los tuyos?", replicó Hofetz.
"¿Los míos? Pero si yo sólo soy un visitante... Estoy aquí de paso...", dijo el americano.
"Lo mismo que yo", dijo el rabino.
Cuando alguien comienza a vivir más y más profundamente, vive también más sencillamente.
Por desgracia, la vida sencilla no siempre conlleva profundidad.
PARÁBOLA SOBRE LA VIDA MODERNA.
ANTHONY DE MELLO.
Los animales se reunieron en asamblea y comenzaron a quejarse de que los humanos no hacían más que quitarles cosas.
"Se llevan mi leche", dijo la vada.
"Se llevan mis huevos", dijo la gallina.
"Se llevan mi carne y mi tocino", dijo el cerdo.
"Me persiguen para llevarse mi grasa"; dijo la ballena.
Y así sucesivamente.
Por fin habló el caracol: "Yo tengo algo que les gustaría tener más que cualquier otra cosa. Algo que ciertamente me arrebatarían si pudieran: TIEMPO.".
Tienes todo el tiempo del mundo. Sólo hace falta que quieras tomártelo. ¿Qué te detiene?
Los animales se reunieron en asamblea y comenzaron a quejarse de que los humanos no hacían más que quitarles cosas.
"Se llevan mi leche", dijo la vada.
"Se llevan mis huevos", dijo la gallina.
"Se llevan mi carne y mi tocino", dijo el cerdo.
"Me persiguen para llevarse mi grasa"; dijo la ballena.
Y así sucesivamente.
Por fin habló el caracol: "Yo tengo algo que les gustaría tener más que cualquier otra cosa. Algo que ciertamente me arrebatarían si pudieran: TIEMPO.".
Tienes todo el tiempo del mundo. Sólo hace falta que quieras tomártelo. ¿Qué te detiene?
domingo, 25 de julio de 2010
LOS SIETE TARROS DE ORO.
ANTHONY DE MELLO.
Al pasar un barbero bajo un árbol embrujado, oyó una voz que le decía: "¿Te gustaría tener los siete tarros de oro?". El barbero miró en torno suyo y no vio a nadie. Pero su codicia se había despertado y respondió anhelante: "Sí, me gustaría mucho". "Entonces ve a tu casa en seguida", dijo la voz, "y allí los encontrarás".
El barbero fue corriendo a su casa. Y en efecto: allí estaban los siete tarros, todos ellos llenos de oro, excepto uno que sólo estaba medio lleno. Entonces el barbero no pudo soportar la idea de que un tarro no estuviera lleno del todo. Sintió un violento deseo de llenarlo; de lo contario no sería feliz.
Fundió todas las joyas de la familia en monedas de oro y las echó en el tarro. Pero éste seguía igual que antes: medio lleno. ¡Aquello le exasperó! Se puso a ahorrar y a economizar como un loco, hasta el punto de hacer pasar hambre a su familia. Todo inútil. Por mucho oro que introdujera en el tarro, éste seguía estando medio lleno.
De modo que un día pidió al Rey que le aumentara el sueldo. El sueldo le fue doblado y reanudó su lucha por llenar el tarro. Incluso llegó a mendigar. Y el tarro engullía cada moneda de oro que en él introducía, pero seguía estando obstinadamente a medio llenar.
El Rey cayó en la cuenta del miserable y famélico aspecto del barbero. Y le preguntó: "¿Qué es lo que te ocurre? Cuando tu sueldo era menor, parecías tan feliz y satisfecho. Y ahora que te ha sido doblado el sueldo estás destrozado y abatido. ¿No será que tienes en tu poder los siete tarros de oro?".
El barbero quedó estupefacto: "¿Quién os lo ha contado, Majestad?", preguntó.
El Rey ser rio. "Es que es obvio que tienes los síntomas de la persona a quien el fantasma ha ofrecido los siete tarros. Una vez me los ofreció a mí y yo le pregunté si el oro podía ser gastado o era únicamente para ser atesorado; y él se esfumó sin decir una palabra. Lo único que ocasiona es el vehemente impulso de amontonar cada vez más. Anda, ve y devuélvelo al fantasma ahora mismo y volverás a ser feliz".
Al pasar un barbero bajo un árbol embrujado, oyó una voz que le decía: "¿Te gustaría tener los siete tarros de oro?". El barbero miró en torno suyo y no vio a nadie. Pero su codicia se había despertado y respondió anhelante: "Sí, me gustaría mucho". "Entonces ve a tu casa en seguida", dijo la voz, "y allí los encontrarás".
El barbero fue corriendo a su casa. Y en efecto: allí estaban los siete tarros, todos ellos llenos de oro, excepto uno que sólo estaba medio lleno. Entonces el barbero no pudo soportar la idea de que un tarro no estuviera lleno del todo. Sintió un violento deseo de llenarlo; de lo contario no sería feliz.
