El sufi Bayazid dice acerca de sí mismo:
«De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: 'Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo'».
«A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: 'Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho'».
«Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración es la siguiente: 'Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo'. Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida».
UN MINUTO PARA EL ABSURDO.
martes, 23 de febrero de 2010
NUNCA MÁS.
ANTHONY DE MELLO.
"Ya me he pillado los dedos una vez. ¡Nunca más volveré a enamorarme!",
dijo el amante que se había visto rechazado.
"Eres como aquel gato que, habiéndose quemado por sentarse en una
estufa, nunca más quiso volver a sentarse", replicó el Maestro.
"Ya me he pillado los dedos una vez. ¡Nunca más volveré a enamorarme!",
dijo el amante que se había visto rechazado.
"Eres como aquel gato que, habiéndose quemado por sentarse en una
estufa, nunca más quiso volver a sentarse", replicó el Maestro.
LA SOPA DE GANSO.
ANTHONY DE MELLO.
En cierta ocasión un pariente visitó a Nasruddin, llevándole como regalo
un ganso. Nasruddin cocinó el ave y la compartió con su huésped.
No tardaron en acudir un huésped tras otro, alegando todos ser amigos de
un amigo "del hombre que te ha traído el ganso".
Naturalmente, todos ellos esperaban obtener comida y alojamiento a
cuenta del famoso ganso.
Finalmente, Nasruddin no pudo aguantar más. Un día llegó un extraño a su
casa y dijo: "Yo soy un amigo del amigo del pariente tuyo que te regaló
un ganso". Y, al igual que los demás, se sentó a la mesa esperando que
le dieran de comer.
Nasruddin puso ante él una escudilla llena de agua caliente. "¿Qué es
esto?", preguntó el otro.
"Esto", dijo Nasruddin, "es la sopa de la sopa del ganso que me regaló
mi amigo".
Es absolutamente imposible enviar un beso a través de un mensajero.
En cierta ocasión un pariente visitó a Nasruddin, llevándole como regalo
un ganso. Nasruddin cocinó el ave y la compartió con su huésped.
No tardaron en acudir un huésped tras otro, alegando todos ser amigos de
un amigo "del hombre que te ha traído el ganso".
Naturalmente, todos ellos esperaban obtener comida y alojamiento a
cuenta del famoso ganso.
Finalmente, Nasruddin no pudo aguantar más. Un día llegó un extraño a su
casa y dijo: "Yo soy un amigo del amigo del pariente tuyo que te regaló
un ganso". Y, al igual que los demás, se sentó a la mesa esperando que
le dieran de comer.
Nasruddin puso ante él una escudilla llena de agua caliente. "¿Qué es
esto?", preguntó el otro.
"Esto", dijo Nasruddin, "es la sopa de la sopa del ganso que me regaló
mi amigo".
Es absolutamente imposible enviar un beso a través de un mensajero.
MANIPULACIÓN.
ANTHONY DE MELLO.
El Maestro soportó, pacientemente sentado, las quejas que una mujer
tenia contra su marido.
Cuando ella concluyó, dijo: "Tu matrimonio sería más feliz, querida, si
tú fueras una esposa mejor".
"¿ Y cómo puedo serlo?"
"Renunciando a tus esfuerzos por intentar hacer de él un mejor marido".
Antes de cambiar a los demás, cambia tú. Limpia tu ventana para ver
mejor.
El Maestro soportó, pacientemente sentado, las quejas que una mujer
tenia contra su marido.
Cuando ella concluyó, dijo: "Tu matrimonio sería más feliz, querida, si
tú fueras una esposa mejor".
"¿ Y cómo puedo serlo?"
"Renunciando a tus esfuerzos por intentar hacer de él un mejor marido".
Antes de cambiar a los demás, cambia tú. Limpia tu ventana para ver
mejor.
AMISTAD.
ANTHONY DE MELLO.
"Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso
para ir a buscarlo".
"Permiso denegado", replicó el oficial. "No quiero que arriesgue usted
su vida por un hombre que probablemente ha muerto".
El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más
tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso: "¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he
perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un
cadáver?"
Y el soldado, moribundo, respondió: "¡Claro que sí, señor! Cuando lo
encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: Juan... estaba seguro de
que vendrías".
"Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso
para ir a buscarlo".
"Permiso denegado", replicó el oficial. "No quiero que arriesgue usted
su vida por un hombre que probablemente ha muerto".
El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más
tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso: "¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he
perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un
cadáver?"
Y el soldado, moribundo, respondió: "¡Claro que sí, señor! Cuando lo
encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: Juan... estaba seguro de
que vendrías".
CHARCO GRIS.
Era una fría mañana, no había podido dormir bien; la pesadilla era tan real, tan cruel, tan profundamente sombría como la realidad, la realidad del día, de la vida malgastada en mil noches de insomnio.
La lluvia golpea lentamente los cristales de la ventana, con esa monotonía embriagadora del tiempo. El sonido hueco del reloj me sumerge mas y más en ese mundo sacado d lo irreal, con figuras fantásticas a mí alrededor.
La pesadilla parece prolongarse con cada tic tac, sin que de ella pueda despertar; el viento mueve suavemente las copas de los árboles, llueve y esa lluvia la siento de llanto, por cosas que ya jamás volverán, de cosas que pasaron, de vidas vividas.
Me sumerjo en esas visiones del pasado, en una angustia que anuda mi garganta; locura de comprender, de creer que el final está próximo y que nada vale seguir.
En un segundo todo cambia, o soy yo, se intensifica, siento que voy de la mano con la muerte, vieja amiga que me llama; gruesas gotas golpean fuertemente en los empañados cristales, como si quisieran romperlos, gritar...
Negros nubarrones obscurecen el cielo, las torres se ocultan en la bruma de la mañana, se desvanecen por momentos, como se desvanece poco a poco mi vida.
La calle solitaria tiene un aspecto sombrío, monótono; de la esquina surge una sombra, se oculta en mi mente y vuelve a aparecer como espectro en mi pesadilla.
Con un gastado paraguas negro, un viejo camina lentamente bajo la lluvia. Sus pasos son calmados, no le molesta el llanto.
En su rostro se ven las huellas del dolor, sostiene el paraguas con una mano que se me antoja callosa y sarmentosa que no condice con la firmeza de sus pasos, lentos, pero inevitables.
Al aproximarse frente a la casa levantó su mirada que me hirió el alma, sus ojos eran de un azul intenso, muy firmes, como sus manos, pero dejaban ver más allá, eran ojos distintos a los espectros de mis pesadillas.
Reflejaba algo olvidado por mí.
¡Parece que gozaba con el aspecto gris de la mañana!
¿Es que tiene encanto?... tal vez... tal vez en el transcurso de los años vividos encuentre una nostalgia atrayente en esos charcos, pequeños, fríos y grises.
¿Será que el paso de los años enseña la forma de ver las cosas como realmente son?
Algún día mis pasos serán los que resuenen, cansados, lerdos, bajo la lluvia y seré yo quien ría... seré yo quien ría del mundo, de mí, de estos años mozos con mis inquietudes y mis anhelos. Seré yo quien ría de esta pesadilla cruel que hoy me atormenta.
Todo es gris, la lluvia vuelve a intensificarse, cual cortina infranqueable que oculta el horizonte. Me falta el aire, ¡necesito aire!
La nostalgia me muerde como perro rabioso, dejándome ese vacío interior.
Quiero fugarme, hacia algún lugar donde poner mi soledad, mis tristezas, todos los sueños que soñé y esta pesadilla diaria que de tanto repetirse ya son mis días.
El rabioso perro me sigue mordiendo y mordiendo... comprendo que estoy solo, que nací y moriré solo, que no sé quien soy. Me miro cual extraño sin encontrar esa respuesta de porque existo.
La nostalgia me esta matando lentamente, me desangra cada día, me revuelca en la miseria de perder cada día mi pasado, mi gente, mi tierra, allá muy al sur.
Una mano que no es la mía deja entrar un gélido y calmo aire cargado con aroma a humedad, a tierra mojada; esos ojos me enseñaron, me dieron un porque, se mezclaron con mi pesadilla y con ese fiel y rabioso amigo de mis días.
Hoy comienzo a volver y ya a lo lejos oigo el suave arrullo de un bandoneón, susurrando un tango.
La lluvia golpea lentamente los cristales de la ventana, con esa monotonía embriagadora del tiempo. El sonido hueco del reloj me sumerge mas y más en ese mundo sacado d lo irreal, con figuras fantásticas a mí alrededor.
La pesadilla parece prolongarse con cada tic tac, sin que de ella pueda despertar; el viento mueve suavemente las copas de los árboles, llueve y esa lluvia la siento de llanto, por cosas que ya jamás volverán, de cosas que pasaron, de vidas vividas.
Me sumerjo en esas visiones del pasado, en una angustia que anuda mi garganta; locura de comprender, de creer que el final está próximo y que nada vale seguir.
En un segundo todo cambia, o soy yo, se intensifica, siento que voy de la mano con la muerte, vieja amiga que me llama; gruesas gotas golpean fuertemente en los empañados cristales, como si quisieran romperlos, gritar...
Negros nubarrones obscurecen el cielo, las torres se ocultan en la bruma de la mañana, se desvanecen por momentos, como se desvanece poco a poco mi vida.
La calle solitaria tiene un aspecto sombrío, monótono; de la esquina surge una sombra, se oculta en mi mente y vuelve a aparecer como espectro en mi pesadilla.
Con un gastado paraguas negro, un viejo camina lentamente bajo la lluvia. Sus pasos son calmados, no le molesta el llanto.
En su rostro se ven las huellas del dolor, sostiene el paraguas con una mano que se me antoja callosa y sarmentosa que no condice con la firmeza de sus pasos, lentos, pero inevitables.
Al aproximarse frente a la casa levantó su mirada que me hirió el alma, sus ojos eran de un azul intenso, muy firmes, como sus manos, pero dejaban ver más allá, eran ojos distintos a los espectros de mis pesadillas.
Reflejaba algo olvidado por mí.
¡Parece que gozaba con el aspecto gris de la mañana!
¿Es que tiene encanto?... tal vez... tal vez en el transcurso de los años vividos encuentre una nostalgia atrayente en esos charcos, pequeños, fríos y grises.
¿Será que el paso de los años enseña la forma de ver las cosas como realmente son?
Algún día mis pasos serán los que resuenen, cansados, lerdos, bajo la lluvia y seré yo quien ría... seré yo quien ría del mundo, de mí, de estos años mozos con mis inquietudes y mis anhelos. Seré yo quien ría de esta pesadilla cruel que hoy me atormenta.
Todo es gris, la lluvia vuelve a intensificarse, cual cortina infranqueable que oculta el horizonte. Me falta el aire, ¡necesito aire!
La nostalgia me muerde como perro rabioso, dejándome ese vacío interior.
Quiero fugarme, hacia algún lugar donde poner mi soledad, mis tristezas, todos los sueños que soñé y esta pesadilla diaria que de tanto repetirse ya son mis días.
El rabioso perro me sigue mordiendo y mordiendo... comprendo que estoy solo, que nací y moriré solo, que no sé quien soy. Me miro cual extraño sin encontrar esa respuesta de porque existo.
La nostalgia me esta matando lentamente, me desangra cada día, me revuelca en la miseria de perder cada día mi pasado, mi gente, mi tierra, allá muy al sur.
Una mano que no es la mía deja entrar un gélido y calmo aire cargado con aroma a humedad, a tierra mojada; esos ojos me enseñaron, me dieron un porque, se mezclaron con mi pesadilla y con ese fiel y rabioso amigo de mis días.
Hoy comienzo a volver y ya a lo lejos oigo el suave arrullo de un bandoneón, susurrando un tango.
AROMAS DEL YERBAL.
ANTHONY DE MELLO.
Leía los nombres una y otra vez. El aroma de la plaza, su frescura y la sombra de los árboles lo sumergían en ese día, en esa playa distante, que sintió la firmeza de esos "Treinta y tres hombres".
Por su mente desfilaban las imágenes, mezclándose con las vivencias de sus juegos, corriendo tras barquillos de madera, descalzo, junto a la acera en los días de lluvia, se alternaba escondido tras una valla, descubriendo enemigos y dándolos por muertos en esa tan significativa forma de evolución que todos tenemos en el transcurso de nuestros juegos.
Respiraba profundamente y el monumento con letras de bronce le daba también el espacio necesario para alimentar sus juegos, hermosa mañana de sábado, donde lo mejor que había para hacer era jugar, ver la cartelera del cine en la otra esquina y vivir, tan solo eso, vivir una hermosa niñez plena de familia, de amigos que nunca más vería y de emociones, de esas que ya no se van, que quedan para siempre en los ojos.
Leía los nombres una y otra vez, se fijaban en su retina para ya nunca más desaparecer. La mañana se sumergió en esa letanía propia del interior y parecía que estallaba en algo nuevo en cualquier momento, espera constante del transcurso de las cosas, expectativa diaria de quien parecería que no tiene otra cosa que hacer, mas que esperar que la vida transcurra; pero vista desde un costado de la plaza, jamás como partícipe, solo como espectador impávido que nada lo conmueve.
