martes, 23 de febrero de 2010

EL HIJO MAYOR.

ANTHONY DE MELLO.

Estaba Dios un día paseando por el cielo cuando, para su sorpresa, se encontró con que todo el mundo se hallaba allí. Ni una sola alma había sido enviada al infierno. Esto le inquietó, porque ¿acaso no tenía obligación para consigo mismo de ser justo? Además, ¿para qué había sido creado el infierno, si no se iba a usar?

De modo que dijo al ángel Gabriel:

— «Reúne a todo el mundo ante mi trono y léeles los Diez Mandamientos».

Todo el mundo acudió y leyó Gabriel el primer mandamiento.
Entonces dijo Dios:

— «Todo el que haya pecado contra este mandamiento deberá trasladarse al infierno inmediatamente».

Algunas personas se separaron de la multitud y se fueron llenas de tristeza al infierno.

Lo mismo se hizo con el segundo mandamiento, con el tercero, el cuarto, el quinto... Para entonces, la población del cielo había decrecido considerablemente. Tras ser leído el sexto mandamiento, todo el mundo se fue al infierno, a excepción de un solo individuo gordo, viejo y calvo. Le miró Dios y dijo a Gabriel:

— «¿Es ésta la única persona que ha quedado en el cielo?».

— «Sí», respondió Gabriel.

— «¡Vaya!», dijo Dios, «se ha quedado bastante solo, ¿no es verdad? Anda y di a todos que vuelvan».

Cuando el gordo, viejo y calvo individuo oyó que todos iban a ser perdonados, se indignó y gritó a Dios:

— «¡Eso es injusto! ¿Por qué no me lo dijiste antes?».

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