Fundió todas las joyas de la familia en monedas de oro y las echó en el tarro. Pero éste seguía igual que antes: medio lleno. ¡Aquello le exasperó! Se puso a ahorrar y a economizar como un loco, hasta el punto de hacer pasar hambre a su familia. Todo inútil. Por mucho oro que introdujera en el tarro, éste seguía estando medio lleno.
De modo que un día pidió al Rey que le aumentara el sueldo. El sueldo le fue doblado y reanudó su lucha por llenar el tarro. Incluso llegó a mendigar. Y el tarro engullía cada moneda de oro que en él introducía, pero seguía estando obstinadamente a medio llenar.
El Rey cayó en la cuenta del miserable y famélico aspecto del barbero. Y le preguntó: "¿Qué es lo que te ocurre? Cuando tu sueldo era menor, parecías tan feliz y satisfecho. Y ahora que te ha sido doblado el sueldo estás destrozado y abatido. ¿No será que tienes en tu poder los siete tarros de oro?".
El barbero quedó estupefacto: "¿Quién os lo ha contado, Majestad?", preguntó.
El Rey ser rio. "Es que es obvio que tienes los síntomas de la persona a quien el fantasma ha ofrecido los siete tarros. Una vez me los ofreció a mí y yo le pregunté si el oro podía ser gastado o era únicamente para ser atesorado; y él se esfumó sin decir una palabra. Lo único que ocasiona es el vehemente impulso de amontonar cada vez más. Anda, ve y devuélvelo al fantasma ahora mismo y volverás a ser feliz".
sábado, 24 de julio de 2010
RICOS.
ANTHONY DE MELLO.
El marido: "¿Sabes, querida? Voy a trabajar duro y algún día seremos ricos".
La mujer: "Ya somos ricos, querido. Nos tenemos el uno al otro. Tal vez algún día también tengamos dinero".
El marido: "¿Sabes, querida? Voy a trabajar duro y algún día seremos ricos".
La mujer: "Ya somos ricos, querido. Nos tenemos el uno al otro. Tal vez algún día también tengamos dinero".
MÚSICA PARA SORDOS.
ANTHONY DE MELLO.
Yo antes estaba copletamente sordo. Y veía a la gente, de pie yd anto toda clase de vueltas. Lo llamaban baile. A mí me parecía absurdo... hasta que un día oí la música. Entonces comprendí lo hermosa que era la música.
*****************************************************************************
Ahora veo la absurda conducta de los santos.
Pero sé que mi espíritu está muerto. De manera que suspendo mi juicio hasta que esté vivo. Tal vez entonces comprenda.
Veo también el disparatado comportamiento de los que aman.
Pero sé que mi corazón está muerto.
De modo que, en lugar de juzgarlos, he comenzado a orar para que un díami corazón llegue a vivir.
Yo antes estaba copletamente sordo. Y veía a la gente, de pie yd anto toda clase de vueltas. Lo llamaban baile. A mí me parecía absurdo... hasta que un día oí la música. Entonces comprendí lo hermosa que era la música.
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Ahora veo la absurda conducta de los santos.
Pero sé que mi espíritu está muerto. De manera que suspendo mi juicio hasta que esté vivo. Tal vez entonces comprenda.
Veo también el disparatado comportamiento de los que aman.
Pero sé que mi corazón está muerto.
De modo que, en lugar de juzgarlos, he comenzado a orar para que un díami corazón llegue a vivir.
GENTE "A RAYAS"
ANTHONY DE MELLO.
Por lo general dividimos a las personas en dos categorías: la de los santos y la de los pecadores. Pero se trata de una división absolutamente imaginaria. Por una parte, nadie sabe realmente quiénes son los santos y quiénes los pecadores; las apariencias engañan. Por otra, todos nosotros, santos y pecadores, somos pecadores.
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En cierta ocasión, un predicador preguntó a un grupo de niños: "Si todas las buenas personas fueran blancas y todas las malas personas fueran negras, ¿de qué color seríais vosotros?".
La pequeña Mary Jane respondió "Yo, reverendo, tendría la piel a rayas".
Y así tendría también la piel el Reverendo, y los Mahatmas, y los Papas, y los santos canonizados.
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Un hombre buscaba una buena Iglesia a la que asistir y sucedió que un día entró en una Iglesia en la que toda la gente y el propio sacerdote estaban leyendo el libro de oraciones y decían: "Hemos dejado de hacer cosas que deberíamos haber hecho, y hemos hecho cosas que deberíamos haber dejado de hacer".
El hombre se sentó con verdadero alivio en un banco y, tras suspirar profundamente, se dijo a sí mismo: "¡Gracias a Dios, al fin he encontrado a los míos!".
Los intentos de nuestras santas gentes por ocultar su piel rayada muchas veces no tienen éxito y siempre son fraudulentos.