La columna apareció a su izquierda, con paso cansado, silenciosa; eran espectros que marchaban por la calle, rostros de dolor, de sufrimiento. Poco a poco las miradas fueron atraídas por su doliente andar...
Mal vestidos, con la tierra del camino sobre sus cuerpos, como si fuera la única tierra de su propiedad, pero insuficiente para saciar su apetito.
Un brazo oculto, tomó sus espaldas y sus bocas se abrieron al unísono, vomitando sobre el granito de la vida, un cántico reiterado eternamente, "utaa, utaa, utaa".
Sorprendía lo inesperado; de esa eterna espera cotidiana, la vida estaba retornando lo suyo y no se alcanzaba a comprender aún, eterna paradoja de un pueblo, de mi pueblo...
Voy hasta el yerbal, dijo el niño, mientras jugaba con la rama que blandía cual un sable.
La mujer lo miró, le extendió una manzana y en tono severo le dijo cuando el niño ya salía corriendo ¡no te acerques a esos mugrientos!
Ya la puerta del zaguán se había cerrado, cerrando también la frescura, cuando termino de decir esto y el chico saltaba alegremente hacia el banco de la vereda y salía corriendo calle abajo.
El sol caía a plomo aquella tarde, los arboles, demasiado podados, casi nada de sombra arrojaban sobre la vereda por la cual caminaba alegre el chico, ya saboreando en su mente las ricas pitangas y la frescura del río.
La mujer estaba sentada en un pequeño arenal a orillas del Olimar.
Los tábanos y mangangaes zumbaban entre los arboles, arrullando al río, que parecía dormirse en aquel claro.
Con el pelo clinudo sobre su cara, dejaba caer sobre sus flácidos senos gruesas lágrimas, que se hacían luces en el niño que asomaba entre las arpilleras que lo cubrían del fuerte sol.
El muchachito con la boca teñida por las dulces pitangas, corría alegre entre todas las sensaciones que se agolpaban en su mente. El aroma del monte, de macachines y arrayanes, de violetas y lantanas impregnaban la tarde en sus vivencias, en sus volveres de eternas lejanías.
La mujer levantó la vista, sin dejar de amamantar a su pequeño, lo miró largamente, en silencio, en un largo silencio de soledad. El chico le mantuvo la mirada, era una mirada lejana que el no conocía, profunda y obscura que lo atraía hacia rumbos nuevos; se fue acercando con paso firme, manteniendo la rama que le sirviera para sus juegos en la mano, cual un sable, como aquellos que le hacen mármoles, era la protección que su fantasía le daba ante esa estampa nueva.
Anónimos sentimientos surgieron desde su interior, un ligero temblor estremeció su nuca donde se sintió erizado y bajando su brazo en sutil rendición,
preguntó, ¿porqué llora?, Inocencia divina que se manifestaba plenamente.
Por la mente de la mujer desfilaron sus recuerdos... no mucho tiempo atrás junto al cañaveral, cuando su marido le dijo: esto no es vida mujer, si acá entre la caña no está la comida que necesita mi hijo para crecer sano y fuerte, pues ya mismo nos vamos pa’ la capital a que nos den lo que es nuestro.
Y así vestidos con bolsas, semidescalzos y con el hambre a cuestas salieron a la capital; muchos fueron los que les acompañaron, no estaban solos en sus reclamos, en sus duras marchas por los suelos de la patria, de una patria que se antojaba distante y ajena...
La mujer tuvo a su hijo, bajo unos toldos, una mañana de Diciembre, a un costado del camino...
El chiquilín no repitió su pregunta, la respuesta resonó en su interior y el sentimiento creció cual llama que se enciende sola; se fue acercando lentamente, de su bolsillo extrajo la roja manzana y comenzó a lustrarla en el pantaloncito todo sucio de sus juegos.
Se la dio a la mujer, mientras las primeras lágrimas asomaban a sus ojos cuando acarició el rostro del bebé. La mujer extendió su brazo y lo atrajo hacia sí, como si quisiera integrarlo a su vida, lo apretó en su pecho junto a su hijo y le dio en la frente un bes
Leía los nombres una y otra vez. El aroma de la plaza, su frescura y la sombra de los árboles lo sumergían en ese día, en esa playa distante, que sintió la firmeza de esos "Treinta y tres hombres".
Por su mente desfilaban las imágenes, mezclándose con las vivencias de sus juegos, corriendo tras barquillos de madera, descalzo, junto a la acera en los días de lluvia, se alternaba escondido tras una valla, descubriendo enemigos y dándolos por muertos en esa tan significativa forma de evolución que todos tenemos en el transcurso de nuestros juegos.
Respiraba profundamente y el monumento con letras de bronce le daba también el espacio necesario para alimentar sus juegos, hermosa mañana de sábado, donde lo mejor que había para hacer era jugar, ver la cartelera del cine en la otra esquina y vivir, tan solo eso, vivir una hermosa niñez plena de familia, de amigos que nunca más vería y de emociones, de esas que ya no se van, que quedan para siempre en los ojos.
Leía los nombres una y otra vez, se fijaban en su retina para ya nunca más desaparecer. La mañana se sumergió en esa letanía propia del interior y parecía que estallaba en algo nuevo en cualquier momento, espera constante del transcurso de las cosas, expectativa diaria de quien parecería que no tiene otra cosa que hacer, mas que esperar que la vida transcurra; pero vista desde un costado de la plaza, jamás como partícipe, solo como espectador impávido que nada lo conmueve.
La columna apareció a su izquierda, con paso cansado, silenciosa; eran espectros que marchaban por la calle, rostros de dolor, de sufrimiento. Poco a poco las miradas fueron atraídas por su doliente andar...
Mal vestidos, con la tierra del camino sobre sus cuerpos, como si fuera la única tierra de su propiedad, pero insuficiente para saciar su apetito.
Un brazo oculto, tomó sus espaldas y sus bocas se abrieron al unísono, vomitando sobre el granito de la vida, un cántico reiterado eternamente, "utaa, utaa, utaa".
Sorprendía lo inesperado; de esa eterna espera cotidiana, la vida estaba retornando lo suyo y no se alcanzaba a comprender aún, eterna paradoja de un pueblo, de mi pueblo...
Voy hasta el yerbal, dijo el niño, mientras jugaba con la rama que blandía cual un sable.
La mujer lo miró, le extendió una manzana y en tono severo le dijo cuando el niño ya salía corriendo ¡no te acerques a esos mugrientos!
Ya la puerta del zaguán se había cerrado, cerrando también la frescura, cuando termino de decir esto y el chico saltaba alegremente hacia el banco de la vereda y salía corriendo calle abajo.
El sol caía a plomo aquella tarde, los arboles, demasiado podados, casi nada de sombra arrojaban sobre la vereda por la cual caminaba alegre el chico, ya saboreando en su mente las ricas pitangas y la frescura del río.
La mujer estaba sentada en un pequeño arenal a orillas del Olimar.
Los tábanos y mangangaes zumbaban entre los arboles, arrullando al río, que parecía dormirse en aquel claro.
Con el pelo clinudo sobre su cara, dejaba caer sobre sus flácidos senos gruesas lágrimas, que se hacían luces en el niño que asomaba entre las arpilleras que lo cubrían del fuerte sol.
El muchachito con la boca teñida por las dulces pitangas, corría alegre entre todas las sensaciones que se agolpaban en su mente. El aroma del monte, de macachines y arrayanes, de violetas y lantanas impregnaban la tarde en sus vivencias, en sus volveres de eternas lejanías.
La mujer levantó la vista, sin dejar de amamantar a su pequeño, lo miró largamente, en silencio, en un largo silencio de soledad. El chico le mantuvo la mirada, era una mirada lejana que el no conocía, profunda y obscura que lo atraía hacia rumbos nuevos; se fue acercando con paso firme, manteniendo la rama que le sirviera para sus juegos en la mano, cual un sable, como aquellos que le hacen mármoles, era la protección que su fantasía le daba ante esa estampa nueva.
Anónimos sentimientos surgieron desde su interior, un ligero temblor estremeció su nuca donde se sintió erizado y bajando su brazo en sutil rendición,
preguntó, ¿porqué llora?, Inocencia divina que se manifestaba plenamente.
Por la mente de la mujer desfilaron sus recuerdos... no mucho tiempo atrás junto al cañaveral, cuando su marido le dijo: esto no es vida mujer, si acá entre la caña no está la comida que necesita mi hijo para crecer sano y fuerte, pues ya mismo nos vamos pa’ la capital a que nos den lo que es nuestro.
Y así vestidos con bolsas, semidescalzos y con el hambre a cuestas salieron a la capital; muchos fueron los que les acompañaron, no estaban solos en sus reclamos, en sus duras marchas por los suelos de la patria, de una patria que se antojaba distante y ajena...
La mujer tuvo a su hijo, bajo unos toldos, una mañana de Diciembre, a un costado del camino...
El chiquilín no repitió su pregunta, la respuesta resonó en su interior y el sentimiento creció cual llama que se enciende sola; se fue acercando lentamente, de su bolsillo extrajo la roja manzana y comenzó a lustrarla en el pantaloncito todo sucio de sus juegos.
Se la dio a la mujer, mientras las primeras lágrimas asomaban a sus ojos cuando acarició el rostro del bebé. La mujer extendió su brazo y lo atrajo hacia sí, como si quisiera integrarlo a su vida, lo apretó en su pecho junto a su hijo y le dio en la frente un bes
SENSIBILIDAD.
ANTHONY DE MELLO.
Hace muchos años, allá por la Edad Media, los consejeros del Papa recomendaron a éste que desterrara a los judíos de Roma. Según ellos, resultaba indecoroso que aquellas personas vivieran tan ricamente en el corazón mismo del mundo católico. Así pues, se redactó y fue promulgado un edicto de expulsión para general consternación de los judíos, que sabían que, dondequiera que fuesen, no podían esperar un trato mejor que el que les obligaba a salir de Roma. De manera que suplicaron al Papa que reconsiderara su decisión. El Papa, que era un hombre ecuánime, les hizo una propuesta un tanto arriesgada: debían elegir a alguien para que discutiera el asunto con él mismo en público y, si salía victorioso del debate, los judíos podrían quedarse.
Los judíos se reunieron a considerar la propuesta. Rechazarla significaba la expulsión. Aceptarla significaba exponerse a una derrota segura, porque ¿quién iba a vencer en un debate en el que el Papa era juez y parte a la vez? Sin embargo, no había más remedio que aceptar. Ahora bien, resultaba imposible encontrar a un voluntario dispuesto a debatir con el Papa: la responsabilidad de cargar sobre sus hombros con el destino de los judíos era más de lo que cualquier hombre podía soportar.
Pero, cuando el portero de la sinagoga se dio cuenta de lo que ocurría, se presentó ante el Gran Rabino y se ofreció como voluntario para representar a su pueblo en el debate. "¿El portero?", exclamaron los demás rabinos cuando lo supieron. Imposible
"Está bien", dijo el Gran Rabino, "ninguno de nosotros está dispuesto a hacerlo; de manera que, o lo hace el portero o no hay debate". Y así, a falta de otra persona, se designó al portero para que celebrara el debate con el Papa.
Llegado el gran día, el Papa se sentó en un trono en la plaza de San Pedro, rodeado de sus cardenales y en presencia de una multitud de obispos, sacerdotes y fieles. Al poco tiempo llegó la pequeña comitiva de delegados judíos, con sus negros ropajes y sus largas barbas, rodeando al portero de la sinagoga.
Quedaron el uno frente al otro, y el debate comenzó. El Papa alzó solemnemente un dedo hacia el cielo y trazó un amplio arco en el aire. Inmediatamente, el portero señaló con énfasis hacia el suelo. El Papa pareció quedar desconcertado. Entonces volvió a alzar su dedo con mayor solemnidad aún y lo mantuvo firmemente ante el rostro del portero. Este, a su vez, alzó inmediatamente tres dedos y los mantuvo con la misma firmeza frente al Papa, el cual pareció asombrarse de aquel gesto. Entonces el Papa deslizó una de sus manos entre sus ropajes y extrajo una manzana. El portero, por su parte, sin pensarlo dos veces, introdujo su mano en una bolsa de papel que llevaba consigo y sacó de ella una delgada torta de pan. Entonces el Papa exclamó con voz potente: El representante judío ha ganado el debate! Queda revocado, pues, el edicto".
Los dirigentes judíos rodearon inmediatamente al portero y se lo llevaron, mientras los cardenales se apiñaban atónitos en torno al Papa. "¿Qué ha sucedido, Santidad?", le preguntaron. "Nos ha sido imposible seguir el rapidísimo toma y daca del debate ... " El Papa se enjugó el sudor de su bese y dijo: "Ese hombre es un brillante teólogo y un maestro del debate.
