ANTHONY DE MELLO.
Había una vez una pareja de novios que querían casarse. Ella siempre iba a verle muy arreglada y guapa, y él, por su parte, también se esmeraba en ponerse muy elegante para gustar a su novia.
Pasó el tiempo y llegó el día de la boda. Pero he aquí que, por la noche, dice el novio a la novia:
-Como ya estamos casados, no debemos ocultarnos nada. Mira, los dientes que tengo son postizos, y este pelo tan bonito que ves no es pelo, sino peluquín. Así que ahora ten paciencia, pues ya eres mi mujer. Entonces la novia contesta:
- Perdona, pero yo también he de confesarte algo: Esta cabellera tan bonita es una peluca, mis pestañas son postizas y estos ojos tan hermosos que ves no ven tres en un burro. Así que, por ser ya mi marido, tienes que tener paciencia.
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