Por lo general dividimos a las personas en dos categorías: la de los santos y la de los pecadores. Pero se trata de una división absolutamente imaginaria. Por una parte, nadie sabe realmente quiénes son los santos y quiénes los pecadores; las apariencias engañan. Por otra, todos nosotros, santos y pecadores, somos pecadores.
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En cierta ocasión, un predicador preguntó a un grupo de niños: "Si todas las buenas personas fueran blancas y todas las malas personas fueran negras, ¿de qué color seríais vosotros?".
La pequeña Mary Jane respondió "Yo, reverendo, tendría la piel a rayas".
Y así tendría también la piel el Reverendo, y los Mahatmas, y los Papas, y los santos canonizados.
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Un hombre buscaba una buena Iglesia a la que asistir y sucedió que un día entró en una Iglesia en la que toda la gente y el propio sacerdote estaban leyendo el libro de oraciones y decían: "Hemos dejado de hacer cosas que deberíamos haber hecho, y hemos hecho cosas que deberíamos haber dejado de hacer".
El hombre se sentó con verdadero alivio en un banco y, tras suspirar profundamente, se dijo a sí mismo: "¡Gracias a Dios, al fin he encontrado a los míos!".
Los intentos de nuestras santas gentes por ocultar su piel rayada muchas veces no tienen éxito y siempre son fraudulentos.
miércoles, 21 de julio de 2010
BAYAZID QUEBRANTA LA NORMA.
ANTHONY DE MELLO.
Bayazid, el santo musulmán, actuaba a veces deliberadamente en contra de las formas y ritos externos del Islam.
Sucedió una vez que, volviendo a la Meca, se detuvo en la ciudad iraní de Rey. Los ciudadanos, que le veneraban, acudieron en tropel a darle la bienvenida y ocasionaron un gran revuelo en toda la ciudad. Bayazid, que estaba harto de tanta adulación, aguantó hasta llegar a la plaza del mercado. Una vez allí, compró una hogaza de pan y se puso a comerla a la vista de sus enfervorizados seguidores. Era un día de ayuno del mes de Ramadán, pero Bayazid consideró que su viaje justificaba plenamente la ruptura de la ley religiosa.
Pero no pensaban igual sus seguidores, que de tal modo se escandalizaron de su conducta que inmediatamente le abandonaron y se fueron a sus casas. Bayazid le dijo con satisfacción a uno de sus discípulos: "Fíjate cómo, en el momento en que he hecho algo contrario a lo que esperaban de mí, ha desaparecido la veneración que me profesaban".
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Jesús escandalizó plenamente a sus seguidores por parecidos motivos.
Las multitudes necesitan un santo a quien venerar, un guru a quien consultar.
Existe un contrato tácito: Tú has de responder a nuestras expectativas y, a cambio, nosotros te ofrecemos nuestra veneración.
¡El juego de la santidad!
Bayazid, el santo musulmán, actuaba a veces deliberadamente en contra de las formas y ritos externos del Islam.
Sucedió una vez que, volviendo a la Meca, se detuvo en la ciudad iraní de Rey. Los ciudadanos, que le veneraban, acudieron en tropel a darle la bienvenida y ocasionaron un gran revuelo en toda la ciudad. Bayazid, que estaba harto de tanta adulación, aguantó hasta llegar a la plaza del mercado. Una vez allí, compró una hogaza de pan y se puso a comerla a la vista de sus enfervorizados seguidores. Era un día de ayuno del mes de Ramadán, pero Bayazid consideró que su viaje justificaba plenamente la ruptura de la ley religiosa.
Pero no pensaban igual sus seguidores, que de tal modo se escandalizaron de su conducta que inmediatamente le abandonaron y se fueron a sus casas. Bayazid le dijo con satisfacción a uno de sus discípulos: "Fíjate cómo, en el momento en que he hecho algo contrario a lo que esperaban de mí, ha desaparecido la veneración que me profesaban".
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Jesús escandalizó plenamente a sus seguidores por parecidos motivos.
Las multitudes necesitan un santo a quien venerar, un guru a quien consultar.
Existe un contrato tácito: Tú has de responder a nuestras expectativas y, a cambio, nosotros te ofrecemos nuestra veneración.
¡El juego de la santidad!
LA TORTUGA.
ANTHONY DE MELLO.
Era el "líder" de un grupo religioso. Una especie de guru. Venerado, respetado y hasta amado. Pero se me quejaba de que había perdido el calor de la compañía humana. La gente le buscaba para obtener ayuda y consejo, pero no se le acercaba como a un ser humano. No se "relajaba" en su compañía.
¿Y cómo iban a hacerlo? Me fijé en él: era un hombre equilibrado, con perfecto dominio de sí, solemne, perfecto. Y le dije: "Tienes que hacer una difícil elección: ser una persona viva y atractiva o equilibrada y respetada. No puedes ser ambas cosas". Se alejó de mí con tristeza. Me dijo que su situación no le permitía ser una persona activa y vitalista, ser él mismo en definitiva. Tenía que desempeñar un papel y ser respetado.