Yo comencé señalando con un gesto de mi mano la bóveda celeste, como dando a entender que el universo entero pertenece a Dios; y él señaló hacia abajo con su dedo, recordándome que hay un lugar llamado "infierno" donde el demonio es el único soberano. Entonces alcé yo un dedo para indicar que Dios es uno. ¡Imagínense mi sorpresa cuando le vi alzar a él tres dedos indicando que ese Dios uno se manifiesta por igual en tres personas, suscribiendo con ello nuestra propia doctrina sobre la Trinidad! Sabiendo que no podría vencer a ese genio de la teología, intenté, por último, desviar el debate hacia otro terreno, y para ello saqué una manzana, dando a entender que, según los más modernos descubrimientos, la tierra es redonda. Pero, al instante, él sacó una torta de pan ázimo para recordarme que, de acuerdo con la Biblia, la tierra es plana. De manera que no he tenido más remedio que reconocer su victoria ... "
Para entonces, los judíos habían llegado ya a su sinagoga. "¿Qué es lo que ha ocurrido?", le preguntaron perplejos al portero, el cual daba muestras de estar indignado. "íTodo ha sido un montón de tonterías!", respondió. "Veréis: primero, el Papa hizo un gesto con su mano como para indicar que todos los judíos teníamos que salir de Roma. De modo que yo señalé con el dedo hacia abajo para darle a entender con toda claridad que no pensábamos movernos. Entonces él me apunta amenazadoramente con un dedo como diciéndome: "¡No te me pongas chulo!" Y yo le señalo a él con tres dedos para decirle que él era tres veces mas chulo que nosotros, por haber ordenado arbitrariamente que saliéramos de Roma. Entonces veo que él saca su almuerzo, y yo saco el mío".
Hace muchos años, allá por la Edad Media, los consejeros del Papa recomendaron a éste que desterrara a los judíos de Roma. Según ellos, resultaba indecoroso que aquellas personas vivieran tan ricamente en el corazón mismo del mundo católico. Así pues, se redactó y fue promulgado un edicto de expulsión para general consternación de los judíos, que sabían que, dondequiera que fuesen, no podían esperar un trato mejor que el que les obligaba a salir de Roma. De manera que suplicaron al Papa que reconsiderara su decisión. El Papa, que era un hombre ecuánime, les hizo una propuesta un tanto arriesgada: debían elegir a alguien para que discutiera el asunto con él mismo en público y, si salía victorioso del debate, los judíos podrían quedarse.
Los judíos se reunieron a considerar la propuesta. Rechazarla significaba la expulsión. Aceptarla significaba exponerse a una derrota segura, porque ¿quién iba a vencer en un debate en el que el Papa era juez y parte a la vez? Sin embargo, no había más remedio que aceptar. Ahora bien, resultaba imposible encontrar a un voluntario dispuesto a debatir con el Papa: la responsabilidad de cargar sobre sus hombros con el destino de los judíos era más de lo que cualquier hombre podía soportar.
Pero, cuando el portero de la sinagoga se dio cuenta de lo que ocurría, se presentó ante el Gran Rabino y se ofreció como voluntario para representar a su pueblo en el debate. "¿El portero?", exclamaron los demás rabinos cuando lo supieron. Imposible
"Está bien", dijo el Gran Rabino, "ninguno de nosotros está dispuesto a hacerlo; de manera que, o lo hace el portero o no hay debate". Y así, a falta de otra persona, se designó al portero para que celebrara el debate con el Papa.
Llegado el gran día, el Papa se sentó en un trono en la plaza de San Pedro, rodeado de sus cardenales y en presencia de una multitud de obispos, sacerdotes y fieles. Al poco tiempo llegó la pequeña comitiva de delegados judíos, con sus negros ropajes y sus largas barbas, rodeando al portero de la sinagoga.
Quedaron el uno frente al otro, y el debate comenzó. El Papa alzó solemnemente un dedo hacia el cielo y trazó un amplio arco en el aire. Inmediatamente, el portero señaló con énfasis hacia el suelo. El Papa pareció quedar desconcertado. Entonces volvió a alzar su dedo con mayor solemnidad aún y lo mantuvo firmemente ante el rostro del portero. Este, a su vez, alzó inmediatamente tres dedos y los mantuvo con la misma firmeza frente al Papa, el cual pareció asombrarse de aquel gesto. Entonces el Papa deslizó una de sus manos entre sus ropajes y extrajo una manzana. El portero, por su parte, sin pensarlo dos veces, introdujo su mano en una bolsa de papel que llevaba consigo y sacó de ella una delgada torta de pan. Entonces el Papa exclamó con voz potente: El representante judío ha ganado el debate! Queda revocado, pues, el edicto".
Los dirigentes judíos rodearon inmediatamente al portero y se lo llevaron, mientras los cardenales se apiñaban atónitos en torno al Papa. "¿Qué ha sucedido, Santidad?", le preguntaron. "Nos ha sido imposible seguir el rapidísimo toma y daca del debate ... " El Papa se enjugó el sudor de su bese y dijo: "Ese hombre es un brillante teólogo y un maestro del debate.
Yo comencé señalando con un gesto de mi mano la bóveda celeste, como dando a entender que el universo entero pertenece a Dios; y él señaló hacia abajo con su dedo, recordándome que hay un lugar llamado "infierno" donde el demonio es el único soberano. Entonces alcé yo un dedo para indicar que Dios es uno. ¡Imagínense mi sorpresa cuando le vi alzar a él tres dedos indicando que ese Dios uno se manifiesta por igual en tres personas, suscribiendo con ello nuestra propia doctrina sobre la Trinidad! Sabiendo que no podría vencer a ese genio de la teología, intenté, por último, desviar el debate hacia otro terreno, y para ello saqué una manzana, dando a entender que, según los más modernos descubrimientos, la tierra es redonda. Pero, al instante, él sacó una torta de pan ázimo para recordarme que, de acuerdo con la Biblia, la tierra es plana. De manera que no he tenido más remedio que reconocer su victoria ... "
Para entonces, los judíos habían llegado ya a su sinagoga. "¿Qué es lo que ha ocurrido?", le preguntaron perplejos al portero, el cual daba muestras de estar indignado. "íTodo ha sido un montón de tonterías!", respondió. "Veréis: primero, el Papa hizo un gesto con su mano como para indicar que todos los judíos teníamos que salir de Roma. De modo que yo señalé con el dedo hacia abajo para darle a entender con toda claridad que no pensábamos movernos. Entonces él me apunta amenazadoramente con un dedo como diciéndome: "¡No te me pongas chulo!" Y yo le señalo a él con tres dedos para decirle que él era tres veces mas chulo que nosotros, por haber ordenado arbitrariamente que saliéramos de Roma. Entonces veo que él saca su almuerzo, y yo saco el mío".
EL MONSTRUO DEL RÍO.
ANTHONY DE MELLO.
El sacerdote de la aldea era distraído en sus oraciones por los niños que jugaban junto a su ventana. Para librarse de ellos, les gritó: «¡ Hay un terrible monstruo río abajo. Id corriendo allá y podréis ver como echa fuego por la nariz !».
Al poco tiempo, todo el mundo en la aldea había oído hablar de la monstruosa aparición y corría hacia el río.
Cuando el sacerdote lo vio, se unió a la muchedumbre. Mientras se dirigía resollando hacia el río, que se encontraba cuatro millas más abajo, iba pensando: « La verdad es que yo he inventado la historia. Pero quien sabe si será cierta...
Es mucho más fácil creer en los dioses que hemos creado si somos capaces de convencer a los demás de su existencia.
El sacerdote de la aldea era distraído en sus oraciones por los niños que jugaban junto a su ventana. Para librarse de ellos, les gritó: «¡ Hay un terrible monstruo río abajo. Id corriendo allá y podréis ver como echa fuego por la nariz !».
Al poco tiempo, todo el mundo en la aldea había oído hablar de la monstruosa aparición y corría hacia el río.
Cuando el sacerdote lo vio, se unió a la muchedumbre. Mientras se dirigía resollando hacia el río, que se encontraba cuatro millas más abajo, iba pensando: « La verdad es que yo he inventado la historia. Pero quien sabe si será cierta...
Es mucho más fácil creer en los dioses que hemos creado si somos capaces de convencer a los demás de su existencia.
LA FERIA MUNDIAL DE LAS RELIGIONES.
ANTHONY DE MELLO.
Mi amigo y yo fuimos a La Feria Mundial de las Religiones. No era una feria comercial. Era una feria de la religión. Pero la competencia era tan feroz y la propaganda igual de estruendosa.
En el stand judío nos dieron unos folletos en los que se decía que Dios se compadecía de todos y que los judíos eran su pueblo escogido. Los judíos. Ningún otro pueblo era tan escogido como el pueblo judío.
En el stand musulmán supimos que Dios era misericordioso con todos y que Mahoma era su único profeta. Que la salvación se obtiene escuchando al único profeta de Dios.
En el stand cristiano descubrimos que Dios es Amor y que no hay salvación fuera de la Iglesia. O se entra en la Iglesia, o se corre el peligro de la condenación eterna.
Al salir pregunté a mi amigo: ¿ Qué piensas de Dios ?.
Que es intolerante, fanático y cruel , me respondió.
Cuando llegué a casa, le dije a Dios: ¿ Cómo soportas éstas cosas, Señor ? ¿ No ves que han estado usando mal tu nombre durante siglos ?
Y me dijo Dios: Yo no he organizado la feria. Incluso me habría dado vergüenza visitarlas
Mi amigo y yo fuimos a La Feria Mundial de las Religiones. No era una feria comercial. Era una feria de la religión. Pero la competencia era tan feroz y la propaganda igual de estruendosa.
En el stand judío nos dieron unos folletos en los que se decía que Dios se compadecía de todos y que los judíos eran su pueblo escogido. Los judíos. Ningún otro pueblo era tan escogido como el pueblo judío.
En el stand musulmán supimos que Dios era misericordioso con todos y que Mahoma era su único profeta. Que la salvación se obtiene escuchando al único profeta de Dios.
En el stand cristiano descubrimos que Dios es Amor y que no hay salvación fuera de la Iglesia. O se entra en la Iglesia, o se corre el peligro de la condenación eterna.
Al salir pregunté a mi amigo: ¿ Qué piensas de Dios ?.
Que es intolerante, fanático y cruel , me respondió.
Cuando llegué a casa, le dije a Dios: ¿ Cómo soportas éstas cosas, Señor ? ¿ No ves que han estado usando mal tu nombre durante siglos ?
Y me dijo Dios: Yo no he organizado la feria. Incluso me habría dado vergüenza visitarlas
IDEOLOGÍA.
ANTHONY DE MELLO.
Es abrumador lo que se puede leer acerca de la crueldad del hombre para con sus semejantes. He aquí un relato periodístico de la tortura practicada en modernos campos de concentración.
La víctima es atada a una silla metálica. Entonces se le administran descargas eléctricas, cada vez de mayor intensidad, hasta que acaba confesando.
Con la mano ahuecada, el verdugo golpea una y otra vez a la víctima en el oído, hasta que el tímpano estalla.
Sujetan con correas a la víctima a un sillón de dentista. El ~ dentista ~, entonces, comienza a perforar con el torno, hasta llegar al nervio. Y la perforación prosigue hasta que la víctima accede a cooperar.
El hombre no es cruel por naturaleza. Se hace cruel cuando es infeliz... o cuando se entrega a una ideología.
Una ideología contra otra; un sistema contra otro; una religión contra otra. Y en medio, el hombre, que es aplastado.
Los hombres que crucificaron a Jesús probablemente no eran crueles. Es muy posible que fueran tiernos maridos y padres cariñosos que llegaron a ser capaces de grandes crueldades para mantener un sistema, o una ideología, o una religión.
Si las personas religiosas hubieran seguido siempre el instinto de su corazón, en lugar de seguir la lógica de su religión, se nos habría ahorrado asistir a espectáculos como el de la quema de herejes o el de millones de personas inocentes asesinadas en guerras libradas en nombre de la religión y del mismo Dios.
Moraleja: Si tienes que escoger entre el dictado de un corazón compasivo y las exigencias de una ideología, rechaza la ideología sin dudarlo un momento. La compasión no tiene ideología.
Es abrumador lo que se puede leer acerca de la crueldad del hombre para con sus semejantes. He aquí un relato periodístico de la tortura practicada en modernos campos de concentración.
La víctima es atada a una silla metálica. Entonces se le administran descargas eléctricas, cada vez de mayor intensidad, hasta que acaba confesando.
Con la mano ahuecada, el verdugo golpea una y otra vez a la víctima en el oído, hasta que el tímpano estalla.
Sujetan con correas a la víctima a un sillón de dentista. El ~ dentista ~, entonces, comienza a perforar con el torno, hasta llegar al nervio. Y la perforación prosigue hasta que la víctima accede a cooperar.
El hombre no es cruel por naturaleza. Se hace cruel cuando es infeliz... o cuando se entrega a una ideología.
Una ideología contra otra; un sistema contra otro; una religión contra otra. Y en medio, el hombre, que es aplastado.
Los hombres que crucificaron a Jesús probablemente no eran crueles. Es muy posible que fueran tiernos maridos y padres cariñosos que llegaron a ser capaces de grandes crueldades para mantener un sistema, o una ideología, o una religión.
Si las personas religiosas hubieran seguido siempre el instinto de su corazón, en lugar de seguir la lógica de su religión, se nos habría ahorrado asistir a espectáculos como el de la quema de herejes o el de millones de personas inocentes asesinadas en guerras libradas en nombre de la religión y del mismo Dios.
Moraleja: Si tienes que escoger entre el dictado de un corazón compasivo y las exigencias de una ideología, rechaza la ideología sin dudarlo un momento. La compasión no tiene ideología.
