domingo, 23 de mayo de 2010

EL HOMBRE Y EL BURRO.

MANUEL-AGUSTÍN. PRÍNCIPE.

Aunque parezca broma,
conviniéronse un hombre y un borrico
en enseñarse el respectivo idioma;
y el burro...¡suerpte impía!
no aprendió ni un vocablo solamente
en dos años de estudio y de porfía;
entretanto el hombre, en sólo un día,
aprendió a rebuznar perfectamente.

EL MULO ORGULLOSO DE SU ORIGEN.

Sabéis que el mulo es hijo de una yegua y un burro (no de un mulo y una mula); pues bien, el mulo de nuestra historia trabajaba para un obispo y estaba muy orgulloso de servile. A este mulo también se le conocía porque siempre estaba hablando de lo noble que era su familia y no paraba de contar las muchas proezas que su madre, la yegua, había realizado. De su padre, no decía nada. Con todo ello pretendía pasar a la historia.

Un día lo vendieron a un médico y el mulo se sintió humillado, creyendo que se rebajaba con la nueva labor.

Cuando ya fue viejo y no veía bien, un molinero lo compró para engancharlo en la noria. Allí, mientras daba vueltas y más vueltas se acordó de su padre el borrico...

A este mulo vanidoso tuvo que llegarle la desgracia para que se diese cuenta de la realidad; así que bien podemos decir que incluso de la desgracia siempre se puede sacar alguna enseñanza.

HAS BUSCADO: ¿NO HAS ENCONTRADO?

ANTHONY DE MELLO.

Un vecino encontró a Nasruddín cuando éste andaba buscando algo de rodillas.

-¿Qué andas buscando?, dijo Mullah

- Mi llave, la he perdido.

Y, arrodillándose los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato, dijo el vecino:

-¿Dónde la perdiste?

-En casa.

¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?

-Porque aquí hay más luz.

¿De qué vale buscar a Dios en los lugares santos si donde lo has perdido ha sido en tu corazón?

LA ALFORJA.

Un día Júpiter bajó a la tierra, convocó a todos los animales, incluido el hombre, y les dijo:

- Quiero que viváis en armonía y contentos. Así que, si alguien tiene alguna queja, que la diga sin temor y enseguida le pondré remedio.

Nadie expuso nada. Júpiter entonces se dirigó al mono: -¿Qué, tú estás contento? -Claro, respondió el mono, tengo cuatro patitas que son un tesoro y tengo un tipillo que muchos envidian. Yo no tengo motivos para envidiar a nadie... Comparado con el oso, tan feo, soy una maravilla. El sí que tendrá que quejarse. Los otros animales pensaban como el mono y esperaban la queja del oso. No hubo tal queja. Al contrario, con tono de orgullo, dijo: -Yo me veo fuerte, bien proporcionado, con cierto aire señorial. Comparado con el elefante que es un monstruo, una masa de carne que parece que se cae a trozos, soy un encanto. No me quejo de nada.

El elefante tomó la palabra y dijo: -¡Ah!, pues yo no me quejo absolutamente de nada, me siento fuerte, sólido, como un rey con poder. Mucho peor es la ballena que parece una masa informe. La ballena no se quejó; se veía mejor que la jirafa, larguirucha y desgarbada.

La jirafa se sentía esbelta, fina, señorial, no como la hormiga, insignificante y rastrera. La hormiga se veía una reina comparada con el mosquito. Y el mosquito se vio ágil, se defendía muy bien... Así todos hasta que llegó el hombre. Este se entretuvo en contar todas sus cualidades y encantos. Así estuvo un largo rato. Luego siguió hablando sobre los defectos de los otros. Y se reía de ellos. Júpiter, que había estado en silencio, se dirigió a todos de nuevo y les dijo: -Bien, veo que cada uno lleva dos bolsas; en la de atrás metéis vuestras faltas y en la de delante las faltas de los otros.

TAL PARA CUAL.

ANTHONY DE MELLO.

Había una vez una pareja de novios que querían casarse. Ella siempre iba a verle muy arreglada y guapa, y él, por su parte, también se esmeraba en ponerse muy elegante para gustar a su novia.