Parece ser que Jesús fue un hombre vivo y libre, no una persona superequilibrada y respetada. Sabemos con certeza que sus palabras y su conducta chocaban a muchas personas respetables.
*******************************************************************************
El emperador de China oyó hablar de la sabiduría de un eremita que vivía en las montañas del Norte y envió a él mensajeros para ofrecerle el cargo de Primer Ministro del reino.
Al cabo de muchos días de viaje, llegaron allá los mensajeros y encontraron al eremita medio desnudo, sentado sobre una roca y enfrascado en la pesca. Al principio dudaron de que pudiera ser aquél el hombre a quien en tan alto concepto tenía el emperador, pero, tras inquirir en la aldea cercana, se convencieron de que realmente se trataba de él. De modo que se presentaron en la ribera del río y lo llamaron cn sumo respeto.
El eremita caminó por el agua hasta la orilla, recibió los ricos presentes de los mensajeros y escuchó su extraña petición. Cuando, al fin, comprendió que el emperador le requería del reino, echó la cabeza atrás y estalló en carcajadas. Y una vez que consiguió refrenar sus risas, dijo a los desconcertados mensajeros: "¿Veis aquella tortuga, cómo mueve su cola en el estiércol?".
"Sí, venerable señor", respondieron los mensajeros.
"Pues bien, decidme: ¿es cierto que cada día se reúne la corte del emperador en la capilla real para rendir homenaje a una tortuga disecada que se halla encerrada encima del altar mayor, una tortuga divina cuyo caparazón está incrustado de diamantes, rubíes y otras piedras preciosas?".
"Sí, es cierto, honorable señor", dijeron los mensajeros.
"Pues bien, ¿pensáis que aquel pobre bicho que mueve su cola en el estiércol podría reemplezar a la divina tortuga?".
"No, venerable señor", respondieron los mensajeros.
"Entonces ide a decirle al emperador que tampoco yo puedo. Prefiero mil veces estar vivo entre estas montañas que muerto en su palacio. Porque nadie puede vivir en un palacio y estar vivo".
Era el "líder" de un grupo religioso. Una especie de guru. Venerado, respetado y hasta amado. Pero se me quejaba de que había perdido el calor de la compañía humana. La gente le buscaba para obtener ayuda y consejo, pero no se le acercaba como a un ser humano. No se "relajaba" en su compañía.
¿Y cómo iban a hacerlo? Me fijé en él: era un hombre equilibrado, con perfecto dominio de sí, solemne, perfecto. Y le dije: "Tienes que hacer una difícil elección: ser una persona viva y atractiva o equilibrada y respetada. No puedes ser ambas cosas". Se alejó de mí con tristeza. Me dijo que su situación no le permitía ser una persona activa y vitalista, ser él mismo en definitiva. Tenía que desempeñar un papel y ser respetado.
Parece ser que Jesús fue un hombre vivo y libre, no una persona superequilibrada y respetada. Sabemos con certeza que sus palabras y su conducta chocaban a muchas personas respetables.
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El emperador de China oyó hablar de la sabiduría de un eremita que vivía en las montañas del Norte y envió a él mensajeros para ofrecerle el cargo de Primer Ministro del reino.
Al cabo de muchos días de viaje, llegaron allá los mensajeros y encontraron al eremita medio desnudo, sentado sobre una roca y enfrascado en la pesca. Al principio dudaron de que pudiera ser aquél el hombre a quien en tan alto concepto tenía el emperador, pero, tras inquirir en la aldea cercana, se convencieron de que realmente se trataba de él. De modo que se presentaron en la ribera del río y lo llamaron cn sumo respeto.
El eremita caminó por el agua hasta la orilla, recibió los ricos presentes de los mensajeros y escuchó su extraña petición. Cuando, al fin, comprendió que el emperador le requería del reino, echó la cabeza atrás y estalló en carcajadas. Y una vez que consiguió refrenar sus risas, dijo a los desconcertados mensajeros: "¿Veis aquella tortuga, cómo mueve su cola en el estiércol?".
"Sí, venerable señor", respondieron los mensajeros.
"Pues bien, decidme: ¿es cierto que cada día se reúne la corte del emperador en la capilla real para rendir homenaje a una tortuga disecada que se halla encerrada encima del altar mayor, una tortuga divina cuyo caparazón está incrustado de diamantes, rubíes y otras piedras preciosas?".
"Sí, es cierto, honorable señor", dijeron los mensajeros.
"Pues bien, ¿pensáis que aquel pobre bicho que mueve su cola en el estiércol podría reemplezar a la divina tortuga?".
"No, venerable señor", respondieron los mensajeros.
"Entonces ide a decirle al emperador que tampoco yo puedo. Prefiero mil veces estar vivo entre estas montañas que muerto en su palacio. Porque nadie puede vivir en un palacio y estar vivo".
viernes, 16 de julio de 2010
EL LOTO.
