martes, 12 de octubre de 2010

EL BUHÓ Y EL HOMBRE.

Vivía retirado en un granero un búho que se dedicaba a meditar, sin olvidar la tarea de cazar ratones, que era de lo que vivía. Por el día se dejaba ver poco.

El dueño del granero, por casualidad, vio al búho parado en una tabla, callado e inmóvil.

El hombre le miraba y se reía, y jocoso le dijo: "Qué cara de memo tienes ¿habrá por ahí un bicho már raro que tú? ¿por qué no vives como las demás aves? Ellas se levantan alegres por la mañana en cuanto amanece. Jilgueros, calandrias, ruiseñores y otras aves vuelan y van de acá para allá, cantando entre los árboles, bebiendo en las fuentes, disfrutan de la vida". Y el búho contestó con desprecio: - Qué cosa tan tonta estás diciendo. Eres un necio, contempla, mi sabiduría, mi porte, mi retiro, mi silencio, estoy orgullosísimo de mí. Si alguna vez salgo de día, cosa que habrás observado que hago poco, las demás aves me siguen y revolotean a mi alrededor y, claro, como tengo este aspecto tan digno y respetable, vienen trás de mí como aleladas.

-Ah, qué tonto y presumido eres -dijo el hombre-. Las aves que van detrás de tí, no lo hacen para admirarte, sino por todo lo contrario, se burlan de ti y de tu aspecto y piensan que eres un ignorante. Al igual que yo pienso que ignorantes son aquellos hombres que se alejan de los demás, creyendo ser sabios y superiores, y sólo son sabios en la ciencia de aparentar y no en verdad, pues, si fueran sabios, estoy seguro de que no se comportarían así. Y, de esta clase de hombres, hay muchos que son como tú, búho: pura apariencia.

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