lunes, 21 de septiembre de 2009

LOS LOBOS, LOS CARNEROS Y EL CARNERO PADRE.

ESOPO.

Enviaron los lobos una representación a un rebaño de carneros, prometiéndoles hacer una paz permanente si les entregaban a los perros. Los carneros aceptaron hacerlo, exceptuando a un viejo carnero padre que les reclamó a los lobos:

-- ¿ Cómo les voy a creer y vivir con ustedes, si ahora mismo, aún con el cuido de los perros no puedo pacer con tranquilidad ?

LOS LOBOS Y LOS CARNEROS.

ESOPO.

Intentaban los lobos sorprender a un rebaño de carneros. Pero gracias a los perros guardianes, no podían conseguirlo. Entonces decidieron emplear su astucia. Enviaron unos delegados a los carneros para pedirles que les entregaran a sus perros diciéndoles:

-- Los perros son los causantes de que haya enemistad entre ustedes y nosotros. Sólo tienen que entregarnóslos y la paz reinará entre nosotros.

Y los ingenuos carneros, sin sospechar lo que sucedería, les entregaron los perros, y los lobos, ya libres de los perros, se apoderaron sin problemas del rebaño.

LOS LOBOS RECONCILIÁNDOSE CON LOS PERROS.

ESOPO.

LLamaron los lobos a los perros y les dijeron:

-- Oigan, siendo ustedes y nosotros tan semejantes, ¿ por qué no nos entendemos como hermanos, en vez de pelearnos ? Lo único que tenemos diferente es cómo vivimos. Nosotros somos libres; en cambio ustedes sumisos y sometidos en todo a los hombres: aguantan sus golpes, soportan los collares y les guardan los rebaños. Cuando sus amos comen, a ustedes sólo les dejan los huesos. Les proponemos lo siguiente: dennos los rebaños y los pondremos en común para hartarnos.

Creyeron los perros las palabras de los lobos traicionando a sus amos, y los lobos, ingresando en los corrales, lo primero que hicieron fue matar a los perros.

LOBOS Y PERROS ALISTÁNDOSE A LUCHAR.

ESOPO.

Se alistaban los lobos y los perros a luchar. Eligieron los perros como general a un perro griego. Pero éste parecía no tener prisa en iniciar la batalla y por ello le reclamaron.

¿ Saben -- contestó -- por qué doy tiempo ? Porque antes de actuar siempre es bueno deliberar. Los lobos todos son de la misma raza, talla y color, pero nosotros somos de costumbres muy diferentes, y procedemos de diversas regiones de las cuales cada uno estamos orgullosos. Nuestros uniformes no son parejos como los de ellos, tenemos rubios, negros, blancos y cenicientos. ¿ Cómo voy a empezar una guerra con soldados tan disparejos ? Primero debo idear cómo nivelar a mi gente.

EL LEÓN, LA ZORRA Y EL RATÓN.

ESOPO.

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratoncillo se puso a correr sobre su cuerpo.

Se despertó el león, y se movió en todas direcciones buscando a ver quien era el intruso que le molestaba.

Lo observaba una zorra, y le criticó por creer que tenía miedo de un simple ratoncillo, siendo él todo un señor león.

-- No es miedo del ratoncillo -- dijo el león--, sino que me sorprendió que hubiera un animal que tuviera el valor de pisotear el cuerpo de un león dormido.

EL LEÓN Y EL CIERVO.

ESOPO.

Estaba un león muy furioso, rugiendo y gritando sin ninguna razón.

Lo vio un ciervo a prudente distancia y exclamó:

-- ¡ Desdichados de nosotros, los demás animales del bosque, si cuando el león estaba sosegado nos era tan insoportable,
¿ de qué no será capaz estando en la forma que está ahora ?

EL LEÓN Y EL TORO.

ESOPO.

Pensando el león como capturar un toro muy corpulento, decidió utilizar la astucia. Le dijo al toro que había sacrificado un carnero y que lo invitaba a compartirlo. Su plan era atacarlo cuando se hubiera echado junto a la mesa.

LLegó al sitio el toro, pero viendo sólo grandes fuentes y asadores, y ni asomo de carnero, se largó sin decir una palabra.

Le reclamó el león que por qué se marchaba así, pues nada le había hecho.

-- Sí que hay motivo -- respondió el toro --, pues todos los preparativos que has hecho no son para el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro.

EL LEÓN, PROMETEO Y EL ELEFANTE.

ESOPO.

No dejaba un león de quejarse ante Prometeo.

-- Tu me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al gallo.

-- ¿ Por qué me acusas tan a la ligera ? ¿ No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que te he dado ? Lo que flaquea es tu espíritu.
Replicó Prometeo.

Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner fin a su vida.

Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar. Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que le preguntó la causa.

-- ¿ Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor ?
--respondió el elefante --, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.

Entonces se dijo el león: ¿ No sería insensato dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el gallo con el mosquito ?

EL LEÓN, LA ZORRA Y EL ASNO.

ESOPO.

El león, la zorra y el asno se asociaron para ir de caza.

Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera entre los tres el botín. Hizo el asno tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la suya. Indignado por haber hecho las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró.

Entonces pidió a la zorra que fuera ella quien repartiera.

La zorra hizo un montón de casi todo, dejando en el otro grupo sólo unas piltrafas. Llamó al león para que escogiera de nuevo.

Al ver aquello, le preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.

-- ¡ Pues el asno, señor !

EL LEÓN Y EL RATÓN.

ESOPO.

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reir y lo dejó marchar.

Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oir los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.

-- Días atrás -- le dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por tí en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

EL LEÓN Y EL ASNO PRESUNTUOSO.

ESOPO.

De nuevo se hicieron amigos el ingenuo asno y el león para salir de caza. Llegaron a una cueva donde se refugiaban unas cabras monteses, y el león se quedó a guardar la salida, mientras el asno ingresaba a la cueva coceando y rebuznando, para hacer salir a las cabras.

Una vez terminada la acción, salió el asno de la cueva y le preguntó si no le había parecido excelente su actuación al haber luchado con tanta bravura para expulsar a las cabras.

-- ¡ Oh sí, soberbia -- repuso el león, que hasta yo mismo me hubiera asustado si no supiera de quien se trataba !

EL LEÓN Y EL ASNO.

ESOPO.

Se juntaron el león y el asno para cazar animales salvajes. El león utilizaba su fuerza y el asno las coces de su pies. Una vez que acumularon cierto número de piezas, el león las dividió en tres partes y le dijo al asno:

-- La primera me pertenece por ser el rey; la segunda también es mía por ser tu socio, y sobre la tercera, mejor te vas largando si no quieres que te vaya como a las presas.

EL LEÓN, LA ZORRA Y EL LOBO.

ESOPO.

Cansado y viejo el rey león, se quedó enfermo en su cueva, y los demás animales, excepto la zorra, lo fueron a visitar.

Aprovechando la ocasión de la visita, acusó el lobo a la zorra expresando lo siguiente:

-- Ella no tiene por nuestra alteza ningún respeto, y por eso ni siquiera se ha acercado a saludar o preguntar por su salud.

En ese preciso instante llegó la zorra, justo a tiempo para oír lo dicho por el lobo. Entonces el león, furioso al verla, lanzó un feroz grito contra la zorra; pero ella, pidió la palabra para justificarse, y dijo:

-- Dime, de entre todas las visitas que aquí tenéis, ¿ quién te ha dado tan especial servicio como el que he hecho yo, que busqué por todas partes médicos que con su sabiduría te recetaran un remedio ideal para curarte, encontrándolo por fin ?

-- ¿ Y cuál es ese remedio ?, dímelo inmediatamente. -- Ordenó el león.

-- Debes sacrificar a un lobo y ponerte su piel como abrigo -- respondió la zorra.

Inmediatamente el lobo fue condenado a muerte, y la zorra, riéndose exclamó:

-- Al patrón no hay que llevarlo hacia el rencor, sino hacia la benevolencia.

EL LEÓN Y EL DELFÍN.

ESOPO.