ANTHONY DE MELLO.
Mi amigo me tenía totalmente asombrado. Estaba decidido a demostrar a toda la vecindad lo santo que era. Incluso se había puesto un ropaje adecuado a dicho propósito. Yo siempre había creído que cuando un hombre es auténticamente santo, resulta evidente para los demás, sin necesidad de ayudarles a que lo vean. Pero mi amigo estaba determinado a proporcionar esta ayuda a sus vecinos. Llegó incluso a organizar un pequeño grupo de discípulos que demostraban ante todo el mundo esa pretendida santidad. Lo llamaban "dar testimonio".
Al pasar por el estanque, vi un loto en flor e instintivamente le dije:
"¡Qué hermoso eres, querido loto! ¡Y qué hermoso debe ser Dios, que te ha creado!".
El loto se ruborizó, porque jamás había tenido la menor conciencia de su gran hermosura. Pero le encantó que Dios fuera glorificado.
Era mucho más hermoso por el hecho de ser tan inconsciente de su belleza. Y me atraía irresistiblemente porque en modo alguno pretendía impresionarme.
*************************************************************************************
En otro estanque situado un poco más allá pude ver cómo otro loto desplegaba sus pétalos ante mí con absoluto descaro y me decía: ¡Fíjate en mi belleza y glorifica a mi Hacedor".
Y me marché con mal sabor de boca.
Cuando trato de edificar, estoy tratando de impresionar a los demás. ¡Cuidado con el fariseo bienintencionado.
Mi amigo me tenía totalmente asombrado. Estaba decidido a demostrar a toda la vecindad lo santo que era. Incluso se había puesto un ropaje adecuado a dicho propósito. Yo siempre había creído que cuando un hombre es auténticamente santo, resulta evidente para los demás, sin necesidad de ayudarles a que lo vean. Pero mi amigo estaba determinado a proporcionar esta ayuda a sus vecinos. Llegó incluso a organizar un pequeño grupo de discípulos que demostraban ante todo el mundo esa pretendida santidad. Lo llamaban "dar testimonio".
Al pasar por el estanque, vi un loto en flor e instintivamente le dije:
"¡Qué hermoso eres, querido loto! ¡Y qué hermoso debe ser Dios, que te ha creado!".
El loto se ruborizó, porque jamás había tenido la menor conciencia de su gran hermosura. Pero le encantó que Dios fuera glorificado.
Era mucho más hermoso por el hecho de ser tan inconsciente de su belleza. Y me atraía irresistiblemente porque en modo alguno pretendía impresionarme.
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En otro estanque situado un poco más allá pude ver cómo otro loto desplegaba sus pétalos ante mí con absoluto descaro y me decía: ¡Fíjate en mi belleza y glorifica a mi Hacedor".
Y me marché con mal sabor de boca.
Cuando trato de edificar, estoy tratando de impresionar a los demás. ¡Cuidado con el fariseo bienintencionado.
LA FALTA DE MEMORIA DEL AMOR.
ANTHONY DE MELLO.
"¿Por qué no dejas nunca de hablar de mis pasados errores?", le preguntó el marido a su mujer. "Yo pensaba que habías perdonado y olvidado".
"Y es cierto. He perdonado y olvidado", respondió la mujer. "Pero quiero estar segura de que tú no olvides que yo he perdonado y olvidado".
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Un diálogo:
El discípulo: "¡No te acuerdes de mis pecados, Señor!".
El Señor: "¿Pecados? ¿Qué pecados? Como tú no me los recuerdes... Yo los he olvidado
hace siglos".
El amor no lleva cuenta de las ofensas.
"¿Por qué no dejas nunca de hablar de mis pasados errores?", le preguntó el marido a su mujer. "Yo pensaba que habías perdonado y olvidado".
"Y es cierto. He perdonado y olvidado", respondió la mujer. "Pero quiero estar segura de que tú no olvides que yo he perdonado y olvidado".
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Un diálogo:
El discípulo: "¡No te acuerdes de mis pecados, Señor!".
El Señor: "¿Pecados? ¿Qué pecados? Como tú no me los recuerdes... Yo los he olvidado
hace siglos".
El amor no lleva cuenta de las ofensas.
LA RELIGIÓN DE LA VIEJA DAMA.
ANTHONY DE MELLO.
A una vieja dama de mentalidad muy religiosa, a la que no satisfacía ninguna de las religiones existentes, se le ocurrió fundar su propia religión.
Un periodista, que deseaba sinceramente comprender el punto de vista de dicha anciana, le preguntó un día: "¿De veras cree usted, como dice la gente, que nadie irá al cielo, a excepción de usted misma y de su criada?".
La vieja dama reflexionó unos instantes y respondió: "Bueno... de la pobre María no estoy tan segura".
A una vieja dama de mentalidad muy religiosa, a la que no satisfacía ninguna de las religiones existentes, se le ocurrió fundar su propia religión.