EL GATO DEL GURÚ.
ANTHONY DE MELLO.
Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.
Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.
EL PESCADOR SATISFECHO.
El rico industrial del Norte se horrorizó cuando vio a un pescador del Sur tranquilamente recostado contra su barca y fumando una pipa.
"¿Por qué no has salido a pescar?", le preguntó el industrial.
"Porque ya he pescado bastante por hoy", respondió el pescador.
"¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas?", insistió el industrial.
"¿Y qué iba a hacer con ello?", preguntó a su vez el pescador.
"Ganarías más dinero", fue la respuesta. "De ese modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nylon, con las que obtendrías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas... y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico, como yo".
"¿Y qué haría entonces?", preguntó de nuevo el pescador.
"Podrías sentarte y disfrutar de la vida", respondió el industrial.
"¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?", respondió el satisfecho pescador.
"¿Por qué no has salido a pescar?", le preguntó el industrial.
"Porque ya he pescado bastante por hoy", respondió el pescador.
"¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas?", insistió el industrial.
"¿Y qué iba a hacer con ello?", preguntó a su vez el pescador.
"Ganarías más dinero", fue la respuesta. "De ese modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nylon, con las que obtendrías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas... y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico, como yo".
"¿Y qué haría entonces?", preguntó de nuevo el pescador.
"Podrías sentarte y disfrutar de la vida", respondió el industrial.
"¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?", respondió el satisfecho pescador.
DIÓGENES.
ANTHONY DE MELLO.
Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.
Y le dijo Aristipo: "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas".
A lo que replicó Diógenes: "Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".
Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.
Y le dijo Aristipo: "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas".
A lo que replicó Diógenes: "Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".
NO CAMBIES.
ANTHONY DE MELLO.
Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era.
Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.
* * *
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara.
Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
* * *
Pero un día me dijo: "No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte".
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: "No cambies. No cambies... Te quiero...".
Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh, maravilla!, cambié.
Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era.
Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.
* * *
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara.
Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
* * *
Pero un día me dijo: "No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte".
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: "No cambies. No cambies... Te quiero...".
Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh, maravilla!, cambié.
EL ZORRO MUTILADO.
ANTHONY DE MELLO.
Fábula del místico árabe Sa´di:
Un hombre que pasaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vió llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca.
El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo: "Voy también yo a quedarme en un rincón confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito".
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedió nada y el pobre hombre ya estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: "Oh, tú que te hayas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad, sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado".
Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?".
Durante un rato Dios guardó silencio, pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo, te he hecho a tí"
Fábula del místico árabe Sa´di:
Un hombre que pasaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vió llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca.
El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo: "Voy también yo a quedarme en un rincón confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito".
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedió nada y el pobre hombre ya estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: "Oh, tú que te hayas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad, sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado".
Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?".
Durante un rato Dios guardó silencio, pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo, te he hecho a tí"
LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS.
ENRIQUE MARISCAL.
Hace tiempo, en un lejano pueblo, había una casa abandonada.
Cierto día, un cachorro, buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero en el portón de la residencia. Subió lentamente las viejas escaleras de madera hasta que se topó con una puerta semi-abierta: y se adentró en el cuarto, cautelosamente.
Con gran sorpresa, se dio cuenta que dentro de esa habitación había mil perritos más observándolo tan fijamente como él a ellos, y vio asombrado que todos los cachorros comenzaron a mover la cola, exactamente en el momento en que él manifestó alegría.
Luego ladró festivamente a uno de ellos y el conjunto de canes le respondió de manera orquestada, idéntica. Todos sonreían y latían como él.
Cuando se retiró del cuarto se quedó pensando en lo agradable que le había resultado conocer el lugar y se dijo: " Volveré más seguido por aquí."
Pasado un tiempo, otro perro callejero ingresó al mismo ambiente. A diferencia del primer visitante al ver a todos los congéneres del cuarto, se sintió amenazado, ya que lo miraban de manera agresiva, con desconfianza.
Empezó a gruñir; y vio, maravillado, como los otros mil perritos hacían lo mismo que él.
Comenzó a ladrarles y los otros también hicieron lo mismo ruidosamente.
Cuando salió del cuarto pensó: "Que lugar tan horrible es este. Nunca regresaré."
Ninguno de los canes exploradores alcanzaron a reparar en el letrero instalado en el frente de la misteriosa mansión": "La casa de los mil espejos."
Los rostros que observamos del mundo son espejos. Tu mirada es todo lo que consigues obtener de la realidad. Cada percepción demuestra las posibilidades de proyección y de captación que nos permitimos.
Las cosas más bellas de la vida no se ven, se captan con el corazón.
Si las puertas de la percepción estuviesen totalmente abiertas descubriríamos que navegamos en el infinito. Como están semi-cerradas, la vida, al igual que el eco, o el espejo, nos devuelve lo que hacemos. La visita por la casa terráquea es muy fugaz.
Consigue un espejo, sonríele al personaje que aparece y no te enojes no te asustes si te contesta con una divina carcajada.
Hace tiempo, en un lejano pueblo, había una casa abandonada.
Cierto día, un cachorro, buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero en el portón de la residencia. Subió lentamente las viejas escaleras de madera hasta que se topó con una puerta semi-abierta: y se adentró en el cuarto, cautelosamente.
Con gran sorpresa, se dio cuenta que dentro de esa habitación había mil perritos más observándolo tan fijamente como él a ellos, y vio asombrado que todos los cachorros comenzaron a mover la cola, exactamente en el momento en que él manifestó alegría.
Luego ladró festivamente a uno de ellos y el conjunto de canes le respondió de manera orquestada, idéntica. Todos sonreían y latían como él.
Cuando se retiró del cuarto se quedó pensando en lo agradable que le había resultado conocer el lugar y se dijo: " Volveré más seguido por aquí."
Pasado un tiempo, otro perro callejero ingresó al mismo ambiente. A diferencia del primer visitante al ver a todos los congéneres del cuarto, se sintió amenazado, ya que lo miraban de manera agresiva, con desconfianza.
Empezó a gruñir; y vio, maravillado, como los otros mil perritos hacían lo mismo que él.
Comenzó a ladrarles y los otros también hicieron lo mismo ruidosamente.
Cuando salió del cuarto pensó: "Que lugar tan horrible es este. Nunca regresaré."
Ninguno de los canes exploradores alcanzaron a reparar en el letrero instalado en el frente de la misteriosa mansión": "La casa de los mil espejos."
Los rostros que observamos del mundo son espejos. Tu mirada es todo lo que consigues obtener de la realidad. Cada percepción demuestra las posibilidades de proyección y de captación que nos permitimos.
Las cosas más bellas de la vida no se ven, se captan con el corazón.
Si las puertas de la percepción estuviesen totalmente abiertas descubriríamos que navegamos en el infinito. Como están semi-cerradas, la vida, al igual que el eco, o el espejo, nos devuelve lo que hacemos. La visita por la casa terráquea es muy fugaz.
Consigue un espejo, sonríele al personaje que aparece y no te enojes no te asustes si te contesta con una divina carcajada.
EL CORCHO.
ENRIQUE MARISCAL.
Hace años, un inspector visitó una escuela primaria.
En su recorrida observó algo que le llamó la atención: una maestra estaba atrincherada atrás de su escritorio, los alumnos hacían un gran desorden; el cuadro era caótico.
Decidió presentarse:
"Permiso, soy el inspector de turno ...¿Algún problema?"
"Estoy abrumada señor, no se qué hacer con estos chicos... No tengo láminas, el ministerio no me manda material didáctico, no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles ..."
El inspector que era un "Docente de Alma", vio un corcho en el desordenado escritorio, lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos:
¿Qué es esto? " Un corcho señor "...gritaron los alumnos sorprendidos.
"Bien, ¿De dónde sale el corcho?".
"De la botella señor. Lo coloca una máquina...", "del alcornoque... de un árbol"... "de la madera...", respondían animosos los niños.
"¿Y qué se puede hacer con madera?", continuaba entusiasta el docente.
"Sillas...", "una mesa...", "un barco! ". Bien, tenemos un barco.
¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito?
Escriban a qué provincia argentina pertenece.
¿Y cuál es el otro puerto más cercano?
¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que allí nació? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar? Y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc.
La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida:
"Señor nunca olvidaré lo que me enseño hoy. Muchas Gracias."
Pasó el tiempo. El inspector volvió a la escuela y buscó a la maestra.
Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden...
"Señorita... ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí? Sí señor ¡Cómo olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó?".
Hace años, un inspector visitó una escuela primaria.
En su recorrida observó algo que le llamó la atención: una maestra estaba atrincherada atrás de su escritorio, los alumnos hacían un gran desorden; el cuadro era caótico.
Decidió presentarse:
"Permiso, soy el inspector de turno ...¿Algún problema?"
"Estoy abrumada señor, no se qué hacer con estos chicos... No tengo láminas, el ministerio no me manda material didáctico, no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles ..."
El inspector que era un "Docente de Alma", vio un corcho en el desordenado escritorio, lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos:
¿Qué es esto? " Un corcho señor "...gritaron los alumnos sorprendidos.
"Bien, ¿De dónde sale el corcho?".
"De la botella señor. Lo coloca una máquina...", "del alcornoque... de un árbol"... "de la madera...", respondían animosos los niños.
"¿Y qué se puede hacer con madera?", continuaba entusiasta el docente.
"Sillas...", "una mesa...", "un barco! ". Bien, tenemos un barco.
¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito?
Escriban a qué provincia argentina pertenece.
¿Y cuál es el otro puerto más cercano?
¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que allí nació? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar? Y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc.
La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida:
"Señor nunca olvidaré lo que me enseño hoy. Muchas Gracias."
Pasó el tiempo. El inspector volvió a la escuela y buscó a la maestra.
Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden...
"Señorita... ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí? Sí señor ¡Cómo olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó?".
AZUCAR PARA LA SUERTE.
POLDY BIRD.
Tomá. Este sobrecito de azúcar es para la suerte. No, no lo uses, no lo eches en el té, guardalo. Ponelo en un bolsillo de tu cartera, o en un cajón de la cómoda.
¿Vos no creés en estas cosas? Si, seguro que creés. Todos creen, aunque digan que no.
Todos hicimos alguna vez un pilato, cruzamos los dedos mientras jurábamos mintiendo.
Pero fundamentalmente vos estás segura de que yo te comprendo, de que yo te quiero, de que somos amigas, por más que me conozcas por fotos y yo no pueda dibujar tu rostro exactamente en mi memoria, así, con esa mirada y esa sonrisa y ese color de piel.
En realidad lo que conozco bien es tu manera de sentir: los motivos de tu insomnio, de tus lágrimas, de tus alegrías. Me parece que podría dibujar, eso, si, exactamente, tus sueños.
Y este sobrecito de azúcar que tocas aquí, en el renglón número "tanto" de esta pagina (cuidado, que no se rompa, va a ser como un panadero soplado en la siesta de verano, puro copito de algodón desparramado el azúcar si se cae) lo robé de la mesa de un bar para dártelo a vos.
A vos que sos de sagitario como yo, o de acuario como mi hija, o...¿de qué signo sos?
Este sobrecito de azúcar hará que todos los planetas estén bien espectados para vos.
Que tengas tanta ganas de vivir, que nada te las pueda anestesiar.
Hará que entiendas que la libertad no es algo que nos llega de afuera, una imposición, una dádiva, un regalo, una gracia, sino que es algo que tenemos adentro, que nos pone alas en la mente y en el corazón, para que nuestras ideas y nuestros sentimientos puedan volar aunque nos tengan encadenadas a una silla, amordazadas, quietas, entre rejas, amenazadas.
Lo que sale a volar es el alma..., la que viaja es el alma, por lluvias que enhebran las cuentas del arco iris ...de siete mil colores.
Y a esa alma no la hieren las mentiras, porque no le llegan. Y no la perturban las sombras, porque ella es como una invencible mariposa de luz.
Cada granito de azúcar de este sobre es una armadura para que te defienda.
Cada granito de azúcar es una hora de un recuerdo que no querés que se pierda: es un poquito de infancia en la casa de la abuela.... Y es un ratito de la noche en que nuestra prima mayor se quedaba a dormir en casa y escuchábamos embobadas sus historias de amores y de bailes girando interminablemente...
Y es mamá adornando con rositas de organza la torta de nuestro cumpleaños, cuando se cumplían los tres deseos que pedíamos al soplar las velitas... Y es la abuela paciente enseñándonos a tejer en punto santa clara una bufanda que nos llegaba hasta los pies.
Y es la maestra de quinto grado, tan linda, tan alta, tan elegante y tierna, poniéndonos en el cuaderno un muy bien diez que despertaba el orgullo de papá.
Y es el rouge rosa claro con el que pensábamos que parecíamos más mujeres.
Y la gota de esmalte que cortaba la corrida de la media de nailon.
Y el chico que no quería dejarnos ver la película en el cine del barrio, enamorado y ávido.
Un puñadito para todos: el sello del primer voto en la libreta cívica, una manifestación disuelta con gases lacrimógenos que casi nos asfixian, los paraísos talados en toda la cuadra de casa, la sortija de casamiento, el bebe chiquitito que nos convirtió en diosas, el miedo de morirnos antes de que fuera grande y pudiera valerse por sí mismo.
