lunes, 30 de noviembre de 2009

EL DIABLO Y EL CAMPESINO.

DINO SEMPLICI.

Un día el diablo se fue de inspección para ver cómo rezaban las personas. Era un tema que le interesaba porque la experiencia le había enseñado que era de vital importancia para su trabajo. Su gira fue breve y satisfactoria porque las dolientes oraciones eran del todo innocuas –y porque las personas que rezan son menos que las moscas blancas-.

Estaba regresando contento a casa, cuando descubrió, en un campo, a un labrador que estaba gesticulando. Ávido por saber qué pasaba, se escondió detrás de un montículo y se uso a observar. El hombre estaba peleando violentamente con Dios: lo trataba sin ninguna consideración, y le decía toda clase de barbaridades.

El diablo se quedó vivamente interesado en un principio, pero luego comenzó a reflexionar y aquello no le gustó nada.

Mientras andaba en estas cavilaciones pasó por allí un cura, quien dirigiéndose al campesino le dijo:

- Buen hombre. ¿Por qué razón te comportas así? ¿No sabes que insultar a Dios es pecado?

- Reverendo – responde el hombre-, si me enfurezco con Dios, es porque creo y porque le siento cercano; si le digo lo que siento, es porque lo quiero mucho; si grito, es porque sé que me escucha.

- Tú deliras –dijo el cura alejándose.

Pero el diablo, que sabía más que el cura, se fue muy alarmado: había descubierto a un hombre capaz todavía de rezar.

EL MONO QUE SALVÓ A UN PEZ.

ANTHONY DE MELLO.

“¿Qué demonios estás haciendo?” le pregunté al mono cuando le vi sacar un pez del agua y colocarlo en la rama de un árbol.

“Estoy salvándole de perecer ahogado”, me respondió.

Lo que para uno es comida, es veneno para otro.

El sol, que permite ver al águila, ciega al búho.

LA PALOMA REAL.

ANTHONY DE MELLO.

Narruddin llegó a ser primer ministro del rey.
En cierta ocasión, mientras deambulaba por el palacio, vio por primera vez en su vida un halcón real.

Hasta entonces, Naruddin jamás había visto semejante clase de paloma. De modo que tomó unas tijeras y cortó con ellas las garras, las alas y el pico del halcón.

“Ahora pareces un pájaro como es debido”, dijo. “Tu cuidador te ha tenido muy descuidado”.

¡Ay de las gentes religiosas que no conocen más mundo que aquel en el que viven y no tienen nada que aprender de las personas con las que hablan!

EL ELEFANTE Y LA RATA.

ANTHONY DE MELLO.

Se hallaba un elefante bañándose tranquilamente en un remanso, en mitad de la jungla, cuando, de pronto, se presentó una rata y se puso a insistir en que el elefante saliera del agua.

“No quiero”, decía el elefante. “Estoy disfrutando y me niego a ser molestado”.

“Insisto en que salgas ahora mismo”, le dijo la rata.

“¿Por qué?”, preguntó el elefante.

“No te lo diré hasta que hayas salido de ahí”, le respondió la rata.

“Entonces no pienso salir”, dijo el elefante.

Pero, al final, se dio por vencido. Salió pesadamente del agua, se quedó frente a la rata y dijo:
“Está bien; ¿para qué querías que saliera del agua?”.

“Para comprobar si te habías puesto mi bañador”, le respondió la rata.

Es infinitamente más fácil para un elefante ponerse el bañador de una rata que para Dios acomodarse a nuestras doctas ideas acerca de Él.

domingo, 29 de noviembre de 2009

EL MENDIGO SABIO.

EL MENDIGO SABIO.

(TAULERO)

Un estudioso rogó a Dios durante ocho años que le enseñara el camino de la verdad, un día oyó una voz del cielo que le dijo:

- Sal y vete a los escalones de la Iglesia; allí encontrarás a un hombre que te enseñará el camino de la verdad y de la alegría.

Sale, pues, y encuentra a un mendigo, cuyos pies estaban heridos, desnudos, llenos de barro, y sus vestidos no valían tres duros. Lo saluda diciendo:

- Qué Dios te conceda un buen día.

El mendigo le respondió:

- No me acuerdo haber tenido jamás un día malo.
- Qué Dios le haga feliz.
- No he sido jamás infeliz – respondió el hombre.
- Por favor, hable con más claridad –dijo el estudioso- porque no entiendo lo que dice.
- Usted me ha augurado un buen día, yo le he respondido que jamás he tenido uno malo; en efecto, cuando el hambre me atormenta, alabo a Dios; cuando recibo desprecio, alabo a Dios; si siento frío, si graniza, si nieva, alabo a Dios; por consiguiente, no he tenido jamás un día malo. Cualquier cosa que yo reciba de Dios, o que él permita que yo reciba de los otros, prosperidad o adversidad, dulzura o amargura, la considero como una verdadera fortuna, y la acepto con alegría de su mano. Por esto no he sido jamás infeliz.

- Pero, ¿qué diría – preguntó el estudioso- si Dios quisiese arrojarlo a lo más profundo del abismo?

- Si Dios quisiese llegar a esto, me abrazaría estrechamente a él; así si quisiera arrojarme al infierno, tendría que venir conmigo; y yo preferiría estar en el infierno con él que en el cielo sin él.

- ¿De dónde viene? – preguntó aún el estudioso.

- Vengo de Dios.

- ¿Dónde lo has encontrado?

- En las criaturas.

- ¿Dónde habita?

- En los corazones puros y en los hombres de buena voluntad.

- ¿Qué es usted, pues?

- Soy rey.

- ¿Dónde está su reino?

- En mi alma.

El estudioso comprendió que el mendigo, por su conformidad con la voluntad de Dios, era más rico que los monarcas y más feliz que todos.

EL AGUIJÓN.

ANTHONY DE MELLO.

Hubo un santo que tenía el don de hablar el lenguaje de las hormigas.
Se acercó a una que parecía más enterada y le preguntó: “¿Cómo es el Todopoderoso?
¿Se parece de algún modo a las hormigas?”,

La docta hormiga le respondió: “¿El Todopoderoso?
En absoluto. Las hormigas, como puedes ver, tenemos un solo aguijón.
Pero el Todopoderoso tiene dos”.


Escena sugerida por el anterior cuento:
Cuando se le preguntó cómo era el cielo, la sabia hormiga replicó solemnemente: “Allí seremos igual que Él, con dos aguijones cada uno, aunque más pequeños”.

Existe una fuerte controversia entre las distintas escuelas de pensamiento religioso acerca de dónde exactamente se hallará ubicado el segundo aguijón en el cuerpo glorioso de la hormiga.

lunes, 23 de noviembre de 2009

EL CANTO DEL PÁJARO.

ANTHONY DE MELLO.

Los discípulos tenían multitud de preguntas que hacer acerca de Dios.

Les dijo el Maestro: “Dios es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier afirmación acerca de Él, cualquier respuesta a vuestras preguntas, no será más que una distorsión de la Verdad”.

Los discípulos quedaron perplejos: “Entonces, ¿por qué hablas sobre Él?”.

“¿ Y por qué canta el pájaro?”, respondió el Maestro.


El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer. Canta porque tiene un canto que expresar.

Las palabras del alumno tienen que ser entendidas. Las del Maestro no tienen que serlo. Tan sólo tienen que ser escuchadas, del mismo modo que uno escucha el viento en los árboles y el rumor del río y el canto del pájaro, que despiertan en quien lo escucha algo que está más allá de todo conocimiento.

UNA VITAL DIFERENCIA.

ANTHONY DE MELLO.

Le preguntaron cierta vez a Uwais, el Sufí:

“¿Qué es lo que la Gracia te ha dado?”

Y les respondió:

“Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche”.

Le volvieron a preguntar:

“Pero esto, ¿no lo saben todos los hombres?”.

Y replicó Uwais:

“Sí, lo saben; pero no todos lo sienten”.

Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelectualmente la palabra VINO.

COME TU MISMO LA FRUTA.

ANTHONY DE MELLO.

En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su Maestro:

“Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado”.

El Maestro replicó:

“¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela?”.

Nadie puede descubrir tu propio significado en tu lugar. Ni siquiera el Maestro.

lunes, 16 de noviembre de 2009

LOS PERROS Y LA ZORRA.

ESOPO.

Unos perros, encontrando la piel de un león, comenzaron a rasgarlo en pedazos con sus dientes. Una zorra, viéndolos, les dijo,

--Si ese león estuviera vivo, ustedes averiguarían pronto que las garras de él eran más fuertes que los dientes de ustedes.

LOS GANSOS Y LAS GRULLAS.

ESOPO.

Gansos y grullas se alimentaban en el mismo prado, cuando un cazador de pájaros vino para entramparlos en sus redes.

Las grullas, que por ser livianas eran ligeras de ala, huyeron lejos rápidamente; mientras los gansos, siendo más pesados en sus cuerpos y por lo tanto más lentos para empezar el vuelo, fueron capturados.

EL CABALLO Y EL ASNO.

ESOPO.

Un caballo, orgulloso de su parafernalia fina, encontró un asno en la carretera.

El asno, que iba pesadamente cargado, caminaba despacio por el camino.

--Apenas--, dijo el caballo, --puedo yo resistir a darte una patada con mis talones, pues veo que solamente sirves para manejar cargas.

El asno mantuvo su paciencia, y sólo hizo una petición silenciosa a la justicia de los dioses.

No mucho tiempo después el caballo tuvo problemas de salud, y su dueño lo envió a trabajar a la granja.

El asno, viéndolo jalar una pesada carreta, así se mofó de él:

--¿Dónde, oh jactancioso, está ahora toda tu alegre parafernalia, y quién eres ahora reducido a la condición de cargador, a la que tan recientemente me trataste con desprecio?'

LA MOSCA Y LA MULA DE TRANSPORTE.

ESOPO.

Una mosca sentada en el árbol de una carreta, se dirigió a la mula que la jalaba, diciéndole,

--¡Qué lenta que es usted! ¿Por qué no va más rápido? A ver si no la pincho en su cuello con mi picadura.

--La mula de transporte contestó,

--No me interesan sus amenazas; sólo pongo atención al que se sienta más arriba de donde está usted, y es quién acelera mi paso con su fusta, o me contiene con las riendas. Váyase lejos, por lo tanto, con su insolencia, ya que sé bien cuando debo ir rápida, y cuando debo ir lenta.

EL LOBO, LA ZORRA Y EL MONO.

ESOPO.

Un lobo acusó a una zorra de robo, pero la zorra, siendo en realidad inocente, negó totalmente la acusación.

Un mono se ofreció a juzgar el asunto entre ellos.

Cuando cada uno había declarado totalmente su caso, el mono dio esta sentencia:

--No pienso que usted, señor lobo, hubiera perdido lo que reclama; y usted, señora zorra, por sus antecedentes, creo que realmente robó lo que tan fuertemente niega."

EL PAVO REAL Y HERA.

ESOPO.

El Pavo real hizo la queja a Hera que, mientras el ruiseñor complacía cada oído con su canción, él mismo, apenas abría su boca, era el hazmerreír de todos quienes lo oían.

La diosa, para consolarlo, dijo,

-Pero tú eres excelentemente excedido en belleza y tamaño. El esplendor de la esmeralda brilla en tu cuello y despliegas una cola magnífica con el plumaje pintado.

--¿Pero con qué objetivo tengo yo,-- dijo la ave, --esta belleza muda mientras que soy superado en el canto?

--La función de cada uno,-- contestó Hera, --ha sido adjudicada por la voluntad de los destinos : a ti, belleza; al águila, fuerza; al ruiseñor, canto; al cuervo, augurios favorables, y a la corneja, augurios desfavorables. Y todos deben estar contentos por los atributos asignados.

EL ASNO Y EL LOBO.

ESOPO.

Un asno que se alimentaba en un prado vio a un lobo acercarse para agarrarlo, e inmediatamente pretendió ser cojo. El lobo, acercándose, preguntó la causa de su cojera.

El asno contestó que pasando por un seto él había puesto el pie sobre una espina aguda. Él solicitó al lobo que le sacara la espina, no sea que cuando se lo vaya a comer pudiera perjudicarle su garganta.

El lobo consintió y levantando en lo alto el pie del asno, daba su mente entera al descubrimiento de la espina, cuando en eso, el asno, con sus talones, dio una patada a los dientes del lobo en su boca y galopó lejos.