Pasó el tiempo y llegó el día de la boda. Pero he aquí que, por la noche, dice el novio a la novia:

-Como ya estamos casados, no debemos ocultarnos nada. Mira, los dientes que tengo son postizos, y este pelo tan bonito que ves no es pelo, sino peluquín. Así que ahora ten paciencia, pues ya eres mi mujer. Entonces la novia contesta:

- Perdona, pero yo también he de confesarte algo: Esta cabellera tan bonita es una peluca, mis pestañas son postizas y estos ojos tan hermosos que ves no ven tres en un burro. Así que, por ser ya mi marido, tienes que tener paciencia.

LA ZORRA Y EL LEÓN.

FRANCISCO EIXIMENIS

Había una vez un león que tenia hambre y, queriendo encontrar ocasión para comer, preguntó a la oveja cómo era su aliento. Y la oveja respondió la verdad, diciendo que muy apestoso. El león, fingiéndose entonces ofendido, diole un fuerte golpe en la cabeza y la mató diciéndole:

-¡Ahí va! porque no has sentido vergüenza de ofender a tu rey, ¡ahora recibe eso!

Después preguntó el león a la cabra lo mismo, es decir, si su aliento olía bien. Y la cabra, viendo cuán mal lo había tomado con la oveja, al decirle la verdad, contestóle que su aliento era maravilloso y olía muy bien.

Entonces el león pególe un fuerte golpe en la cabeza y la mató exclamando:

-¡Ahí va!, porque me has adulado con falsedades, ¡ahora toma eso! Y después hizo aquella misma pregunta a la zorra, pidiéndole cómo tenía el aliento. Pero la zorra se alejó de él, recordando lo mal que les había ido a las otras y le contestó:

-¡De buena fe, señor, os digo que no os puedo responder a vuestra pregunta, puesto que me hallo resfriada y nada percibo de su aliento!

Y así se escapó del león. Y los demás animales que se pusieron en el peligro, sin provecho murieron, ya que no supieron evadirse y alejarse de la respuesta.

LA CIGARRA Y LA HORMIGA.

F.M DE SAMANIEGO
(ADAPTACIÓN)

En los felices días del verano, una cigarra alegre aprovechaba el calor cantando y bailando, mientras la sufrida hormiga no descansaba, en la búsqueda de comida que llevar a su casa.

La cigarra se burlaba de la hormiga y le decía: - ¿No es má bonito gozar de la vida con bellas canciones, como yo hago, que trabajar todo el día como haces tú?

La hormiga callaba y seguía afanándose.

Pero llegó el invierno y, con los fríos, la cigarra guardó silencio y tuvo que refugiarse en cualquier agujero. Allí, sin nada que llevarse a la boca y casi helada, se acordó de la hormiga: -Ella estará calentita en su casa y seguro que no le falta alimento en la despensa. Iré a verla, pensó.

Acudió la cigarra al hormiguero y, zalamera, preguntó: -¿No tendrás, buena hormiga, algo para comer y un rincón caliente donde pasar el invierno?-

Entonces la hormiga, muy enfadada, le contestó: -Yo trabajaba duro en verano para no pasar hambre en estos días fríos, ¿qué hacías tú en el buen tiempo?

La cigarra tuvo que admitirlo: -Yo cantaba y reía alegremente sin pensar en el futuro. Y la hormiga le replicó: -Pues ahora yo canto y me alegro, mientras tú sufres hambre y frío por culpa de tu holgazanería. Vete y no desprecies a los que trabajan por su sustento.

domingo, 16 de mayo de 2010

¡QUIÉN SOY YO?

ANTHONY DE MELLO.

Este es un cuento de Altar de Neishapur.

El amante llamó a la puerta de su amada.

"¿Quién es?", preguntó la amada desde dentro.

"Soy yo", dijo el amante.

"Entonces márchate. En esta casa no cabemos tú y yo".

El rechazado amante se fue al desierto, donde estuvo meditando durante meses, considerando las palabras de la amada. Por fin regresó y volvió a llamar a la puerta.

"¿Quién es?".

"Soy tú".

Y la puerta se abrió inmediatamente.

LA MUÑECA DE SAL.

ANTHONY DE MELLO.

Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar.

Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.

"¿Quién eres tú?", le preguntó al mar la muñeca de sal.

Con una sonrisa, el mar le respondió: "Entra y compruébalo por ti misma".

Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella.

Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: "¡Ahora ya sé quién soy!".