Paseaba un león por una playa y vio a un delfín asomar su cabeza fuera del agua. Le propuso entonces una alianza:

-- Nos conviene unirnos a ambos, siendo tu el rey de los animales del mar y yo el de los terrestres-- le dijo.

Aceptó gustoso el delfín. Y el león, quien desde hacía tiempo se hallaba en guerra contra un loro salvaje, llamó al defín a que le ayudara. Intentó el delfín salir del agua, mas no lo consiguió, por lo que el león lo acusó de traidor.

-- ¡ No soy yo el culpable ni a quien debes acusar, sino a la Naturaleza -- respondió el delfín --, porque ella es quien me hizo acuático y no me permite pasar
a la tierra !

EL LEÓN Y EL JABALÍ.

ESOPO.

Durante el verano, cuando con el calor aumenta la sed, acudieron a beber a una misma fuente un león y un jabalí.

Discutieron sobre quien debería sería el primero en beber, y de la discusión pasaron a una feroz lucha a muerte.

Pero, en un momento de descanso, vieron una nube de aves rapaces en espera de algún vencido para devorarlo.

Entonces, recapacitando, se dijeron:

-- ¡ Más vale que seamos amigos y no pasto de los buitres y cuervos !

EL LEÓN Y LA LIEBRE.

ESOPO.

Sorprendió un león a una liebre que dormía tranquilamente. Pero cuando estaba a punto de devorarla, vio pasar a un ciervo. Dejó entonces a la liebre por perseguir al ciervo.

Despertó la liebre ante los ruidos de la persecución, y no esperando más, emprendió su huída.

Mientras tanto el león, que no pudo dar alcance al ciervo, ya cansado, regresó a tomar la liebre y se encontró con que también había buscado su camino a salvo.

Entonces se dijo el león:

-- Bien me lo merezco, pues teniendo ya una presa en mis manos, la dejé para ir tras la esperanza de obtener una mayor.

EL LEÓN, LA ZORRA Y EL CIERVO.

ESOPO.

Habiéndose enfermado el león, se tumbó en una cueva, diciéndole a la zorra, a la que estimaba mucho y con quien tenía muy buena amistad:

-- Si quieres ayudarme a curarme y que siga vivo, seduce con tu astucia al ciervo y tráelo aca, pues estoy antojado de sus carnes.

Salió la zorra a cumplir el cometido, y encontró al ciervo saltando feliz en la selva. Se le acercó saludándole amablemente y le dijo:

-- Vengo a darte una excelente noticia. Como sabes, el león, nuestro rey, es mi vecino; pero resulta que ha enfermado y está muy grave. Me preguntaba qué animal podría sustituirlo como rey después de su muerte.

Y me comentaba: "el jabalí no, pues no es muy inteligente; el oso es muy torpe; la pantera muy temperamental; el tigre es un fanfarrón; creo que el ciervo es el más digno de reinar, pues es esbelto, de larga vida, y temido por las serpientes por sus cuernos." Pero para qué te cuento más, está decidido que serás el rey.
¿ Y que me darás por habértelo anunciado de primero ? Contéstame, que tengo prisa y temo que me llame, pues yo soy su consejero. Pero si quieres oír a un experimentado, te aconsejo que me sigas y acompañes fielmente al león hasta su muerte.

Terminó de hablar la zorra, y el ciervo, lleno de vanidad con aquellas palabras, caminó decidido a la cueva sin sospechar lo que ocurriría.

Al verlo, el león se le abalanzó, pero sólo logró rasparle las orejas. El ciervo, asustado, huyó velozmente hacia el bosque.

La zorra se golpeaba sus patas al ver perdida su partida. Y el león lanzaba fuertes gritos, estimulado por su hambre y la pena. Suplicó a la zorra que lo intentara de nuevo. Y dijo la zorra:

-- Es algo penoso y difícil, pero lo intentaré.

Salió de la cueva y siguió las huellas del ciervo hasta encontrarlo reponiendo sus fuerzas.

Viéndola el ciervo, encolerizado y listo para atacarla, le dijo:

¡ Zorra miserable, no vengas a engañarme ! ¡ Si das un paso más, cuéntate como muerta ! Busca a otros que no sepan de tí, háblales bonito y súbeles los humos prometiéndoles el trono, pero ya no más a mí.

Mas la astuta zorra le replicó:

-- Pero señor ciervo, no seas tan flojo y cobarde. No desconfíes de nosotros que somos tus amigos. El león, al tomar tu oreja, sólo quería decirte en secreto sus consejos e instrucciones de cómo gobernar, y tú ni siquiera tienes paciencia para un simple arañazo de un viejo enfermo. Ahora está furioso contra tí y está pensando en hacer rey al intrépido lobo. ! Pobre !, ¡ todo lo que sufre por ser el amo ! Ven conmigo, que nada tienes que temer, pero eso sí, sé humilde como un cordero. Te juro por toda esta selva que no debes temer nada del león. Y en cuanto a mí, sólo pretendo servirte.

Y engañado de nuevo, salió el ciervo hacia la cueva. No había más que entrado, cuando ya el león vio plenamente saciado su antojo, procurando no dejar ni recuerdo del ciervo. Sin embargo cayó el corazón al suelo, y lo tomó la zorra a escondidas, como pago a sus gestiones. Y el león buscando el faltante corazón preguntó a la zorra por él. Le contestó la zorra:

-- Ese ciervo ingenuo no tenía corazón, ni lo busques. ¿ Qué clase de corazón podría tener un ciervo que vino dos veces a la casa y a las garras del león ?

EL LEÓN ENAMORADO DE LA HIJA DEL LABRADOR.

ESOPO.

Se había enamorado un león de la hija de un labrador y la pidió en matrimonio.

Y no podía el labrador decidirse a dar su hija a tan feroz animal, ni negársela por el temor que le inspiraba. Entonces ideó lo siguiente: como el león no dejaba de insistirle, le dijo que le parecía digno para ser esposo de su hija, pero que al menos debería cumplir con la siguiente condición:

que se arrancara los dientes y se cortara sus uñas, porque eso era lo que atemorizaba a su hija.

El león aceptó los sacrificios porque en verdad la amaba.

Una vez que el león cumplió lo solicitado, cuando volvió a presentarse ya sin sus poderes, el labrador lleno de desprecio por él, lo despidió sin piedad a golpes.

EL LEÓN APRESADO POR EL LABRADOR.

ESOPO.

Entró un león en la cuadra de un labrador, y éste, queriendo cogerlo, cerró la puerta. El león, al ver que no podía salir, empezó a devorar primero a los carneros, y luego a los bueyes.

Entonces el labrador, temiendo por su propia vida, abrió la puerta.

Se fue el león, y la esposa del labrador, al oirlo quejarse le dijo:

-- Tienes lo que buscaste, pues ¿ por qué has tratado de encerrar a una fiera que más bien debías de mantener alejada ?

EL BUEN LEÓN REY.

ESOPO.

Había un león que no era enojoso, ni cruel, ni violento, sino tratable y justo como una buena creatura, que llegó a ser el rey.

Bajo su reinado se celebró una reunión general de los animales para disculparse y recibir mutua satisfacción: el lobo dio la paz al cordero, la pantera al camello, el tigre al ciervo, la zorra a la liebre, etc.

La tímida liebre dijo entonces:

-- He anhelado ardorosamente ver llegar este día, a fin de que los débiles seamos respetados con justicia por los más fuertes.

E inmediatamente corrió lo mejor que pudo.

EL LEÓN Y EL MOSQUITO LUCHADOR.

ESOPO.

Un mosquito se acercó a un león y le dijo:

-- No te temo, y además, no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, demuéstramelo. ¿ Que arañas con tus garras y muerdes con tus dientes ? ¡ Eso también lo hace una mujer defendiéndose de un ladrón ! Yo soy más fuerte que tú, y si quieres, ahora mismo te desafío a combate.

Y haciendo sonar su zumbido, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidamente alrededor de la nariz, donde no tiene pelo.

El león empezó a arañarse con sus propias garras, hasta que renunció al combate. El mosquito victorioso hizo sonar de nuevo su zumbido; y sin darse cuenta, de tanta alegría, fue a enredarse en una tela de araña.

