EL CASTIGO.
(ANTHONY DE MELLO)
Érase una vez un asceta que, además de practicar un riguroso celibato, se había propuesto como misión en la vida combatir el sexo a toda costa, tanto en él como en los demás. A causa de esta actitud, prolongada durante años, terminó por tener una visión muy negativa de la vida, del cuerpo y de las relaciones entre las personas.
Cuando le llegó la hora, falleció, y su discípulo, que no pudo soportar la impresión, murió poco después. Cuando el discípulo llegó a la otra vida, no podía dar crédito a sus ojos: ¡allí estaba su querido maestro con una mujer extraordinariamente hermosa sentada en sus rodillas!
Pero se le pasó el susto cuando se le ocurrió pensar que su maestro estaba siendo recompensado por la abstinencia sexual que había ostentado en la tierra. Entonces se acercó a él y le dijo:
“Querido maestro, ahora sé que Dios es justo, porque tú estás recibiendo en el cielo la recompensa por tus austeridades en la tierra”.
El maestro, que parecía bastante molesto, le dijo:
“Idiota, ni esto es el cielo ni yo estoy siendo recompensado, sino que ella está siendo castigada. Porque las personas que tenemos una visión tan negativa de la vida, como yo he tenido, sólo servimos de castigo para los demás”.
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