jueves, 3 de diciembre de 2009

EL TAZÓN ROTO.

EL TAZÓN ROTO.

(Popular Chino).

En la antigua China había un hombre que vivía con su mujer, su hijo y su anciano padre. El abuelo, ya muy mayor, no podía evitar que sus manos vacilaran y temblaran, razón por la cual desparramaba la comida cada vez que se sentaba a la mesa y rompía con frecuencia su tazón de arroz.

Un día la esposa le dijo al marido:

- A tu padre siempre se le cae la comida y pone la mesa hecha un asco. Ya no aguanto más, me revuelve tanto el estómago que no puedo tragar ni un grano de arroz.
- Pero es tan viejo el pobre… ¿quién lo cuidará si no somos nosotros? Después de todo, él fue quien me crió y me educó – dijo el marido.

Sin embargo la esposa no compartía sus sentimientos y continuaba insistiendo en que había que hacer algo. El marido, presionado, estuvo de acuerdo en que se sentara en una mesa apartada y usara un tazón barato y algo dañado.

Una tristeza honda embargó al abuelo, pues notaba que le trataban como a un extraño, pero nada podía hacer para remediarlo.

El nieto, que ya se daba perfecta cuenta de todo lo que sucedía en casa, un día se acercó a su abuelo y le dijo:

- Abuelo, ¿me harías un favor?
- ¿Qué favor quieres que te haga? Dime –contestó alegre el anciano -.
- Mira, esta noche, mientras cenas, ¿podrías romper a propósito tu tazón de arroz? – preguntó el chico.
- Pero, ¿por qué quieres que haga eso? – preguntó el anciano.
- Espera y verás. Te haré feliz y podrás sentarte con nosotros otra vez.

El abuelo se preguntaba qué se traía entre manos su nieto. Sin embargo, decidió hacer lo que le pedía. Al llegar la hora de la cena, el abuelo, como de costumbre, ocupó su mesa separada provisto de su tazón viejo y desportillado. Cuando su hijo y su nuera lo miraban, dejó caer el tazón. Al oír el golpe del tazón contra el suelo, la nuera se puso en pie dispuesta a organizar una escena. Pero antes de que pudiese abrir la boca, el chico dio un salto, se acercó a su abuelo y le dijo:

- ¡Abuelito!, ¿por qué has roto ese tazón?, lo quería guardar para cuando mis padres se hicieran viejos y tuvieran que comer en esa misma mesa separada en la que comes tú.

El marido y la esposa se calmaron al instante, porque se dieron cuenta de la tontería que habían cometido. Al día siguiente, el abuelo se sentó a comer a la misma mesa que el resto de la familia.

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