El lobo, siendo así terriblemente maltratado, dijo,

--Bien me pasa esto, por meterme en el arte de la curación, cuándo mi padre sólo me enseñó el oficio de carnicero.

EL JOVEN EN EL RÍO.

ESOPO.

Un muchacho que se bañaba en un río estaba en peligro de ahogarse. Pidió ayuda a un viajero que pasaba por allí, pero en vez de darle una mano de ayuda, el hombre estuvo parado indiferentemente, y reprendió al muchacho por su imprudencia.

--¡Ay, señor!-- gritó el joven, --por favor, ayúdeme ahora y repréndame después.

LA COMADREJA Y LOS RATONES.

ESOPO.

Una comadreja, inactiva por su edad y sus enfermedades, no era capaz de agarrar a ratones como antes lo hacía.

Por lo que se hizo rodar en harina simulando ser alimento y fue a posar en una esquina oscura. Un ratón, suponiendo que era comida, saltó sobre ella, y fue agarrado al instante y devorado.

Otro cayó de una manera similar, y luego un tercero, y todavía otros después de ellos.

Un ratón mayor muy experimentado, que había evitado muchas trampas y ratoneras, observó desde una distancia segura la trampa de su enemiga mañosa y dijo,

--¡Ah! ¡Tú incapaz que yaces allí, aunque estés llena de harina, siempre te reconoceré!

Y desde entonces ella no pudo volver a cazar más ratones.

LA ALONDRA Y SUS CRÍAS.

ESOPO.

Una alondra había hecho su nido a principios de la primavera en el joven trigo verde. Sus crías habían alcanzado casi todo su desarrollo y conocían el uso de sus alas y su cuerpo estaba ya lleno de plumas, cuando el dueño del campo, revisando su cosecha madura, dijo,

--Ha llegado el momento en que debo pedir a todos mis vecinos que me ayuden con la cosecha.

Una de las alondras jóvenes oyó su decir y lo relató a su madre, preguntándole a que lugar deberían moverse para su seguridad.

--No hay ninguna necesidad para moverse aún, mi hija-- contestó; --el hombre que busca a sus amigos para ayudarle con su cosecha no está realmente preparado.

El dueño del campo vino otra vez unos días más tarde y vio que el trigo empezaba a mostrar exceso de madurez. Él dijo,

--Vendré yo mismo mañana con mis trabajadores, y con tantas segadoras como pueda alquilar, y entraré a cosechar.

La alondra madre al oír estas palabras le dijo a sus hijas,

--Ahora si es el momeno para partir, mis pequeñas, ya que el hombre sí lo hará esta vez; él ya no pedirá a sus amigos manejarle su cosecha, sino que cosechará el campo él mismo.

LOS MONOS Y LOS DOS VIAJEROS.

ESOPO.

Dos hombres, uno quién siempre decía la verdad y el otro quién decía solamente mentiras, viajaban juntos y por casualidad vinieron a la tierra de los monos.

Uno de los monos, que había llegado a ser el rey, mandó que ellos fueran agarrados y traídos ante él, para saber saber que opinaban los hombres de él. Él pidió al mismo tiempo que arreglaran a todos los monos en una fila larga a su derecha y a su izquierda, y que colocaran un trono para él, como era la costumbre entre hombres. Después de estas preparaciones él dio aviso de que los dos hombres deberían ser traídos ya ante él, y los saludó con esta frase:

--¿Qué clase de rey les parezco ser, oh forasteros?

El Viajero Mentiroso contestó,

--Usted me parece el rey más poderoso que he conocido. -- contestó.

--¿Y cuál es su estimación de aquellos que usted ve alrededor mío?

--Éstos,-- respondió, --son compañeros dignos de usted, y sirven para ser embajadores y líderes de ejércitos.--

El mono rey y todo su tribunal, satisfecho con la mentira, mandaron que un hermoso presente fuera dado al adulador.

Entonces el viajero verídico pensó para sí,

--Si una recompensa tan grande fue dada para una mentira, ¿con que regalo no puedo ser recompensado, si, según mi costumbre, digo la verdad?--

El mono rey rápidamente le preguntó:

--Y a usted, ¿cómo le parecemos yo y mis amigos que están alrededor mío?

--Tú me pareces,-- dijo él, --simplemente un mono, y todos estos tus compañeros, después de ti, son monos igualmente.

El rey de los monos, enfurecido al oír esas verdades, lo entregó a los dientes y las garras de sus compañeros.

EL LADRÓN Y EL PERRO GUARDIÁN.

ESOPO.

Un ladrón vino por la noche para robar en una casa. Él trajo consigo varias rebanadas de carne a fin de pacificar al perro guardián, de modo que no alarmara a su patrón ladrando.

Cuando el ladrón le lanzó los pedazos de carne, el perro dijo,

--Si usted piensa callar mi boca, está completamente equivocado. Esta bondad repentina de sus manos sólo me hará más vigilante, no sea que bajo estos favores inesperados hacia mí, usted obtenga algunos beneficios especiales para llevar a cabo su propia ventaja, y para dañar a mi patrón.

EL CABALLO Y EL VENADO.

ESOPO.

En un tiempo el caballo tenía todo el pasto de la llanura solamente
para él.

Sucedió entonces que un venado se metió en su territorio y compartió su pasto. El caballo, deseando vengarse con el forastero, preguntó a un hombre si él quisiera ayudarle a castigar al venado.

El hombre contestó que si él aceptaba recibir un fierro en su boca y consentía en llevarlo contínuamente, él concebiría armas eficaces contra el venado.

El caballo aceptó lo solicitado. Y a partir de aquella hora él encontró que en vez de obtener venganza contra el venado, se había esclavizado al servicio de hombre.

EL MONO Y EL DELFÍN.

ESOPO.

Un marinero, comprometido en un viaje largo, llevó con él a un mono para divertirlo mientras estaba a bordo. Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una violenta tempestad se levantó y el barco fue arruinado, y el marinero, su mono, y todo el equipo fue obligado a nadar para salvar sus vidas.

Un delfín vio al mono competir con las olas, y suponiendo que él era un hombre (a quien siempre se dice que el delfín le ofrece amistad), vino y se colocó bajo él, llevándole en su espalda a la seguridad de la orilla.

Cuando el delfín llegó con su carga a la vista de la tierra no lejos de Atenas, le preguntó al mono si él era un Ateniense. Éste contestó que sí lo era, y que era descendiente de una de las familias más nobles en aquella ciudad. El delfín entonces preguntó si él conocía el Pireo (el famoso puerto de Atenas).

Pensando que se refería a un hombre, el mono contestó que lo conocía muy bien y que él era un amigo íntimo. El delfín, indignado por estas falsedades, dio media vuelta y retornó al mono al alta mar.

EL LOBO Y LA ZORRA.

ESOPO.

Una vez un lobo muy grande y fuerte nació entre los lobos, que excedió a todos sus compañeros del mismo tipo en fuerza, tamaño, y rapidez, de modo que ellos unánimemente decidieran llamarlo "León".

El lobo, con una carencia de sentido igual a su tamaño enorme, pensó que ellos le dieron este nombre por ser en verdad como un león, y, dejando su propia raza, se fue a vivir finalmente con los leones.

Una vieja zorra, viendo eso, le dijo,

--Es mi intención no llegar nunca a hacerme tan ridícula como usted lo hace con su orgullo y vanidad; porque aunque usted tiene el tamaño de un león entre lobos, pero en una manada de leones usted es y seguirá siendo definitivamente un lobo.

EL CUERVO Y LA ZORRA.

ESOPO.

Un cuervo que fallecía sediento vio una jarra, y esperando encontrar en ella agua, voló hacia allá con placer. Cuando la alcanzó, descubrió con pena que el nivel de su contenido no estaba a su alcance. Él intentó todo lo que podría pensar para poder llegar a donde se encontraba el nivel del agua, pero todos sus esfuerzos fueron en vano.

Por fin descubrió que coleccionando tantas piedras como él pudiera llevar, y dejándolas caer una tras otra con su pico dentro de la jarra, el agua subiría hasta llegar a poner su nivel dentro de su alcance y así pudo salvar su vida.

LA SERPIENTE Y EL ÁGUILA.

ESOPO.

Una serpiente y un águila luchaban entre sí en un conflicto mortal. La serpiente llevaba la ventaja, y estuvo a punto de estrangular a la ave.

Un campesino las vio, y corriendo, desenrrolló a la serpiente y dejó al águila salir libre. La serpiente, irritada por la fuga de su presa, inyectó su veneno en el cuerno de bebida del campesino.

El hombre, ignorante de su peligro, estuvo a punto de beber, pero en eso el águila bajó y le golpeó su mano con su ala, y, agarrando el cuerno de bebida en sus garras, se lo llevó a lo alto y lo derramó, salvándole así su vida.

EL LADRÓN Y EL POSADERO.

ESOPO.

Un ladrón alquiló un cuarto en una taberna y se quedó un tiempo con la esperanza de robar algo que debería permitirle pagar su cuenta.

Cuando ya había esperado algunos días en vano, vio al posadero vestido con un nuevo y hermoso abrigo y sentado junto a la puerta. El ladrón se sentó a su lado y habló con él. Cuando la conversación comenzó a decaer, el ladrón bostezó terriblemente y al mismo tiempo aulló como un lobo. El Posadero preguntó:

-- ¿Por qué aúlla usted tan terriblemente?

-- Le diré, -- dijo el ladrón -- pero primero permítame pedirle que sostenga mi ropa, o la despedazaré. No sé, señor, cuando fue que adquirí este hábito del bostezo, ni si estos ataques de aullidos fueron infligidos a mí como una condena por mis delitos, o por alguna otra causa; pero sí sé realmente, que cuando bostezo por tercera vez, me convierto en un lobo y ataco a los hombres.

Con este discurso él comenzó un segundo ataque de bostezo y otra vez aulló como un lobo, tal como lo hizo al principio. El posadero, habiendo oído su historia y creyendo todo lo que él dijo, se puso enormemente alarmado y, levantándose de su asiento, intentó escapar. El ladrón lo sostuvo por su lujoso abrigo y le suplicó que se detuviera, diciendo:

-- Por favor espere, señor, y sostenga mi ropa, o la despedazaré en mi furia, cuando me convierta en un lobo.

Al mismo momento él bostezó por tercera vez y produjo un aullido aún más terrible. El posadero, realmente asustado, no fuera a ser que él sería atacado, dejó su nuevo abrigo en las manos del ladrón y corrió tan rápido como podía hacia adentro de la posada para su seguridad. El ladrón entonces se largó con el abrigo, no pagó la cuenta y no volvió nunca más a la posada.

EL ÁGUILA, LA GATA Y LA CERDA SALVAJE.

ESOPO.

Un águila hizo su estancia en lo alto de un roble alto; una gata, habiendo encontrado un agujero conveniente, se asentó en el medio del tronco; y una cerda salvaje, con sus crías, tomó refugio en un hueco al pie del árbol.

La gata hábilmente resolvió a destruir esta comunidad casual. Para realizar su diseño, subió a la estancia del águila, y le dijo:

-- La destrucción viene para usted, y para mí también, lamentablemente. La cerda salvaje, a quien usted ve diariamente escarbando la tierra, desea desarraigar el roble, y entonces ella, en su caída, agarrará nuestras familias como alimento para sus crías.
Habiendo asustado así terriblemente al águila, ella se arrastró abajo a la cueva de la cerda, y le dijo:

-- Están sus crías en gran peligro; ya que tan pronto como usted sale con su basura para buscar alimento, el águila está lista para saltar sobre uno de sus pequeños cerdos.

Habiendo infundido este terror en la cerda, la gata se fue y simuló esconderse en el hueco del árbol. Cuando la noche vino ella salió adelante con pie silencioso y obtuvo el alimento para ella y sus gatitos, pero fingiendo tener miedo, ella guardó vigilancia hasta el final del día.

Mientras tanto, el águila, llena de terror por la cerda, se quedó quieta en las ramas, y la cerda, aterrorizada por lo dicho del águila, no se atrevió a salir de su cueva. Y así ambos, junto con sus familias, fallecieron de hambre, y se convirtieron en provisión amplia para la gata y sus gatitos.

LA ZORRA Y EL ERIZO.

ESOPO.

Una zorra que nadaba a través de un río rápido fue llevada por la fuerza de la corriente a un barranco muy profundo, donde quedó durante mucho tiempo muy magullada, enferma, e incapaz de moverse. Un enjambre de moscas hambrientas que chupan sangre se habían colocado sobre ella.