Al tiempo que era devorado por la araña, se lamentaba de que él, que luchaba contra los más poderosos venciéndolos, fuese a perecer a manos de un insignificante animal, la araña.

EL LEÓN Y LOS TRES BUEYES.

ESOPO.

Pastaban juntos siempre tres bueyes.

Un león quería devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues el luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.

Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos de los otros.

Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.

EL LEÓN Y EL BOYERO.

ESOPO.

Un boyero que apacentaba un hato de bueyes perdió un ternero. Lo buscó, recorriendo los alrededores sin encontrarlo. Entonces prometió a Zeus sacrificarle un cabrito si descrubría quien se lo había robado.

Entró de inmediato al bosque y vio a un león comiéndose al ternero. Levantó aterrado las manos al cielo gritando:

-- ¡ Oh grandioso Zeus, antes te prometí inmolarte un cabrito si encontraba al ladrón; pero ahora te prometo sacrificar un toro si consigo no caer en las garras del ladrón !

LA RANA GRITONA Y EL LEÓN.

ESOPO.

Oyó una vez un león el croar de una rana, y se volvió hacia donde venía el sonido, pensando que era de algún animal muy importante.

Esperó y observó con atención un tiempo, y cuando vio a la rana que salía del pantano, se le acercó y la aplastó diciendo:

-- ¡ Tú, tan pequeña y lanzando esos tremendos gritos !

LA RANA QUE DECÍA SER MÉDICO Y LA ZORRA.

ESOPO.

Gritaba un día una rana desde su pantano a los demás animales:

-- ¡ Soy médico y conozco muy bien todos los remedios para todos los males !

La oyó una zorra y le reclamó:

-- ¿ Cómo te atreves a anunciar ayudar a los demás, cuando tú misma cojeas y no te sabes curar ?

LAS RANAS PIDIENDO REY.

ESOPO.

Cansadas las ranas del propio desorden y anarquía en que vivían, mandaron una delegación a Zeus para que les enviara un rey.

Zeus, atendiendo su petición, les envió un grueso leño a su charca.

Espantadas las ranas por el ruido que hizo el leño al caer, se escondieron donde mejor pudieron. Por fin, viendo que el leño no se movía más, fueron saliendo a la superficie y dada la quietud que predominaba, empezaron a sentir tan grande desprecio por el nuevo rey, que brincaban sobre él y se le sentaban encima, burlándose sin descanso.

Y así, sintiéndose humilladas por tener de monarca a un simple madero, volvieron donde Zeus, pidiéndole que les cambiara al rey, pues éste era demasiado tranquilo.

Indignado Zeus, les mandó una activa serpiente de agua que, una a una, las atrapó y devoró a todas sin compasión.

LAS RANAS DEL PANTANO Y DEL CAMINO.

ESOPO.

Vivía una rana felizmente en un pantano profundo, alejado del camino, mientras su vecina vivía muy orgullosa en una charca al centro del camino.

La del pantano le insistía a su amiga que se fuera a vivir al lado de ella, alejada del camino; que allí estaría mejor y más segura.

Pero no se dejó convencer, diciendo que le era muy difícil abandonar una morada donde ya estaba establecida y satisfecha.

Y sucedió que un día pasó por el camino, sobre la charca, un carretón, y aplastó a la pobre rana que no quiso aceptar el mudarse.

LA RANA Y EL PANTANO SECO.

ESOPO.

Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano y se secó, por lo cual lo abandonaron para buscar otro con agua. Hallaron en su camino un profundo pozo repleto de agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:

-- Amiga, bajemos las dos a este pozo.

-- Pero, y si también se secara el agua de este pozo, -- repuso la compañera --, ¿ Cómo crees que subiremos entonces ?

LA ZORRA, EL OSO Y EL LEÓN.

ESOPO.

Habiendo encontrado un león y un oso al mismo tiempo a un cervatillo, se retaron en combate a ver cual de los dos se quedaba con la presa.

Una zorra que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la lucha y con el cervatillo al medio, se apoderó de éste y corrió pasando tranquilamente entre ellos.

Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para levantarse, murmuraron:

-- ¡ Desdichados nosotros ! ¡ Tanto esfuerzo y tanta lucha hicimos para que todo quedara para la zorra !

LA ZORRA Y EL ANCIANO LEÓN.

ESOPO.

Un anciano león, incapaz ya de obtener por su propia fuerza la comida, decidió hacerlo usando la astucia. Para ello se dirigió a una cueva y se tendió en el suelo, gimiendo y fingiéndo que estaba enfermo. De este modo, cuando los otros animales pasaban para visitarle, los atrapaba inmediatamente para su comida.

Habían llegado y perecido ya bastantes animales, cuando la zorra, adivinando cuál era su ardid, se presentó también, y deteniéndose a prudente distancia de la caverna, preguntó al león cómo le iba con su salud.

-- Mal -- contestó el león, invitándole amablemente a entrar.

-- Claro que hubiera entrado -- le dijo la zorra -- si no viera que todas las huellas entran, pero no hay ninguna que llegara a salir.

LA ZORRA Y LA LEONA.

ESOPO.

Reprochaba una zorra a una leona el hecho de que siempre sólo pariese a un pequeñuelo. Y le contestó la leona:

-- Sí, uno solo, tienes razón, ¡ pero un señor león !

LA ZORRA Y LA LIEBRE.

ESOPO.

Dijo un día una liebre a una zorra:

-- ¿Podrías decirme si realmente es cierto que tienes muchas ganancias, y por qué te llaman la "ganadora" ?

-- Si quieres saberlo -- contestó la zorra --, te invito a cenar conmigo.

Aceptó la liebre y la siguió; pero al llegar a casa de doña zorra vio que no había más cena que la misma liebre. Entonces dijo la liebre:

-- ¡ Al fin comprendo para mi desgracia de donde viene tu nombre: no es de tus trabajos, sino de tus engaños !

LAS ZORRAS, LAS ÁGUILAS Y LAS LIEBRES.

ESOPO.

Cierto día las águilas se declararon en guerra contra las liebres.

Fueron entonces éstas a pedirle ayuda a las zorras. Pero ellas les contestaron:

-- Las hubiéramos ayudado si no supiéramos quienes son ustedes y si tampoco supiéramos contra quienes luchan.

LA ZORRA Y EL CUERVO GRITÓN.

ESOPO.

Un cuervo robó a unos pastores un pedazo de carne y se retiró a un árbol.

Lo vio una zorra, y deseando apoderarse de aquella carne empezó a halagar al cuervo, elogiando sus elegantes proporciones y su gran belleza, agregando además que no había encontrado a nadie mejor dotado que él para ser el rey de las aves, pero que lo afectaba el hecho de que no tuviera voz.

El cuervo, para demostrarle a la zorra que no le faltaba la voz, soltó la carne para lanzar con orgullo fuertes gritos.

La zorra, sin perder tiempo, rápidamente cogió la carne y le dijo:

-- Amigo cuervo, si además de vanidad tuvieras entendimiento, nada más te faltaría realmente para ser el rey de las aves.

LA ZORRA Y EL CUERVO HAMBRIENTO.

ESOPO.

Un flaco y hambriento cuervo se posó en una higuera, y viendo que los higos aún estaban verdes, se quedó en el sitio a esperar a que maduraran.

Vio una zorra al hambriento cuervo eternizado en la higuera, y le preguntó qué hacía. Una vez que lo supo, le dijo:

-- Haces muy mal perdiendo el tiempo confiado a una lejana esperanza; la esperanza se llena de bellas ilusiones, mas no de comida.

LA ZORRA Y EL CANGREJO DE MAR.

ESOPO.

Queriendo mantener su vida solitaria, pero un poco diferente a la ya acostumbrada, salió un cangrejo del mar y se fue a vivir a la playa.

Lo vio una zorra hambrienta, y como no encontraba nada mejor para comer, corrió hacia él y lo capturó.