EL PATITO.

ANTHONY DE MELLO.

El santón sufi Shams-e Tabrizi cuenta acerca de sí mismo la siguiente historia:

Desde que era niño se me ha considerado un inadaptado. Nadie parecía entenderme. Mi propio padre me dijo en cierta ocasión: "No estás lo suficientemente loco como para encerrarte en un manicomio ni eres lo bastante introvertido como para meterte en un monasterio. No sé qué hacer contigo".

Yo le respondí: "Una vez pusieron un huevo de pata a que lo incubara una gallina. Cuando rompió el cascarón, el patito se pasó a caminar junto a la gallina madre, hasta que llegaron a un estanque. El patito se fue derecho al agua, mientras la gallina se quedaba en la orilla cloqueando angustiadamente. Pues bien, querido padre, yo me he metido en el océano y he encontrado en él mi hogar. Pero tú no puedes echarme la culpa de haberte quedado en la orilla".

EL ÁGUILA REAL.

ANTHONY DE MELLO.

Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.

Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?

Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.

La vieja águila miraba asombrada hacia arriba. "¿Qué es eso?", preguntó a una gallina que estaba junto a ella.

"Es el águila, el rey de las aves", respondió la gallina. "Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes de él".

De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.

LOS HIJOS MUERTOS EN SUEÑOS.

ANTHONY DE MELLO.

Un humilde pescador y su mujer tuvieron un hijo al cabo de muchos años de su matrimonio. El niño era el orgullo y la alegría de sus padres. Pero un buen día cayó gravemente enfermo. Los padres gastaron una fortuna en médicos y en medicinas. Pero el niño murió.

La madre quedó absolutamente destrozada por la pena. El padre, por el contrario, no derramó una sola lágrima.

Cuando, después del funeral, la mujer reprochó al marido su total falta de aflicción, el pescador le dijo: "Déjame que te diga por qué no he llorado. Verás: la otra noche soñé que era un rey, padre orgulloso de ocho hijos. ¡Qué feliz era...! Pero entonces desperté. Y ahora estoy enormemente desconcertado. No sé si debo llorar por aquellos ocho hijos o por este otro".

MUY BIEN, MUY BIEN...

En una aldea de pescadores, una muchacha soltera tuvo un hijo y, tras ser vapuleada, al fin reveló quién era el padre de la criatura: el maestro Zen, que se hallaba meditando todo el día en el templo situado en las afueras de la aldea.

Los padres de la muchacha y un numeroso grupo de vecinos se dirigieron al templo, interrumpieron bruscamente la meditación del Maestro, censuraron su hipocresía y le dijeron que, puesto que él era el padre de la criatura, tenía que hacer frente a su mantenimiento y educación. El Maestro respondió únicamente: "Muy bien, muy bien...".

Cuando se marcharon, recogió del suelo al niño y llegó a un acuerdo económico con una mujer de la aldea para que se ocupara de la criatura, la vistiera y la alimentara.

La reputación del Maestro quedó por los suelos. Ya no se le acercaba nadie a recibir instrucción.

Al cabo de un año de producirse esta situación, la muchacha que había tenido el niño ya no pudo aguantar más y acabó confesando que había mentido. El padre de la criatura era un joven que vivía en la casa de al lado.

Los padres de la muchacha y todos los habitantes de la aldea quedaron avergonzados. Entonces acudieron al Maestro, a pedirle perdón y a solicitar que les devolviera el niño. Así lo hizo el Maestro. Y todo lo que dijo fue:
"Muy bien, muy bien...".


¡El hombre despierto!

¿Perder la reputación...? No difiere demasiado de perder aquel contrato que uno estaba a punto de firmar en sueños.

EL CONTRATO SOÑADO.

ANTHONY DE MELLO.

Eran las nueve de la mañana y Nasruddin seguía completamente dormido. El sol estaba en todo lo alto, los pájaros gorjeaban en las ramas y el desayuno de Nasruddin se estaba enfriando. De maneraque su mujer le despertó.

Nasruddin se espabiló furiosísimo: "¿Por qué me despiertas precisamente ahora?", gritó. "¿No podías haber aguardado un poco más?".

"El sol está en todo lo alto", replicó su mujer, "los pájaros gorjean en las ramas y tu desayuno se está enfriando".