Un erizo, que pasó por ahí, vio su angustia y preguntó si él debería ahuyentar las moscas que la atormentaban.

-- De ningún modo -- contestó la zorra -- por favor no las molestes.

--¿Cómo es eso? -- dijo el erizo -- ¿no quiere usted ser librada de ellas?

-- No, -- respondió la zorra -- porque estas moscas que usted ve ya están llenas de sangre, y me pican, pero muy poco, y si usted me libra de éstas que ya están saciados, otras más hambrientos vendrán en su lugar, y terminarán de beber toda la sangre que aún me queda.

EL VENADO EL LOBO Y LA OVEJA.

ESOPO.

Un venado pidió a una oveja que le prestara una medida de trigo, y dijo que el lobo le daría su garantía.

La oveja, temiendo que hubiera fraude, se excusó, diciendo:

-El lobo está acostumbrado para tomar todo lo que él quiere y escaparse; y usted, también puede superarme rápidamente con su rápido correr. ¿Cómo entonces seré capaz de cobrarle cuando llegue el día del pago?-

EL TORO Y EL TERNERO.

ESOPO.

Un toro se esforzaba con toda su fuerza por apretarse para pasar por un paso estrecho que conducía a su puesto. Un ternero joven subió, y ofreció ir antes y mostrarle el modo por el cual él podría lograr pasar.

-Evítate el problema,- dijo el Toro; -yo sabía cómo hacerlo mucho antes de que tú nacieras.-

LA ROSA Y EL AMARANTO.

ESOPO.

Un amaranto plantado en un jardín cerca de un rosal, así se dirigía a él:

-¡Qué flor tan encantadora es la rosa, favorita tanto para Dioses como para hombres. Le envidio su belleza y su perfume!

El rosal le contestó:

-En efecto, querido amaranto, doy flores, ¡pero para una breve temporada! Y si ninguna mano cruel las desprende de mi tallo,
aún así fallecerán tempranamente. Pero tú eres inmortal y nunca te
descoloras, y siempre te presentas con renovada juventud.-

LA AVISPA Y LA SERPIENTE.

ESOPO.

Una avispa se asentó sobre la cabeza de una serpiente y, golpeándola incesantemente con sus picaduras, la hirió de muerte.

La serpiente, estando en el gran tormento y no sabiendo como librarse de su enemiga, vio venir un carro pesadamente cargado de madera, y fue deliberadamente a colocar su cabeza bajo las ruedas, diciendo:

-Al menos mi enemiga y yo falleceremos juntos.-

EL ARQUERO Y EL LEÓN.

ESOPO.

Un Arquero muy hábil fue a las montañas en busca de caza, pero todas las bestias del bosque escapaban cuando se acercaba. Sin embargo, un león, él solo, lo desafió para combatir.

El Arquero inmediatamente le lanzó una flecha y dijo al León:

-Envío a ti mi mensajero, que de él tú debes aprender lo que yo mismo te haré cuando te ataque finalmente.-

El León herido se largó a toda prisa con gran miedo, y cuando una zorra que había visto pasar todo esto le dijo que tuviera coraje y no se echara atrás en el primer ataque, él le contestó:

-Usted me aconseja en vano; ya que si él envía a un mensajero tan pequeño como muestra, ¿cómo soportaré yo el ataque final de ese hombre en forma completa?-

EL ASNO Y EL VIEJO PASTOR.

ESOPO.

Un pastor, mirando a su asno que se alimentaba en un prado, fue alarmado de repente por los gritos del enemigo. Él apeló al asno para huir rápido de allí junto con él, no fuera que ambos pudieran ser capturados, pero el animal perezosamente contestó:

-¿Por qué debería correr yo? ¿Piensa usted que probablemente el asaltante colocará en mí dos juegos de sillas?-

-No- contestó el pastor.

-Entonces,- dijo el asno, -mientras llevo la silla, ¿qué me importa a quien llevo encima?-

LOS ÁRBOLES Y EL HACHA.

ESOPO.

Un hombre entró en un bosque y pidió a los árboles que le proporcionaran un mango para su hacha. Los árboles consintieron en su petición y le dieron un fresno joven.

Apenas había el hombre encajado el nuevo mango del fresno a su hacha, cuando comenzó a usarlo y rápidamente taló con sus golpes los más nobles gigantes del bosque.

Un viejo roble, lamentándose cuando fue demasiado tarde de la destrucción de sus compañeros, dijo a un cedro vecino:

-El primer paso nos ha perdido a todos nosotros. Si hubiéramos tenido mejor previsión, podríamos haber retenido aún nuestros propios privilegios y haber estado de pie una eternidad.-

EL TORO LA LEONA Y EL CAZADOR.

ESOPO.

Un toro encontró a un pequeño león dormido y lo corneó hasta la muerte con sus cuernos. La Leona subió, y amargamente lamentó la muerte de su cachorro. Un cazador de jabalíes, viendo su angustia, estuvo de pie a una distancia y le dijo:

-Piensa cuántos hombres y mujeres hay que tienen razón de lamentar la pérdida de sus niños, cuyas muertes han sido causadas por ti.-

EL CABALLERO CALVO.

ESOPO.

Un caballero calvo, quien usaba una peluca, salió un día a cazar. De pronto un golpe de viento voló su sombrero y su peluca, lo que provocó un estallido de risas entre sus acompañantes.

Pero él, parando su caballo y con gran buen humor, se sumó al gozo diciendo:

- ¡Qué maravilla es que cabellos que no eran míos me abandonaran, cuando ellos también ya habían hecho lo mismo con el hombre en el cual crecieron.-

LA LIEBRE Y EL PERRO CORREDORES.

ESOPO.

Un perro perseguía afanosamente a una liebre, pero al cabo de una larga carrera, se dio por vencido. Un pastor que lo vio parar, se mofaba de él diciéndole:

-Esa pequeñita es la mejor corredora de los dos-.

Pero el perro replicó:

-Es que tú no ves la diferencia entre nosotros. Yo sólo corría por algo para la cena, pero ella corría por su vida.-

EL RATÓN Y EL TORO.

ESOPO

Un toro fue mordido por un ratón, y enfadado por la herida, intentó capturarlo.

Pero el ratón alcanzó su seguridad en su agujero.

Aunque el toro cavó en las paredes con sus cuernos, se cansó antes de que pudiera alcanzar al ratón, y poniéndose de cuclillas, se quedó durmiento fuera del agujero.

El ratón se asomó, se arrastró furtivamente hacia su flanco, y mordiéndolo otra vez, se retiró de nuevo a su agujero.

El toro se levantó, y no sabiendo que hacer, quedó tristemente perplejo.

Entonces el ratón dijo,

-Los grandes no siempre prevalecen. Hay momentos cuando los pequeños y humildes son los más fuertes para hacer sus actuaciones.-

EL LUCHADOR Y LA PULGA.

ESOPO.

Una pulga estaba colocada sobre el pie desnudo de un luchador y lo mordía, haciendo al hombre llamar en voz alta a Hércules para que le ayudara.

Cuando la Pulga por segunda vez saltó sobre su pie y lo mordió, él gimió y dijo,

-¡Oh Hércules! ¿Si usted no me ayuda contra una pulga, cómo puedo esperar su ayuda contra mayores antagonistas?-

EL MONO Y LOS PESCADORES.

ESOPO.

Un mono sentado sobre la rama de un árbol alto vio a algunos pescadores echar sus redes en un río, y atentamente miro sus actuaciones.

Los pescadores al ratito dejaron la pesca, y fueron a su casa por la comida dejando sus redes sobre el banco.

El mono, que es el más imitativo de los animales, bajó de la rama y procuró hacer cuanto ellos habían hecho.

Tomó la red y la lanzó en el río, pero se enredó entre las mallas, cayó al agua y empezó a ahogarse.

Con su último aliento él se dijo,
-Lo tengo correctamente merecido; ¿con qué fin tenía yo, que nunca había manejado una red, intentar agarrar un pescado?-

EL PAJARERO LA PERDIZ Y EL GALLO.

ESOPO.

Un pajarero estaba a punto de sentarse para una comida de hierbas. La trampa para aves estaba completamente vacía, pues no había agarrado nada, y pensó en matar una perdiz de varios colores, que él había domado para usarla de señuelo.

El ave suplicaba seriamente por su vida:

-¿Qué haría usted sin mí cuándo extiende sus redes? ¿Quién le piaría para dormirlo, o quién llamaría al grupo de aves para que lleguen? -

El pajarero le salvó su vida, y determinó elegir a un joven gallo fino que de improviso llegó.

Pero el gallo protestó en tonos lastimosos:

-¿Si usted me mata, quién le anunciará la llegada del alba? ¿Quién le despertará para ir a sus tareas diarias o quién le dirá cuándo es el momento para visitar la trampa de aves por la mañana?-

Él contestó,

-Lo que usted dice es verdadero. Usted es una ave de capital importancia en la narración del transcurso del tiempo de cada día. Pero mi amigo y yo debemos tener nuestras comidas.-

EL JABALÍ Y LA ZORRA.

ESOPO.

Un Jabalí estaba de pie bajo un árbol frotando sus colmillos contra el tronco.

Una zorra que pasaba por allí le preguntó por qué él afilaba sus dientes cuando no había ningún peligro inminente de amenaza de cazador o de sabueso.

Él contestó,

-Lo hago deliberadamente; ya que así nunca tendría que afilar mis armas justo en el momento que debería usarlas."

EL ROBLE Y LAS CAÑAS.

ESOPO.

Un roble muy grande, pero con raíces muy pobres, fue desarraigado por el viento y lanzado a través de una corriente.

El cayó entre algunas cañas, a las cuales así se dirigió:

-Me pregunto como ustedes, que son tan ligeras y débiles, no han sido completamente aplastadas por estos fuertes vientos.-

Ellas contestaron,

-Sin tener buenas raíces, usted lucha y compite contra el viento, y por consiguiente es derribado; mientras que por el contrario, nosotras nos doblegamos ante el menor soplo de aire, y por lo tanto permanecemos intactas, y nos salvamos.-

EL ASNO Y SUS AMOS.

ESOPO.

Un asno, perteneciente a un vendedor de hierbas que le daba muy poco alimento y demasiado trabajo, le hizo una petición a Zeus para ser liberado de su servicio presente y ser pasado a otro amo.

Zeus, después de advertirle que se arrepentiría de su petición, hizo que fuera vendido a un fabricante de azulejos.

Poco después, encontrando que él tenía cargas más pesadas para llevar y trabajo más difícil en este nuevo campo, él solicitó otro cambio de amo.

Zeus, diciéndole que esta sería la última vez que él podría conceder su petición, ordenó ser vendido a un curtidor.

El asno encontró que había caído en peores manos, pues al notar la ocupación de su maestro, dijo, lamentándose:

-Habría sido mejor para mí para haber sido privado de comida, o haber sido abusado por el otro de mis antiguos amos, que haber sido comprado por mi dueño presente, que después de muerto secará mi piel y así le seguiré siendo útil aunque ya yo no esté presente."

EL ASNO Y SU SOMBRA.

ESOPO.

Un viajero alquiló un Asno para llevarle a un lugar distante.

Estando el día sumamente caliente, y el sol brillando con fuerza, el viajero se paró para descansar, y buscó refugio del calor bajo la sombra del asno.

Como esto solamente permitía protección para una persona, tanto el viajero como el dueño del asno reclamaron dicha sombra, y una disputa violenta se levantó entre ellos en cuanto a decidir cuál de los dos tenía el derecho.

El dueño mantuvo que él había alquilado sólo al asno, y no a él con su sombra.

El viajero afirmó que él, con el alquiler del asno, había alquilado su sombra también.

La pelea progresó de palabras a golpes, y mientras los hombres lucharon, el asno galopó lejos.

EL HERRERO Y SU PERRO.

ESOPO.

Un herrero tenía un pequeño perro, que era un gran favorito para su amo, y su compañero constante.

Mientras él martilleaba sus metales el perro permanecía dormido; pero cuando, por otra parte, el herrero iba a la comida y comenzaba a comer, el perro se despertaba y meneaba su cola, como pidiendo una parte de su comida.

Su amo un día, fingiendo estar enojado y golpeándolo suavemente con su palo, le dijo,

-¡Usted pequeño holgazán desgraciado! ¿qué le haré? Mientras martillo en el yunque, usted duerme en la estera; y cuando comienzo a comer después de mi trabajo duro, usted se despierta y menea su cola pidiendo el alimento. ¿No sabe usted que el trabajo es la fuente de cada bendición, y que ninguno, sólo aquellos que trabajan tienen derecho a comer?-

LOS VIAJEROS EN LA COSTA.