Entonces el cangrejo, ya listo para ser devorado exclamó:

-- ¡ Merezco todo esto, porque siendo yo animal del mar, he querido comportarme como si fuera de la
tierra !

LA ZORRA Y EL HOMBRE LABRADOR.

ESOPO.

Había un hombre que odiaba a una zorra porque le ocasionaba algunos daños ocasionalmente.

Después de mucho intentarlo, pudo al fin cogerla, y buscando vengarse de ella, le ató a la cola una mecha empapada en aceite y le prendió fuego.

Pero un dios llevó a la zorra a los campos que cultivaba aquel hombre.

Era la época en que ya se estaba listo para la recolección del producto y el labrador siguiendo a la raposa, contempló llorando, cómo al pasar ella por sus campos, se quemaba toda su producción.

LA ZORRA Y LA CARETA VACÍA.

ESOPO.

Entró un día una zorra en la casa de un actor, y después de revisar sus utensilios, encontró entre muchas otras cosas una máscara artísticamente trabajada.

La tomó entre sus patas, la observó y se dijo:

-- ¡ Hermosa cabeza ! Pero qué lástima que no tiene sesos.

LA ZORRA QUE NUNCA HABÍA VISTO UN LEÓN.

ESOPO.

Había una zorra que nunca había visto un león.

La puso el destino un día delante de la real fiera. Y como era la primera vez que le veía, sintió un miedo espantoso y se alejó tan rápído como pudo.

Al encontrar al león por segunda vez, aún sintió miedo, pero menos que antes, y lo observó con calma por un rato.

En fin, al verlo por tercera vez, se envalentonó lo suficiente hasta llegar a acercarse a él para entablar conversación.

LA ZORRA CON EL RABO CORTADO.

ESOPO.

Una zorra a la cual un cepo le había cortado la cola, estaba tan avergonzada, que consideraba su vida horrorosa y humillante, por lo cual decidió que la solución sería aconsejar a las demás hermanas cortarse también la cola, para así disimular con la igualdad general, su defecto personal.

Reunió entonces a todas sus compañeras, diciéndoles que la cola no sólo era un feo agregado, sino además una carga sin razón.

Pero una de ellas tomó la palabra y dijo:

-- Oye hermana, si no fuera por tu conveniencia de ahora, ¿ nos darías en realidad este consejo ?

LA ZORRA Y EL CHIVO EN EL POZO.

ESOPO.

Cayó una zorra en un profundo pozo, viéndose obligada a quedar adentro por no poder alcanzar la orilla.

Llegó más tarde al mismo pozo un chivo sediento, y viendo a la zorra le preguntó si el agua era buena. Ella, ocultando su verdadero problema, se deshizo en elogios para el agua, afirmando que era excelente, e invitó al chivo a descender y probarla donde ella estaba.

Sin más pensarlo saltó el chivo al pozo, y después de saciar su sed, le preguntó a la zorra cómo harían para salir allí.

Dijo entonces la zorra:

-- Hay un modo, que sin duda es nuestra mutua salvación. Apoya tus patas delanteras contra la pared y alza bien arriba tus cuernos; luego yo subiré por tu cuerpo y una vez afuera, tiraré de tí.

Le creyó el chivo y así lo hizo con buen gusto, y la zorra trepando hábilmente por la espalda y los cuernos de su compañero, alcanzó a salir del pozo, alejándose de la orilla al instante, sin cumplir con lo prometido.

Cuando el chivo le reclamó la violación de su convenio, se volvió la zorra y le dijo:

-- ¡ Oye socio, si tuvieras tanta inteligencia como pelos en tu barba, no hubieras bajado sin pensar antes en cómo salir después !

LA ZORRA Y EL MONO DISPUTANDO SU NOBLEZA.

ESOPO.

Viajaban por esta tierra juntos una zorra y un mono, disputando a la vez cada uno sobre su nobleza.

Mientras cada cual detallaba ampliamente sus títulos, llegaron a cierto lugar. Volvió el mono su mirada hacia un cementerio y rompió a llorar. Preguntó la zorra que le ocurría, y el mono, mostrándoles unas tumbas le dijo:

-- ¡ Oh, cómo no voy a llorar cuando veo las lápidas funerarias de esos grandes héroes, mis antepasados !

-- ¡ Puedes mentir cuanto quieras -- contestó la zorra --; pues ninguno de ellos se levantará para contradecirte !

LA ZORRA Y EL PERRO.

ESOPO.

Penetró una zorra en un rebaño de corderos, y arrimando a su pecho a un pequeño corderillo, fingió acariciarle.

Llegó un perro de los que cuidaban el rebaño y le preguntó:

-- ¿Qué estás haciendo ?

-- Le acaricio y juego con él -- contestó con cara de inocencia.

-- ¡ Pues suéltalo enseguida, si no quieres conocer mis mejores caricias !

LA ZORRA Y EL MONO CORONADO REY

ESOPO.

En una junta de animales, bailó tan bonito el mono, que ganándose la simpatía de los espectadores, fue elegido rey.

Celosa la zorra por no haber sido ella la elegida, vio un trozo de comida en un cepo y llevó allí al mono, diciéndole que había encontrado un tesoro digno de reyes, pero que en lugar de tomarlo para llevárselo a él, lo había guardado para que fuera él personalmente quien lo cogiera, ya que era una prerrogativa real.

El mono se acercó sin más reflexion, y quedó prensado en el cepo.

Entonces la zorra, a quien el mono acusaba de tenderle aquella trampa, repuso:

-- ¡ Eres muy tonto, mono, y todavía pretendes reinar entre todos los animales !

LA ZORRA Y LA PANTERA.

ESOPO.

Disputaban otro día la zorra y la pantera acerca de su belleza.

La pantera alababa muy especialmente los especiales pintados de su piel.

Replicó entonces la zorra diciendo:

-- ¡Mucho más hermosa me considero yo, no por las apariencias de mi cuerpo, sino más bien por mi espíritu!

LA ZORRA Y EL COCODRILO.

ESOPO.

Discutían un día la zorra y el cocodrilo sobre la nobleza de sus antepasados.

Por largo rato habló el cocodrilo acerca de la alcurnia de sus ancestros, y terminó por decir que sus padres habían llegado a ser los guardianes del gimnasio.

-- No es necesario que me lo digas -- replicó la zorra --; las cualidades de tu piel demuestran muy bien que desde hace muchos años te dedicas a los ejercicios de gimnasia.

LA ZORRA Y LA SERPIENTE.

ESOPO.

Se encontraba una higuera a la orilla de un camino, y una zorra vio junto a ella una serpiente dormida.

Envidiando aquel cuerpo tan largo, y pensando en que podría igualarlo, se echó la zorra a tierra al lado de la serpiente e intentó estirarse cuanto pudo. Tanto esfuerzo hizo, hasta que al fin, por vanidosa, se reventó.

LA ZORRA Y EL LEÑADOR.

ESOPO.

Una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores cuando llegó al sitio de un leñador y le suplicó que la escondiera. El hombre le aconsejó que ingresara a su cabaña.

Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra.

El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña donde se había escondido.

Los cazadores no comprendieron la señas de la mano y se confiaron únicamente en lo dicho con la palabra.

La zorra al verlos marcharse, salió sin decir nada.

Le reprochó el leñador por qué a pesar de haberla salvado, no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió:

--Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo.

LA ZORRA Y EL ESPINO.

ESOPO.

Una zorra saltaba sobre unos montículos, y estuvo de pronto a punto de caerse. Y para evitar la caída, se agarró a un espino, pero sus púas le hirieron las patas, y sintiendo el dolor que ellas le producían, le dijo al espino:

-- ¡ Acudí a tí por tu ayuda, y más bien me has herido !

A lo que respondió el espino:

-- ¡Tu tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí, bien sabes lo bueno que soy para enganchar y herir a todo el mundo, y tú no eres la excepción !

LA ZORRA A LA QUE SE LE LLENÓ SU VIENTRE.

ESOPO.

Una zorra hambrienta encontró en el tronco de una encina unos pedazos de carne y de pan que unos pastores habían dejado escondidos en una cavidad. Y entrando en dicha cavidad, se los comió todos.

