lunes, 30 de marzo de 2009

PARÁBOLA PARA TIEMPOS OSCUROS.

PARÁBOLA PARA TIEMPOS OSCUROS.
(MANUEL VICENT “EL PAÍS”)
Deseaba tener una habitación limpia individual, un armario lleno de ropa, una cama muy blanca, un lavabo resplandeciente, una mesa con una lámpara de luz suave. Pero debía matar a alguien. También soñaba con sentirse amparado por una institución del Estado y vivir entre camaradas en una residencia de volúmenes modernos donde hubiera una biblioteca, campos de deporte, una cafetería con barajas y una sala de televisión que diera a un patio o tal vez a un jardín cubierto de flores de nieve. Para eso necesitaba un buen cuchillo y el dinero del billete de avión. Era un sujeto hambriento y desamparado, que en Madrid iba como un perro por los semáforos con la mano tendida pendiente de la caridad automovilística. Sabía que si lograba realizar aquella hazaña toda su miseria acabaría de repente. Sólo trataba de recobrar la dignidad. Tampoco exigía demasiado. Pedía comida, trabajo, tiempo libre, aseo personal, un pequeño espacio para soñar, algún compañero de fatigas con el que pudiera hablar del pasado, pero ese paraíso estaba lejos de aquí. Antes tenía que liquidar a un prójimo. Por fin se decidió a hacerlo.
Este “perro” madrileño primero cometió un atraco logístico a un estanco, sacó el pasaporte y compró un billete de avión con destino a Suecia. No llevaba consigo la navaja todavía. La consiguió en el mismo aeropuerto de Estocolmo, y después de pasar la aduana, puestos ya los pies en una tierra tan amable, comenzó por acuchillar a un nativo, y no mató a uno, sino a tres, porque sabía que cuantos más crímenes cometiera, más firme sería su porvenir. Se entregó enseguida, lo metieron en una cárcel del país y, durmió en una celda con calefacción; al día siguiente, tomó varias sopas humeantes; luego le atendió un psicólogo y, a continuación, inició una vida respetable y deportiva dentro de los muros; y no le faltaba cada dos semanas aquella mujer que le ofrecía el cuerpo con un poco de amor durante unas horas de visita. Su sueño ya nunca tendría final.

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