ESOPO.

Algunos viajeros, que viajaban a lo largo de la costa del mar, subieron a la cumbre de un alto acantilado, y dirigiendo su mirada hacia el mar, vieron en la distancia lo que ellos pensaron era un barco grande.

Ellos esperaron con la esperanza de que aquello entrara a la bahía, pero a medida que el objeto se acercaba a la costa, supusieron que más bien se trataba de una pequeña barca.

Cuando sin embargo, el objeto alcanzó la playa, descubrieron que sólo era un haz grande de leña y palos, y uno de ellos dijo a sus compañeros,

-Hemos esperado inútilmente, pues después de todo no hay nada para ver sino una carga de madera.-

viernes, 13 de noviembre de 2009

EL LEÓN MORIBUNDO.

ESOPO.

Un león, desgastado con los años e impotente ante su enfermedad, yace en la tierra a punto de muerte.

Un jabalí se precipitó sobre él, y vengó con un golpe de sus colmillos una herida mucho tiempo atrás recibida.

Poco después el toro con sus cuernos lo corneó como a un enemigo.

Cuando el asno vio que la bestia enorme podría ser atacada impunemente, él lo pateó en su frente con sus talones.

El León, que expiraba dijo,

-He tolerado de mala gana los insultos de los valientes, pero ser obligado a soportar tal tratamiento de ti, que eres una desgracia de la Naturaleza, es en efecto sufrir una doble muerte.-

EL BUEY Y LA RANA.

ESOPO.

Un buey que llegó a beber a una charca donde había un grupo de ranas jóvenes, pisó y aplastó a una de ellas matándola.

Cuando llegó la madre y notó la ausencia de una de sus hijas, preguntó a sus hermanas qué había pasado con ella.

"Está muerta, madre querida; ya que ahora mismo una bestia muy enorme con cuatro grandes patas vino a la charca y la aplastó de muerte con su talón hendido."

La madre, hinchándose al máximo, preguntó,

-¿Si la bestia fuera tan grande como este tamaño?-

-Para, madre, de hincharte-, dijo una hija, -y no te enojes; ya que puedo asegurarte que más pronto te reventarás que imitar con éxito la inmensidad de aquel monstruo."

EL VIENTRE Y LOS MIEMBROS.

ESOPO.

Los miembros del cuerpo se rebelaron contra el vientre, y le dijeron,

-¿Por qué deberíamos estar permanentemente contratados en conseguir sus deseos, mientras usted toma su descanso, y se divierte en lujo y autoindulgencia?-

Los miembros realizaron su resolución y negaron su ayuda al vientre.

Entonces el cuerpo entero rápidamente se debilitó, y las manos, pies, boca, ojos, y todos los demás, cuando ya fue demasiado tarde, se arrepintieron de su locura.

EL CABALLO DE GUERRA.

ESOPO.

Un caballo de guerra, al que se le presentaban las enfermedades de los mayores de edad, fue enviado para trabajar en una granja en vez de salir para luchar.

Pero cuándo lo obligaron para transportar la hierba en vez de servir con las guerras, él lamentó su cambio de fortuna y trajo a la memoria su antiguo estado, diciendo,

-¡Ay agricultor!, en efecto yo iba a las campañas antes, y yo era alistado elegantemente, y un hombre iba a cepillarme; y ahora no puedo entender lo que me pasó para que me trajeran a la granja en lugar de a la batalla.-

-No sigas-, le dijo el agricultor, -soñando con lo que fueron tiempos anteriores, ya que es parte común de todos los mortales sostener los altibajos de fortuna."

EL CUERVO Y EL CISNE.

ESOPO.

Un cuervo vio un Cisne y deseó obtener para él ese mismo plumaje hermoso.

Y al suponer que el color blanco espléndido del Cisne provenía de su diario lavado en el agua en la cual él nadaba, el cuervo dejó los altares de la vecindad donde él llevó su vida, y tomó su nueva residencia en los lagos y lagunas.

Pero a pesar de limpiar sus plumas tan a menudo como él podía, no pudo cambiarles su color.

Y tan ocupado estaba en su deseo, que por no salir en busca del alimento, falleció.

LA MONTAÑA POR DAR A LUZ.

ESOPO.

Una montaña estuvo enormemente agitada una vez.

Ruidos y gemidos fuertes fueron oídos, y muchedumbres de personas vinieron de todas partes para ver que era lo que ocurría.

Mientras ellos estaban a la expectativa, pensando que habría una calamidad terrible, lo que de pronto salió fue un ratón.

LOS MONOS BAILARINES.

ESOPO.

Un Príncipe tenía algunos Monos entrenados para bailar.

Siendo naturalmente grandes imitadores de las acciones de los hombres, ellos demostraron ser unos alumnos apropiados, y cuando los vestían con su ropa y máscaras, ellos bailaban tan bien como cualquiera de los cortesanos.

El espectáculo a menudo era repetido con grandes aplausos, hasta que en una ocasión a un cortesano se le ocurrió una travesura, y tomó de su bolsillo un puñado de nueces y los lanzó sobre ellos.

Los monos a la vista de las nueces olvidaron su baile y se pusieron a actuar como en efecto ellos eran, monos en vez de actores.

Quitándose sus máscaras y rompiendo sus trajes, lucharon el uno contra el otro por las nueces.

El espectáculo del baile llegó así a un final entre la risa y la burla del auditorio.

EL TORO Y EL CHIVO.

ESOPO.

Un Toro, que huía de un León, se escondió en una cueva que algunos pastores habían ocupado recientemente.

Tan pronto como él entró a la cueva, un chivo que había quedado abandonado en la cueva, bruscamente lo atacó con sus cuernos. El Toro serenamente se dirigió a él:

-Deja de ponerme como tu objetivo lo más pronto que puedas. No te tengo ningún miedo, pero sí al León. Espera a que se marche aquel monstruo y te contaré lo que es la fuerza respectiva de un Chivo y la de un Toro.-

EL ASNO Y LOS SALTAMONTES.

ESOPO.

Un asno que habiendo oído el gorjeo de los saltamontes, quedó muy encantado; y deseando poseer los mismos encantos de su melodía, les preguntó con que clase de alimento ellos vivían para darles voces tan hermosas.

Ellos contestaron,

-Con el rocío.-

El Asno resolvió que él viviría sólo con el rocío, y al cabo de poco tiempo murió de hambre.

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO.

ESOPO.

Un granjero y su esposa tenían una gallina que ponía un huevo de oro cada día.

Supusieron que la gallina debería contener un gran terrón del oro en su interior, y para tratar de conseguirlo de una sola vez, la mataron.

Haciéndolo así pues, encontraron para su sorpresa que la gallina se diferenciaba en nada de sus otras gallinas.

El par de ingenuos, esperando llegar a ser ricos de una sola vez, se privaron en adelante del ingreso del cual se habían asegurado día por día.

LAS LIEBRES Y LOS LEONES.

ESOPO.

Las liebres arengaban en la asamblea y argüían que todos deberían ser iguales. Los leones entonces replicaron:

-Sus palabras, señoras liebres, son buenas, pero carecen de garras y colmillos como los que tenemos nosotros.

EL VIEJO PERRO CAZADOR.

ESOPO.

Un viejo perro cazador, que en sus días de juventud y fortaleza jamás se rindió ante ninguna bestia de la foresta, encontró en sus ancianos días un jabalí en una cacería. Y lo agarró por la oreja, pero no pudo retenerlo por la debilidad de sus dientes, de modo que el jabalí escapó.

Su amo, llegando rápidamente, se mostró muy disgustado, y groseramente reprendió al perro.

El perro lo miró lastimosamente y le dijo:

-Mi amo, mi espíritu está tan bueno como siempre, pero no puedo sobreponerme a mis flaquezas del cuerpo. Yo prefiero que me alabes por lo que he sido, y no que me maltrates por lo que ahora soy.

EL ASNO QUE CARGABA UNA IMAGEN.

ESOPO.

Una vez le correspondió a un asno cargar una imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada a un templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen.

El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y negándose a dar un paso más.

El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo:

-¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos!

EL LOBO Y LOS PASTORES CENANDO.

ESOPO.

Un lobo que pasaba cerca de un palenque, vio allí a unos pastores que cenaban las carnes de un cordero. Acercándoseles, les dijo:

-¡Qué escándalo habría ya si fuera yo quien estuviera haciendo lo que ustedes hacen!

LOS TRES PROTECTORES.

ESOPO.

Una gran ciudad estaba siendo sitiada, y sus habitantes se reunieron para considerar el mejor medio de protegerse.

Un ladrillero acaloradamente recomendaba a los ladrillos como la mejor adquisición para la más efectiva resistencia.

Un carpintero, con igual entusiasmo, proponía la madera como un método preferible para la defensa.

En eso un curtidor de cueros se levantó y dijo:

-Compañeros, yo difiero de todos ustedes, y advierto que por nada cambiaré de opinión. Les afirmo que están muy equivocados: para resistir, no existe nada mejor que el cubrirse con pieles, y para eso nada tan bueno como los cueros.

EL ASNO JUGUETÓN.

ESOPO.

Un asno se subió al techo de una casa y brincando allá arriba, resquebrajó el techado. Corrió el dueño tras de él y lo bajó de inmediato, castigándolo severamente con un leño. Dijo entonces el asno:

-¿Por qué me castigan, si yo vi ayer al mono hacer exactamente lo mismo y todos reían felizmente, como si les estuviera dando un gran espectáculo?

LOS RÍOS Y EL MAR.

ESOPO.

Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole:

-¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber?

El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo:

- Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas.

EL ASNO, EL GALLO Y EL LEÓN.

ESOPO.

Estaban un gallo y un asno en un pastizal cuando llegó un hambriento león. Y ya iba el león a tirarse encima del asno, cuando el gallo, cuyo cantar se dice que aterroriza a los leones, gritó fuertemente, haciendo salir corriendo al león tan rápido como pudo.

El asno al ver el impacto que un simple canto del gallo realizaba, se llenó de coraje para atacar al león, y corrió tras de él con ese propósito.

No había recorrido mayor distancia cuando el león se volvió, lo atrapó y lo seccionó en pedazos.

EL PASTOR Y EL MAR.

ESOPO.

Un pastor que cuidaba su rebaño en las costas, veía al mar muy calmado y suave, y planeaba con hacer un viaje de comercio.

Entonces vendió todo su rebaño y lo invirtió en un cargamento de dátiles, y se echó a la mar. Pero vino una fuerte tempestad, y estando en peligro de hundirse la nave, tiro por la borda toda la mercancía, y escasamente escapó con vida en la barca vacía.

No mucho tiempo después cuando alguien pasaba y observaba la ordenada calma del mar, él le interrumpía y le decía:

-De nuevo está el mar deseando dátiles y por eso luce calmado.

LA VIUDA Y SU OVEJA.

ESOPO.

Una pobre viuda tenía una única oveja. Al tiempo de la trasquila, y deseando tomar su lana en forma económica, la trasquiló ella misma, pero usaba la herramienta en tan mala forma que junto con la lana le cortaba también la carne. La oveja acongojada y con dolor, le dijo:

-¿Por qué me maltratas así, ama? ¿En que te puede beneficiar el agregar mi sangre a la lana? Si quieres mi carne, llama al carnicero quien me matará al instante sin sufrimiento, pero si lo que deseas es mi lana, ahí está el esquilador, quien me esquilará sin herirme.

LAS PALOMAS EL MILANO Y EL HALCÓN.

ESOPO.

Unas palomas, aterrorizadas por la presencia de un milano, llamaron al halcón para que las defendiera.

Inmediatamente él aceptó.

Cuando ya ellas lo habían admitido dentro de su palomar, se dieron cuenta de que hacía mucho más estragos y matanzas en un día, que lo que haría un milano en un año.

EL CIERVO EN EL PESEBRE DE LOS BUEYES.

ESOPO.

Un ciervo perseguido por la jauría y ciego por el terror del peligro en que se encontraba llegó a una granja y se escondió entre unas pajas en un cobertizo para bueyes. Un buey amablemente le dijo:

-¡Oh, pobre criatura! ¿Por qué de esa forma, has decidido arruinarte, y venir a confiarte a la casa de tu enemigo?

Y replicó el ciervo:

-Permíteme amigo, quedarme donde estoy, y yo esperaré la mejor oportunidad para escapar.