"¡Qué mujer más estúpida!", dijo Nasruddin. "¡El desayuno es una bagatela, comparada con el contrato por valor de cien mil piezas de oro que estaba a punto de firmar!". De modo que se dio la vuelta y se arrebujó entre las sábanas durante un largo rato, intentando recobrar el sueño y el contrato que su mujer había hecho añicos.

Ahora bien, sucedía que Nasruddin pretendía realizar una estafa en aquel contrato, y la otra parte contratante era un injusto tirano.

Si, al recobrar el sueño, Naruddin renuncia a su estafa, será un santo.

Si se esfuerza denodadamente por liberar a la gente de la opresión del tirano, será un reformador.

Si, en medio de su sueño, de pronto cae en la cuenta de que está soñando, se convertirá en un hombre despierto y en un místico.

¿De qué vale se un santo o un reformador si uno está dormido?

EL FARSANTE.

La sala estaba abarrotada, en su mayoría por ancianas damas. Se trataba de una especie de nueva religión o secta. Uno de los oradores se levantó para hablar, vestido únicamente con un turbante y un taparrabos. Y habló emocionadamente acerca del poder de la mente sobre la materia y de la psique sobre el soma.

Todo el mundo escuchaba embelesado. Al acabar, el orador regresó a su sitio, justamente enfrete de mí. Su vecino de asiento se dirigió a él y le preguntó en voz baja, aunque perfectamente audible:
"¿Cree usted realmente lo que dice de que el cuerpo no siente nada, sino que todo está en la mente y que la mente puede ser conscientemente influida por la voluntad?".

"Naturalmente que lo creo", respondió el farsante con piadosa convicción.

"Entonces", le replicó su vecino, "¿Le importaría cambiarme el sitio? Es que estoy en medio de una corriente...".

Muchas veces he intentado desesperadamente practicar lo que predico.

Si me limitara a predicar lo que practico, sería mucho menos farsante.

LA SENDA ESTRECHA.

ANTHONY DE MELLO.

En cierta ocasión previno Dios al pueblo de un terremoto que habría de tragarse las aguas de toda la tierra. Y las aguas que reemplazarían a las desaparecidas habrían de enloquecer a todo el mundo.

Tan sólo el profeta se tomó en serio a Dios. Transportó hasta la cueva de su montaña enormes recipientes de agua, de modo que no hubiera ya de faltarle el líquido elemento en los días de su vida.

Y efectivamente se produjo el terremoto, desaparecieron las aguas y una nueva agua llenó los arroyos y los Lagos y los ríos y los estanques. Algunos meses más tarde bajó el profeta de su montaña a verlo que había ocurrido. Y era verdad: todo el mundo se había vuelto loco y le atacaba a él y no quería tener nada que ver con él. Y hasta se convenció todo el mundo de que era él el que estaba loco.

Así pues, el profeta regresó a su cueva de la montaña, contento por haber tenido la precaución de guardar agua. Pero, a medida que transcurría el tiempo, la soledad se le hacía insoportable. Anhelaba tener compañía humana. De modo que descendió de nuevo a la llanura. pero nuevamente fue rechazado por la gente, tan diferente de él.

Entonces el profeta tomó su decisión: Tiró el agua que había guardado, bebió del agua nueva y se unió a sus semejantes en su locura.


Cuando buscas la Verdad, vas solo. La senda es demasiado estrecha para llevar compañía. Pero ¿quién puede soportar semejante soledad?

LA TIENDA DE LA VERDAD.

ANTHONY DE MELLO.

No podía dar crédito a mis ojos cuando vi el nombre de la tienda: LA TIENDA DE LA VERDAD. Así que allí vendían la verdad.

La correctísima dependienta me preguntó qué clase de verdad deseaba yo comprar: verdad parcial o verdad plena. Respondí que, por supuesto, verdad plena. No quería fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones. Lo que deseaba era mi verdad desnuda, clara y absoluta. La dependienta me condujo a otra sección del establecimiento en la que se vendía la verdad plena.

El vendedor que trabajaba en aquella sección me miró compasivamente y me señaló la etiqueta en la que figuraba el precio. "El precio es muy elevado, señor", me dijo. "¿Cuál es?", le pregunté yo, decidido a adquirir la verdad plena a cualquier precio. "Si usted se la lleva", me dijo, "el precio consiste en no tener ya descanso el resto de su vida".

