lunes, 31 de agosto de 2009

LA HISTORIA DEL LÁPIZ.

LA HISTORIA DEL LÁPIZ.

(PAULO COELHO)

El niño miraba a su abuela, que escribía una carta. En determinado momento, preguntó:
-¿Estás escribiendo una historia que nos sucedió a nosotros? ¿Y es, por casualidad, una historia sobre mí?
La abuela dejó de escribir, sonrió y comentó al nieto:
-Estoy escribiendo sobre ti, es verdad. Ahora bien, más importante que las palabras es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueras como él, cuando crezcas.
El niño miró el lápiz, intrigado, y no vio nada especial.
-Pero ¡si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida!
-Todo depende de cómo mires las cosas. Hay cinco cualidades en él que, si consigues conservarlas, te harán siempre una persona en paz con el mundo.
* Primera cualidad: puedes hacer grandes cosas, pero no debes olvidar nunca que existe una Mano que guía tus pasos. A esa Mano la llamamos Dios y Éste debe conducirte siempre en la dirección de Su voluntad.
* Segunda cualidad: de vez en cuando necesito dejar de escribir y usar el sacapuntas. Con eso el lápiz sufre un poco, pero al final está más afilado. Por tanto, has de saber soportar algunos dolores, porque te harán ser una persona mejor.
* Tercera cualidad: el lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar los errores. Debes entender que corregir una cosa que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.
* Cuarta cualidad: lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que lleva dentro. Por tanto, cuida siempre lo que ocurre dentro de ti.
* Por último, la quinta cualidad del lápiz: siempre deja una marca. Del mismo modo, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará huellas y procura ser consciente de todas tus acciones.

domingo, 30 de agosto de 2009

EL MAL QUIERE QUE SE HAGA EL BIEN.

EL MAL QUIERE QUE SE HAGA EL BIEN.
(PAULO COELHO)

Cuenta el Poeta persa Rumi que Mo´avia, el primer califa de la dinastía de los Omeya, estaba un día durmiendo en su palacio, cuando lo despertó un hombre extraño.
- ¿Quién eres? –preguntó.
- Soy Lucifer –fue la respuesta.
- ¿Y qué deseas aquí?
- Ya es hora de la oración y sigues durmiendo.
Mo´avia se quedó impresionado. ¿Cómo es que el príncipe de las Tinieblas, el que desea siempre el alma de los hombres de poca fe, procuraba ayudarlo a cumplir un deber religioso?
Pero Lucifer explicó:
-Recuerda que yo fui creado como un Ángel de Luz. Pese a todo lo que sucedió en mi existencia, no puedo olvidar mi origen. Un hombre puede viajar a Roma o a Jerusalén, pero siempre lleva en su corazón los valores de su patria: lo mismo ocurre conmigo. Aún amo al Creador, que me alimentó cuando era joven y me enseñó a hacer el bien. Cuando me rebelé contra Él, no fue porque no lo amara…, muy al contrario, lo amaba tanto que tuve celos cuando creó a Adán. En aquel momento, quise desafiar al Señor y eso fue mi ruina; aún así, aún recuerdo las bendiciones que se me dieron un día y tal vez actuando bien pueda regresar al Paraíso.
Mo´avia respondió:
-No puedo creer lo que me dices. Tu fuiste responsable de la destrucción de mucha gente en la faz de la Tierra.
- Pues créelo –insistió Lucifer-. Sólo Dios puede construir y destruir porque es Todopoderoso. Fue Él, al crear al hombre, quien situó entre los atributos de la vida el deseo, la venganza, la compasión y el miedo. Por tanto, cuando veas el Mal a tu alrededor, no me culpes, porque sólo soy el espejo de las maldades que ocurren.
Consciente de que algo fallaba, Mo´avia se puso a rezar desesperadamente para que Dios lo iluminara. Pasó toda la noche conversando y discutiendo con Lucifer y, a pesar de los brillantes argumentos que oía, no se dejaba convencer.
Cuando ya despuntaba el día, Lucifer cedió al fin y explicó:
-Está bien, tienes razón. Cuando esta tarde he llegado para despertarte a fin de que no perdieses la hora de la oración, mi propósito no era aproximarte a la Luz Divina.
“Yo sabía que, al dejar de cumplir con tu obligación, sentirías una profunda tristeza y durante los próximos días rezarías con el doble de fe y pedirías perdón por haber olvidado el ritual correcto. A ojos de Dios, cada uno de esos rezos expresados con amor y arrepentimiento valdría el equivalente de doscientas oraciones expresadas de forma automática y corriente. Acabarías más purificado e inspirado, Dios te amaría más y yo estaría más lejos de tu alma.
Lucifer desapareció y enseguida entró un Ángel de Luz:
-Nunca olvides la lección de hoy –dijo a Mo´avia-. A veces el Mal se disfraza de emisario del Bien, pero su intención oculta es la de provocar más destrucción.
Aquel día y los siguientes, Mo´avia oró con arrepentimiento, compasión y fe. Sus rezos fueron oídos mil veces por Dios.