Al final de la tarde llegó el arriero a alimentar el ganado, pero no vio al ciervo. Y aún el administrador de la finca pasó con varios de sus empleados sin notar su presencia. El ciervo congratulándose a sí mismo por su seguridad comenzó a agradecer a los bueyes su gentileza por la ayuda en los momentos de necesidad. Uno de los bueyes de nuevo le advirtió:

-Realmente deseamos tu bienestar, pero el peligro no ha terminado. Todavía falta otro hombre de revisar el establo, que pareciera que tiene cien ojos, y hasta tanto, no puedes estar seguro.

Al momento ingresó el dueño, y quejándose de que no habían alimentado bien a los bueyes fue al pajar y exclamó:

-¿Por qué falta paja aquí? Ni siquiera hay para que se echen.

-¡Y esos vagos ni siquiera limpiaron las telarañas!

Y mientras seguía examinando todo, vio sobresalir de entre la paja las puntas de una cornamenta. Entonces llamando a sus empleados, ordenó la captura del ciervo y su posterior sacrificio.

LA ANCIANA Y EL RECIPIENTE DE VINO.

ESOPO.

Una anciana encontró un recipiente vacío que había sido llenado con el mejor de los vinos y que aún retenía la fragancia de su antiguo contenido.

Ella insaciablemente lo llevaba su nariz, y acercándolo y alejándolo decía:

-¡Que delicioso aroma¡ ¡Qué maravilloso debió haber sido el vino que dejó en su vasija tan encantador perfume¡

EL CAZADOR Y EL PESCADOR.

ESOPO.

Regresaba un cazador con sus perros y su producto, cuando topó con un pescador que también regresaba de su pesca, ambos con sus cestas llenas.

Deseó el cazador tener los peces, y el dueño de los peces, las carnes. Pronto convinieron en intercambiarse las cestas. Los dos quedaron tan complacidos de su trato que durante mucho tiempo lo siguieron haciendo día a día.

Finalmente un vecino les aconsejó:

-Si siguen así, llegará el momento en por tan frecuente intercambio, arruinarán el placer de ello, y cada uno deseará quedarse solamente con lo que obtuvo.

LOS DOS RECIPIENTES.

ESOPO.

Arrastraba un río en sus aguas a dos recipientes, uno de barro cocido y otro de bronce. El de barro le dijo al de bronce:

-Por favor mantente a distancia de mí, pues si me tocas aunque sea suavemente, me haré pedazos. Y además, de ninguna manera deseo estar cerca de ti.

EL LADRÓN Y SU MADRE.

ESOPO.

Un joven adolescente robó un libro a uno de sus compañeros de escuela y se lo mostró a su madre. Ella no solamente se abstuvo de castigarlo, sino más bien lo estimuló. A la siguiente oportunidad se robó una capa y se la llevó a su madre quien de nuevo lo alabó.

El joven creció y ya adulto fue robando cada vez cosas de más valor hasta que un día fue capturado en el acto, y con las manos atadas fue conducido al cadalso para su ejecución pública.

Su madre lo siguió entre la multitud y se golpeaba violentamente su pecho de tristeza. Al verla el ladrón dijo:

-Deseo decirle algo a mi madre en su oído.

Ella acercó su oído a él, y éste rápidamente mordió su oreja cortándosela. Su madre le reclamó que era un hijo desnaturalizado, a lo que él replicó:

-¡Ah! Si me hubieras reprendido en mi primer robo del libro aquel, nunca hubiera llegado a esto y ser condenado a una ingrata muerte.

martes, 10 de noviembre de 2009

LA GOLONDRINA, LA SERPIENTE Y LA CORTE.

ESOPO.

Una golondrina que retornaba de su largo viaje, se encontraba feliz de convivir de nuevo entre los hombres.

Construyó entonces su nido sobre el alero de una pared de una Corte de Justicia y allí incubó y cuidaba a sus polluelos. Pasó un día por ahí una serpiente, y acercándose al nido devoró a los indefensos polluelos. La golondrina al encontrar su nido vacío se lamentó:

-Desdichada de mí, que en este lugar donde protegen los derechos de los demás, yo soy la única que debo sufrir equivocadamente.

EL PADRE Y SUS DOS HIJAS.

ESOPO.

Un padre tenía dos hijas. Una casó con un hortelano y la otra con un fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada con el hortelano, y le preguntó sobre su situación. Ella dijo:

-Todo está de maravilla conmigo, pero sí tengo un deseo especial: que llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan siempre suficiente agua.

Pocos días después visitó a su otra hija, también preguntándole sobre su estado. Y ella le dijo:

-No tengo quejas, solamente un deseo especial: que los días se mantengan secos, sin lluvia, con sol brillante, para que así los ladrillos sequen y endurezcan muy bien.

El padre meditó: si una desea lluvia, y la otra tiempo seco, ¿a cual de las dos le adjunto mis deseos?

EL PASTOR Y EL JOVEN LOBO.

ESOPO.

Encontró un pastor un joven lobo y se lo llevó. En seguida le enseñó como robar ovejas de los rebaños vecinos. Y el lobo, ya crecido y demostrándose como un excelente alumno, dijo al pastor:

-Puesto que me has enseñado muy bien a robar, pon buena atención en tu vigilancia, o perderás parte de tu rebaño también.

ANDROCLES Y EL LEÓN.

ESOPO.

Un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió hacia la foresta.

Y mientras caminaba sin rumbo llegó a donde yacía un león, que gimiendo le suplicó:

-Por favor te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y adolorido.

Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la espina, lavó y curó la herida.El león lo invitó a su cueva donde compartía con él el alimento.

Pero días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus buscadores.Llevado Androcles al emperador fue condenado al redondel a luchar contra los leones.

Una vez en la arena, fue suelto un león, y éste empezó a rugir y buscar el asalto a su víctima. Pero a medida que se le acercó reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él pero para lamerlo cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido el emperador por lo sucedido, supo al final la historia y perdonó al esclavo y liberó en la foresta al león.

EL JOVEN PASTOR ANUNCIANDO AL LOBO.

ESOPO.

Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando

-¡El lobo, el lobo!

Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un día de tantos, sí llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:

- Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.

Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.

ZEUS Y LA MONA MADRE.

ESOPO.

Hizo Zeus una proclama a todos los animales prometiendo una recompensa a quien su hijo sea juzgado como el más guapo.

Vino entonces la señora mona junto con los demás animales y presentó, con toda la ternura de madre, un monito con nariz chata, sin pelo, y enfermizo, como su candidato para ganar el premio.

Una gran risa fue el saludo general en su presentación. Y ella orgullosamente dijo:

-Yo no sé si Zeus pondrá su premio sobre mi hijo, pero sí sé muy bien, de que al menos en mis ojos, los de su madre, él es el más querido, el más guapo y bello de todos.

LA VIÑA Y LA CABRA.

ESOPO.

Una viña se encontraba exuberante en los días de la cosecha con hojas y uvas. Una cabra que pasaba por ahí mordisqueó sus zarcillos y tiernas hojas. La viña le reclamó:

-¿Por qué me maltratas sin causa y comes mis hojas? ¿No ves que hay zacate suficiente? Pero no tendré que esperar demasiado por mi venganza, pues si sigues comiendo mis hojas y me maltratas hasta la raíz, yo proveeré el vino que echarán sobre ti cuando seas la víctima del sacrificio.

LOS RATONES PONIENDO EL CASCABEL AL GATO.

ESOPO.

Un hábil gato hacía tal matanza de ratones, que apenas veía uno, era cena servida. Los pocos que quedaban, sin valor para salir de su agujero, se conformaban con su hambre. Para ellos, ese no era un gato, era un diablo carnicero. Una noche en que el gato partió a los tejados en busca de su amor, los ratones hicieron una junta sobre su problema más urgente.

Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y prudente, sostuvo que de alguna manera, tarde o temprano, había que idear un medio de modo que siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos esconderse a tiempo. Efectivamente, ese era el remedio y no había otro. Todos fueron de la misma opinión, y nada les pareció más indicado.

Uno de los asistentes propuso ponerle un cascabel al cuello del gato, lo que les entusiasmó muchísimo y decían sería una excelente solución.Sólo se presentó una dificultad: quién le ponía el cascabel al gato.

-- ¡Yo no, no soy tonto, no voy!
-- ¡Ah, yo no sé cómo hacerlo!

En fin, terminó la reunión sin adoptar ningún acuerdo.

LA LECHERITA.

ESOPO.

La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer planes futuros:

-Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos. Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas donde todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.-

Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando su contenido. Y así todos sus planes acabaron en un instante.

EL NIÑO Y EL GUSANO DE ORTIGA.

ESOPO.

Un niño fue herido por un gusano de ortiga. Corrió a su casa y dijo a su madre:

- Me ortigó fuertemente, pero yo solamente lo toqué con suavidad.

- Por eso te ortigó – dijo la madre -, la próxima vez que te acerques a un gusano de esos, agárralo con decisión, sin caricias, y entonces será tan suave como seda, y no te maltratará de nuevo.

LOS BUEYES CONTRA LOS CARNICEROS.

ESOPO.

Decidieron un día los bueyes destruir a los carniceros, quienes, decían los bueyes, estaban acabando con su gremio.

Se reunieron entonces para llevar a cabo su objetivo, y afilaron finamente sus cuernos.

Pero uno de ellos, el más viejo, un experimentado arador de tierras, les dijo:

- Esos carniceros, es cierto, nos matan y destrozan, pero lo hacen con manos preparadas, y sin causarnos dolor. Si nos deshacemos de ellos, caeremos en manos de operadores inexpertos y entonces sí que sufriríamos una doble muerte. Y les aseguro, que aunque ya no haya ni un solo carnicero, los humanos seguirán buscando nuestra carne.

EL MERCADER DE SAL Y EL ASNO.

ESOPO.

Llevó un mercader a su asno a la costa para comprar sal.

En el camino de regreso a su pueblo pasaban por un río, en el cual, en un hueco, su asno resbaló mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues bastante de la sal se había diluido.

Retornó el mercader de nuevo a la costa y cargó más sal que la vez anterior.

Cuando llegaron otra vez al río, el asno se tiró de propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó.

Notó el comerciante el truco del asno, y por tercera vez regreso a la costa, donde esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal.

Y el asno, tratando de jugar de nuevo a lo mismo, se tiro en el hueco del río, pero esta vez las esponjas se llenaron de agua y aumentaron terriblemente su peso.

Y así el truco le rebotó al asno, teniendo que cargar ahora en su espalda más del doble de peso.

EL CIERVO ENFERMO Y SUS VISITANTES.

ESOPO.

Yacía un ciervo enfermo en una esquina de su terreno de pastos.

Llegaron entonces sus amigos en gran número a preguntar por su salud, y mientras hablaban, cada visitante mordisqueaba parte del pasto del ciervo.

Al final, el pobre ciervo murió, no por su enfermedad sino porque no ya no tenía de donde comer.

LOS JÓVENES Y LAS RANAS.

ESOPO.

Varios jóvenes, jugando cerca de un estanque, vieron un grupo de ranas en el agua y comenzaron a apedrearlas.

Habían matado a varias, cuando una de las ranas, sacando su cabeza gritó:

- Por favor, paren muchachos, que lo que es diversión para ustedes, es muerte y tristeza para nosotras.

EL LOBO CON PIEL DE OVEJA.

ESOPO.

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

EL NIÑO Y LOS DULCES.

ESOPO.

Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo.

Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión.

Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-.

EL AVARO Y EL ORO.

ESOPO.

Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.

Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.

El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente.

Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:

- Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.

LA PALOMA SEDIENTA.

ESOPO.

Una paloma, incómoda por la molesta sed, vio una charca de agua pintada sobre un rótulo.

Pero sin darse cuenta de que sólo era un dibujo, voló hacia ella a toda velocidad e inevitablemente chocó contra el rótulo, hiriéndose lastimosamente.

Habiéndose quebrado las alas por el golpe, cayó a tierra donde fue capturada por uno de los transeúntes.

EL PERRO EN EL PAJAR.

ESOPO.

Un perro metido en un pajar gruñía y ladraba impidiendo a los bueyes comerse la paja que había sido colocada para ellos.

– ¡Que egoísta perro!- Dijo un buey a sus compañeros -

-Él no come de esa paja, y todavía pretende que los que sí comemos, no lo hagamos.

EL LABRADOR Y LAS GRULLAS.

ESOPO.

Algunas grullas escarbaban sobre terrenos recién sembrados con trigo. Durante algún tiempo el labrador blandía una honda vacía, ahuyentándolas por el pánico que les producía.