Las cartas de los amigos que se fueron a vivir a otros países, los discos de Sui Generis... Y cómo las cosas que amábamos se iban disociando: los Beatles, el café semanal de las cuatro mosqueteras......Qué sé yo.
Transformá cada granito de azúcar en lo que quieras.
En un recuerdo, en una persona, en una esperanza, en un regreso.
Por qué no en un regreso, si al final las historias son un poco círculos concéntricos que se van repitiendo, unidas en un punto que quién sabe cuál es.
Pero acordate que el sobrecito te lo di yo.
Que te tuve en cuenta.
Que sé que estás ahí. Que cuando escribo siempre estoy buscando algo para dejar entre tus manos.
Y vos sabes donde podés encontrarme.
Triste, o contenta, enamorada, o rota, pero cercana y tibia, y toda, toda, de verdad, en estas palabras.
Este sobrecito de azúcar guardalo bien.
Te va a dar suerte, estoy segura.
A mi una vez me regalaron uno y me dijeron lo mismo....
Y fue verdad.
Tomá. Este sobrecito de azúcar es para la suerte. No, no lo uses, no lo eches en el té, guardalo. Ponelo en un bolsillo de tu cartera, o en un cajón de la cómoda.
¿Vos no creés en estas cosas? Si, seguro que creés. Todos creen, aunque digan que no.
Todos hicimos alguna vez un pilato, cruzamos los dedos mientras jurábamos mintiendo.
Pero fundamentalmente vos estás segura de que yo te comprendo, de que yo te quiero, de que somos amigas, por más que me conozcas por fotos y yo no pueda dibujar tu rostro exactamente en mi memoria, así, con esa mirada y esa sonrisa y ese color de piel.
En realidad lo que conozco bien es tu manera de sentir: los motivos de tu insomnio, de tus lágrimas, de tus alegrías. Me parece que podría dibujar, eso, si, exactamente, tus sueños.
Y este sobrecito de azúcar que tocas aquí, en el renglón número "tanto" de esta pagina (cuidado, que no se rompa, va a ser como un panadero soplado en la siesta de verano, puro copito de algodón desparramado el azúcar si se cae) lo robé de la mesa de un bar para dártelo a vos.
A vos que sos de sagitario como yo, o de acuario como mi hija, o...¿de qué signo sos?
Este sobrecito de azúcar hará que todos los planetas estén bien espectados para vos.
Que tengas tanta ganas de vivir, que nada te las pueda anestesiar.
Hará que entiendas que la libertad no es algo que nos llega de afuera, una imposición, una dádiva, un regalo, una gracia, sino que es algo que tenemos adentro, que nos pone alas en la mente y en el corazón, para que nuestras ideas y nuestros sentimientos puedan volar aunque nos tengan encadenadas a una silla, amordazadas, quietas, entre rejas, amenazadas.
Lo que sale a volar es el alma..., la que viaja es el alma, por lluvias que enhebran las cuentas del arco iris ...de siete mil colores.
Y a esa alma no la hieren las mentiras, porque no le llegan. Y no la perturban las sombras, porque ella es como una invencible mariposa de luz.
Cada granito de azúcar de este sobre es una armadura para que te defienda.
Cada granito de azúcar es una hora de un recuerdo que no querés que se pierda: es un poquito de infancia en la casa de la abuela.... Y es un ratito de la noche en que nuestra prima mayor se quedaba a dormir en casa y escuchábamos embobadas sus historias de amores y de bailes girando interminablemente...
Y es mamá adornando con rositas de organza la torta de nuestro cumpleaños, cuando se cumplían los tres deseos que pedíamos al soplar las velitas... Y es la abuela paciente enseñándonos a tejer en punto santa clara una bufanda que nos llegaba hasta los pies.
Y es la maestra de quinto grado, tan linda, tan alta, tan elegante y tierna, poniéndonos en el cuaderno un muy bien diez que despertaba el orgullo de papá.
Y es el rouge rosa claro con el que pensábamos que parecíamos más mujeres.
Y la gota de esmalte que cortaba la corrida de la media de nailon.
Y el chico que no quería dejarnos ver la película en el cine del barrio, enamorado y ávido.
Un puñadito para todos: el sello del primer voto en la libreta cívica, una manifestación disuelta con gases lacrimógenos que casi nos asfixian, los paraísos talados en toda la cuadra de casa, la sortija de casamiento, el bebe chiquitito que nos convirtió en diosas, el miedo de morirnos antes de que fuera grande y pudiera valerse por sí mismo.
Las cartas de los amigos que se fueron a vivir a otros países, los discos de Sui Generis... Y cómo las cosas que amábamos se iban disociando: los Beatles, el café semanal de las cuatro mosqueteras......Qué sé yo.
Transformá cada granito de azúcar en lo que quieras.
En un recuerdo, en una persona, en una esperanza, en un regreso.
Por qué no en un regreso, si al final las historias son un poco círculos concéntricos que se van repitiendo, unidas en un punto que quién sabe cuál es.
Pero acordate que el sobrecito te lo di yo.
Que te tuve en cuenta.
Que sé que estás ahí. Que cuando escribo siempre estoy buscando algo para dejar entre tus manos.
Y vos sabes donde podés encontrarme.
Triste, o contenta, enamorada, o rota, pero cercana y tibia, y toda, toda, de verdad, en estas palabras.
Este sobrecito de azúcar guardalo bien.
Te va a dar suerte, estoy segura.
A mi una vez me regalaron uno y me dijeron lo mismo....
Y fue verdad.
EL ÁNGEL.
POLDY BIRD.
Esta dura batalla de vivir nos embarulla..
Queremos abarcarlo todo con los brazos abiertos, extendidos y los ojos perdidos en un horizonte circular que se aleja a cada paso que damos hacia él...
Estos ojos vueltos hacia afuera, siempre hacia afuera, tratando de descubrir la precisión de los contornos, la realidad de las imágenes.
Esta mente con su fichero numerado, catalogando cosas, actos, pasiones, sentimientos, gentes...
El trabajo es arduo, interminable, la balanza no cesa de pesar.
Ayer teníamos un jardín con mariposas, con charcos, con un ángel de conocido rostro que enlazaba la diminuta mano de la infancia y los enseñaba canciones para entonar la música de las rondas...
Queríamos porque si..No nos culpábamos de nada ni buscábamos culpables.
Éramos blancos, íntegros y nuestros.
Nos asombrábamos de la maravilla de un flor, de los ojos fosforescentes de los gatos en las noches, de los bichos de luz, de la voz de la madre anunciando la sopa caliente y los buñuelos, del padre fuerte y cansado regresando a la tarde del trabajo La vida era un abrigo tibio en el invierno y un aire azul por el que el cuerpo nuestro navegaba en el verano...
Un aire azul y un ángel... siempre un ángel.
¿Qué pasó después? Amontonamos cifras , dimos nombres a los ríos y a las ciudades, dimos nombre a esa ternura natural que surgía de nosotros como un manantial interminable.
La llamamos amor y escogimos cuidadosamente a quienes podían recibirlo a quienes podíamos aceptárselo.
Y aquel camino ancho, aquel camino llano se fue estrechando hasta transformarse en una callecita angosta, en un desfiladero por donde solo podemos pasar de uno en fondo, de uno en fondo y cada vez con menos equipaje.
Lo primero que dejamos fue el ángel, después los sueños, más tarde la ilusión, la fantasía y hasta la generosidad.
Cada vez más desconfiados empezamos a escrutar los ojos de quienes nos rodeaban a estudiar sus movimientos... ¿iban a acariciarnos o a golpearnos?
Nuestras alforjas se llenaron de inquietudes, de miedos, de vanidades de egoísmo.
Separamos lo nuestro de lo de los demás, pusimos un cerco para proteger nuestro lugar, bebimos ávidamente nuestra agua, comimos hambrientamente nuestro pan más del que nuestra hambre nos pedía, por las dudas de que alguna vez llegara a faltarnos y empezamos a llamar superfluas a cosas como los barriletes, las oraciones y los milagros..
Y ya el cielo no nos pareció tan grande ni la tierra tan inmensa ni tan valiente el hombre, ni tan tierno el pecho amigo, ni tan desinteresada la mano que se ofrecía a estrechar la nuestra.
Y defendiéndonos de los otros, los marginamos, pero la culpa es nuestra, porque miramos al hombre con su traje planchado y sus zapatos nuevos y su nombre completo olvidando que adentro de cada uno hubo un chico que jugó en el mismo jardín que un día tuvimos, un chico con un ángel igual al ángel que nos llevaba de la mano, No quiero ser amarga solo quiero decirle que he sufrido como usted como todos, solo quiero decirle que estuve triste como usted como todos y de pronto me sentí encerrada, incapaz de dar un paso más, de reír, de ser feliz, completamente feliz..hasta hace un rato.
Hace un rato crucé por una plaza, no se por qué pasé junto a las hamacas y un chiquito me dijo: "hamáqueme fuerte, quiero tocar el cielo con los pies", me lo dijo sin preguntar mi nombre, sin preguntar si yo era buena sin preguntar cuanto dinero llevaba en mi cartera. Solamente me dijo hamáqueme hasta el cielo y no se puso a calcular cuantos metros lo separaban del cielo.
¿Para qué? estaba allá , era azul, era ancho. También podía ser suyo...Tenía derecho a él.
Dejé mi cartera sobre la arena y lo hamaqué con todas mis fuerzas.
"Lo toco!" gritaba entusiasmado. "Lo toco ve?". Reía.
Y su risa era una cuchara tintineando en el cristal del aire.
Y mi risa era también una campana azul en el aire de enero.
Alguien a mi costado reía conmigo. Reía en esta tarde, reía porque si. Era el ángel...el ángel antiguo y vapuleado, el ángel de la infancia que por fin encontró un lugar libre junto a mi, y sin pedir permiso, se agarró de mi vestido, se zambulló en mi cuerpo y me ayudó a hamacarlo. En la mitad del día, en la mitad del dolor, quebrando la seriedad de nuestro oficio de adultos austeros, reconcentrados, grises, hay siempre un chico volando en una hamaca.
Un chico que somos nosotros mismos, queriendo tocar el cielo como sea. Basta con detenerse a hacerlo. Basta con agarrar su mano leve y decirle despacio las cosas más disparatadas y hermosas; que es lindo estar vivo, que el corazón no necesita un motor a chorro para tocar las nubes pues sube solo como el incienso de las bendiciones, si lo dejamos escapar un instante de la rutina.
La verdad es esa, simplemente esa cosa tan simple que de tan simple tenemos olvidada.
Cuando dejé la plaza en mi pecho reverberaba una fuente. Iba sonriendo. Algunos se detuvieron para mirarme y sonrieron también.
Creían que le sonreían a una muchacha sola y un poco loca que se reía por nada.
No sabían que también le estaban sonriendo a un ángel invisible que iba colgado de mi brazo.
Esta dura batalla de vivir nos embarulla..
Queremos abarcarlo todo con los brazos abiertos, extendidos y los ojos perdidos en un horizonte circular que se aleja a cada paso que damos hacia él...
Estos ojos vueltos hacia afuera, siempre hacia afuera, tratando de descubrir la precisión de los contornos, la realidad de las imágenes.
Esta mente con su fichero numerado, catalogando cosas, actos, pasiones, sentimientos, gentes...
El trabajo es arduo, interminable, la balanza no cesa de pesar.
Ayer teníamos un jardín con mariposas, con charcos, con un ángel de conocido rostro que enlazaba la diminuta mano de la infancia y los enseñaba canciones para entonar la música de las rondas...
Queríamos porque si..No nos culpábamos de nada ni buscábamos culpables.
Éramos blancos, íntegros y nuestros.
Nos asombrábamos de la maravilla de un flor, de los ojos fosforescentes de los gatos en las noches, de los bichos de luz, de la voz de la madre anunciando la sopa caliente y los buñuelos, del padre fuerte y cansado regresando a la tarde del trabajo La vida era un abrigo tibio en el invierno y un aire azul por el que el cuerpo nuestro navegaba en el verano...
Un aire azul y un ángel... siempre un ángel.
¿Qué pasó después? Amontonamos cifras , dimos nombres a los ríos y a las ciudades, dimos nombre a esa ternura natural que surgía de nosotros como un manantial interminable.
La llamamos amor y escogimos cuidadosamente a quienes podían recibirlo a quienes podíamos aceptárselo.
Y aquel camino ancho, aquel camino llano se fue estrechando hasta transformarse en una callecita angosta, en un desfiladero por donde solo podemos pasar de uno en fondo, de uno en fondo y cada vez con menos equipaje.
Lo primero que dejamos fue el ángel, después los sueños, más tarde la ilusión, la fantasía y hasta la generosidad.
Cada vez más desconfiados empezamos a escrutar los ojos de quienes nos rodeaban a estudiar sus movimientos... ¿iban a acariciarnos o a golpearnos?
Nuestras alforjas se llenaron de inquietudes, de miedos, de vanidades de egoísmo.