Pero tanto comió y se le agrandó tanto el vientre que no pudo salir. Empezó a gemir y a lamentarse del problema en que había caído.

Por casualidad pasó por allí otra zorra, y oyendo sus quejidos se le acercó y le preguntó que le ocurría. Cuando se enteró de lo acaecido, le dijo:

-- ¡Pues quédate tranquila hermana hasta que vuelvas a tener la forma en que estabas, entonces de seguro podrás salir fácilmente sin problema!

LAS ZORRAS A ORILLAS DEL RIO MEANDRO.

ESOPO.

Se reunieron un día las zorras a orillas del río Meandro con el fin de calmar su sed; pero el río estaba muy turbulento, y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar al río de primera.

Al fin una de ellas habló, y queriendo humillar a las demás, burlábase de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así, saltó al agua atrevida e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y las compañeras, siguiéndola desde la orilla le gritaban:

-- ¡ No nos dejes hermana, vuelve y dinos cómo podremos beber agua sin peligro !

Pero la imprudente, arrastrada sin remedio alguno, y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó:

-- Ahora llevo un mensaje para Mileto; cuando vuelva les enseñaré cómo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

EL ÁGUILA Y LOS GALLOS.

ESOPO.

Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas; y al fin uno puso en fuga al otro.

Resignadamente se retiró el vencido a un matorral, ocultándose allí. En cambio el vencedor orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo.

Mas no tardó un águila en caerle y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña se quedo con todo el gallinero.

EL ÁGUILA Y LA FLECHA.

ESOPO.

Estaba asentada un águila en el pico de un peñasco esperando por la llegada de las liebres.

Mas la vio un cazador, y lanzándole una flecha le atravezó su cuerpo.

Viendo el águila entonces que la flecha estaba construída con plumas de su propia especie exclamó:

-- ¡ Qué tristeza terminar mis días por causa de mis plumas !

EL ÁGUILA Y LA ZORRA.

ESOPO.

Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir juntas con la idea de que eso reforzaría su amistad. Entonces el águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del mismo árbol.

Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos, y entonces ella y sus crías se regozijaron con un banquete.

Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la muerte de sus pequeños;
¿ Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a uno que vuela ? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su ahora enemiga.

Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su enemiga.

EL ÁGUILA DE ALA CORTADA Y LA ZORRA.

ESOPO.

Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada.

Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador.

La vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole:

--No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.-

EL ÁGUILA Y EL ESCARABAJO.

ESOPO.

Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

EL ÁGUILA, EL CUERVO Y EL PASTOR.

ESOPO.

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:

- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

EL LIBRO PRESUMIDO.

Encontrandose dos libros en una biblioteca que se iba ha abrir proximamente, decía el uno al otro:

- No se como han consentido tu presencia en este lugar, puesto que a diferencia mía eres muy feo. Tu encuadernación no está adornada con oro como la mía, tampoco está hecha de cuero y además no tienes ningún dibujo bello presentandote como portada.

- Al oir estas palabras quedó el segundo libro muy apenado.

Se abrió por fin la biblioteca y el libro feo vió como era el predilecto entre el resto de ellos. Dijo entonces al libro presumido:

- Bien es cierto que eres más bonito que yo,sin embargo, yo soy más leido pues mis páginas contienen más esencia que las tuyas.

DA Y RIÑE.

JUAN E. HARTZENBUSCH.


-!Qué tonto es este perro¡,
se le oía exclamar frecuentemente
a la preciosa Inés, niña excelente.
-Contigo, Ana, y con él ves que me encierro
el día una hora larga,
para que aprenda al menos la cartilla,
y ni una letra pilla
de las que en buena paz quiero enseñarle;
y es lo más me carga
que, al estudio queriendo aficionarle,
de panecillos le harto cada día,
y gruñe todabía
en tono socarrón, o parecido
a sospechosa y vil zalamería.
Oye, Ana, que ha empezado.
¿Qué me querrá decir en ese aullido?
-Te dice, Ana repuso, traducido
el perruno lenguaje bien y pronto:
como tú me des pan, llámame tonto.

ORIGEN DEL CIGARRO.

JUAN E. HARTZENBUSCH.

Fuman el indio y el charro,
Gil Blas y el conde de Cabra,
y no se dicen palabra
del origen del cigarro.
Mujer, empero, y varón
habrán en pintura visto
un hombre que baja listo
del cielo con un hachón.
No le representan feo,
no lleva casi ropaje,
moda griega: personaje
tal se llama prometeo.
Numen de clase vulgar,
es voz que ganó renombre
formando un proyecto de hombre
con barro de modelar.
A su gusto concluida
la estatua para modelo,
cuentan que robó del cielo
fuego para darle vida.
Júpiter con tal motivo,
no muy grave a la verdad,
hizo una barbaridad
con el escultor de vivo.
Clavómele en un peñón
cual a milano en pared,
y todo (!contemple ustéd¡)
por el robo de un tizón.
Fijo en solitaria roca
se le ve representado:
ya nos le darán pintado
con un cigarro en la boca.
De la imagen y del fuego
decir no se necesita
que es una invención bonita
de algún ingenioso griego.
Mas yo, que lo cierto sé
de unos documentos raros,
voy, señores, a trazaros
a Prometeo cual fue.
Allá en la primera edad,
que de todo carecía,
ni encender lumbre sabía.
la infantil humanidad.
Prometeo vio caer
y llamas alzar un rayo,
y quiso hacer un ensayo
con medio de tal poder.
-Quédese, dijo, por mío
este ser devorador;
pues que da tanto calor,
bueno será contra el frío.
Ya se aviva, ya desmaya,
según el palo que muerde:
viene al seco y deja el verde;
libre está que se me vaya.
En ese mismo lugar
asilo haré vividero.
Prometeo fue el primero
que tuvo casa y hogar.
Vinieron a visitarle,
y a todos les daba lumbre,
y estableció la costumbre
de tener fuego y usarle.
Y entre aquellos Robinsones
de la tierra primitiva,
la necesidad activa
produjo mil invenciones.
Bien pronto, asando la caza,
les confortó el olorcillo;
pronto cocieron ladrillo,
pan, yeso, cántaro y taza.
Chamuscabánse el pelaje
los hombres en ocasiones,
y a fuerza de quemazones
labraban el maderaje.
Prometeo, que su ardiente
hallazgo aplicaba a todo,
trató de inventar el modo
de levarlo fácilmente.
Una vez, pues, arrolló,
ni muy fuertes ni muy flojas,
mojándolas unas hojas,
y, secas, las encendió.
Chupó el rollo sin desdén
y dijo para su saco:
-Esta planta (era tabaco)
sabe mal, pero arde bien.
Cómodo arbitrio y seguro
me da para mi deseo.
Cate usted a Prometeo
tan jaque fumando puro.
Dio el invento a conocer
y lo adoptó el municipio:
el cigarro en su principio
fue mecha para encender.
Sustituto él de la hoguera
con su brasa no costosa,
toda mujer hacedosa
tuvo que ser cigarrera.
Como el fuego, al caminar,
para todo era base,
porque lumbre no faltase,
no cesaban de fumar.
Chupado con ceño adusto
el cigarro primerizo,
por fin el hábito hizo
paladearlo con gusto.
En esta disposición,
el dar en un pedernal
un golpe fuerte casual
dio pedernal y eslabón.
Y la llama gigantesca
del rayo en árbol copudo,
cualquiera formarla pudo
con dos cantos y con yesca.
Debió el cigarro ceder
al método nuevo: !cá¡
Sin ser necesario ya,
era costumbre y placer.
Y llevado en compañia
del guijarro chispeador,
con el nuevo encendedor
el antiguo se encendía.
Y hoy, desde el suelo andaluz
a los campos de Guajaca,
los hombres de la petaca
son hombres de chispa y luz.
Digan sabios eminentes
que tienen ciertos regalos
y usos, que parecen malos,
muy buenos antecedentes.
Yo diré sólo y resumo
que es ésta, según la leo,
la historia de Prometeo,
padre del tabaco de humo.
Varón famoso, del cual
suban los puros o bajen,
debe tener una imagen
cada estanco nacional.
Sépase del Nilo al Darro,
del Plata y Obi al Mondego,
que al propagador del fuego
se debe el primer cigarro.