Pero cuando las aves se dieron cuenta del truco, ya no se alejaban de su comida. El labrador, viendo esto, cargó su honda con piedras y mató muchas de las grullas.

Las sobrevivientes inmediatamente abandonaron el lugar, lamentándose unas a otras:

-Mejor nos vamos a Liliput, pues este hombre ya no contento con asustarnos, ha empezado a mostrarnos lo que realmente puede hacer.

LA TORTUGA Y EL ÁGUILA.

ESOPO.

Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.

Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.

- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.

- Entonces te enseñaré al volar – replicó el águila.

Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:

- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?

EL ASNO Y LA ZORRA ENCUENTRAN AL LEÓN.

ESOPO.

El asno y la zorra, habiéndose unido para su mutua protección, salieron un día de caza.

No anduvieron mucho cuando encontraron un león.

La zorra, segura del inmediato peligro, se acercó al león y le prometió ayudar a capturar al asno si le daba su palabra de no dañarla a ella.

Entonces, afirmándole al asno que no sería maltratado, lo llevó a un profundo foso diciéndole que se guareciera allí.

El león, viendo que ya el asno estaba asegurado, inmediatamente agarró a la zorra, y luego atacó al asno a su antojo.

EL PLUMAJE DE LA GOLONDRINA Y EL CUERVO.

ESOPO.

La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje. El cuervo terminó la discusión alegando:

- Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.

EL JOVEN Y EL ESCORPIÓN.

ESOPO.

Un joven andaba cazando saltamontes. Ya había capturado un buen número cuando trató de tomar a un escorpión equivocadamente.

Y el escorpión, mostrándole su ponzoña le dijo:

- Si me hubieras tocado, me hubieras perdido, pero tú también a todos tus saltamontes.

EL LABRADOR Y LA CIGÜEÑA.

ESOPO.

Un Labrador colocó trampas en su terreno recién sembrado y capturó un número de grullas que venían a comerse las semillas. Pero entre ellas se encontraba una cigüeña, la cual se había fracturado una pata en la trampa y que insistentemente le rogaba al labrador le conservara la vida:

- Te ruego me liberes, amo – decía, - sólo por esta vez. Mi quebradura exaltará tu piedad, y además, yo no soy grulla, soy una cigüeña, un ave de excelente carácter, y soy muy buena hija. Mira también mis plumas, que no son son como las de esas grullas.

El labrador riéndose dijo:

- Será todo como lo dices, pero yo sólo sé esto:
Te capturé junto con estas ladronas, las grullas, y por lo tanto te corresponde morir junto con ellas.

LA GRANADA, EL MANZANO Y EL ESPINO.

ESOPO.

La granada y el manzano disputaban sobre quien de ellos era el máximo.

Cuando la discusión estaba en lo más ardiente, un espino, desde su vecindad alzó su voz diciendo severamente:

- Por favor, mis amigos, en mi presencia, al menos déjense de esas vanas discusiones.

EL NIÑO CIEGO Y SU MADRE.

ESOPO.

Un niño ciego de nacimiento, dijo una vez a su madre:

- ¡Yo estoy seguro de que puedo ver!

Y con el deseo de probarle a él su error, su madre puso delante de él unos granos de aromoso incienso y le preguntó:

- ¿Qué es eso?

El niño contestó:

- Una piedra.

A lo que su madre exclamó:

- Oh mi hijo, temo que no sólo estás ciego, sino que tampoco tienes olfato.

EL VIAJERO Y SU PERRO.

ESOPO.

Un viajero listo para salir de gira, vio a su perro en el portal de su casa estirándose y bostezando. Le preguntó con energía:

-¿ Por qué estás ahí vagabundeando?, todo está listo menos tú, así que ven conmigo al instante.

El perro, meneando su cola replicó:

- Oh patrón, yo ya estoy listo, más bien es a tí a quien yo estoy esperando.

LA LIEBRE Y LA TORTUGA.

ESOPO.

Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó:

-Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría en una competencia.

Y la liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.

LLegado el día de la carrera, arrancaron ambas al mismo tiempo. La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida. Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vió como la tortuga había llegado de primera al final y obtenido la victoria.

PROMETER LO IMPOSIBLE.

ESOPO.

Un hombre pobre se hallaba gravemente enfermo. Viendo que no podrían los médicos salvarle, se dirigió a los dioses, prometiendo ofrendarles una hecatombe y consagrarles múltiples exvotos si lograba restablecerse.

Le oyó su mujer, que lo acompañaba a su lado, y le preguntó:

-¿Y de dónde sacarás tanto dinero para cubrir todo eso?

-¿Y crees tú que los dioses me lo van a reclamar si me restableciera?-repuso el enfermo.

LOS PESCADORES Y EL ATÚN.

ESOPO.

Salieron a pescar al mar unos pescadores y luego de largo rato sin coger nada, se sentaron en su barca, entregándose a la desesperación.

De pronto, un atún perseguido y que huía ruidosamente, saltó y cayó por error a su barca; lo tomaron entonces los pescadores y lo vendieron en la plaza de la ciudad.

EL NÁUFRAGO.

ESOPO.

Navegaba un rico ateniense en una nave junto con otros pasajeros. De pronto, a causa de una súbita y violenta tempestad, empezó rápidamente a hacer agua el navío.

Y mientras los demás pasajeros, con su esfuerzo, trataban de salvarse a nado, el rico ateniense, invocando a cada instante a la diosa Atenea, le prometía efusivamente toda clase de ofrendas si por su medio lograba salvarse.

Uno de los náufragos que lo oía a su lado le dijo:

-Pide a Atenea, pero también a tus brazos.

LA MUJER INTRATABLE.

ESOPO.

Tenía un hombre una esposa siempre malhumorada con todas las gentes de su casa. Queriendo saber si sería de igual humor con los criados de su padre, la envió a casa de éste con un pretexto cualquiera.

De regreso después de unos días, le preguntó el marido cómo la habían tratado los criados en casa de su padre, y ella respondió:

-Los pastores y los boyeros sólo me miraban de reojo.

-Pues si tan mal te miraban, los que salen con los rebaños al despuntar el día y no vuelven hasta el empezar la noche, ¿cómo te mirarían todos aquellos con quienes pasabas el día entero?

EL MERCADER DE ESTATUAS.

ESOPO.

Un hombre hizo una estatuilla de un Hermes en madera y la llevó a la plaza para su venta.

Como nadie llegaba a comprarla, se le ocurrió llamar la atención anunciando que vendía un dios que obsequiaba bondades y beneficios. Entonces uno de los curiosos le dijo:
- Oye, si tan bueno es, ¿por qué la vendes y no te aprovechas de su ayuda?

- Porque yo, contestó aquél- necesito la ayuda inmediatamente, y él nunca se apura en conceder sus beneficios.

ZEUS, LOS ANIMALES Y LOS HOMBRES.

ESOPO.

Dicen que Zeus modeló a los animales primero y que les concedió la fuerza a uno, a otro la rapidez, al de más allá las alas; pero al hombre lo dejó desnudo y éste dijo:

- Sólo a mí me has dejado sin ningún favor!

-No te das cuenta del presente que te he hecho - repuso Zeus-, y es el más importante, pues has recibido la razón, poderosa entre los dioses y los hombres, más poderosa que los animales más poderosos, más veloz que las aves más veloces.

Entonces el hombre, reconociendo el presente recibido de Zeus se alejó adorando y dando gracias al dios.

EL HOMBRE Y LA HORMIGA.

ESOPO.

Se fue a pique un día un navío con todo y sus pasajeros, y un hombre, testigo del naufragio, decía que no eran correctas las decisiones de los dioses, puesto que, por castigar a un solo impío, habían condenado también a muchos otros inocentes.

Mientras seguía su discurso, sentado en un sitio plagado de hormigas, una de ellas lo mordió, y entonces, para vengarse, las aplastó a todas.

Se le apareció al momento Hermes, y golpeándole con su caduceo, le dijo:

-Aceptarás ahora que nosotros juzgamos a los hombres del mismo modo que tú juzgas a las hormigas.

HÉRCULES Y EL BOYERO.

ESOPO.

Conducía un boyero una carreta hacia una aldea, y la carreta se despeñó a un barranco profundo.

El boyero, en lugar de ayudar a los bueyes a salir de aquel trance, se quedó allí cruzado de brazos, invocando entre todos los dioses a Hércules, que era el de su mayor devoción. Llegó entonces Hércules y le dijo:

-¡Toma una rueda, hostiga a los bueyes y no invoques a los dioses si no hay esfuerzo de tu parte!

- Si no lo haces así, nos invocarás en vano.

EL FANFARRÓN.

ESOPO.

Un atleta, que era muy conocido de sus conciudadanos por su debilidad, partió un día para tierras lejanas.

Volvió después de algún tiempo, anunciando que había llevado a cabo grandes proezas en distintos países; contaba con especial esmero haber hecho en Rodas un salto que nunca antes ninguno de los atletas coronados en los juegos olímpicos había sido capaz de realizar, agregando además que presentaría los testigos de su hazaña si algunos de los que allí se hallaban presentes venían alguna vez a su tierra.

Uno de los oyentes tomó la palabra y dijo:

-Oye, amigo: si eso es cierto, no necesitamos testigos; esto es Rodas, da el salto y muéstralo.

EL PÍCARO.

ESOPO.

Un pícaro se comprometió a demostrar que el oráculo de Delfos mentía.

Llegó el día señalado y el pícaro tomó un pajarito y, escondiéndolo bajo de su manto, se dirigió al templo.

Encarándose ante el oráculo preguntó si lo que tenía en la mano era un ser vivo o era inanimado.

Si el dios decía «inanimado», el hombre mostraría al pajarito vivo; si decía «vivo», lo enseñaría muerto, después de haberlo ahorcado.

Pero el dios, viendo de lo que se trataba con esa malvada intención, respondió:

Deja tu engaño, pícaro, pues bien sabes que de tí depende que lo que tienes en la mano se muestre muerto o vivo.

EL NEGRO.

ESOPO.

Cierto hombre llevó a trabajar a su propiedad a un negro, pensando que su color provenía a causa de un descuido de su anterior propietario.

Una vez en su casa, probó todas las jabonadas posibles, intentó toda clase de trucos para blanquearlo, pero de ninguna manera pudo cambiar su color y terminó poniendo enfermo al negro a fuerza de tantos intentos.

EL EMBUSTERO.

ESOPO.

Un hombre enfermo y de escasos recursos prometió a los dioses sacrificarles cien bueyes si le salvaban de la muerte. Queriendo probar al enfermo, los dioses le ayudaron a recobrar rápidamente la salud, y el hombre se levantó del lecho. Mas como no poseía los cien bueyes comprometidos, los modeló con sebo y los llevó a sacrificar a un altar, diciendo:

-¡Aquí tienen, oh dioses, mi ofrenda!

Los dioses decidieron también burlarse entonces a su vez del embustero, y le enviaron un sueño que le instaba a dirigirse a la orilla del mar, donde inmediatamente encontraría mil monedas de plata.

No pudiendo contener su alegría, el hombre corrió a la playa, pero allí cayó en manos de unos piratas que luego lo vendieron. Y fue así como encontró las mil monedas de plata.

EL HOMICIDA.

ESOPO.

Un hombre que había cometido un homicidio era perseguido por los familiares de la víctima.

Pero llegando a orillas de un río, tropezó con un lobo y, huyéndole, se subió a un árbol de la orilla; y cuando estaba allí subido miró una serpiente que trepaba hacia él, por lo que optó por echarse río, donde terminó en la boca de un cocodrilo.

EL CIEGO.

ESOPO.

Érase una vez un ciego muy hábil para reconocer al tacto cualquier animal al alcance de su mano, diciendo de qué especie era. Le presentaron un día un lobezno, lo palpó y quedó indeciso.

-No acierto - dijo, si es hijo de una loba, de una zorra o de otro animal de su misma cualidad; pero lo que sí sé es que no ha nacido para vivir en un rebaño de corderos.

DOS HOMBRES DISPUTANDO ACERCA DE LOS DIOSES.

ESOPO.

Se encontraban disputando dos hombres sobre cuál de los dioses, Hércules o Teseo era el más grande.

Pero los dioses, irritados contra ellos, se vengaron cada uno en el país del otro.

EL DEUDOR ATENIENSE.

ESOPO.

