lunes, 21 de diciembre de 2009

EL MENSAJE DEL PÉTALO DE ROSA.

El Maestro de los Maestros, el Gran Gurú, desbordaba de riqueza interior. Y ya que cabalmente su alma desbordaba, su fin, su deseo, era volcar en los otros la abundancia de su sabiduría, dispensando las tinieblas de la ignorancia.

Pero difícilmente alguien acepta ser objeto sobre el cual se vuelca un desbordamiento. Ante todo, porque todos creen estar ya demasiado llenos hasta decir basta; y después, ser “desbordados”, o sea disturbados, no deja de suscitar un poco de desaliento.

Sucedió que un día el Gran Gurú fue a visitar el lugar de retiro donde varios monjes sufíes vivían en un gran recogimiento espiritual.

La llegada del Maestro levantó gran revuelo. “Misericordia”, decían los monjes, “¿éste querrá todavía hacernos aprender alguna cosa? Ya tenemos bastante con no olvidar lo que ya sabemos. Y después, aquí dentro ya somos demasiados. Cada uno quiere decir lo suyo y se termina por no entendernos. Por lo tanto, hagámosle entender, con alguna señal que no lo ofenda, que nuestro convento está ya completo, que no hay lugar para él”.

Por lo tanto, el jefe de los sufíes le llevó una copa llena de leche, queriendo decirle: “¡Oh vagabundo de la floresta! Este lugar está ya superpoblado de maestros espirituales, ya no hay lugar para ti”.

Cuando le fue presentada la copa, el Gran Gurú la observó, después sonrió, y tomando un pétalo de rosa, lo puso a flotar en la leche.

Esta acción significaba que así como el pétalo de rosa flotaba en la leche, sin hacerla desbordar de la copa, así también en aquel lugar la sabiduría del Maestro podía encontrar sitio sin perturbar las conciencias. El mensaje fue comprendido, y las puertas de la ermita se abrieron de par en par ante el venerable huésped.

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