EL MUCHACHO Y LA VELA.

JUAN E. HARTZENBUSCH.


Dijo una vez a la encendida vela
un chico de la escuela:
-Yo quiero, como tú, lucir un día.
La vela respondió: La suerte mía
sólo es angustia y humo.
Brillo, sí, mas brillando me consumo.

EL NIÑO EN ALTO.

JUAN E. HARTZENBUSCH.


Trepó sobre una silla, y arrogante
un chiquillo gritó: -Yo soy gigante.
-Mochuelo saltarín, dijo un anciano,
baja, serás enano.

EL ÁRABE HAMBRIENTO.

JUAN E. HARTZENBUSCH.

Perdido en un desierto
un árabe infeliz, ya medio muerto,
de sed, hambre y fatiga,
se encontró un envoltorio de vejiga.
Lo levantó, le sorprendió el sonido,
y dijo de placer estremecido:
-Ostras deben de ser. -Mas al verterlas,
-!ay¡, exclamó, son perlas.
En ciertas ocasiones
no le valen al rico sus millones.

EL SANTERO.

JUAN E. HARTZENBUSCH.

A cierta romería,
sobre una dócil mula caballero,
iba en Andalucía
un pícaro santero,
que de cada espolazo
al animal sacábale un pedazo,
y, mientras, cariñoso le decía:
- Corra, que su pereza me atribula;
corra por caridad, hemana mula.
Faz de paloma, corazón de arpía,
palabras de ángel y obras de demonio:
tal es, sin levantarle testimonio,
la pérfida, la vil hipocresía.

LA NAVAJA.

LEONARDO DA VINCI.

Un día la navaja, saliendo del mango que le servía de funda, se puso al sol y vio al sol reflejado en ella. Entonces se enorgulleció, dio vueltas a sus pensamientos y se dijo: <<¿Volveré a la tienda de la que acabo dede salir? De ninguna manera. Los dioses no pueden querer que tanta belleza degenere en usos tan bajos. Sería una locura dedicarme a afeitar las enjabonadas barbas de los labriegos. ¡Qué bajo servicio! ¿ Estoy destinada para un servicio así? Sin duda alguna que no. Me ocultaré en un sitio retirado y allí pasaré mi vida tranquila.>>

Depuse de vivir este estilo de vida algunos meses, saliendo fuera de su funda al aire libre, se dio cuenta de que había adquirido el aspecto de una sierra oxidada y que sus superficie no podía reflejar ya el esplendor del sol. Arrepentida, lloró en vano su irreparable desgracia y se dijo: <<¡ Cúanto mejor hubiera sido haberme gastado en manos del barbero que tuvo que privarse de mi exquisita habilidad para cortar! ¿Dónde está ya mi rostro relucinte? El óxido lo ha consumido.>>

LOS DOS CONEJOS.

TOMÁS DE IRIARTE.

Por entre unas matas
Seguido de perros,
(No diré corría)
Volava un conejo
De una madrigera
Salió un compañero,
Y le dijo: --Tente,
Amigo, ¿qué es eso?
--¿Que ha de ser? --responde--:
Sin aliento llego...
Dos pícaros Galgos
Me vienen siguiendo
Si (replica el otro)
Por alli los veo...
Pero no son Galgos
-- ¿Pues qué son? --Podencos.
--¿Qué? ¿Podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy Galgos
Bien visto lo tengo.
--Son Podencos: vaya
Que no entiendes de eso
-- Son Galgos te digo.
-- Digo que son Podencos.
En esta disputa
Llegaron los perros,
Pillan descuidados
A mis dos conejos.
Los que por cuestiones
De poco momento
Dejan lo que importa,
Llevensé este ejemplo.

EL BURRO FLAUTISTA.

TOMÁS DE IRIARTE.

Esta fabulilla,
Salga bien o mal,
Me ha ocurrido ahora
Por casualidad.
Cerca de unos prados
Que hay en mi lugar
Pasaba un borrico
Por casualidad.
Una flauta en ellos
Halló que un zagal
Se dejó olvidada
Por casualidad.
Acercóse a olerla
El dicho animal;
Y dió un resoplido
Por casualidad.
En la flauta el aire
Se hubo de colar;
Y sonó la flauta
Por casualidad.
--¡Oh! --dijo el borrico--;
¡Qué bien se tocar!
Y dirán que es mala
La música asnal
Sin reglas del arte
Borriquitos hay
que una vez aciertan
Por casualidad.

LA LECHERA.

FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.

Llevaba en la cabeza
Una lechera el cántaro al mercado
Con aquella presteza,
Aquel aire sencillo, aquel agrado,
Que va diciendo a todo que lo advierte:
¡Yo si que estoy contenta con mi suerte!
Porque no apetecía
Más compañía que su pensamiento,
Que alegre la ofrecía
Inocentes ideas de contento,
Marchaba sola la feliz lechera,
Y decía entre sí de esta manera:
<En limpio me dará tanto dinero,
Y con esta partida
Un canasto de huevos comprar quiero,
Para sacar cien pollos, que al estío
Me rodeen cantando el pio, pio.
Del importe logrado
De tanto pollo mercaré un cochino;
Con bellota salvado,
Berza, castaña, engordará sin tino;
Tanto, que puede ser que yo consiga
Ver como se le arrastra la barriga.
LLevareló al mercado;
Sacaré de él sin duda buen dinero:
Compraré de contado
Una robusta vaca y un ternero
Que salte y corra toda la campaña,
Hasta el monte cercano a la cabaña.>>
Con este pensamiento
Enajenada, brinca de manera,
Que a su salto violento
El cántaro cayó.¡Pobre lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía,
Que palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría;
No sea que saltando de contento,
Al contemplar dichosa tu mudanza,
Quiebre su cantarillo su esperanza.
No seas ambiciosa
De mejor o más próspera fortuna;
Que vivirás ansiosa
Sin que pueda saciarte cosa alguna.

No anheles impaciente el bien futuro;
Mira que ni el presente está seguro

LAS MOSCAS.

FELIX, MARÍA SAMANIEGO.


A un panal de rica miel
Dos mil moscas acudieron,
Que por golosas murieron,
Presas de patas en él.
Otra dentro de un pastel
Enterró su golosina.

Así, si bien se examina,
Los humanos corazones
Perecen en las prisiones
Del vicio que los domina

EL AVARIENTO.

ESOPO.

Cierto hombre ávaro vendió cuanto poseía y convirtió su precio en oro, el cual enterró en un lugar oculto; y teniendo todo su ánimo y su pensamiento puesto puesto en el tesoro, iba diariamente a visitarlo, lo que observado por otro hombre fue a aquel sitio, desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el ávaro vino según costumbre a visitar su tesoro, vió desenvuelta la tierra, y que lo habían robado, se puso a llorar y a arrancarse los cabellos. Uno que pasaba viendo los extremos que hacía aquel hombre, se llegó a él, y después de informarse de la causa de su dolor, le dijo: ¿Por qué te entristeces tanto por haber perdído un oro que tenías como si no lo poseyeras? Toma una piedra y entiérrala, figurandote que es oro, una vez que tanto te servirá ella como te servía ese oro que nunca hacías uso.

MERCURIO Y EL LEÑADOR.

ESOPO.

Un leñador cortaba madera en la ribera de un río que estaba consagrado a Mercurio, y se le cayó el hacha al agua, de lo cual sumamente afligido el leñador se puso a llorar en la orilla. Movido el dios de compasión se le apareció peguntándole la causa de su pesar. Después de informado de todo, le presentó al leñador un hacha de oro diciéndole si era aquella el hacha que había perdido, pero él respondió que no. Después le enseño Mercurio un hacha de plata , y le dijo si era aquella la que había perdido, pero le respondió que no era tampoco. Después le enseñó una de hierro, que vista por el leñador dijo ser la suya. El dios conociendo en esto su bondad y virtud, le dió en premio las tres hachas. El leñador lleno de gozo contó el suceso a sus compañeros, uno de los cuales quiso probar fortuna, y yendo al río dejó caer en él su hacha y se puso a llorar. Apareciósele Mercurio y preguntándole por qué lloraba, luego que le manifestó la causa, le presento un hacha de oro , y le dijo si era aquella la que había perdido. El hombre respondió que sí, y conociendo el dios su impostura no le dió ni la de oro , ni le devolvió la suya.