Un ateniense endeudado, apremiado por su acreedor para que le pagara su deuda, le pidió a éste que le concediera un corto plazo con el pretexto de que se hallaba en apuro; mas no logrando convencerle, trajo la única marrana que poseía, disponiéndose a venderla en presencia de su acreedor.

Llegó un comprador preguntando si la marrana era fecunda.

-Tan fecunda es - respondió el deudor- que hasta es extraordinaria: en los Misterios pare hembras y en las Anateneas pare machos.

Asombrado el comprador por lo que oyó, el deudor le exclamó:

-¡No te asombres tanto aún, porque esta marrana, además, te dará cabritos en las Dionisíacas!

LAS GALLINAS Y LA COMADREJA,

ESOPO.

Supo una comadreja de que en un corral había unas gallinas enfermas, y disfrazándose de médico, cogió los instrumentos del oficio y se acercó al gallinero. Ya en la puerta, preguntó a las gallinas que cómo les iba con su salud.

-¡Mucho mejor si tú te largas!- le respondieron.

EL GUERRERO Y LOS CUERVOS.

ESOPO.

Partió un hombre para la guerra, pero en el camino, oyendo graznar a los cuervos, tiró sus armas al suelo y se detuvo.

Las tomó al rato nuevamente y prosiguió su marcha; más otra vez graznaron los cuervos. De nuevo se detuvo y entonces les dijo:

-¡Pueden gritar cuanto les venga en gana, pero no tendrán un banquete con mi carne!

EL BATANERO Y EL CARBONERO.

ESOPO.

Un carbonero que hacía su trabajo en cierta casa visitó a un batanero que trabajaba no muy lejos de él, invitándole a trabajar en un mismo local, pues de este modo, además de mayor amistad vivirían con menos gastos al usar solamente una casa. Pero le respondió el batanero:

-Eso para mí es imposible, pues todo lo que yo blanqueara, tu lo ennegrecerías de hollín al instante.

EL CANOSO Y SUS DOS PRETENDIENTES.

ESOPO.

Un hombre ya canoso tenía dos pretendientes, una joven y otra más vieja.

Apenada la de mayor edad de tratar con un hombre más joven que ella, cada vez que él la visitaba le quitaba los cabellos negros.

A su vez la más joven, no queriendo tener por amante a un hombre viejo, le arrancaba los cabellos canos.

Con esto sucedió que el hombre, pelado alternativamente por una y por la otra, se quedó completamente calvo.

LOS BIENES Y LOS MALES.

ESOPO.

Prevaliéndose de la debilidad de los Bienes, los Males los expulsaron de la Tierra, y los Bienes entonces subieron a los Cielos.

Una vez estando allí preguntaron a Zeus cuál debía ser su conducta con respecto a los hombres. Les respondió el dios que no se presentaran a los mortales todos en conjunto, sino uno tras otro.

Esta es la razón por la que los Males, que viven continuamente entre los hombres, los asedian sin descanso, mientras que los Bienes, como descienden de los cielos, sólo se les acercan de vez en cuando.

AFRODITA Y LA GATA.

ESOPO.

Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.

Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba. Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.

viernes, 6 de noviembre de 2009

ZEUS, PROMETEO, ATENAS Y MOMO.

Zeus hizo un toro, Prometeo un hombre, Atenea una casa, y llamaron a Momo como juez.

Momo, celoso de sus obras, empezó a decir que Zeus había cometido un error al no colocar los ojos del toro en los cuemos, a fin de que pudiera ver dónde hería, y Prometeo otro al no suspender el corazón del hombre fuera de su pecho para que la maldad no estuviera escondida y todos pudieran ver lo que hay en el espíritu. En cuanto a Atenea, que debía haber colocado su casa sobre ruedas, con objeto de que si un malvado se instalaba en la vecindad, sus moradores pudieran trasladarse fácilmente.

Zeus, indignado por su envidia, arrojó a Momo del Olimpo.

ZEUS Y LOS ROBLES.

Quejábanse los robles a Zeus en estos términos:

-En vano vemos la luz, pues estamos expuestos, más que todos los demás árboles, a los golpes brutales del hacha.

-Vosotros mismos sois los autores de vuestra desgracia respondió Zeus-; si no dierais la madera para fabricar los mangos, las vigas y los arados, el hacha os respetaría.

ZEUS Y LOS HOMBRES.

Zeus, después de modelar a los hombres, encargó a Hermes que les distribuyera la inteligencia.

Hermes partió la inteligencia en partes iguales para todos y vertió a cada uno la suya.

Sucedió con esto que los hombres de poca estatura, llenos por su porción, fueron hombres sesudos, mientras que a los hombres de gran talla, debido a que la porción no llegaba a todas las partes de su cuerpo, les correspondió menos inteligencia que a los otros.

ZEUS Y LAS ABEJAS.

Envidiosas las abejas a causa de la miel que les arrebataban los hombres, fueron en busca de Zeus y le suplicaron que les diera fuerza bastante para matar con las punzadas de su aguijón a los que se acercaran a sus panales.

Zeus, indignado al verlas envidiosas, las condenó a perder su dardo cuantas veces hirieran a alguno y a morir ellas mismas después.

ZEUS Y LA ZORRA.

Admirado Zeus de la inteligencia y finura de la zorra, le confirió el reinado sobre los animales.

Quiso, no obstante, saber si al cambiar de fortuna había mudado también de inclinaciones, y, hallándose el nuevo rey de paseo en su litera, dejó Zeus caer un escarabajo ante sus ojos.

Entonces la zorra, incapaz de contenerse, viendo al escarabajo revolotear alrededor de su litera, saltó fuera de ésta y, despreciando las conveniencias, intentó atrapar al escarabajo.

Indignado Zeus de su conducta, volvió a la zorra a su antiguo estado.

ZEUS Y LA TORTUGA.

Para celebrar sus bodas, Zeus invitó a todos los animales. Sólo faltó la tortuga.

Intrigado por su ausencia, le preguntó al día siguiente:

- ¿Cómo solamente tú entre todos los animales no viniste a mi festín?

-¡Hogar familiar, hogar ideal!-respondió la tortuga.

Zeus, indignado contra ella, la condenó a llevar eternamente la casa a cuestas.

ZEUS Y LA SERPIENTE.

Anunciadas las bodas de Zeus, todos los animales le honraron con presentes, cada uno según sus medios.

La serpiente subió hasta Zeus arrastrándose, con una rosa en la boca. Más al verla dijo Zeus:

-De todos acepto sus presentes, pero no los quiero de tu boca.

ZEUS Y EL TONEL DE LOS BIENES.

Encerró Zeus todos los bienes en un tonel, dejándolo entre las manos de un hombre.

Este hombre, que era un curioso, levantó la tapa del tonel porque quería saber lo que había dentro, y al hacerlo, todos los bienes volaron hacia los dioses, menos la Esperanza.

ZEUS Y EL PUDOR.

Cuando Zeus modeló al hombre, le dotó en el
acto de todas las inclinaciones pero olvidó dotarle del pudor.

No sabiendo por dónde introducirlo, le ordenó que entrara sin que se notara su llegada. El pudor se revolvió contra la orden de Zeus, mas al fin, ante sus ruegos apremiantes, dijo:

Está bien, entraré; pero a condición de que Eros no entre donde yo esté; si entra él, yo saldré enseguida.

ZEUS Y APOLO.

ESOPO.

Disputaban Zeus y Apolo sobre el tiro al arco.

Tendió Apolo el suyo y disparó su flecha; pero Zeus extendió la pierna tan lejos como había Apolo lanzado su flecha, haciendo ver que no llegó más allá de donde se encontraba él.

ZEUS JUEZ

ESOPO.

Decidió Zeus en pasados tiempos que Hermes grabase en conchas las faltas de los hombres, depositando estas conchas a su lado en un cofre para hacer justicia a cada uno. Pero las conchas se mezclan unas con otras, y unas que llegaron después que otras, pasan antes por manos de Zeus para sufrir sus justas sentencias.

HERMES Y TIRESIAS.

ESOPO.

Hermes quiso comprobar si el arte adivinatorio de Tiresias era verdadero; para lo cual le robó sus bueyes en el campo y luego, bajo la figura de un mortal, se fue a la ciudad y entró en la casa de Tiresias.

Cuando supo la pérdida de su yunta, Tiresias se trasladó a las afueras con Hermes para observar un augurio en el vuelo de las aves, rogando a Hermes le dijera el pájaro que apareciese.

Hermes vio un águila que pasaba volando de izquierda a derecha y se lo dijo. Respondió Tiresias que ese pájaro no les importaba.

A la segunda vez, vio el dios una corneja encaramada en un árbol que ora alzaba los ojos al cielo, ora se inclinaba hacia la Tierra, y así se lo dijo. Entonces el adivino contestó:

-¡Esa corneja jura por el cielo y por la tierra que depende de ti que vuelva a encontrar mis bueyes!

HERMES Y LA TIERRA.

ESOPO.

Modeló Zeus al hombre y a la mujer y encargó a Hermes que los bajara a la Tierra para enseñarles dónde tenían que cavar el suelo a fin de procurarse alimentos.

Cumplió Hermes el encargo; la Tierra, al principio, se resistió; pero Hermes insistió, diciendo que era una orden de Zeus.

-Esta bien dijo la Tierra-; que caven todo lo que quieran. ¡Ya me lo pagarán con sus lágrimas y lamentos!

HERMES Y EL ESCULTOR.

ESOPO.

Quiso Hermes saber hasta dónde le estimaban los hombres, y, tomando la figura de un mortal, se presentó en el taller de un escultor.

Viendo una estatua de Zeus, preguntó cuánto valía.
-Un dracma-le respondieron.

Sonrió y volvió a preguntar:
¿Y la estatua de Hera cuánto?
-Vale más-le dijeron.

Viendo luego una estatua que le representaba a él mismo, pensó que, siendo al propio tiempo el mensajero de Zeus y el dios de las ganancias, estaría muy considerado entre los hombres; por lo que preguntó su precio.

El escultor contestó:
-No te costará nada. Si compras las otras dos, te regalaré ésta.

LA CARRETA DE HERMES Y LOS MALVADOS.

ESOPO.

Conducía Hermes un día por toda la tierra una carreta cargada de mentiras, engaños y malas artes, distribuyendo en cada país una pequeña candidad de su cargamento.

Más al llegar al país de los malvados, los astutos y los aprovechados, la carreta, según dicen, se atascó de pronto, y los habitantes del país, como si se tratara de una carga preciosa, saquearon el contenido de la carreta, sin dejar a Hermes seguir a los otros pueblos.

HERMES Y EL LEÑADOR.

ESOPO.

Un leñador que a la orilla de un río cortaba leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó llorando a la orilla.

Compadecido Hermes de su tristeza, se arrojó al río y volvió con un hacha de oro, preguntando si era esa la que había perdido. Le contestó el leñador que no, y volvió Hermes a sumergirse, regresando con una de plata. El leñador otra vez dijo que no era suya, por lo que Hermes se sumergió de nuevo, volviendo con el hacha perdida. Entonces el hombre le dijo que sí era esa la de él.

Hermes, seducido por su honradez, le dio las tres hachas.

Al volver con sus compañeros, contóles el leñador su aventura. Una de ellos se propuso conseguir otro tanto. Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose luego a llorar.

Entonces Hermes se le apareció también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido. El bribón, muy contento exclamo:

-¡Sí, ésa es!

Pero el dios horronzado por su desvergúenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le devolvió la suya.

HÉRCULES Y PLUTÓN.

ESOPO.

Recibido Hércules entre los dioses y admitido a la mesa de Zeus, saludaba con mucha cortesía a cada uno de los dioses.

Llegó Plutón de último, y Hércules, bajando la vista al suelo, se alejó de él.

Sorprendido Zeus por su actitud, le preguntó por qué apartaba los ojos de Plutón después de haber saludado tan amablemente a todos los otros dioses.

-Porque, -contestó Hércules- en los tiempos en que yo me encontraba entre los hombres, casi siempre le veía en compañía de los bribones; por eso aparto la mirada de él.

HÉRCULES Y ATENEA.

ESOPO.

Avanzaba Hércules a lo largo de un estrecho camino.

Vio por tierra un objeto parecido a una manzana e intentó aplastarlo. El objeto duplicó su volumen. Al ver esto, Hércules lo pisó con más violencia todavía, golpeándole además con su maza. Pero el objeto siguió creciendo, cerrando con su gran volumen el camino. El héroe lanzó entonces su maza, y quedó plantado presa del mayor asombro.