Salí de la tienda entristecido. Había pensado que podría adquirir la verdad plena a bajo precio. Aún no estoy listo para la Verdad. De vez en cuando ansío la paz y el descanso. Todavía necesito engañarme un poco a mí mismo con mis justificaciones y mis racionalizaciones. Sigo buscando aún el refugio de mis creencias incontestables.

LEVANTARSE Y SER VISTO.

ANTHONY DE MELLO.

Decir la verdad tal como uno la ve requiere mucho valor cuando uno pertenece a una institución.

Pero desafiar a la propia institución exige aún más valor. Y fue esto lo que hizo Jesús.


Cuando Kruschev pronunció su famosa denuncia de la era stalinista, cuentan que uno de los presentes en el Comité Central dijo:
"¿Dónde estabas tú, camarada Kruschev, cuando fueron asesinadas todas esas personas inocentes?".

Kruschev se detuvo, miró en torno por toda la sala y dijo: "Agradecería que quien lo ha dicho tuviera la bondad de ponerse de pie".

La tensión se podía mascar en la sala. Pero nadie se levantó.

Entonces dijo Kruschev: "Muy bien, ya tienes la respuesta, seas quien seas. Yo me encontraba exactamente en el mismo lugar en que tú estás ahora".


Jesús se habría levantado.

ASCENDER.

ANTHONY DE MELLO.

Entra el primer candidato:

"¿Entiende usted que esto no es más que un simple ´test´que queremos hacerle antes de darle el trabajo que usted ha solicitado?"

"Sí".

"Perfectamente. ¿Cuántas son dos y dos?".

"Cuatro".

Entra el segundo candidato:

"¿Está usted listo para el ´test´".

"Sí".

"Perfectamente. ¿Cuántas son dos y dos?".

"Lo que diga el jefe".

El segundo candidato consiguió el trabajo.



La actitud del segundo candidato es muy recomendable si deseas ascender en cualquier institución, secular o religiosa.

Frecuentemente te servirá para sacar estupendas notas en los exámenes religiosos. Por eso los licenciados en teología muchas veces son más conocidos por su amor a la doctrina que por su amor a la verdad.

LOS CINCO MONJES.

ANTHONY DE MELLO.

El Lama del Sur dirigió una urgente llamada al gran Lama del Norte pidiéndole que le enviara a un monje sabio y santo que iniciara a los novicios en la vida espiritual. Para general sorpresa, el Gran Lama envió a cinco monjes, en lugar de uno solo. Y a quienes le preguntaban el motivo, les respondía enigmáticamente: "Tendremos suerte si al menos uno de los cinco consigue llegar al Lama".

El grupo llevaba algunos días en camino cuando llegó corriendo hasta ellos un mensajero que les dijo: "El sacerdote de nuestra aldea ha muerto. Necesitamos que alguien ocupe su lugar". La aldea parecía un lugar confortable y el sueldo del sacerdote era bastante atractivo. A uno de los monjes le entró un súbito interés pastoral por aquella gente y dijo: "No sería yo un verdadero budista si no me quedara a servir a esta gente". De modo que se quedó.

Unos días más tarde sucedió que se encontraban en el palacio de un rey que se encaprichó de uno de los monjes. "Quédate con nosotros", le dijo el rey, "y te casarás con mi hija. Y cuando yo muera, me sucederás en el trono". El monjé se sintió atraído por la princesa y por el brillo de la realeza, de manera que dijo: "¿Qué mejor modo de influir en los súbditos de este reino para inclinarlos al bien que siendo rey de todos ellos? No sería un buen budista si no aceptara esta oportunidad de servir a la causa de nuestra santa religión". De modo que también éste se quedó.

El resto del grupo siguió su camino y una noche, hallándose en una región montañosa, llegaron a una solitaria cabaña habitada por una bella muchacha que les ofreció cobijo y le dio gracias a Dios por haberle enviado a aquellos monjes. Sus padres habían sido asesinados por los bandidos y la muchacha se encontraba sola y llena de ansiedad. A la mañana siguiente, cuando llegó la hora de partir, uno de los monjes dijo: "Yo me quedaré con esta muchacha. No sería un auténtico budista si no practicara la compasión". Fue el tercero en abandonar.

