martes, 21 de junio de 2011

UNA HORA DE TRABAJO.

El hombre regresó del trabajo a su hogar, cansado e irritado, y encontró a su pequeño hijo esperándolo en la puerta.

- Papa te quiero preguntar algo.
- Si, ¿que es? - respondió el hombre.
- Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora?
- ¡Eso no es asunto tuyo! ¿Por qué me preguntas eso? - contestó enojado
- Solamente quería saber. ¡Por favor dime!, ¿Cuánto ganas por hora? - pidió el hijo.
- Si tanto te interesa saber ... gano 1000 pesetas por hora.
- Ah - contestó el niño - ¿me puedes prestar 500 pesetas, por favor?
El padre se enojó.
- ¡Si la única razón por la que querías saber cuanto gano, es para pedirme dinero para comprar un juguete u otra cosa sin sentido, vete ya mismo a la cama! ¡Piensa por qué eres tan egoísta! ¡Trabajo mucho, muchas horas cada día y no tengo tiempo para cosas como estas!

El hijo se fue a su habitación y el hombre se quedó enojado por la pregunta. ¿Cómo se atrevió a preguntarle tal cosa solo para obtener dinero? Después de un rato se calmó y pensó que estuvo un poco duro con su hijo. Tal vez había algo que realmente necesitaba comprar con 500 pesteas, y además no pedía dinero frecuentemente.
El hombre fue a la habitación del niño y le dijo

: - Estuve pensando que tal vez estuve muy duro contigo antes. Ha sido un largo día y descargué mi irritación en tí. Aquí tienes el dinero que me pediste.
El niño se sentó y gritó: - ¡Gracias papá! Entonces, buscando bajo la almohada, sacó más dinero.
El hombre, viendo eso, comenzó a enojarse de nuevo.
El niño se puso a contar el dinero.

- ¡¿Para qué querías más dinero si ya tienes?! .- refunfuñó el padre.
- Porque no tenía suficiente, pero ahora lo tengo - respondió el niño.
Finalmente miró al hombre y le dijo: - Papá, tengo 1000 pesetas ahora. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo?

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