Separamos lo nuestro de lo de los demás, pusimos un cerco para proteger nuestro lugar, bebimos ávidamente nuestra agua, comimos hambrientamente nuestro pan más del que nuestra hambre nos pedía, por las dudas de que alguna vez llegara a faltarnos y empezamos a llamar superfluas a cosas como los barriletes, las oraciones y los milagros..
Y ya el cielo no nos pareció tan grande ni la tierra tan inmensa ni tan valiente el hombre, ni tan tierno el pecho amigo, ni tan desinteresada la mano que se ofrecía a estrechar la nuestra.
Y defendiéndonos de los otros, los marginamos, pero la culpa es nuestra, porque miramos al hombre con su traje planchado y sus zapatos nuevos y su nombre completo olvidando que adentro de cada uno hubo un chico que jugó en el mismo jardín que un día tuvimos, un chico con un ángel igual al ángel que nos llevaba de la mano, No quiero ser amarga solo quiero decirle que he sufrido como usted como todos, solo quiero decirle que estuve triste como usted como todos y de pronto me sentí encerrada, incapaz de dar un paso más, de reír, de ser feliz, completamente feliz..hasta hace un rato.
Hace un rato crucé por una plaza, no se por qué pasé junto a las hamacas y un chiquito me dijo: "hamáqueme fuerte, quiero tocar el cielo con los pies", me lo dijo sin preguntar mi nombre, sin preguntar si yo era buena sin preguntar cuanto dinero llevaba en mi cartera. Solamente me dijo hamáqueme hasta el cielo y no se puso a calcular cuantos metros lo separaban del cielo.
¿Para qué? estaba allá , era azul, era ancho. También podía ser suyo...Tenía derecho a él.
Dejé mi cartera sobre la arena y lo hamaqué con todas mis fuerzas.
"Lo toco!" gritaba entusiasmado. "Lo toco ve?". Reía.
Y su risa era una cuchara tintineando en el cristal del aire.
Y mi risa era también una campana azul en el aire de enero.
Alguien a mi costado reía conmigo. Reía en esta tarde, reía porque si. Era el ángel...el ángel antiguo y vapuleado, el ángel de la infancia que por fin encontró un lugar libre junto a mi, y sin pedir permiso, se agarró de mi vestido, se zambulló en mi cuerpo y me ayudó a hamacarlo. En la mitad del día, en la mitad del dolor, quebrando la seriedad de nuestro oficio de adultos austeros, reconcentrados, grises, hay siempre un chico volando en una hamaca.
Un chico que somos nosotros mismos, queriendo tocar el cielo como sea. Basta con detenerse a hacerlo. Basta con agarrar su mano leve y decirle despacio las cosas más disparatadas y hermosas; que es lindo estar vivo, que el corazón no necesita un motor a chorro para tocar las nubes pues sube solo como el incienso de las bendiciones, si lo dejamos escapar un instante de la rutina.
La verdad es esa, simplemente esa cosa tan simple que de tan simple tenemos olvidada.
Cuando dejé la plaza en mi pecho reverberaba una fuente. Iba sonriendo. Algunos se detuvieron para mirarme y sonrieron también.
Creían que le sonreían a una muchacha sola y un poco loca que se reía por nada.
No sabían que también le estaban sonriendo a un ángel invisible que iba colgado de mi brazo.
UN MINUTO...UN AÑO...UN SIGLO.
POLDY BIRD
No importa lo que dure. Créeme que no importa. Un minuto, un año un siglo. Pero mientras dure decime que es para siempre, que vamos a alcanzar la eternidad con las raíces de este amor que crece para adentro y desde adentro nos empuja al cristal de la risa, al silencio que late con corazón de pájaro, al chocar de planetas que es nuestros cuerpos juntos recreando el temblor, el universo, el canto. :p>:p>
Yo quiero conocer al chico que vende flores por Corrientes y te cuenta cosas.
Quiero conocer a tu amigo poeta que ama el mar como yo.
Y hojear tus libros, y repisar tus pasos en las calles que anduviste y apretarte la mano en el cine, los dos enloquecidos por Fellini..., y decirte de repente lo mismo que me estabas por decir..., y a veces llorar juntos porque Vietnam y Biafra y aquí nomás hay niños que no tienen la culpa de nada y sin embargo mueren...
No importa lo que dure.
Vamos a hacer volar a todas las palomas, vamos a hacer repicar las campanas de todos los campanarios, vamos a bebernos el viento del verano en las copas de las casuarinas, en la paz del crepúsculo, cuando la luna es apenas una hostia sin comulgar en el cáliz azul de la tarde.
No importa lo que dure.
Mira, la piel que vos tocaste, la caricia quemando aún mi cintura ha florecido...
Soy una primavera. Vos lo hiciste. Me tomaste la cara entre las manos y tu ternura fue como un viento tibio que barrió todas las hojas secas que poblaban mi otoño.
Allí donde las piedras le cerraban la salida a mi soledad, vos hiciste una puerta y por la puerta se metió el sol y de mí nacen ahora las estrellas.
Mi cuerpo es una costa donde tu barco se hunde, donde tu barco muerde la arena, como un pez.
Mar cabrilleando orillas. Mar galopando dentro. Furor de hoguera roja quemando el jazminero.
Entonces se desdobla la latitud del alma y se quiebra una fuerza en la fuerza del cuerpo. No importa lo que dure. De veras, no me importa. Esto es tanto, tan mío, es tan nuestro, es tan herida y risa y cielo al mismo tiempo, que aunque un día te vayas, aunque un día me dejes, aunque lo tuyo se haga astillas de viento, en mi quedará el huerto..., el huerto..., las raíces de lo que en él sembraste..., el huerto empecinado en seguir floreciéndole a tu ausencia, a tu olvido, a tu adiós.
Y nunca estaré sola, aunque me dejes sola, porque en mi vida recibí tan poco (y lo poco tan triste), que la dicha que vos me das ahora me alcanzará para seguir usándola hasta que de mí no quede nada.
No importa lo que dure. Pero decime que es para siempre. Mientras dure decime que vamos a alcanzar la eternidad con este amor... y yo me sentiré pequeña, mientras tiembla mi carne con leves aleteos de mariposas nuevas.
No importa lo que dure. Créeme que no importa. Un minuto, un año un siglo. Pero mientras dure decime que es para siempre, que vamos a alcanzar la eternidad con las raíces de este amor que crece para adentro y desde adentro nos empuja al cristal de la risa, al silencio que late con corazón de pájaro, al chocar de planetas que es nuestros cuerpos juntos recreando el temblor, el universo, el canto. :p>:p>
Yo quiero conocer al chico que vende flores por Corrientes y te cuenta cosas.
Quiero conocer a tu amigo poeta que ama el mar como yo.
Y hojear tus libros, y repisar tus pasos en las calles que anduviste y apretarte la mano en el cine, los dos enloquecidos por Fellini..., y decirte de repente lo mismo que me estabas por decir..., y a veces llorar juntos porque Vietnam y Biafra y aquí nomás hay niños que no tienen la culpa de nada y sin embargo mueren...
No importa lo que dure.
Vamos a hacer volar a todas las palomas, vamos a hacer repicar las campanas de todos los campanarios, vamos a bebernos el viento del verano en las copas de las casuarinas, en la paz del crepúsculo, cuando la luna es apenas una hostia sin comulgar en el cáliz azul de la tarde.
No importa lo que dure.
Mira, la piel que vos tocaste, la caricia quemando aún mi cintura ha florecido...
Soy una primavera. Vos lo hiciste. Me tomaste la cara entre las manos y tu ternura fue como un viento tibio que barrió todas las hojas secas que poblaban mi otoño.
Allí donde las piedras le cerraban la salida a mi soledad, vos hiciste una puerta y por la puerta se metió el sol y de mí nacen ahora las estrellas.
Mi cuerpo es una costa donde tu barco se hunde, donde tu barco muerde la arena, como un pez.
Mar cabrilleando orillas. Mar galopando dentro. Furor de hoguera roja quemando el jazminero.
Entonces se desdobla la latitud del alma y se quiebra una fuerza en la fuerza del cuerpo. No importa lo que dure. De veras, no me importa. Esto es tanto, tan mío, es tan nuestro, es tan herida y risa y cielo al mismo tiempo, que aunque un día te vayas, aunque un día me dejes, aunque lo tuyo se haga astillas de viento, en mi quedará el huerto..., el huerto..., las raíces de lo que en él sembraste..., el huerto empecinado en seguir floreciéndole a tu ausencia, a tu olvido, a tu adiós.
Y nunca estaré sola, aunque me dejes sola, porque en mi vida recibí tan poco (y lo poco tan triste), que la dicha que vos me das ahora me alcanzará para seguir usándola hasta que de mí no quede nada.
No importa lo que dure. Pero decime que es para siempre. Mientras dure decime que vamos a alcanzar la eternidad con este amor... y yo me sentiré pequeña, mientras tiembla mi carne con leves aleteos de mariposas nuevas.
MEJOR DORMIR QUE MURMURAR
ANTHONY DE MELLO.
Sa'di de Shiraz relata esta historia acerca de sí mismo: Cuando yo era niño, era un muchacho piadoso, ferviente en la oración y en las devociones. Una noche estaba yo velando con mi padre, mientras sostenía el Corán en mis rodillas. Todos los que se hallaban en el recinto comenzaron a adormilarse y no tardaron en quedar profundamente dormidos. De modo que le dije a mi padre:
— «Ni uno solo de esos dormilones es capaz de abrir sus ojos o alzar su cabeza para decir sus oraciones. Diría uno que están todos muertos»
Y mi padre me replicó:
— «Mi querido hijo, preferiría que también tú estuvieras dormido como ellos, en lugar de murmurar».
La conciencia de la propia virtud es un riesgo muy propio de quien se embarca en la oración y en la piedad.
Sa'di de Shiraz relata esta historia acerca de sí mismo: Cuando yo era niño, era un muchacho piadoso, ferviente en la oración y en las devociones. Una noche estaba yo velando con mi padre, mientras sostenía el Corán en mis rodillas. Todos los que se hallaban en el recinto comenzaron a adormilarse y no tardaron en quedar profundamente dormidos. De modo que le dije a mi padre:
— «Ni uno solo de esos dormilones es capaz de abrir sus ojos o alzar su cabeza para decir sus oraciones. Diría uno que están todos muertos»
Y mi padre me replicó:
— «Mi querido hijo, preferiría que también tú estuvieras dormido como ellos, en lugar de murmurar».
La conciencia de la propia virtud es un riesgo muy propio de quien se embarca en la oración y en la piedad.
EL ATAQUE DE CORAZÓN ESPIRITUAL
ANTHONY DE MELLO.
El corazón del tío Tom era muy débil y el médico le había aconsejado que tuviera mucho cuidado. De modo que, cuando sus familiares se enteraron de que el tío había heredado mil millones de dólares de un pariente difunto, tuvieron miedo de comunicarle la noticia, no fuera a ser que le ocasionara un ataque al corazón.
Así pues, pidieron ayuda al párroco, el cual les aseguró que él encontraría el modo de decírselo. «Dígame, Tom», le dijo el Padre Murphy al anciano cardiópata, «si Dios, en su misericordia, le enviara mil millones de dólares, ¿qué haría usted con ellos?».
Tom pensó unos instantes y dijo sin el menor asomo de duda: «Le daría a usted la mitad para la iglesia, Padre». Al oírlo, el Padre Murphy sufrió un repentino ataque al corazón.
Cuando el próspero empresario sufrió un ataque al corazón, debido a sus esfuerzos por fomentar su imperio industrial, resultó fácil hacerle ver su codicia y su egoísmo. Cuando el párroco sufrió un ataque al corazón por promover el Reino de Dios, fue imposible hacerle ver que se trataba de codicia y de egoísmo, aunque fuera en una forma más aceptable. ¿Había estado realmente promoviendo el Reino de Dios o a sí mismo? El Reino de Dios no necesita ser promovido, sino que él mismo fluye espontáneamente sin necesidad de nuestra anhelante ayuda. ¡Mucho ojo con nuestra ansia, que puede revelar nuestro egoísmo! ¿O no?
El corazón del tío Tom era muy débil y el médico le había aconsejado que tuviera mucho cuidado. De modo que, cuando sus familiares se enteraron de que el tío había heredado mil millones de dólares de un pariente difunto, tuvieron miedo de comunicarle la noticia, no fuera a ser que le ocasionara un ataque al corazón.
Así pues, pidieron ayuda al párroco, el cual les aseguró que él encontraría el modo de decírselo. «Dígame, Tom», le dijo el Padre Murphy al anciano cardiópata, «si Dios, en su misericordia, le enviara mil millones de dólares, ¿qué haría usted con ellos?».
Tom pensó unos instantes y dijo sin el menor asomo de duda: «Le daría a usted la mitad para la iglesia, Padre». Al oírlo, el Padre Murphy sufrió un repentino ataque al corazón.
Cuando el próspero empresario sufrió un ataque al corazón, debido a sus esfuerzos por fomentar su imperio industrial, resultó fácil hacerle ver su codicia y su egoísmo. Cuando el párroco sufrió un ataque al corazón por promover el Reino de Dios, fue imposible hacerle ver que se trataba de codicia y de egoísmo, aunque fuera en una forma más aceptable. ¿Había estado realmente promoviendo el Reino de Dios o a sí mismo? El Reino de Dios no necesita ser promovido, sino que él mismo fluye espontáneamente sin necesidad de nuestra anhelante ayuda. ¡Mucho ojo con nuestra ansia, que puede revelar nuestro egoísmo! ¿O no?