En esto se le apareció Atenea y de dijo:

-Escucha, hermano; este objeto es el espíritu de la disputa y de la discordia; si se le deja tranquilo, permanece como estaba al principio; pero si se le toca, ¡mira cómo crece!

EL LABRADOR Y SUS HIJOS.

ESOPO.

A punto de acabar su vida, quiso un labrador dejar experimentados a sus hijos en la agricultura.

Así, les llamó y les dijo:
-Hijos míos: voy a dejar este mundo; buscad lo que he escondido en la viña, y lo hallaréis todo.

Creyendo sus descendientes que había enterrado un tesoro, después de la muerte de su padre, con gran afán removieron profundamente el suelo de la viña.

Tesoro no hallaron ninguno, pero la viña, tan bien removida quedó, que multiplicó su fruto.

EL LABRADOR Y LOS PERROS.

ESOPO.

Aprisionó el mal tiempo a un labrador en su cuadra.

No pudiendo salir para buscar comida, empezó por devorar a sus carneros; luego, como el mal tiempo seguía, comió tambien las cabras; y, en fin, como no paraba el temporal, acabó con sus propios bueyes. Viendo entonces los perros lo que pasaba dijéronse entre ellos:

-Larguémonos de aquí, pues, si el amo ha sacrificado los bueyes que trabajan con él, ¿cómo nos perdonaría a nosotros?

EL LABRADOR Y LA VÍBORA.

ESOPO.

Llegado el invierno, un labrador encontró una víbora helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó en su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró sus sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose morir, exclamó:
-¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un ser malvado!

EL LABRADOR Y LA SERPIENTE.

ESOPO.

Una serpiente se acercó arrastrándose adonde estaba el hijo de un labrador, y lo mató.

Sintió el labrador un dolor terrible y, cogiendo un hacha, se puso al acecho junto al nido de la serpiente, dispuesto a matarla tan pronto como saliera.

Asomó la serpiente la cabeza y el labrador abatió su hacha, pero falló el golpe, partiendo en dos a la vecina piedra.

Temiendo después la venganza de la serpiente, dispúsose a reconciliarse con ella; más ésta repuso:

-Ni yo puedo alimentar hacia tí buenos sentimientos viendo el hachazo de la piedra, ni tú hacia mí contemplando la tumba de tu hijo.

EL LABRADOR Y LA FORTUNA.

ESOPO.

Removiendo un labrador con su pala el suelo, encontró un paquete de oro. Todos los días, pues, ofrendaba a la Tierra un presente, creyendo que era a ésta a quien le debía tan gran favor.

Pero se le apareció la Fortuna y le dijo:
- oye, amigo: ¿por qué agradeces a la Tierra los dones que yo te he dado para enriquecerte? Si los tiempos cambian y el oro pasa a otras manos, entonces echarás la culpa a la Fortuna.

EL LABRADOR Y EL ÁGUILA.

ESOPO.

Encontró un labrador un águila presa en su cepo, y, seducido por su belleza, la soltó y le dio la libertad. El águila, que no fue ingrata con su bienhechor, viéndole sentado al pie de un muro que amenazaba derrumbarse, voló hasta él y le arrebató con sus garras la cinta con que se ceñía su cabeza.

Alzóse el hombre para perseguirla. El águila dejó caer la cinta; la tomó el labriego, y al volver sobre sus pasos halló desplomado el muro en el lugar donde antes estaba sentado, quedando muy sorprendido y agradecido de haber sido pagado así por el águila.

EL LABRADOR Y EL ÁRBOL.

ESOPO.

En el campo de un labriego había un árbol estéril que únicamente servía de refugio a los gorriones y a las cigarras ruidosas.

El labrador, viendo su esterilidad, se dispuso a abatirlo y descargó contra él su hacha.

Suplicáronle los gorriones y las cigarras que no abatiera su asilo, para que en él pudieran cantar y agradarle a él mismo. Más sin hacerles caso, le asestó un segundo golpe, luego un tercero. Rajado el árbol, vio un panal de abejas y probó y gustó su miel, con lo que arrojó el hacha, honrando y cuidando desde entonces el árbol con gran esmero, como si fuera sagrado.

DIÓGENES Y EL CALVO.

ESOPO.

Diógenes, el filósofo cínico, insultado por un hombre que era calvo, replicó:

-¡Los dioses me libren de responderte con insultos! ¡Al contrario, alabo los cabellos que han abandonado ese cráneo pelado!

DIÓGENES DE VIAJE.

ESOPO.

Yendo de viaje, Diógenes el cínico llegó a la orilla de un río torrencial y se detuvo perplejo. Un hombre acostumbrado a hacer pasar a la gente el río, viéndole indeciso, se acerco a Diógenes, lo subió sobre sus hombros y lo pasó complaciente a la otra orilla.

Quedó allí Diógenes, reprochándose su pobreza que le impedía pagar a su bienhechor. Y estando pensando en ello advirtió que el hombre, viendo a otro viajero que tampoco podía pasar el río, fue a buscarlo y lo transportó igualmente. Entonces Diógenes se acercó al hombre y le dijo:

-No tengo que agradecerte ya tu servicio, pues veo que no lo haces por razonamiento, sino por manía.

EL JARDINERO Y LAS HORTALIZAS.

ESOPO.

Un hombre se detuvo cerca de un jardinero que trabajaba con sus legumbres, preguntándole por qué las legumbres silvestres crecían lozanas y vigorosas, y las cultivadas flojas y desnutridas.

-Porque la tierra-repuso el jardinero-, para unos es dedicada madre y para otros descuidada madrastra.

EL JARDINERO Y EL PERRO.

ESOPO.

El perro de un jardinero había caído en un pozo.

El jardinero, por salvarle, descendió también. Creyendo el perro que bajaba para hundirlo más todavía, se volvió y le mordió.

El jardinero, sufriendo con la herida, volvió a salir del pozo, diciendo:

-Me está muy bien empleado; ¿quién me llamaba para salvar a un animal que quería suicidarse?

LOS SACERDOTES DE CIBELES.

ESOPO.

Unos sacerdotes de Cibeles tenían un asno al que cargaban con sus bultos cuando se ponían en viaje. Un día por fatiga se murió el asno, y desollándolo, hicieron con su piel unos tambores, de los cuales se sirvieron. Habiéndoles encontrado otros sacerdotes de Cibeles, les preguntaron que dónde estaba su asno.

-Muerto - les dijeron -; pero recibe más golpes ahora que los que recibió en su vida.

LOS VIANDANTES Y EL OSO.

ESOPO.

Marchaban dos amigos por el mismo camino. De repente se les apareció un oso. Uno se subió rápidamente a un árbol ocultándose en él; el otro, a punto de ser atrapado, se tiró al suelo, fingiéndose muerto. Acercó el oso su hocico, oliéndole por todas partes, pero el hombre contenía su respiración, por que se dice que el oso no toca a un cadáver. Cuando se hubo alejado el oso, el hombre escondido en el árbol bajó de éste y preguntó a su compañero qué le había dicho el oso al oído.

-Que no viaje en el futuro con amigos que huyen ante el peligro- le respondió.

LOS VIANDANTES Y EL HACHA.

ESOPO.

Caminaban dos hombres en compañía. Habiendo encontrado uno de ellos un hacha, el otro dijo:
-Hemos encontrado un hacha.
-No digas -repuso el primero- "hemos encontrado", sino: "has encontrado".

Instantes después fueron alcanzados por el hombre que había perdido el hacha; y el que la llevaba, al verse perdido, dijo a su compañero:
-Estamos perdidos.

-No digas -replicó éste- "estamos perdidos", sino: "estoy perdido", porque cuando encontraste el hacha no me has admitido como parte en tu hallazgo.

LOS VIANDANTES Y EL CUERVO.

ESOPO.

Viajaban unas gentes para cierto asunto, cuando encontraron a un cuervo que había perdido un ojo. Volvieron hacia el cuervo sus miradas, y uno de los viandantes aconsejó el regreso, pues en su opinión hacerlo era lo que aconsejaba el presagio. Pero otro de los caminantes tomó la palabra y dijo:

-¿Cómo podría este cuervo predecirnos el Futuro si él mismo no ha podido prever, para evitarlo, la pérdida de su ojo?

BOREAS Y EL SOL.

ESOPO.

Bóreas y el Sol disputaban sobre sus poderes, y decidieron conceder la palma al que despojara a un viajero de sus vestidos.

Bóreas empezó de primero, soplando con violencia; y apretó el hombre contra sí sus ropas, Bóreas asaltó entonces con más fuerza; pero el hombre, molesto por el frío, se colocó otro vestido. Bóreas, vencido, se lo entregó al Sol.

Este empezó a iluminar suavemente, y el hombre se despojó de su segundo vestido; luego lentamente le envió el Sol sus rayos más ardientes, hasta que el hombre, no pudiendo resistir más el calor, se quitó sus ropas para ir a bañarse en el río vecino.

EL ORADOR DEMANES.

ESOPO.

El orador Demades hablaba un día a los ciudadanos de Atenas, mas como no prestaban mucha atención a su discurso, pidió que le permitieran contar una fábula de Esopo. Concedida la demanda, empezó de este modo:

-Demeter, la golondrina y la anguila viajaban juntas un día; llegaron a la orilla de un río; la golondrina se elevó en el aire, la anguila desapareció en las aguas.. -y aquí se detuvo el orador.

-Y Demeter..?-le gritaron-. ¿Qué hizo...?

-Demeter montó en cólera contra vosotros- replicó, porque descuidáis los asuntos de Estado para entreteneros con las fábulas de Esopo.

EL TOCADOR DE CÍTARA.

ESOPO.

Un tocador de cítara sin talento cantaba desde la mañana a la noche en una casa con las paredes muy bien estucadas. Como las paredes le devolvían el eco, se imaginó que tenía una voz magnífica, y tanto se lo creyó, que resolvió presentarse en el teatro; pero una vez en la escena cantó tan mal, que lo arrojaron a pedradas.

EL PESCADOR REVOLVIENDO EL RÍO.

ESOPO.

Pescaba un pescador en un río, atravesándolo con su red de una a otra orilla; luego, con una piedra atada al extremo de una cuerda de lino, agitaba el agua para que los peces, aturdidos, cayeran al huir entre las mallas de la red. Vióle proceder así un vecino y le reprochó el revolver el río, obli gándoles a beber el agua turbia; más él respondió:

-¡Si no revuelvo el río, tendré que morirme de hambre!

EL PESCADOR Y EL FLAUTISTA.

ESOPO.

Un pescador que también tocaba hábilmente la flauta, cogió juntas sus flautas y sus redes para ir al mar; y sentado en una roca saliente, púsose a tocar la flauta, esperando que los peces, atraídos por sus dulces sones, saltarían del agua para ir hacia él. Mas, cansado al cabo de su esfuerzo en vano, dejó la flauta a su lado, lanzó la red al agua y cogió buen número de peces. Viéndoles brincar en la orilla después de sacarlos de la red, exclamó el pescador flautista:

-¡Malditos animales: cuando tocaba la flauta no teníais ganas de bailar, y ahora que no lo hago parece que os dan cuerda!

EL PESCADOR Y EL PECECILLO.

ESOPO.

Un pescador, después de lanzar al mar su red, sólo cogió un pececillo. Suplicó éste al pescador que le dejara por el momento en gracia de su pequeñez.

- Cuando sea mayor, podrás pescarme de nuevo, y entonces seré para tí de más provecho -, terminó el pececillo.

-¡Hombre-replicó el pescador-, bien tonto sería soltando la presa que tengo en la mano para contar con la insegura presa futura, por grande que sea! -

EL PESCADOR Y LOS PECES PEQUEÑOS Y GRANDES.

ESOPO.

Un pescador al tirar de la red sacó a tierra los peces grandes, pero los pequeños se le escaparon al mar escurriéndose entre las mallas.

LOS PESCADORES Y LAS PIEDRAS.

ESOPO.

Tiraban unos pescadores de una red y como la sentían muy cargada, bailaban y gritaban de contento, creyendo que habían hecho una buena pesca. Arrastrada la red a la playa, en lugar de peces sólo encontraron piedras y otros objetos, con lo que fue muy grande su contrariedad, no tanto por la rabia de su chasco, como por haber esperado otra cosa.

Uno de los pescadores, el más viejo, dijo a sus compañeros:

-Basta de afligirse, muchachos, puesto que según parece la alegría tiene por hermana la tristeza; después de habernos alegrado tanto antes de tiempo, era natural que tropezásemos con alguna contrariedad.