sábado, 1 de agosto de 2009

EL CONSEJO DE UN AMIGO.

(POPULAR CHINO)

Un hombre bueno y honrado había sido requerido por el Emperador para asumir el gobierno de una región allá en la antigua y milenaria China. Este buen hombre quiso comenzar bien su mandato y decidió pedir consejo a uno de sus mejores amigos.
Varios días después se reunía con su amigo, y al tiempo que se despedía de él le pedía, por favor, un consejo que le sirviera para la nueva etapa que iba a comenzar.
El amigo, conociéndole bien, después de reflexionar un poco le dijo:
-Sobre todo, sé paciente – le recomendó a su amigo – y de esa manera no tendrás dificultades en tus funciones. El nuevo gobernador le contestó que no lo olvidaría.
Su amigo le repitió tres veces la misma recomendación y cada vez, el futuro magistrado le prometió seguir su consejo. Pero cuando, por cuarta vez, le hizo la misma advertencia, estalló:
-¿Crees que soy un imbécil? ¡Ya van cuatro veces que me repites lo mismo!
El amigo simplemente le sonrió, y advirtiéndole de la dificultad que conllevaba el consejo que le había propuesto, le dijo:
-Ya ves que no es fácil ser paciente; lo único que he hecho ha sido repetir mi consejo dos veces más de lo conveniente y ya has montado en cólera – suspiró el amigo.

COMO LA LUZ DE UNA VELA.

(POPULAR CHINO)

Caía la tarde en los jardines del palacio del Duque. Éste paseaba por entre las arboledas y los setos llenos de flores, acompañado por un músico ciego, que también hacía las veces de consejero, dada su sabiduría. Mirando el sol que declinaba, el Duque se dirigió a su acompañante.
-Ya tengo setenta años – dijo el Duque a su músico ciego-, y aunque quisiera estudiar y leer algunos libros, creo que ya es demasiado tarde.
-¿Por qué no enciendes la vela? Sugirió el músico.
-¿Cómo se atreve un súbdito a bromear con su señor? – exclamó el Duque enojado.
-Yo, un músico ciego, nunca me atrevería a pronunciar inconveniencias en presencia de mi señor. Pero he oído decir que si un hombre es aficionado al estudio en su juventud, su futuro será brillante como el sol matinal; si se aficiona al estudio en su edad media, será como el sol de mediodía; mientras que si se comienza a estudiar de viejo, será como la llama de una vela. Aunque la vela no es muy brillante, al menos es mejor que andar a tientas en la oscuridad.
El Duque estuvo de acuerdo.

EL ÁRBOL.

Ni siquiera se despidió de los suyos el día que decidió marchar de casa. Atrás quedó su familia y todos los recuerdos que habían constituido su vida hasta aquel entonces. Quería ser libre y descubrir nuevas experiencias.
Casi un año después se dio cuenta de que había malgastado el dinero y la salud. Caminaba perdido por las calles solitarias de una fría ciudad, y no hacía otra cosa que pensar en los suyos.
De tanto en tanto le rondaba la idea de volver a casa, pero la desechaba. Unas veces por temor a ser mal recibido, otras porque no se sentía con fuerzas para llevar una vida ordenada.
Sin embargo, venció los temores y un buen día se atrevió a escribir a los suyos. En la carta les pedía perdón y les decía que, aunque no se atrevía a pedirlo, estaba deseando volver al hogar con todas sus fuerzas.
Terminaba la carta diciéndoles que si ellos –padres y hermanos- estaban dispuestos a acogerle, que pusieran un pañuelo blanco colgado del árbol que había junto a su casa, al lado de la vía de ferrocarril. Si él veía el pañuelo, bajaría en la estación; de lo contrario, aceptaría la decisión de la familia y continuaría el viaje…
Durante el viaje estuvo imaginando una y otra vez el árbol, unas veces lo veía con un pequeño pañuelo blanco, quizás atado en la rama que más cercana estaba de la vía del tren… otras, también imaginaba el árbol sin ningún pañuelo, solitario y desnudo.
Cuando el tren pasó velozmente frente a su casa, contemplo el viejo árbol… y no pudo reprimir un gesto de gozo intenso: No sólo había un pañuelo atado a una rama. Todo el árbol estaba repleto de pañuelos, unos grandes y otros pequeños, unos blancos y otros de colores… como si hubiera florecido un perdón amplio y blanco como la paz.

