lunes, 30 de marzo de 2009

EL LEÓN, EL ZORRO Y EL CIERVO.

EL LEÓN, EL ZORRO Y EL CIERVO.
(ESOPO)
El león, enfermo en una cueva, dijo al Zorro, su amigo predilecto:
-“Si quieres que yo cure, si mi vida te importa, anda en busca del Ciervo que vive en el bosque, y, halagándolo con palabras melosas, tráelo aquí entre mis garras, que yo me muero de las ganas de comer sus vísceras y su corazón”.
El Zorro obedeció y encontró al Ciervo que saltaba gozoso en el bosque:
-“Traigo buenas noticias”, le dice. “El León, nuestro Rey, está enfermo, próximo a morir. Ha pensado qué animal podría sucederle en el reino, y ha dicho: el Jabalí es un necio, el Oso un tonto, el Tigre un fanfarrón. Sólo el Ciervo es digno de tomar mi puesto, por su aspecto imponente. En pocas palabras: el Rey serás tú. Ven pronto, y estate cerca, hasta que haya muerto.”
Todo hinchado de orgullo, e ignorante de lo que le esperaba, el Ciervo se fue hasta la cueva real.
Apenas lo tuvo a un tiro de piedra, el León se le fue encima; pero le rasgó solamente una oreja, y el Ciervo huyó veloz al bosque.
Rabioso y hambriento, el León se dirige de nuevo al Zorro:
-“¡Encuentra una nueva astucia, y tráemelo aquí!”, le ordenó.
El Zorro corrió detrás de las huellas ensangrentadas del Ciervo. Lo encontró tomando aliento, y se le puso delante con descaro. El Ciervo fue preso de un ímpetu de cólera:
-“Maldito canalla”, le dijo, “no me tentarás más. Si te acercas, te mato de un porrazo. Anda, anda a raposear a quien no te conoce; anda a calentar a otro la cabeza y a darle el reino a otro animal”.
Pero el Zorro responde:
-“¿Así tan tímido y vil eres? ¿Verdaderamente? ¿Tú? ¿Qué te ha hecho el León? Te ha cogido por la oreja porque quería darte instrucciones, como quien está para morir, sobre tu próximo cargo. ¡Y tú no soportas siquiera el rasguño de una pata debilitada!... Y ahora el León, más rabioso que tú, se propone elegir Rey al Lobo… ¿Entiendes? El Lobo… No, ven, ven, y no temas nada. Juro que el León no te hará ningún daño. Yo no quiero otro soberano que el Ciervo”.
Así caído una vez más en la trampa, regresó a la cueva del León. Y el León tuvo su comida: huesos, médula, vísceras, todo devoró ávidamente. El Zorro estaba mirando. Se dio cuenta de que el corazón había resbalado en el suelo, lo agarró a escondidas y se lo comió, como remuneración por sus buenos servicios.

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