EL LEÓN Y LA ZORRA.

ESOPO.

Un León fingía que estaba enfermo: con este engaño hacía venir a su cueva a todos los animales, y cuando los tenía allí los mataba. Llegó tambien la zorra, pero, no fiándose dijo desde fuera al león que sentía mucho su enfermedad. El león , viendo que no entraba, dijo: ¿porqué no entras? ¿recelas por ventura de mí, cuanto estoy tan dévil que aunque quisiera no me sería posible hacerte daño? Entra, pues, como los demás. Esto es, respondió la zorra, lo que me infunde recelo, que veo aquí seguramente las huellas de que han entrado, pero no veo las de haber salido.

EL LEÓN Y EL PASTOR.

ESOPO.

Yendo un león por una montaña erró el camino, y pasando por un lugar lleno de zarzas, se le hincó una espina en la mano, de tal manera que no podía andar por el sumo dolor que le causaba. Yendo así encontró a un pastor, y llegándose a él, comenzó a menear la cola, teniendo la mano alzada. El pastor que lo vio venir, turbado por su presencia, comenzó a darle del ganado para que comiese, mas el león no deseaba comer, sino que le sacara la espina clavada, entendió lo que quería el león, y con una lezna aguda, le abrió poco a poco el tumor, y le sacó la espina. Sintióse sano el león, lamió la mano del pastor, sentándose a su lado, y poco después, ya buena la mano, se fue. Pasados algunos años cayó el león en un lazo, y fue puesto en el lugar de las fieras. El pastor cometiendo un delito fue también preso por la justicia, y sentenciado a las bestias feroces para ser devorado por ellas, y poniéndolo en el anfiteatro le echaron casualmente aquel mismo león, el cual salió para arrojarse sobre él con gran furia, pero llegando al pastor, luego que le encontró se sentó a su lado, y le defendió de las demás fieras. Todos se llenaron de admiración viendo cosa tan extraordinaria, y sabida del pastor la verdad del hecho, se les dió libertad a entreambos.

EL VIEJO, SU MUJER Y EL LADRÓN.

ALFONSO X, CALILA Y DIGNA.

Erase un mercader muy rico y muy viejo que tenía una mujer joven y hermosa, a la que amaba mucho.

Pero la mujer era egoista y mala; sólo se había casado con él por su dinero, y esto dábaselo a entender con su despego a todas horas: tal era el aborrecimiento que por el pobre viejo sentía.

Una noche, cuando estaban cenando, oyeron un ladrón en la casa, y la mujer asustada, corrió hacia su marido y le echó los brazos al cuello, apretándose contra él. Y él dijo en su corazón:

-¿Cómo me da Dios tanta ventura?

Y cuando vino el ladrón le dijo:

-Toma lo que puedas llevar y vete con mi bendición, pues a tí te debo que mi mujer me abrace.

LOS RATONES QUE COMÍAN HIERRO.

ALFONSO X, CALILA Y DIGNA.

Cierto mercader, teniendo necesidad de salir de viaje, dejó cien quintales de hierro a un amigo suyo para que se los guardase hasta su vuelta.

Pero el amigo, en vez de guardárselos, los vendió, y cuando el mercader regrasó y pidiendole lo que le había dejado, le dijo:

- Lo siento, pero no queda nada; yo los puse en un rincón de mi casa, pero vinieron los ratones y se lo comieron.

El mercader comprendió la verdad, mas sin dejar de traslucir que se había dado cuenta del engaño, contestó resignadamente:

- Muchas veces oí decir que lo que mejor comen los ratones es el hierro, así que no me extraña lo sucedido. Tú no has tenido la culpa, los ratones se lo han comido; ¡Qué le vamos a hacer!.

Y sin añadir otra palabra se fue a su posada, quedando el otro muy satisfecho de la facilidad con que le había engañado.

Al otro día llevóse el mercader y un hijo pequeño de su amigo y lo escondió en su casa. Y el amigo, buscando a su hijo, preguntole al mercader por él.

- Vi a un azor -respondió aquel- que se llevaba a un niño entre sus garras, y pienso que muy bien pudiera ser el hijo que buscas.

El amigo, al oir semejante disparate, echose a reir.

Y respondió el mercader:

No debe maravillarte que los azores cacen a los niños en una tierra donde comen hierro los ratones.

Comprendió el amigo la lección y dijo:

- Los ratones no comieron tu hierro, que yo lo comí.

-Pues yo me comí a tu hijo -contestó el mercader.

-Pues dame a mi hijo y yo te daré tu hierro.

- De acuerdo.

Y entrególe el hijo a su amigo, y éste le devolvió su hierro.

EL HOMBRE Y LA LUNA.

ALFONSO X, CALILA Y DIGNA.

Un hombre vio la luz de una estrella en el agua y creyó que era una trucha. Durante dos horas estuvo tratando de pescarla, pero cuando al fin vio que no era nada, la dejó. Y otra noche vio de verdad en el agua un pez, mas creyó que era el reflejo de la luna, como la otra vez le había ocurrido y se fue sin tratar de pescarlo, y lo perdió.

LA LIEBRE, EL LEÓN Y EL POZO.

ALFONSO X, CALILA Y DIGNA

Sabrás que un león habitaba en una tierra my fértil en compañia de otras bestias salvajes. Y todos vivían muy bien, pues había agua, y pasto, y todo lo que necesitaban para su sustento.

Había asímismo en aquella tierra un río al que llamaban "El río de las liebres", por las muchas que moraban en sus riberas. Y era tal el miedo que estos animalitos sentían por el león, que acordaron presentarse a él y decirle:

-Señor, no pasa un día en que no hagas entre nosotras una gran carnicería y matanza para matar una solamente. Para evitar esto, te proponemos que todos los días una de nosotras venga a tí a la hora de comer para servirte de alimento. De este modo tú podrás holgar y nosotras nos sacrificaremos con gusto para evitar mayores males. ¿Qué te parece?.

Encontró el león muy prudente la idea, pues ello permitiría comerse diariamente un plato de su gusto sin otro trabajo que esperar sentado a que le viniese a la boca.

Fueronse la liebres, y a la otra mañana echaron a suerte para ver a quien le tocaba presentarse al león y ser devorada por él .Y a la que le tocó sacrificarse, cuando llegó la hora de partir dijo a las demás:

- Adios y hasta pronto.

- ¿Cómo hasta pronto? preguntaron las otras sorprendidas.

-Pienso -dijo la primera- poner en práctica un plan para matar al león, y espero no fallar en el intento.

-¿ Y en qué consiste ese plan que imaginaste?.

- A mi vuelta os lo contaré.

Marchóse a toda prisa a ver al león y, a pocos pasos a donde tenía este su guarida, se detuvo y esperó tranquilamente a la sombra de un olmo; y cuando pasó con mucho la hora de comer, echóse a andar de nuevo y presentóse a la fiera.

-¿ Cómo has tardado tanto?- rugió ésta-. Lo convenido ha sido que estuvieras aquí a la hora de yantar.

- Perdonadme, señor -disculpóse la liebre humildemente-, no ha sido mía la culpa. Sabed que cuando me dirigía a vos, me econtré a otro león, que consigió apresarme entre sus garras; y le dije que no me tocara, que era vianda vuestra; pero él se echó a reir y me dijo que en todos los parajes mandaba él, y que en cuanto os topase en su camino os lo haría saber a fuerza de zarpazos, hasta dejaros más pelado que a un mono. Yo entonces fingí que me placía su compañía, y en un momento en que estaba distraído eché a correr y aquí me tenéis para serviros de manjar y aplacad vuetro apetito.

