EL MENDIGO SABIO.
(TAULERO)
Un estudioso rogó a Dios durante ocho años que le enseñara el camino de la verdad, un día oyó una voz del cielo que le dijo:
- Sal y vete a los escalones de la Iglesia; allí encontrarás a un hombre que te enseñará el camino de la verdad y de la alegría.
Sale, pues, y encuentra a un mendigo, cuyos pies estaban heridos, desnudos, llenos de barro, y sus vestidos no valían tres duros. Lo saluda diciendo:
- Qué Dios te conceda un buen día.
El mendigo le respondió:
- No me acuerdo haber tenido jamás un día malo.
- Qué Dios le haga feliz.
- No he sido jamás infeliz – respondió el hombre.
- Por favor, hable con más claridad –dijo el estudioso- porque no entiendo lo que dice.
- Usted me ha augurado un buen día, yo le he respondido que jamás he tenido uno malo; en efecto, cuando el hambre me atormenta, alabo a Dios; cuando recibo desprecio, alabo a Dios; si siento frío, si graniza, si nieva, alabo a Dios; por consiguiente, no he tenido jamás un día malo. Cualquier cosa que yo reciba de Dios, o que él permita que yo reciba de los otros, prosperidad o adversidad, dulzura o amargura, la considero como una verdadera fortuna, y la acepto con alegría de su mano. Por esto no he sido jamás infeliz.
- Pero, ¿qué diría – preguntó el estudioso- si Dios quisiese arrojarlo a lo más profundo del abismo?
- Si Dios quisiese llegar a esto, me abrazaría estrechamente a él; así si quisiera arrojarme al infierno, tendría que venir conmigo; y yo preferiría estar en el infierno con él que en el cielo sin él.
- ¿De dónde viene? – preguntó aún el estudioso.
- Vengo de Dios.
- ¿Dónde lo has encontrado?
- En las criaturas.
- ¿Dónde habita?
- En los corazones puros y en los hombres de buena voluntad.
- ¿Qué es usted, pues?
- Soy rey.
- ¿Dónde está su reino?
- En mi alma.
El estudioso comprendió que el mendigo, por su conformidad con la voluntad de Dios, era más rico que los monarcas y más feliz que todos.
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