Un periodista, que deseaba sinceramente comprender el punto de vista de dicha anciana, le preguntó un día: "¿De veras cree usted, como dice la gente, que nadie irá al cielo, a excepción de usted misma y de su criada?".
La vieja dama reflexionó unos instantes y respondió: "Bueno... de la pobre María no estoy tan segura".
LA BUENA NOTICIA.
ANTHONY DE MELLO.
Esta es la Buena Noticia proclamada por Nuestro Señor Jesucristo:
Jesús enseñaba a sus discípulos en parábolas: Y les decía:
El Reino de los cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos; hasta que recibieron la llamada de Dios a hacerse discípulos.
El de más edad respondió con generosidad a la llamada, aunque tuvo que ver cómo se desgarraba su corazón al separarse de su familia y de la muchacha que amaba y con la que soñaba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su propia vida al servicio de los más pobres de entre los pobres. Se desató en aquel país una persecución, de resultas de la cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y condenado a muerte.
Y el Señor le dijo: "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de mil talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!
La respuesta del más joven fue mucho menos generosa. Decició ignorar la llamada, seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un feliz matrimonio, le fue bien en los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando daba una limosna a algún mendigo o se mostraba bondadoso con su mujer y sus hijos. También de vez en cuando enviaba una pequeña suma de dinero a su hermano mayor, que se hallaba en un remoto país, adjuntándole una nota en la que decía: "Tal vez con esto puedas ayudar mejor a aquellos pobres diablos".
Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo: "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por valor de diez talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!".
El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma recompensa que él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: "Señor, aún sabiendo esto, si tuviera que nacer de nuevo y volver a vivir, haría por ti exactamente lo mismo que he hecho".
Eso sí que es una Buena Noticia: un Señor generoso y un discípulo que le sirve por el mero gozo de servir con amor.
Esta es la Buena Noticia proclamada por Nuestro Señor Jesucristo:
Jesús enseñaba a sus discípulos en parábolas: Y les decía:
El Reino de los cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos; hasta que recibieron la llamada de Dios a hacerse discípulos.
El de más edad respondió con generosidad a la llamada, aunque tuvo que ver cómo se desgarraba su corazón al separarse de su familia y de la muchacha que amaba y con la que soñaba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su propia vida al servicio de los más pobres de entre los pobres. Se desató en aquel país una persecución, de resultas de la cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y condenado a muerte.
Y el Señor le dijo: "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de mil talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!
La respuesta del más joven fue mucho menos generosa. Decició ignorar la llamada, seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un feliz matrimonio, le fue bien en los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando daba una limosna a algún mendigo o se mostraba bondadoso con su mujer y sus hijos. También de vez en cuando enviaba una pequeña suma de dinero a su hermano mayor, que se hallaba en un remoto país, adjuntándole una nota en la que decía: "Tal vez con esto puedas ayudar mejor a aquellos pobres diablos".
Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo: "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por valor de diez talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!".
El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma recompensa que él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: "Señor, aún sabiendo esto, si tuviera que nacer de nuevo y volver a vivir, haría por ti exactamente lo mismo que he hecho".
Eso sí que es una Buena Noticia: un Señor generoso y un discípulo que le sirve por el mero gozo de servir con amor.
EL HUEVO DE ORO.
ANTHONY DE MELLO.
Un pasaje de un texto sagrado:
Esto dice el Señor: Había una vez una gansa que ponía cada día un huevo de oro. La mujer del propietario de la gansa se deleitaba en las riquezas que aquellos huevos le procuraban. Pero era una mujer avariciosa y no podía soportar esperar pacientemente día tras día para conseguir el huevo. De modo que decidió matar a la gansa y hacerse con todos los huevos de una vez. Y así lo hizo: mató a la gansa y lo único que consiguió fue un huevo a medio formar y una gansa muerta que ya no podría poner más huevos.
¡Hasta aquí la palabra de Dios!
Un ateo oyó este relato y se burló: "¿Esto es lo que llamáis palabra de Dios? ¿Una gansa que pone huevos de oro? Eso, lo único que demuestra es el crédito que podéis dar a eso que llamáis Dios...".
Cuando leyó el texto un sujeto versado en asuntos religiosos, reaccionó de la siguiente manera: "El Señor nos dice claramente que hubo una gansa que ponía huevos de oro. Y si el Señor lo dice, tiene que ser cierto, por muy absurdo que pueda parecer a nuestras pobres mentes humanas. De hecho, los estudios arqueológicos nos proporcionan algunos vagos indicios de que, en algún momento de la historia antigua, existió realmente una misteriosa gansa que ponía huevos de oro. Ahora bien, preguntaréis, y con razón, cómo puede un huevo, sin dejar de ser huevo, ser al mismo tiempo de oro. Naturalmente que no hay respuesta para ello. Diversas escuelas de pensamiento religioso intentan explicarlo de distintos modos. Pero lo quie se requiere, en último término, es un acto de fe en este misterio que desconcierta a la mente humana".