El león, lleno de furor, soltó un rugido que hizo estrmecer los montes. Luego preguntó a su victima:

-¿Dónde está ese leonzuelo que se atreve a insultarme y disputar mi poder?.

- Si quereis, yo puedo mostraros en donde tiene su aposento.

- Pues ¡hala!, vamonos pronto y guiame hasta él.

Llevólo la liebre a una legua aproximadamente de allí y, señalandole un pozo, le dijo:

- Mirad, en el pozo de este recinto lo encontrareis.

Asomóse el león al borde del pozo, y viendo reflejada en él su propia imagen, creyó que era el otro león el que estaba tumbado baca arriba, y llevado por sus furor, saltó y cayó al agua pereciendo ahogado.

La liebre llena de alegría , echó a correr y fue a contar a sus compañeras su triunfo, que celebraron con grandes fiestas.

LO QUE SUCEDIÓ A UN HOMBRE QUE IBA CARGADO DE PIEDRAS PRECIOSAS Y SE AHOGÓ EN UN RÍO.

CONDE DE LUCANOR.

Un día dijo el conde a Patronio que tenía muchas ganas de quedarse en un sitio en el que le habían de dar mucho dinero, lo que le suponía un beneficio grande, pero que tenía mucho miedo de que si se quedaba , correría en peligro su vida: por lo que le rogaba que le aconsejara que debía hacer.

-Señor conde-respondió Patronio-, para que hagais lo que creo que os conviene más, me gustaría que supierais lo que sucedió a un hombre que llevaba encima grandes riquezas y cruzaba un río.

El conde preguntó que le había sucedido.


-Señor conde-dijo Patronio-, un hombre levaba a cuestas una gran cantidad de piedras preciosas; tantas eran que pesaban mucho. Sucedió que tenía que pasar un río y como llevaba una carga tan grande se hundía mucho más que si no la llevara; al llegar a la mitad del río se empezó a hundir aún más. Un hombre que estaba en la orilla le comenzó a dar voces y a decirle que si no soltaba aquella carga se ahogaría. Aquel majadero no se dió cuenta que, si se ahogaba, perdería sus riquezas junto con la vida, y, si las soltaba, perdería las riquezas pero no la vida. Por no perder las piedras preciosas que traía consigo no quiso soltarlas y murió en el río.


A vos, señor conde Lucanor, aunque no dudo que os vendría muy bien recibir el dinero y cualquier otra cosa que os quieran dar, os aconsejo que si hay peligro en quedaros allí no lo hagais por afán de riquezas. También os aconsejo que nunca aventureis vuetra vida sino en defensa de vuetra honra o por alguna cosa a que esteis obligado, pues el que poco se precia, y arriesga su vida por codicia o fribolidad es aquel que no aspira a hacer grandes cosas; Por el contrario, el que se precia mucho ha de obrar de modo que le precien también los otros, ya que el hombre no es preciado porque el se precie, sino por hacer obras que le ganen la estimación de los demás. Convenceos de que el hombre que vale precia mucho su vida y no la arriesga por codicia o pequeña ocasión; pero en lo que verdaderamente debe aventurarse nadie la arriesgara de tan buena gana ni tan pronto como el que mucho vale y se precia mucho.

Al conde gusto mucho la moraleja, obro según ella y le fue muy bien. Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen así:

A quien por codicia la vida aventura, la más de las veces el bien poco dura.

LO QUE SUCEDIÓ A UN HOMBRE QUE POR POBREZA Y FALTA DE OTRA COSA COMÍA ALTRAMUCES.

Otro día habla el conde Lucanor con Patronio, su consejero de este modo:

-Patronio, bien se que Dios me ha dado mucho más de lo que me merezco y que en todas las demás cosas solo tengo motivos para estar muy satisfecho, pero a veces me encuentro tan necesitado de dinero que no me importaria dejar esta vida. Os pido que me deis algún consejo para remediar esta aflición mía.

Señor conde Lucanor-dijo Patronio-, para que vos os consoleis cuando os pase esto os convendría saber lo que pasó a dos hombres que fueron muy ricos.

El conde le rogó que lo contara.


-Señor conde-comenzó Patronio-, uno de estos hombres llego a tal extremo de pobreza que no le quedaba en el mundo nada que comer. Habiendose esforzado por encontrar algo, no pudo más que encontrar una escudilla de altramuces. Al recordar cuan rico habia sido y a pensar que ahora estaba hambriento y no tenía más que los altramuces, que son tan amargos y saben tan mal, empezo a llorar, aunque sin dejar de comer los altramuces, por la mucha hambre, y de echar las cáscaras hacia atrás. En medio de esta congoja y este pesar, notó que detrás de él había otra persona y , volviendo la cabeza, vió que un hombre comía las cáscaras de altramuces que el tiraba al suelo. Este era el otro de quien os dije tambien había sido rico.

Cuando aquello vió el de los altramuces, preguntó al otro por que comía las cáscaras. Respondiole que, aunque había sido más rico que él, había ahora llegado a tal extremo de pobreza y tenía tanta hambre que se alegraba mucho de encontrar aquellas cáscaras que él arrojaba. Cuando esto oyó el de los altramuces se consoló, viendo que había otro más pobre que él y que tenía menos motivo para serlo. Con este consuelo se esforzó por salir de pobreza, lo consiguió con ayuda de Dios y volvió otra vez a ser rico.


Vos, señor conde Lucanor, debeis saber que, Por permisión de Dios, nadie en el mundo lo logra todo. Pero, pues en todas las demás cosas os hace Dios señalada merced y salís con lo que vos quereis, si alguna vez os falta dinero y pasais estrecheces, no os entristezcais, sino tened por cierto que otros más ricos y de más elevada condicion las estarán pasando y que se tendrían por felices si pudieran dar a sus gentes aunque fuera menos de lo que vos les dais a los vuestros.

Al conde agradó mucho lo que dijo Patronio, se consoló y, esforzandose, logró salir, con ayuda de Dios, de la penuria en que se encontraba. Viendo Don Juan que este cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen:

Por pobreza nunca desmayeis, pues otros más pobres que vos vereis.

LA ALONDRA.

Una alondra que había caído en un lazo se lamentaba así: ¡Ay! de mí, infeliz avecilla, no he tomado ni oro ni plata ni cosa alguna preciosa, solamente un grano de trigo me ha traído a la muerte.

LA GALLINA Y LOS HUEVOS DE ORO.

Tenía cierto hombre una gallina que cada día ponía un huevo de oro, y creyendo encontrar en las entrañas de la gallina una gran masa de oro, la mató; mas al abrirla vió que por dentro era igual a las demás gallinas; de modo que impaciente por conseguir de una vez gran cantidad de riqueza, se privó el mismo sin fruto de las abundantes que la gallina le daba.

EL PASTOR MENTIROSO.

Un pastor que apacentaba sus ovejas en una montaña, pedía muchas veces socorro a los labradores que trabajaban en los campos vecinos, gritando que venía el lobo: acudiendo estos a su socorro nada encontraban, y se volvían a su trabajo. Habiendo el pastor repetido esto varias veces, y conociendo los labradores la burla, vino un día el lobo efectivamente y entro en su rebaño. Entonces el pastor pidió socorro con grandes gritos, pero los labradores, pensando que se burlaba, no fueron a socorrerlo, y así el lobo mató muchas ovejas.

EL HACHA Y EL MANGO.

Habiendo un hombre fabricado un hacha, pidió a la selva que le diese madera fuerte de que hacerle un mango. Concedida por la selva su petición puso el mango a la segur y comenzó a cortar aquí y allí los árboles que más le agradaban, lo cual viendo la encina, es fama dijo: Bien merecido lo tenemos, pues dimos al hombre la madera para servirse del hacha.

LA ZORRA Y LAS UVAS.

La zorra y las uvas

Viendo una zorra unos hermosos racimos de uvas ya maduras, deseosa de comerlos, busca medio para alcanzarlos, pero no siéndole posible de ningún modo, y viendo frustrado su deseo dijo para consolarse: Estas uvas no están maduras.