EL ENAMORADO.

(JALAL EDDINE RUMI)

De regreso a la casa de la amada un joven llamó a su puerta y una voz dentro preguntó:
“¿Quién es?”.
El joven responde:
“Soy yo”.
Pero la voz replicó:
“Esta casa es demasiado pequeña, no hay sitio para dos”.
Y la puerta permaneció cerrada.
Entonces el joven llamó de nuevo”
“Mi querida, soy yo, ábreme. Estoy aquí”.
Pero la puerta no se abrió.
Entonces el enamorado se retiró al bosque, reflexionó y rezó por largo tiempo, en soledad. Pasado un año, regresó y llamó, todavía una vez más, a la puerta de su amada. Desde adentro la voz preguntó:
“¿Quién es?”.
El enamorado respondió:
“Soy “tú”, porque tú y yo somos una misma realidad”.
Entonces la puerta se abrió para dejarlo entrar.

ENCONTRAR A DIOS

(DE LOS APOTEGMAS DE LOS PADRES DEL DESIERTO)

Un discípulo fue donde su maestro y le dijo:
-Maestro, quiero encontrar a Dios.
El maestro sonríe. Y como hacía mucho calor, invitó al joven a acompañarlo a darse un baño en el río. El joven se zambulló, y el maestro hizo otro tanto. Después lo alcanzó y lo agarró, teniéndolo por la fuerza debajo del agua. El joven se debatió por algunos instantes, hasta que el maestro lo dejó volver a la superficie.
Después le pregunta qué cosa había deseado más mientras estaba debajo del agua.
-El aire – respondió el discípulo.
-¿Deseas a Dios de la misma manera? – le pregunta el maestro -. Si lo deseas así, lo encontrarás. Pero si no tienes esta sed ardiente, de nada te servirán tus esfuerzos, tus libros y mis enseñanzas. No podrás encontrar la fe, si no la deseas como el aire para respirar.

EL AMOR DE LA FAMILIA.

Un discípulo deseaba ardientemente renunciar al mundo, pero afirmaba que su familia le amaba demasiado como para permitirle que se fuera.
“¿Amarte?”, le dijo su maestro. “Eso no es amor en absoluto, y te lo voy a demostrar.”
Entonces, llevando aparte al discípulo le reveló un secreto del yoga que le permitiría simular que estaba muerto.
Al día siguiente, según todas las apariencias externas, aquel discípulo apareció como muerto, y la casa se llenó de llantos y lamentaciones de parte de sus familiares.
Entonces se presentó el maestro y dijo a la desconsolada familia que él tenía poder para resucitarlo si había alguien que quisiera morir en su lugar. Y se preguntó si había algún voluntario.
Para sorpresa del “cadáver”, todos los miembros de la familia comenzaron a aducir razones por las que debían seguir viviendo. Su propia mujer resumió los sentimientos de todos con estas palabras:
“En realidad, no hay necesidad de que nadie ocupe su lugar. Ya nos las arreglaremos sin él”.

VERDADERAMENTE SATISFECHO.

VERDADERAMENTE SATISFECHO.

(ANTHONY DE MELLO)

En un terreno desocupado que lindaba con su casa, un cuáquero había puesto un cartel con la siguiente leyenda: Este terreno le será dado a quienquiera que esté verdaderamente satisfecho.
Un acaudalado granjero que pasó por allí se detuvo a leer el cartel y se dijo:
“Si nuestro amigo el cuáquero está dispuesto a entregar este terreno, también yo puedo reclamarlo antes de que lo haga otro. Soy rico y tengo cuanto necesito, de modo que cumplo el requisito exigido”.
Se acercó, pues, a la puerta de la casa, llamó y explicó el motivo de su presencia.
“¿Y estás verdaderamente satisfecho?”, le preguntó el cuáquero.
“Naturalmente que sí; tengo todo cuanto necesito.”
“Amigo, le dijo el cuáquero, si estás satisfecho, ¿para qué quieres ese terreno?”