Hubo incluso un predicador que, después de leer el texto, anduvo viajando por pueblos y ciudades, urgiendo celosamente a la gente a aceptar el hecho de que Dios había creado huevos de oro en un determinado momento de la historia.
Pero ¿no habría empleado mejor su tiempo si se hubiera dedicado a enseñar las funestas consecuencias de la avaricia, en lugar de fomentar la creencia en los huevos de oro? Porque ¿no es acaso infinitamente menos importante decir "¡Señor, Señor!", que hacer la voluntad de nuestro Padre de los cielos?
Un pasaje de un texto sagrado:
Esto dice el Señor: Había una vez una gansa que ponía cada día un huevo de oro. La mujer del propietario de la gansa se deleitaba en las riquezas que aquellos huevos le procuraban. Pero era una mujer avariciosa y no podía soportar esperar pacientemente día tras día para conseguir el huevo. De modo que decidió matar a la gansa y hacerse con todos los huevos de una vez. Y así lo hizo: mató a la gansa y lo único que consiguió fue un huevo a medio formar y una gansa muerta que ya no podría poner más huevos.
¡Hasta aquí la palabra de Dios!
Un ateo oyó este relato y se burló: "¿Esto es lo que llamáis palabra de Dios? ¿Una gansa que pone huevos de oro? Eso, lo único que demuestra es el crédito que podéis dar a eso que llamáis Dios...".
Cuando leyó el texto un sujeto versado en asuntos religiosos, reaccionó de la siguiente manera: "El Señor nos dice claramente que hubo una gansa que ponía huevos de oro. Y si el Señor lo dice, tiene que ser cierto, por muy absurdo que pueda parecer a nuestras pobres mentes humanas. De hecho, los estudios arqueológicos nos proporcionan algunos vagos indicios de que, en algún momento de la historia antigua, existió realmente una misteriosa gansa que ponía huevos de oro. Ahora bien, preguntaréis, y con razón, cómo puede un huevo, sin dejar de ser huevo, ser al mismo tiempo de oro. Naturalmente que no hay respuesta para ello. Diversas escuelas de pensamiento religioso intentan explicarlo de distintos modos. Pero lo quie se requiere, en último término, es un acto de fe en este misterio que desconcierta a la mente humana".
Hubo incluso un predicador que, después de leer el texto, anduvo viajando por pueblos y ciudades, urgiendo celosamente a la gente a aceptar el hecho de que Dios había creado huevos de oro en un determinado momento de la historia.
Pero ¿no habría empleado mejor su tiempo si se hubiera dedicado a enseñar las funestas consecuencias de la avaricia, en lugar de fomentar la creencia en los huevos de oro? Porque ¿no es acaso infinitamente menos importante decir "¡Señor, Señor!", que hacer la voluntad de nuestro Padre de los cielos?
LA MIRADA DE JESÚS.
ANTHONY DE MELLO.
En el Evangelio de Lucas leemos lo siguiente:
Le dijo Pedro: "¡Hombre, no sé de que hablas!".
Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo, y el Señor se volvió y miró a Pedro... Y Pedro, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con Él, cantaba sus alabanzas, le daba gracias...
Pero siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que le mirara a los ojos..., cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba mirando.
Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que Él deseaba de mí.
Al fin, un día, reuní, el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: "Te quiero". Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: "Te quiero".
Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré.
En el Evangelio de Lucas leemos lo siguiente:
Le dijo Pedro: "¡Hombre, no sé de que hablas!".
Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo, y el Señor se volvió y miró a Pedro... Y Pedro, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con Él, cantaba sus alabanzas, le daba gracias...
Pero siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que le mirara a los ojos..., cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba mirando.
Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que Él deseaba de mí.
Al fin, un día, reuní, el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: "Te quiero". Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: "Te quiero".
Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré.
lunes, 12 de julio de 2010
EL MONJE Y LA MUJER.
ANTHONY DE MELLO.
De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una bellísima mujer a la orilla de un río. Al igual que ellos, quería ella cruzar el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla.
El otro monje estaba absolutamente escandalizado y por espacio de dos horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla: "¿Había olvidado que era un monje? ¿Cómo se había atrevido a tocar a una mujer y a transportarla al otro lado del río? ¿Qué diría la gente? ¿No había desacreditado la Santa Religión? Etcétera.
El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló: "Hermano, yo he dejado a aquella mujer en el río. ¿Eres tú quien la lleva ahora?".
Dice el místico árabe Abu Hassan Bushanja: "El acto de pecar es mucho menos nocivo que el deseo y la idea de hacerlo. Una cosa es condescender con el cuerpo en un placentero acto momentáneo y otra cosa muy distinta que la mente y el corazón lo estén rumiando constantemente".
Cuando las personas religiosas no dejan de darle vueltas a los pecados de los demás, uno sospecha que esa insistencia les proporciona más placer del que el pecado proporciona al pecador.