CONOCER A CRISTO.
ANTHONY DE MELLO.
Diálogo entre un recién convertido a Cristo y un amigo no creyente:
— «¿De modo que te has convertido a Cristo?». «Sí».
— «Entonces sabrás mucho sobre él. Dime: ¿en qué país nació?».
— «No lo sé».
— «¿A qué edad murió?». «Tampoco lo sé».
— «¿Sabrás al menos cuántos sermones pronunció?».
— «Pues no ... No lo sé».
— «La verdad es que sabes muy poco, para ser un hombre que afirma haberse convertido a Cristo...». .
— «Tienes toda la razón. Y yo mismo estoy avergonzado de lo poco que sé acerca de El. Pero sí que sé algo: Hace tres años, yo era un borracho.. Estaba cargado de deudas. Mi familia se deshacía en pedazos. Mi mujer y mis hijos temían como un nublado mi vuelta a casa cada noche. Pero ahora he dejado la bebida; no tenemos deudas; nuestro hogar es un hogar feliz; mis hijos esperan ansiosamente mi vuelta a casa cada' noche. Todo esto es lo que ha hecho Cristo por mí. ¡Y esto es lo que sé de Cristo!».
Conocer realmente. Es decir, ser transformado por lo que uno conoce.
Diálogo entre un recién convertido a Cristo y un amigo no creyente:
— «¿De modo que te has convertido a Cristo?». «Sí».
— «Entonces sabrás mucho sobre él. Dime: ¿en qué país nació?».
— «No lo sé».
— «¿A qué edad murió?». «Tampoco lo sé».
— «¿Sabrás al menos cuántos sermones pronunció?».
— «Pues no ... No lo sé».
— «La verdad es que sabes muy poco, para ser un hombre que afirma haberse convertido a Cristo...». .
— «Tienes toda la razón. Y yo mismo estoy avergonzado de lo poco que sé acerca de El. Pero sí que sé algo: Hace tres años, yo era un borracho.. Estaba cargado de deudas. Mi familia se deshacía en pedazos. Mi mujer y mis hijos temían como un nublado mi vuelta a casa cada noche. Pero ahora he dejado la bebida; no tenemos deudas; nuestro hogar es un hogar feliz; mis hijos esperan ansiosamente mi vuelta a casa cada' noche. Todo esto es lo que ha hecho Cristo por mí. ¡Y esto es lo que sé de Cristo!».
Conocer realmente. Es decir, ser transformado por lo que uno conoce.
JONEYED Y EL BARBERO.
ANTHONY DE MELLO.
El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero.
Pero el barbero le gritó: «¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?».
A veces se oye decir a la gente: «Señor, he hecho mucho por Ti. ¿Qué recompensa me vas a dar?».
El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero.
Pero el barbero le gritó: «¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?».
A veces se oye decir a la gente: «Señor, he hecho mucho por Ti. ¿Qué recompensa me vas a dar?».
EL HIJO MAYOR.
ANTHONY DE MELLO.
Estaba Dios un día paseando por el cielo cuando, para su sorpresa, se encontró con que todo el mundo se hallaba allí. Ni una sola alma había sido enviada al infierno. Esto le inquietó, porque ¿acaso no tenía obligación para consigo mismo de ser justo? Además, ¿para qué había sido creado el infierno, si no se iba a usar?
De modo que dijo al ángel Gabriel:
— «Reúne a todo el mundo ante mi trono y léeles los Diez Mandamientos».
Todo el mundo acudió y leyó Gabriel el primer mandamiento.
Entonces dijo Dios:
— «Todo el que haya pecado contra este mandamiento deberá trasladarse al infierno inmediatamente».
Algunas personas se separaron de la multitud y se fueron llenas de tristeza al infierno.
Lo mismo se hizo con el segundo mandamiento, con el tercero, el cuarto, el quinto... Para entonces, la población del cielo había decrecido considerablemente. Tras ser leído el sexto mandamiento, todo el mundo se fue al infierno, a excepción de un solo individuo gordo, viejo y calvo. Le miró Dios y dijo a Gabriel:
— «¿Es ésta la única persona que ha quedado en el cielo?».
— «Sí», respondió Gabriel.
— «¡Vaya!», dijo Dios, «se ha quedado bastante solo, ¿no es verdad? Anda y di a todos que vuelvan».
Cuando el gordo, viejo y calvo individuo oyó que todos iban a ser perdonados, se indignó y gritó a Dios:
— «¡Eso es injusto! ¿Por qué no me lo dijiste antes?».
Estaba Dios un día paseando por el cielo cuando, para su sorpresa, se encontró con que todo el mundo se hallaba allí. Ni una sola alma había sido enviada al infierno. Esto le inquietó, porque ¿acaso no tenía obligación para consigo mismo de ser justo? Además, ¿para qué había sido creado el infierno, si no se iba a usar?
De modo que dijo al ángel Gabriel:
— «Reúne a todo el mundo ante mi trono y léeles los Diez Mandamientos».
Todo el mundo acudió y leyó Gabriel el primer mandamiento.
Entonces dijo Dios:
— «Todo el que haya pecado contra este mandamiento deberá trasladarse al infierno inmediatamente».
Algunas personas se separaron de la multitud y se fueron llenas de tristeza al infierno.
Lo mismo se hizo con el segundo mandamiento, con el tercero, el cuarto, el quinto... Para entonces, la población del cielo había decrecido considerablemente. Tras ser leído el sexto mandamiento, todo el mundo se fue al infierno, a excepción de un solo individuo gordo, viejo y calvo. Le miró Dios y dijo a Gabriel:
— «¿Es ésta la única persona que ha quedado en el cielo?».
— «Sí», respondió Gabriel.
— «¡Vaya!», dijo Dios, «se ha quedado bastante solo, ¿no es verdad? Anda y di a todos que vuelvan».
Cuando el gordo, viejo y calvo individuo oyó que todos iban a ser perdonados, se indignó y gritó a Dios:
— «¡Eso es injusto! ¿Por qué no me lo dijiste antes?».
TRES PEQUEÑOS ÁRBOLES.
Erase una vez en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles juntos soñando sobre lo que querían llegar a ser cuando fueran grandes. El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo, "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros más hermoso del mundo!" . El segundo arbolito miró un pequeño arroyo realizando su camino al océano y dijo, "Yo quiero viajar a través de aguas temibles y llevar reyes poderosos sobre mí.
Yo seré el barco más imponente del mundo!". El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba abajo de la montaña y vio hombres y mujeres trabajando en un pueblo, y dijo "Yo no quiero irme de la cima de la montaña nunca.
Yo quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se pare a mirarme,ellos levantarán su mirada al cielo y pensarán en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo!".
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles crecieron alto. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo, "Qué árbol tan hermoso es éste!", y con la arremetida de su hacha brillante el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, deberé contener tesoros maravillosos!", dijo el primer árbol.
El segundo leñador miró al segundo árbol y dijo, "Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mí". Y con la arremetida de su hacha brillante, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé navegar aguas temibles!", pensó el segundo árbol "Deberé ser un barco imponente para reyes temidos y poderosos" .
El tercer árbol sintió su corazón sufrir cuando el último leñador lo miró. El árbol se paró derecho y alto y apuntando ferozmente al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba y dijo, "Cualquier árbol es bueno para mí". Y con la arremetida de su hacha brillante el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una carpintería. Pero el carpintero lo convirtió en una caja de alimento para animales de granja. Aquél árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni llenado de tesoros, sino que fue cubierto con polvo de cortadora y llenado con alimento para animales de granja hambrientos.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero, pero ningún barco imponente fue construido ese día. En lugar de eso aquel árbol fuerte fue cortado y convertido a un simple bote de pesca, era demasiado chico y débil para navegar en el océano, ni siquiera en un río, y fue llevado a un pequeño lago.
El tercer árbol estaba confundido cuando el leñador lo cortó para hacer tablas fuertes y lo abandonó en un almacén de madera. "Que estará pasando", fue lo que se preguntó el árbol, "Yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña y apuntar a Dios. . . "
Muchísimos días y noches pasaron. A los tres árboles ya casi se les habían olvidado sus sueños. Pero una noche, una luz de estrella dorada alumbró al primer árbol cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en la caja de alimento. -"Yo quisiera haberle podido hacer una cuna al bebé", le dijo su esposo a la mujer, la madre sonrío mientras la luz de la estrella alumbraba a la madera suave y fuerte de la cuna. Y la mujer dijo, -"Este pesebre es hermoso". Y de repente, el primer árbol supo que contenía el tesoro más grande del mundo.
Una tarde, un viajero cansado y sus amigos se subieron al viejo bote de pesca. El viajero se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente hacia adentro del lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta llegó al lago, el pequeño árbol se llenó de temor, él sabía que no tenía la fuerza para llevar a todos esos pasajeros a la orilla a salvo con ese viento y lluvia. El hombre cansado se levantó, se paró, y alzando su mano dijo: -"Calma". La tormenta se detuvo tan rápido como comenzó. Y de repente el segundo árbol supo que él llevaba navegando al Rey del Cielo y de la Tierra.
Un viernes en la mañana el tercer árbol se extraño cuando sus tablas fueron tomadas de aquel almacén de madera olvidado. Se asustó al ser llevado a través de una impresionante multitud de personas enojdas. Se llenó de temor cuando unos soldados clavaron las manos de un hombre en su madera. Se sintió feo, áspero y cruel. Pero un domingo por la mañana, cuando el sol brilló y la tierra tembló con júbilo debajo de su madera, el tercer árbol supo que EL AMOR DE DIOS HABIA CAMBIADO TODO. Esto hizo que el árbol se sintiera fuerte, y cada vez que la gente pensara en el tercer árbol, ellos pensarían en Dios. Eso era mucho mejor que ser el árbol más alto del mundo.
Yo seré el barco más imponente del mundo!". El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba abajo de la montaña y vio hombres y mujeres trabajando en un pueblo, y dijo "Yo no quiero irme de la cima de la montaña nunca.
Yo quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se pare a mirarme,ellos levantarán su mirada al cielo y pensarán en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo!".
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles crecieron alto. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo, "Qué árbol tan hermoso es éste!", y con la arremetida de su hacha brillante el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, deberé contener tesoros maravillosos!", dijo el primer árbol.
El segundo leñador miró al segundo árbol y dijo, "Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mí". Y con la arremetida de su hacha brillante, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé navegar aguas temibles!", pensó el segundo árbol "Deberé ser un barco imponente para reyes temidos y poderosos" .
El tercer árbol sintió su corazón sufrir cuando el último leñador lo miró. El árbol se paró derecho y alto y apuntando ferozmente al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba y dijo, "Cualquier árbol es bueno para mí". Y con la arremetida de su hacha brillante el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una carpintería. Pero el carpintero lo convirtió en una caja de alimento para animales de granja. Aquél árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni llenado de tesoros, sino que fue cubierto con polvo de cortadora y llenado con alimento para animales de granja hambrientos.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero, pero ningún barco imponente fue construido ese día. En lugar de eso aquel árbol fuerte fue cortado y convertido a un simple bote de pesca, era demasiado chico y débil para navegar en el océano, ni siquiera en un río, y fue llevado a un pequeño lago.
El tercer árbol estaba confundido cuando el leñador lo cortó para hacer tablas fuertes y lo abandonó en un almacén de madera. "Que estará pasando", fue lo que se preguntó el árbol, "Yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña y apuntar a Dios. . . "
Muchísimos días y noches pasaron. A los tres árboles ya casi se les habían olvidado sus sueños. Pero una noche, una luz de estrella dorada alumbró al primer árbol cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en la caja de alimento. -"Yo quisiera haberle podido hacer una cuna al bebé", le dijo su esposo a la mujer, la madre sonrío mientras la luz de la estrella alumbraba a la madera suave y fuerte de la cuna. Y la mujer dijo, -"Este pesebre es hermoso". Y de repente, el primer árbol supo que contenía el tesoro más grande del mundo.
Una tarde, un viajero cansado y sus amigos se subieron al viejo bote de pesca. El viajero se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente hacia adentro del lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta llegó al lago, el pequeño árbol se llenó de temor, él sabía que no tenía la fuerza para llevar a todos esos pasajeros a la orilla a salvo con ese viento y lluvia. El hombre cansado se levantó, se paró, y alzando su mano dijo: -"Calma". La tormenta se detuvo tan rápido como comenzó. Y de repente el segundo árbol supo que él llevaba navegando al Rey del Cielo y de la Tierra.
Un viernes en la mañana el tercer árbol se extraño cuando sus tablas fueron tomadas de aquel almacén de madera olvidado. Se asustó al ser llevado a través de una impresionante multitud de personas enojdas. Se llenó de temor cuando unos soldados clavaron las manos de un hombre en su madera. Se sintió feo, áspero y cruel. Pero un domingo por la mañana, cuando el sol brilló y la tierra tembló con júbilo debajo de su madera, el tercer árbol supo que EL AMOR DE DIOS HABIA CAMBIADO TODO. Esto hizo que el árbol se sintiera fuerte, y cada vez que la gente pensara en el tercer árbol, ellos pensarían en Dios. Eso era mucho mejor que ser el árbol más alto del mundo.