Los dos restantes llegaron, por último, a una aldea budista, donde, para su espanto, descubrieron que todos los habitantes de la aldea habían abandonado su religión y habían sido convencidos por un gurú hindú. Uno de los monjes dijo: "Es mi deber hacia esta pobre gente y hacia el Señor Buda quedarme aquí y reconducirlos a la verdadera religión". Fue el último en abandonar.

Por fin, el quinto monje llegó ante el Lama del Sur. El Gran Lama del Norte había tenido razón, después de todo.



Hace años inicé la búsqueda de Dios. Una y otra vez me apartaba del camino. Y siempre por los mejores motivos: para reformar la liturgia, para transformar las estructuras de la Iglesia, para actualizar mis estudios bíblicos y aprender teología pertinente...

Por desgracia, me resulta más fácil embarcarme en el trabajo religioso, sea cual sea, que perseverar firmemente en aquella búsqueda.

EL DIOS ALIMENTO.

ANTHONY DE MELLO.

Una vez decidió Dios visitar la tierra y envió a un ángel para que inspeccionara la situación antes de su visita.

Y el ángel regresó diciendo: "La mayoría de ellos carece de comida; la mayoría de ellos carece también de empleo".

Y dijo Dios: "Entonces voy a encarnarme en forma de comida para los hambrientos y en forma de trabajo para los parados".

PEDIR LA LLUVIA.

ANTHONY DE MELLO.

Cuando acude a ti el neurótico en busca de ayuda, rara vez pretende ser curado, porque toda curación es dolorosa. Lo que realmente desea es encontrarse a gusto con su neurosis. O, mejor aún, anhela un milagro que le cure sin dolor.

Al viejo le encantaba fumar su pipa después de la cena. Una noche su mjer olió que algo se quemaba y gritó: "¡Por Dios bendito, papá! Se te están quemando los bigotes".

"Ya lo sé", respondió el viejo airadamente. "¿No ves que estoy pidiendo la lluvia?".

EL DESTINO EN UNA MONEDA.

ANTHONY DE MELLO.

El gran general japonés Nobunaga decidió atacar, a pesar de que sólo contaba con un soldado por cada diez enemigos. Él estaba seguro de vencer, pero sus soldados abrigaban muchas dudas.

Cuando marchaban hacia el combate, se detuvieron en un santuario sintoísta. Después de orar en dicho santuario, Nobunaga salió afuera y dijo: "Ahora voy a echar una moneda al aire. Si sale cara, venceremos; si sale cruz, seremos derrotados. El destino nos revelará su rostro".

Lanzó la moneda y salió cara. Los soldados se llenaron de tal ansia de luchar que no encontraron ninguna dificultad para vencer.

Al día siguiente, un ayudante le dijo a Nobunada: "Nadie puede cambiar el rostro del destino".

"Exacto", le replicó Nobunaga mientras le mostraba una moneda falsa que tenía cara por ambos lados.

¿El poder de la oración?

¿El poder del destino?

¿O el poder de una fe convencida de que algo va a ocurrir?

NARADA.

ANTHONY DE MELLO.

El sabio indio Narada partió en peregrinación hacia el templo del Señor Vishnú. Una noche se detuvo en una aldea y le dieron asilo en la choza de una pobre pareja. A la mañana siguiente, antes de que marchara, el hombre le dijo a Narada: "Ya que vas a ver al Señor Vishnú, pídele que nos conceda un hijo a mi mujer y a mí, porque son muchos años ya los que llevamos sin descendencia".

Cuando Narada llegó al templo, dijo al Señor: "Aquel hombre y su mujer fueron muy amables conmigo. Ten compasión de ellos y dales un hijo". El Señor, de un modo terminante, le replicó: "En el destino de se hombre no está el tener hijos". De modo que Narada, una vez hechas sus devociones, regresó a casa.

Cinco años más tarde emprendió la misma peregrinación y se detuvo en la misma aldea, siendo hospedado una vez más por la misma pareja. Pero en esta ocasión había dos niños jugando a la entrada de la choza.

"¿De quién son estos niños?", preguntó Narada. "Míos", respondió el hombre.

