EL RUBÍ.
(POPULAR JUDÍO)
Un matrimonio israelita se dedicaba al servicio del Señor renunciando a los bienes del mundo. Pobres de bienes materiales, vivían al día fabricando sencillos objetos de artesanía que después vendían en plazas y mercados.
Pero un día en que la venta había resultado infructuosa, le dice la mujer al marido:
-“Ven, recemos al Altísimo; quizás Él nos conceda algún beneficio que nos libre de la fatiga que tenemos que hacer para sobrevivir, ¡así nos podremos dedicar exclusivamente a servirlo!”.
El marido aprobó y oró al Señor en ese sentido; la mujer dijo: “Amén” a su oración. Y he aquí que el techo se abrió, y del agujero descendió una piedra preciosa que con su luz iluminaba toda la casa. Con gran alegría y agradecimiento los dos dieron gracias al Señor, después se acostaron y se durmieron.
Al final de la noche, la mujer tuvo un sueño. Le parecía ver el Paraíso, y muchas sillas colocadas en fila.
-“¿Para qué son estas sillas?”, preguntó.
-“Son las sillas de los justos y de los buenos”, se le respondió.
-“¿Y dónde está la silla de mi marido?”
Le respondieron:
-“Es esta”.
La mujer la miró y vio que la silla estaba agrietada.
-“¿Qué pasó con esta grieta?”, preguntó.
-“¡Es el hueco hecho por la piedra preciosa que descendió sobre vosotros desde el techo de vuestra casa!”, le respondieron.
La mujer se despertó llorando, y enseguida le dijo al marido:
-“Marido, reza a tu Señor que ponga de nuevo en su puesto aquel rubí, porque el hambre y la miseria de pocos días son preferibles al defecto de tu silla en la gloria de los bienaventurados!”.
El marido rezó como ella quería, y he aquí que el rubí voló hacia el techo, mientras los dos lo seguían con la mirada, alabando a Dios por haber reconquistado de nuevo su pobreza.
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