LEONARDO DA VINCI.
Un día la navaja, saliendo del mango que le servía de funda, se puso al sol y vio al sol reflejado en ella. Entonces se enorgulleció, dio vueltas a sus pensamientos y se dijo: <<¿Volveré a la tienda de la que acabo dede salir? De ninguna manera. Los dioses no pueden querer que tanta belleza degenere en usos tan bajos. Sería una locura dedicarme a afeitar las enjabonadas barbas de los labriegos. ¡Qué bajo servicio! ¿ Estoy destinada para un servicio así? Sin duda alguna que no. Me ocultaré en un sitio retirado y allí pasaré mi vida tranquila.>>
Depuse de vivir este estilo de vida algunos meses, saliendo fuera de su funda al aire libre, se dio cuenta de que había adquirido el aspecto de una sierra oxidada y que sus superficie no podía reflejar ya el esplendor del sol. Arrepentida, lloró en vano su irreparable desgracia y se dijo: <<¡ Cúanto mejor hubiera sido haberme gastado en manos del barbero que tuvo que privarse de mi exquisita habilidad para cortar! ¿Dónde está ya mi rostro relucinte? El óxido lo ha consumido.>>
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