Narada quedó desconcertado. Y el hombre prosiguió: "Hace cinco años, poco después de que tú te marcharas, llegó a nuestra aldea un santo mendigo. Nosotros le dimos hospedaje aquella noche. Y a la mañana siguiente, antes de partir, nos bendijo a mi mujer y a mí... y el Señor nos ha dado estos dos hijos".

Cuando Narada lo oyó, no pudo esperar más y marchó inmediatamente al templo del Señor Vishnú. Una vez allí, gritó desde la misma entrada del templo: "¿No me dijiste que no estaba en el destino de aquel hombre el tener hijos? ¿Cómo es que ahora tiene dos?"

Cuando el Señor le oyó, rio sonoramente y dijo: "Debe de haber sido cosa de un santo. Los santos tienen el poder de cambiar el destino".

Uno recuerda instintivamente una fiesta de bodas en la que la madre de Jesús, por medio de sus súplicas, consiguió que su hijo realizara un milagro antes de lo previsto en su destino.

viernes, 7 de mayo de 2010

LA ORACIÓN PUEDE SER PELIGROSA.

ANTHONY DE MELLO.

He aquí una de las historias predilectas del Maestro de sufi Sa'di de Shiraz:

Cierto amigo mío estaba encantado de que su mujer hubiera quedado embarazada. El deseaba ardientemente tener un hijo varón y así se lo pedía a Dios sin cesar, haciéndole una serie de promesas.

Sucedió que su mujer dio a luz a un niño, por lo que mi amigo se alegró enormemente e invitó a una fiesta a toda la aldea.

Años más tarde, volviendo yo de la Meca, pasé por la aldea de mi amigo y me enteré de que estaba en la cárcel.

"¿Por qué? ¿Qué es lo que has hecho?", pregunté.

Sus vecinos me dijeron: "Su hijo se emborrachó, mató a un hombre y salió huyendo. De manera que arrestaron al padre y lo metieron en la cárcel".



En verdad que pedir a Dios insistentemente lo que deseamos es un ejercicio realmente loable.

Pero también muy peligroso.

NOSOTROS SOMOS TRES, TÚ ERES TRES.

ANTHONY DE MELLO.

Cuando el barco del obispo se detuvo durante un día en una isla remota, decidió emplear la jornada del modo más provechoso posible. Deambulaba por la playa cuando se encontró con tres pescadores que estaban reparando sus redes y que, en su elemental inglés, le explicaron cómo habían sido evangelizados siglos atrás por los misioneros. "Nosotros ser cristianos", le dijeron, señalándose orgullosamente a sí mismos.

El obispo quedó impresionado. Al preguntarles si conocían la Oración del Señor, le respondieron que jamás la habían oído. El obispo sintió una auténtica conmoción. ¿Cómo podían llamarse cristianos si no sabían algo tan elemental como el Padrenuestro?

"Entonces, ¿Qué decís cuando rezáis?"

"Nosotros levantar los ojos al cielo. Nosotros decir: "Nosotros somos tres, Tú eres tres, ten piedad de nosotros"". Al obispo le horrorizó el carácter primitivo y hasta herético de su oración. De manera que empleó el resto del día en enseñarles el Padrenuestro. Los pescadores tardaban en aprender, pero pusieron todo su empeño y, antes de que el obispo zarpara al día siguiente, tuvo la satisfacción de oír de sus labios toda la oración sin un solo fallo.

Meses más tarde el barco del obispo acertó a pasar por aquellas islas y, mientras el obispo paseaba por la cubierta rezando sus oraciones vespertinas, recordó con agrado que en aquella isla remota había tres hombres que, gracias a pacientes esfuerzos, podían ahora rezar como era debido. Mientras pensaba esto, sucedió que levantó los ojos y divisó un punto de luz hacia el este. La luz se acercaba al barco y, para su asombro, vio tres figuras que caminaban hacia él sobre el agua. El capitán deburo el barco y todos los marineros se asomaron por la borda a observar aquel asombroso espectáculo.

Cuando se hallaban a una distancia desde donde podían hablar, el obispo reconoció a sus tres amigos, los pescadores. "¡Obispo!", exclamaron, "nosotros alegrarnos de verte. Nosotros oír tu barco pasar cerca de la isla y correr a verte".

"¿Qué deseáis?", le dijeron, "nosotros tristes. Nosotros olvidar bonita oración. Nosotros decir: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino..." Después olvidar, Por favor, decirnos otra vez toda la oración".