CUENTO DE FACUNDO CABRAL
Dios tomó forma de mendigo y bajó al pueblo, buscó la casa del zapatero y le dijo: Hermano, soy muy pobre, no tengo una sola moneda en la bolsa y éstas son mis únicas sandalias, están rotas, si tu me haces el favor. El zapatero le dijo, estoy cansado de que todos vengan a pedir y nadie a dar. El Señor le dijo, yo puedo darte lo que tú necesitas. El zapatero desconfiado viendo un mendigo le preguntó. ¿Tú podrías darme el millón de dólares que necesito para ser feliz? El Señor le dijo: yo puedo darte diez veces más que eso, pero a cambio de algo. El zapatero preguntó ¿ a cambió de qué? A cambio de tus piernas. El zapatero respondió para qué quiero diez millones de dólares si no puedo caminar. Entonces el Señor le dijo, bueno, puedo darte cien millones de dólares a cambio de tus brazos. El zapatero respondió ¿para qué quiero yo cien millones de dólares si ni siquiera puedo comer solo? Entonces el Señor le dijo, bueno, puedo darte mil millones de dólares a cambio de tus ojos. El zapatero pensó poco ¿para qué quiero mil millones de dólares si no voy a poder ver a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos? Entonces el Señor le dijo: ¡ Ah, hermano! Qué fortuna tienes y no te das cuenta.
LA AYUDA DE DIOS EN EL DESIERTO.
ANTHONY DE MELLO.
Un hombre se perdió en el desierto. Y más tarde, refiriendo su experiencia a sus amigos, les contó cómo, absolutamente desesperado, se había puesto de rodillas y había implorado la ayuda de Dios.
"¿Y respondió Dios tu plegaria?", le preguntaron.
"¡ Oh, no! Antes de que pudiera hacerlo, apareció un explorador y me indicó el camino"
Un hombre se perdió en el desierto. Y más tarde, refiriendo su experiencia a sus amigos, les contó cómo, absolutamente desesperado, se había puesto de rodillas y había implorado la ayuda de Dios.
"¿Y respondió Dios tu plegaria?", le preguntaron.
"¡ Oh, no! Antes de que pudiera hacerlo, apareció un explorador y me indicó el camino"
ATA A TU CAMELLO.
ANTHONY DE MELLO.
Un discípulo llegó a lomos de su camello ante la tienda de su maestro sufí. Desmontó, entró en la tienda, hizo una profunda reverencia y dijo "tengo tan gran confianza en Dios que he dejado suelto a mi camello ahí afuera, porque estoy convencido de que Dios protege los intereses de los que le aman".
"Pues sal fuera y ata tu camello estúpido!" le dijo el maestro. "Dios no puede ocuparse de hacer en tu lugar lo que eres perfectamente capaz de hacer por ti mismo."
Un discípulo llegó a lomos de su camello ante la tienda de su maestro sufí. Desmontó, entró en la tienda, hizo una profunda reverencia y dijo "tengo tan gran confianza en Dios que he dejado suelto a mi camello ahí afuera, porque estoy convencido de que Dios protege los intereses de los que le aman".
"Pues sal fuera y ata tu camello estúpido!" le dijo el maestro. "Dios no puede ocuparse de hacer en tu lugar lo que eres perfectamente capaz de hacer por ti mismo."
SOY UNA FALSA MONEDA.
ANTHONY DE MELLO.
Había un viejo sufi que se ganaba la vida vendiendo toda clase de baratijas. Parecía como si aquel hombre no tuviera entendimiento, porque la gente la pegaba muchas veces con monedas falsas que él aceptaba sin ninguna protesta, y otras veces afirmaban haberle pagado, cuando en realidad no lo habían hecho, y él aceptaba su palabra.
Cuando le llegó la hora de morir, alzó sus ojos al cielo y dijo: "¡Oh, Alá! He aceptado de la gente muchas moneda falsas, pero ni una vez he juzgado a ninguna de esas personas en mi corazón, sino que daba por supuesto que no sabían lo que hacían. Yo también soy una falsa moneda. No me juzgues, por favor."
Y se oyó una voz que decía: "¿Cómo es posible juzgar a alguien que no ha juzgado a los demás?"
Muchos pueden actuar amorosamente.
Pero es rara la persona que piensa amorosamente
Había un viejo sufi que se ganaba la vida vendiendo toda clase de baratijas. Parecía como si aquel hombre no tuviera entendimiento, porque la gente la pegaba muchas veces con monedas falsas que él aceptaba sin ninguna protesta, y otras veces afirmaban haberle pagado, cuando en realidad no lo habían hecho, y él aceptaba su palabra.
Cuando le llegó la hora de morir, alzó sus ojos al cielo y dijo: "¡Oh, Alá! He aceptado de la gente muchas moneda falsas, pero ni una vez he juzgado a ninguna de esas personas en mi corazón, sino que daba por supuesto que no sabían lo que hacían. Yo también soy una falsa moneda. No me juzgues, por favor."
Y se oyó una voz que decía: "¿Cómo es posible juzgar a alguien que no ha juzgado a los demás?"
Muchos pueden actuar amorosamente.
Pero es rara la persona que piensa amorosamente
SOBRE REZOS Y REZADORES.
ANTHONY DE MELLO.
La_abuela> "¿Ya rezas tus oraciones cada noche?"
El_nieto> "¡Por supuesto!"
"Y por las mañanas?"
"No. Durante el día no tengo miedo"
La_abuela> "¿Ya rezas tus oraciones cada noche?"
El_nieto> "¡Por supuesto!"
"Y por las mañanas?"
"No. Durante el día no tengo miedo"
EL CANTO DE DIOS.
ANTHONY DE MELLO
Se reunió en sabio Gurú con sus discípulos como lo hacía todas las mañanas. Dios era el tema de aquel día y la discusión estaba supremamente interesante, entonces, cansado ya de paráfrasis filosófica un discípulo preguntó a quemaropa:
-Maestro sublime, dinos pues, porqué crees tu que existe Dios?
El Gurú dirigió su mirada risueña al horizonte y oyendo el bello canto del ruiseñor contestó:
-Dios es como esa ave que se esconde tras el árbol: no podemos verla, pero sabemos que está allí porque oímos su canto.
DIOS MORA TRAS TODAS LAS COSAS
Y SU CANTO LO ENTONAN TODAS LAS COSAS,
PERO ES MUY PRONUNCIADA LA SORDERA
DEL HOMBRE, QUE ESCUCHA MAS EL
ESTRUENDO DE LOS COCHES QUE
LOS LATIDOS DE SU CORAZON.
Se reunió en sabio Gurú con sus discípulos como lo hacía todas las mañanas. Dios era el tema de aquel día y la discusión estaba supremamente interesante, entonces, cansado ya de paráfrasis filosófica un discípulo preguntó a quemaropa:
-Maestro sublime, dinos pues, porqué crees tu que existe Dios?
El Gurú dirigió su mirada risueña al horizonte y oyendo el bello canto del ruiseñor contestó:
-Dios es como esa ave que se esconde tras el árbol: no podemos verla, pero sabemos que está allí porque oímos su canto.
DIOS MORA TRAS TODAS LAS COSAS
Y SU CANTO LO ENTONAN TODAS LAS COSAS,
PERO ES MUY PRONUNCIADA LA SORDERA
DEL HOMBRE, QUE ESCUCHA MAS EL
ESTRUENDO DE LOS COCHES QUE
LOS LATIDOS DE SU CORAZON.
domingo, 14 de febrero de 2010
MIRAR A SUS OJOS.
ANTHONY DE MELLO.
El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: “Tenemos la absoluta seguridad de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que, si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance”.
En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían. Pero ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea? Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda una noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía “Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación”.
De forma que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro. Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado.
Veinte años después pasó un profeta por la aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: “¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este País. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto”.
“¿Y que podía hacer yo?”, alegó el alcalde. “El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia”.
“Ese fue vuestro error”, dijo el profeta. “Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado a sus ojos”.
El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: “Tenemos la absoluta seguridad de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que, si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance”.
En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían. Pero ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea? Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda una noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía “Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación”.
De forma que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro. Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado.
Veinte años después pasó un profeta por la aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: “¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este País. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto”.
“¿Y que podía hacer yo?”, alegó el alcalde. “El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia”.
“Ese fue vuestro error”, dijo el profeta. “Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado a sus ojos”.
EL MAESTRO NO SABE.
ANTHONY DE MELLO.
El “indagador” se acercó respetuosamente al “discípulo” y le preguntó:
“¿Cuál es el sentido de la vida humana?”.
El “discípulo” consultó las palabras escritas de su “maestro” y, lleno de confianza, respondió con las palabras del propio “maestro”:
La vida humana no es sino la expresión de la exuberancia de Dios”.
Cuando el “indagador” se encontró con el “maestro” en persona, le hizo la misma pregunta: y el “maestro” le dijo:
“No lo sé”.
El “indagador” dice: “No lo sé”. Lo cual exige honradez.
El “maestro” dice: “No lo sé”. Lo cual requiere tener una mente mística capaz de saberlo todo a través del no-saber.
El “discípulo” dice: “Yo lo sé”. Lo cual requiere ignorancia, disfrazada de conocimiento prestado.
El “indagador” se acercó respetuosamente al “discípulo” y le preguntó:
“¿Cuál es el sentido de la vida humana?”.
El “discípulo” consultó las palabras escritas de su “maestro” y, lleno de confianza, respondió con las palabras del propio “maestro”:
La vida humana no es sino la expresión de la exuberancia de Dios”.
Cuando el “indagador” se encontró con el “maestro” en persona, le hizo la misma pregunta: y el “maestro” le dijo:
“No lo sé”.
El “indagador” dice: “No lo sé”. Lo cual exige honradez.
El “maestro” dice: “No lo sé”. Lo cual requiere tener una mente mística capaz de saberlo todo a través del no-saber.
El “discípulo” dice: “Yo lo sé”. Lo cual requiere ignorancia, disfrazada de conocimiento prestado.
domingo, 7 de febrero de 2010
POR QUÉ MUEREN LAS PERSONAS BUENAS.
ANTHONY DE MELLO.
El predicador de la aldea se hallaba visitando la casa de un anciano feligrés y, mientras tomaba una taza de café, respondía las preguntas que la abuela no dejaba de hacerle.
“¿Por qué el Señor nos envía epidemias tan a menudo?”, preguntaba la anciana.
“Bien…”, respondía el predicador, “a veces hay personas tan malas que es preciso eliminarlas, y por ello el Señor permite las epidemias”.
“Pero”, objetó el abuelo “entonces, ¿por qué son eliminadas tantas buenas personas junto con las malas?”.
“Las buenas personas son llamadas como testigos”, explicó el predicador. “El Señor quiere que todas las almas tengan un juicio justo”.
No hay absolutamente nada para lo que el creyente inflexible no encuentre explicación.
El predicador de la aldea se hallaba visitando la casa de un anciano feligrés y, mientras tomaba una taza de café, respondía las preguntas que la abuela no dejaba de hacerle.
“¿Por qué el Señor nos envía epidemias tan a menudo?”, preguntaba la anciana.
“Bien…”, respondía el predicador, “a veces hay personas tan malas que es preciso eliminarlas, y por ello el Señor permite las epidemias”.
“Pero”, objetó el abuelo “entonces, ¿por qué son eliminadas tantas buenas personas junto con las malas?”.
“Las buenas personas son llamadas como testigos”, explicó el predicador. “El Señor quiere que todas las almas tengan un juicio justo”.
No hay absolutamente nada para lo que el creyente inflexible no encuentre explicación.
HUESOS PARA PROBRAR NUESTRA FE.
ANTHONY DE MELLO.
Un intelectual cristiano que consideraba que la Biblia es literalmente verdadera hasta en sus menores detalles, fue abordado en cierta ocasión por un colega que le dijo: “Según la Biblia, la tierra fue creada hace cinco mil años aproximadamente. Pero se han descubierto huesos que demuestran que la vida ha existido en este planeta durante centenares de miles de años”.
La respuesta no se hizo esperar: “Cuando Dios creó la tierra, hace cinco mil años, puso a propósito esos huesos en la tierra para comprobar si daríamos más crédito a las afirmaciones de los científicos que a su sagrada Palabra”.
Una prueba más de que las creencias rígidas conducen a distorsionar la realidad.
Un intelectual cristiano que consideraba que la Biblia es literalmente verdadera hasta en sus menores detalles, fue abordado en cierta ocasión por un colega que le dijo: “Según la Biblia, la tierra fue creada hace cinco mil años aproximadamente. Pero se han descubierto huesos que demuestran que la vida ha existido en este planeta durante centenares de miles de años”.
La respuesta no se hizo esperar: “Cuando Dios creó la tierra, hace cinco mil años, puso a propósito esos huesos en la tierra para comprobar si daríamos más crédito a las afirmaciones de los científicos que a su sagrada Palabra”.
Una prueba más de que las creencias rígidas conducen a distorsionar la realidad.
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