De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una bellísima mujer a la orilla de un río. Al igual que ellos, quería ella cruzar el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla.
El otro monje estaba absolutamente escandalizado y por espacio de dos horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla: "¿Había olvidado que era un monje? ¿Cómo se había atrevido a tocar a una mujer y a transportarla al otro lado del río? ¿Qué diría la gente? ¿No había desacreditado la Santa Religión? Etcétera.
El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló: "Hermano, yo he dejado a aquella mujer en el río. ¿Eres tú quien la lleva ahora?".
Dice el místico árabe Abu Hassan Bushanja: "El acto de pecar es mucho menos nocivo que el deseo y la idea de hacerlo. Una cosa es condescender con el cuerpo en un placentero acto momentáneo y otra cosa muy distinta que la mente y el corazón lo estén rumiando constantemente".
Cuando las personas religiosas no dejan de darle vueltas a los pecados de los demás, uno sospecha que esa insistencia les proporciona más placer del que el pecado proporciona al pecador.
CONSUELO PARA EL DEMONIO.
ANTHONY DE MELLO.
Una antigua leyenda cristiana:
Cuando el Hijo de Dios fue clavado en la cruz y entregó su Espíritu, descendió inmediatamente a los infiernos y liberó a todos los pecadores que allí sufrían tormentos.
Y el demonio se afligió y lloró, porque creía que ya no conseguiría más pecadores para el infierno.
Entonces le dijo Dios: "No llores, que yo he de enviarte a todas esas santas personas que se complacen en la autoconciencia de su bondad y de su santurronería y en la condenación de los pecadores. Y el infierno volverá a llenarse una vez más, durante generaciones, hasta que decida yo regresar de nuevo".
Una antigua leyenda cristiana:
Cuando el Hijo de Dios fue clavado en la cruz y entregó su Espíritu, descendió inmediatamente a los infiernos y liberó a todos los pecadores que allí sufrían tormentos.
Y el demonio se afligió y lloró, porque creía que ya no conseguiría más pecadores para el infierno.
Entonces le dijo Dios: "No llores, que yo he de enviarte a todas esas santas personas que se complacen en la autoconciencia de su bondad y de su santurronería y en la condenación de los pecadores. Y el infierno volverá a llenarse una vez más, durante generaciones, hasta que decida yo regresar de nuevo".
martes, 15 de junio de 2010
LA ROCA.
ANTHONY DE MELLO.
Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios.
El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas.
El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas...y esta no se movía.
Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano. Como el hombre empezó a sentirse frustrado Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido".
Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
Satanás le dijo: Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible?.
Solo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".
El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ".
El Señor le respondió con compasión: "Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar.
Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste?. Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras. A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez.
Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca".
Algunas veces, cuando escuchamos la palabra del Señor, tratamos de utilizar nuestro intelecto para descifrar su voluntad, cuando en realidad Dios solo nos pide obediencia y fe en él. Debemos ejercitar nuestra fe, que mueve montañas, pero conscientes que es Dios quien al final logra moverlas.
Cuando todo parezca ir mal... solo EMPUJA!.
Cuando estés agotado por el trabajo... solo EMPUJA!.
Cuando la gente no se comporte de la manera que te parece que debería... solo EMPUJA!.
Cuando no tienes más dinero para pagar tus cuentas... solo EMPUJA!.
Cuando la gente simplemente no te comprende... solo EMPUJA!.
Cuando te sientas agotado y sin fuerzas... solo EMPUJA!.
Hay rocas imposibles de mover o de cambiar. Tal vez ESA no es nuestra misión.
Un fuerte abrazo y mi oración para que nunca dejes de "empujar"
Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios.
El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas.
El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas...y esta no se movía.
Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano. Como el hombre empezó a sentirse frustrado Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido".
Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
Satanás le dijo: Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible?.
Solo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".
El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ".
El Señor le respondió con compasión: "Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar.
Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste?. Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras. A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez.
Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca".
Algunas veces, cuando escuchamos la palabra del Señor, tratamos de utilizar nuestro intelecto para descifrar su voluntad, cuando en realidad Dios solo nos pide obediencia y fe en él. Debemos ejercitar nuestra fe, que mueve montañas, pero conscientes que es Dios quien al final logra moverlas.
Cuando todo parezca ir mal... solo EMPUJA!.
Cuando estés agotado por el trabajo... solo EMPUJA!.
Cuando la gente no se comporte de la manera que te parece que debería... solo EMPUJA!.
Cuando no tienes más dinero para pagar tus cuentas... solo EMPUJA!.
Cuando la gente simplemente no te comprende... solo EMPUJA!.
Cuando te sientas agotado y sin fuerzas... solo EMPUJA!.
Hay rocas imposibles de mover o de cambiar. Tal vez ESA no es nuestra misión.
Un fuerte abrazo y mi oración para que nunca dejes de "empujar"
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