El obispo se sintió humillado. "Volved a vuestras casas, mis buenos amigos", les dijo, "y cuando recéis, decid: "Nosotros somos tres, tú eres tres, ten piedad de nosotros"".



A veces he visto a mujeres ancianas rezar interminables rosarios en la iglesia. ¿Cómo va a glorificar a Dios ese incoherente palabreo? Pero siempre me he fijado en sus ojos o en sus rostros alzados al cielo, he sabido en el fondo que ellas están más cerca de Dios que muchos hombres doctos.

EL CATECÚMENO ÁRABE

ANTHONY DE MELLO.

Al Maestro árabe Jalal ud-Din Rumi le gustaba contar la siguiente historia:

Se hallaba un día el profeta Mohema presentando la oración matutina en la mezquita.
Entre la multitud de los fieles se encontraba un joven catecúmeno árabe.

Mahoma comenzó a leer el Corán recitando el versículo en que el Faraón afirma: "Yo soy tu verdadero Dios". Al oírlo, el joven catecúmeno sintió tanta ira que rompió el silencio y gritó: "¿Será fanfarrón, el muy hijo de puta?".

El profeta no dijo nada, pero cuando acabaron las oraciones, los demás comenzaron a increpar al árabe: "¿No te da vergüenza? Has de saber que tu oración le desagrada a Dios, porque no sólo has roto el santo silencio de la oración, sino que además has usado un lenguaje obsceno en presencia del profeta de Dios".

El pobre árabe enrojeció de vergüenza y se puso a temblar de miedo, hasta que Gabriel se le apareció al profeta y le dijo: "Dios te manda sus saludos y te desea que hagas que esa gente deje de increpar a ese sencillo árabe; en realidad, su sincero juramento ha movido su corazón más que las santas plegarias de muchos otros".

Cuando oramos, Dios se fija en nuestro corazón, no en nuestras fórmulas.

lunes, 3 de mayo de 2010

MI AMIGO.

ANTHONY DE MELLO.

Malik, hijo de Dinar, estaba muy preocupadopor la disoluta conducta de un libertino joven que vivía en la casa contigua a la suya.
Durante mucho tiempo no hizo nada al respecto, en la esperanza de que hubiera alguien que interveniera. Pero cuando la conducta del joven se hizo absolutamente intolerable, Malik se dirigió a él y le pidió que cambiara su modo de ser.

Con toda tranquilidad, el joven informó a Malik de que él era un protegido del Sultán y, por lo tanto, nadie podía impedirle vivir como a él se le antojara.

Malik le dijo: "Yo, personalmente, me quejaré al Sultán". Y el joven le respondió: "ASerá completamente inútil, porque el Sultán jamás cambiará su opinión acerca de mí".

"Entonces le hablaré de ti al Sumo Creador", replicó Malik. "El Sumo Creador", dijo el joven, "es demasiado misericordioso como para reprocharme nada".

Malik quedó totalmente desarmado, por lo que desistió de su intento. Pero al pcco tiempo la reputación del joven se hizo tan pésima que origió la repulsa general. Malik decidió entonces que debía intentar reprenderle. Pero, cuando se dirigía a la casa del joven, oyó una voz que le decía: "No toques a mi amigo. Está bajo mi protección". A Malik, esto le produjo una enorme confusión y, cuando se vio en presencia del joven, no supo qué decirle.

El joven le preguntó: "¿A qué has venido?;". Respondió Malik: "Venía a reprenderte, pero cuando me dirigía hacia aquí una Voz me dijo que no te tocara, porque estabas bajo Su protección".

El rostro del disolouto joven se transformó. "¿De veras me llamó amigo suyo?", preguntó. Pero para entonces Malik ya se había marchado. Años más tarde, Malik se encontró con él en La Meca. Las palabras de la Voz le habían impresionado de tal modo que había renunciado a todos sus bienes y se había hecho un mendigo errante. "He venido aquí en busca de mi Amigo", le dijo a Malik. Y, dicho esto, murió.



¿Dios, amigo de un pecador? Semejante afirmación es tan arriesgada como real. Yo me la apliqué a mí mismo cuando, en cierta ocasión, dije: "Dios es demasiado misericordioso como para reprocharme nada". Y al instante escuché la Buena Noticia por primera vez en mi vida.