domingo, 30 de agosto de 2009

EL MAL QUIERE QUE SE HAGA EL BIEN.

EL MAL QUIERE QUE SE HAGA EL BIEN.
(PAULO COELHO)

Cuenta el Poeta persa Rumi que Mo´avia, el primer califa de la dinastía de los Omeya, estaba un día durmiendo en su palacio, cuando lo despertó un hombre extraño.
- ¿Quién eres? –preguntó.
- Soy Lucifer –fue la respuesta.
- ¿Y qué deseas aquí?
- Ya es hora de la oración y sigues durmiendo.
Mo´avia se quedó impresionado. ¿Cómo es que el príncipe de las Tinieblas, el que desea siempre el alma de los hombres de poca fe, procuraba ayudarlo a cumplir un deber religioso?
Pero Lucifer explicó:
-Recuerda que yo fui creado como un Ángel de Luz. Pese a todo lo que sucedió en mi existencia, no puedo olvidar mi origen. Un hombre puede viajar a Roma o a Jerusalén, pero siempre lleva en su corazón los valores de su patria: lo mismo ocurre conmigo. Aún amo al Creador, que me alimentó cuando era joven y me enseñó a hacer el bien. Cuando me rebelé contra Él, no fue porque no lo amara…, muy al contrario, lo amaba tanto que tuve celos cuando creó a Adán. En aquel momento, quise desafiar al Señor y eso fue mi ruina; aún así, aún recuerdo las bendiciones que se me dieron un día y tal vez actuando bien pueda regresar al Paraíso.
Mo´avia respondió:
-No puedo creer lo que me dices. Tu fuiste responsable de la destrucción de mucha gente en la faz de la Tierra.
- Pues créelo –insistió Lucifer-. Sólo Dios puede construir y destruir porque es Todopoderoso. Fue Él, al crear al hombre, quien situó entre los atributos de la vida el deseo, la venganza, la compasión y el miedo. Por tanto, cuando veas el Mal a tu alrededor, no me culpes, porque sólo soy el espejo de las maldades que ocurren.
Consciente de que algo fallaba, Mo´avia se puso a rezar desesperadamente para que Dios lo iluminara. Pasó toda la noche conversando y discutiendo con Lucifer y, a pesar de los brillantes argumentos que oía, no se dejaba convencer.
Cuando ya despuntaba el día, Lucifer cedió al fin y explicó:
-Está bien, tienes razón. Cuando esta tarde he llegado para despertarte a fin de que no perdieses la hora de la oración, mi propósito no era aproximarte a la Luz Divina.
“Yo sabía que, al dejar de cumplir con tu obligación, sentirías una profunda tristeza y durante los próximos días rezarías con el doble de fe y pedirías perdón por haber olvidado el ritual correcto. A ojos de Dios, cada uno de esos rezos expresados con amor y arrepentimiento valdría el equivalente de doscientas oraciones expresadas de forma automática y corriente. Acabarías más purificado e inspirado, Dios te amaría más y yo estaría más lejos de tu alma.
Lucifer desapareció y enseguida entró un Ángel de Luz:
-Nunca olvides la lección de hoy –dijo a Mo´avia-. A veces el Mal se disfraza de emisario del Bien, pero su intención oculta es la de provocar más destrucción.
Aquel día y los siguientes, Mo´avia oró con arrepentimiento, compasión y fe. Sus rezos fueron oídos mil veces por Dios.

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